El libro que Orwell hubiese escrito si hubiera tenido sentido del humor

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El libro que Orwell hubiese escrito si hubiera tenido sentido del humor

25 Mayo 2019

Por Norman Petrich

La huella del reloj es la historia de Atilio Komaizen, cineasta en una ciudad futurista llamada Inteligente, donde todo está programado para que la gente reaccione según el antojo del Ejecutivo.

Un encuentro fortuito con Almaguer, un viajero del espacio tiempo, cambia su rutinaria vida para siempre. Dice ser un “solita”, y le cuenta cómo esta raza ha ido manipulando la Historia del Hombre, gracias a sus viajes. Que él es uno de los pocos que todavía tiene códigos, no usa estos saltos espacio temporales para beneficio propio e intenta sugerir, no interviniendo en forma directa.

Almaguer le comenta que la ciudad no siempre fue así y que veía en nuestro personaje ese fuego necesario para cambiar el presente tan híbrido y planeado en el que se encontraban. Y alimenta ese fuego con pistas que Atilio intentará seguir:

“Tienes como desafío correr el vendaje.

Terminar con esta sociedad autista, desinformada, atada, sin defensa a la manipulación. Recurre a las manos.

Apela a la Historia. Dos manos abiertas en un balcón es un buen signo.

 Encuentra la voz”.

Komaizen piensa de qué forma puede producir algo que impulse ese cambio al que lo incita el viajero del tiempo. Sabe que debe ser una película, el campo donde se mueve cómodo. Pero tras un sesudo análisis reconoce que las mejores películas de la historia del cine fueron pasando de moda y difícilmente alguien las viera en esos tiempos de un tirón.

¿Y cuáles eran las que resistían el paso del tiempo? Claramente, las pornográficas.

Es así como decide filmar una porno con contenido social.

La fumata violeta que anuncia la asunción del primer papa transexual es la señal que cree reconocer, el puntapié inicial de una delirante aventura que llevará a nuestro personaje por los barrios más oscuros de Ciudad Inteligente a conseguir todo lo necesario para que el mensaje de cambio se convierta en algo tangible.

Cámaras, vestuario, apoyo histórico para el guión, serán los móviles que lo acercarán a un variopinto paisaje humano. pero el momento crucial es cuando trata de convencer a la que sueña como protagonista de su película, Cris. (Alerta, spoiler)

A pesar de estar anoticiado de que su intento es una misión imposible, va y toca el timbre de la casa de la estrella porno que lo recibe de la manera más inesperada: lo abraza, besa y le dice “te estaba esperando”. Raudamente para un taxi, sube a Cris, el bolso que ella tenía preparado y la lleva a su departamento.

Ya en casa del cineasta y luego de romper el hielo, Cris le cuenta su historia y es una escena que describe en pleno el estilo del libro:

“Era una niña cuando me implantaron silicona y colágeno… …En la adolescencia salté al estrellato protagonizando cientos de películas y acostándome con miles de pervertidos, algunos, amigos de mis padres.

Los hice millonarios. Sin embargo, no me daban tregua. Me explotaban de la manera más feroz. Traían clientes de todos los países a donde habían llegado mis películas. Traté con sádicos, adictos, golpeadores; de haber cicatrices mis padres pagaban una buena cirugía para borrarlas, seguir filmando y enriqueciéndose.

Amenazaba con dejar el trabajo pero ellos me cercaban de tal forma que no podía escapar. Tuve discusiones, insultos, les arrojé floreros, ceniceros, tijeras; intenté suicidarme pero los muy hijos de puta encontraban el antídoto y de vuelta al trabajo.

Tramé mi venganza poco a poco hasta encontrar su punto más doloroso: dejarlos sin mis ingresos. Lograba sacar fuerzas diciendo ya van a ver, cuando cumpla la mayoría de edad los dejo y me voy con el primer boludo que se cruce.

Hoy acabo de cumplir 21.”

Tras tamaña confesión, el resultado no podía ser otro: Atilio estaba perdidamente enamorado. Por suerte, Cris le corresponde y lo ayuda en su misión la cual, en un nuevo cruce con el viajero del tiempo, descubre no haber comprendido al descifrar mal las señales y lo que en realidad el solita le había sugerido era que clonara a Perón.

Igualmente, ya no había vuelta atrás y Atilio continúa con su creación y se enfrenta al Comité Evaluador de Difusión Pública para saber si su película pasará la mirada aguda de los censores, y el mensaje (que ahora sí era completamente suyo) llegará a la multitud para hacerlos despertar.

Como si todo esto no fuera suficiente alucinación y antes de saber qué le deparará el destino, se nos cuenta el guión de la película dividido en cinco rounds que empiezan con los pueblos originarios vs los conquistadores, pasan por democracia vs dictadura militar y terminan en tolerancia vs discriminación, todos con sus escenas sexuales correspondientes.

La huella del reloj es la primera novela del también periodista Silvio Ballan, narrador rosarino de apenas tres libros. Ya había despertado curiosidad con el primero, El faro de las sirenas. El segundo Abyecto y desalmado, un libro de cuentos como el anterior, lo consolidó como una de las voces fuertes y nuevas de la narrativa rosarina. Su pronta partida nos dejó sin saber si esa maestría alcanzada con la novela podía continuar (ya estaba pergeñando otra que también iba por el camino de la distopía)

Dueño de un estilo capaz de poner a sus personajes en las situaciones más absurdas, se nutre del humor (sobre todo del que llamamos negro) y del delirio. como hilo conductor en sus tres libros.

Hay grandes novelas que nadie sabe bien cuál es la razón, o si lo saben no lo dicen para no avivar giles, pasan desapercibidas para la mayoría del público lector.

Ojalá ésta no tenga ese destino. Que aparezca una reedición, por qué no una reedición de sus obras completas. Quizás de su editor y amigo, ya que Silvio siempre publicó con Ciudad Gótica.

Tuve la suerte de ser uno de los que leyó esta novela antes de que se convirtiera en objeto. Y el honor de que me pidiera unas líneas para la contratapa. Las publicó tal cual se las había pasado, excepto por un par. Las que decían que éste era el libro que George Orwell hubiese querido escribir si hubiera tenido sentido del humor. Las censuró porque pensaba que era una exageración. El sabía mi admiración y fanatismo por 1984, lo que nunca le dije fue que lo expresado en esas censuradas líneas lo pensaba de verdad.