“'Amor seco' más que abordar el tema del consumo, pone en perspectiva un concepto más amplio: la adicción”

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    Francisco Moulia
ENTREVISTA LITERARIA

“'Amor seco' más que abordar el tema del consumo, pone en perspectiva un concepto más amplio: la adicción”

26 Octubre 2025

Todos los desenamorados podríamos ponernos de acuerdo en esto: el amor muere por dentro debido a la gran variedad de lenguas que transitan su propia historia. O para decirlo de otra manera: pareciera que ningún factor externo es lo suficientemente fuerte como para destruir a dos enamorados. Hay un paradigma literario en principio, se podría argüir, citando a Shakespeare; pero sólo si fingimos ignorar que Romeo y Julieta es un desvío ideológico para que, siglos más tarde, los futuros adolescentes no vuelvan a confundir enamoramiento, por no decir calentura, con el amor.

El amor se amasa como pan caliente y lleva años. Incluso hay personas que se mueren sin haber conocido el amor. También hay varias generaciones, bajo la figura de desaparecidos, a los que no le permitieron conocerlo, diría un poeta. Adolescente no viene de adolescer, sino de adolesco y no significa otra cosa que humear, arder, y, en su forma evolutiva: crecer. Todo esto tiene relación con esta novela extraordinaria que es Amor seco del escritor Francisco Moulia. Novela que debería estar entre los mejores libros publicados y vender mucho, o por lo menos lo necesario como para que Moulia no tenga que hacer todo lo que está debajo del sol para sobrevivir y pueda seguir escribiendo novelas como Amor seco. Lástima que ya nos hemos educado con los suplementos literarios donde aparecen listas de los más vendidos.

En Amor seco sí que hay un factor externo destructivo para dos que se amaron con locura: la droga, más precisamente la cocaína. Se los llevó puestos; y es sobre esto que realmente trata la novela. Ahora me acuerdo de esa verdad disfrazada de chiste que nos cuenta un borracho cuando su mujer dice que se convierte en otra persona cuando bebe. Y es cierto, dice el borracho, y que es esa persona la que sigue tomando y hace todo mal. Dos virtudes extrañas en los tiempo que corren: Amor seco sigue funcionando dentro de uno pasado el tiempo y, por último, no es posible leerla solo. Apenas leemos el primer párrafo, ya se nos viene alguien a la cabeza. Tendrías que leer esto, pensás. ¿Qué más se le puede pedir a un hombre que escribe? 

AGENCIA PACO URONDO: ¿Recordás el momento es que sentiste el impulso de escribir Amor seco?

Francisco Moulia: Amor seco surge a partir de la necesidad de reconciliarme con un recuerdo. Llegué a vivir al valle de Traslasierra hace tres años, con una sensación muy incómoda, casi destructiva, de cómo había sido el cierre de mi última relación. A los pocos meses, me di cuenta de que si seguía rumiando todo ese desencanto y no lo tragaba y lo metabolizaba de alguna forma, se me iba a pudrir la voz. Ahí empecé a escribir. Siempre de noche, que era cuando el recuerdo se volvía más invasivo y perturbador. Y, de a poco, empecé a darle un tono mucho más sano a la historia. Fui juntando un poco las partes que consideraba más atractivas y traté de potenciarlas con giros ficcionales.

Esta novela no cuenta la historia que viví; tampoco la que me hubiera gustado vivir. Amor seco es una historia monstruosa, compuesta por miedos, fracasos, hazañas, absurdos lisérgicos, amor y, sobre todo, deseos de escribir desde la visceralidad. También podría decir que la novela surge de la necesidad de darle un nuevo sentido a la idea de final. En parte, Amor seco existe porque hubo dos personas que no supieron interpretar que su vínculo, así como lo conocían, ya llevaba muerto un buen rato. Y que, en todo caso, si se daban cuenta a tiempo, podía haber mutado hacia formas menos lamentables.

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Tapa Amor seco

APU: ¿Pensás que ambos personajes viven el amor del mismo modo? En un juego literario, ¿cómo contaría Gemma esta historia?

F.M.: Gemma y Mou no viven el amor del mismo modo, como ninguna persona lo vive igual que otra. El amor, para mí, tiene mucho de complicidad. Básicamente siempre estuve con alguien con quien estaría dispuesto a robar un banco. Ese es mi parámetro. Y, creo, el que compartieron Gemma y Mou durante muchos años. Así y todo, la complicidad de un vínculo, por más fuerte que sea, siempre es la conjugación de dos cosmovisiones de la vida y, sobre todo, del amor. Es lógico que cambien las prioridades de acuerdo a mil factores, y ahí hay partes de esa complicidad que empiezan a resentirse. Al principio son detalles, pero después, si no se ve a tiempo, puede terminar en una toxicidad injusta para lo que fue la historia previa.

Gemma contaría la historia desde una perspectiva mucho más psicodélica, supongo. Creo que de ella saldrían mejores descripciones de ese infierno personal en el que se sumergió durante esos tres meses de despedida que forman una buena parte de la novela. Seguro sería mucho más certera que el narrador hablando de las inconsistencias y las estupideces de Mou. También pienso que Gemma le daría otro final a la historia. Uno mucho más ruidoso y espontáneo. Menos retorcido de que el que le dio Mou.

APU: Sobre el consumo de drogas, el personaje no está en desacuerdo y es muy interesante su postura.

F.M.: El narrador lo dice en un momento: como todo en la vida, el problema nunca es el qué, sino el cuánto. Supongamos que el cómo también, pero mucho más el cuánto, en todo. Mou no narra desde ninguna vereda moral. Tiene sus debilidades y fortalezas, como Gemma y como todos y todas. La droga en sí no es un demonio que te posee y te vuelve la versión más monstruosa de vos. En todo caso, tenemos una incapacidad demoníaca de fijarnos límites, de administrar las cantidades con lucidez. Conozco gente que es muy consciente de sus límites y disfruta de cualquier sustancia sin deformarse. Mou sabe que la perdición de Gemma no es la droga. Sí la gula cocainómana que, de repente, le agarra y que amenaza con pudrir ese recuerdo futuro con el que puedan quedarse de la relación.

El problema quizás sea que se asocia demasiado la droga a un estado de anarquía perfecta, de emancipación de esa cruel realidad que nos toca a todos y todas. En ese sentido, la administración del recurso (ya sea cocaína, vino, café o chocolate) se vuelve desafiante. Si el resultado que busco es el desenfreno, en qué momento voy a frenar para cuidarme. Ese romanticismo con el que, a veces, se embadurna a la autodestrucción, trastorna. Ahora bien, Amor seco más que abordar el tema del consumo, pone en perspectiva un concepto más amplio: la adicción. Gemma y Mou son dos adictos, cada uno a su manera, con lo suyo. La adicción no tiene que ver con las sustancias, sino con una forma desmedida, sin conciencia de saciedad, de relacionarse con todo. A propósito de esto, podría decir que Mou y Gemma siguen ostentando cierto nivel de complicidad, aunque, claro, en este punto, de una forma destructiva del propio amor que se tienen.

 APU: ¿Qué pensás de la literatura autobiografía o ese eufemismo del Yo?

F.M.: Para mí, la autoficción es una simple categoría que define un libro con un narrador en primera persona que te hace creer que estás accediendo a una intimidad; no creo que sea mucho más que una estrategia narrativa para darle más cuerpo al verosímil de una historia. No sé si existe algún libro que no sea un autor o autora tratando de convencer a alguien, aunque sea por el rato que dura el libro, de que lo que está leyendo es real. En mi caso, está claro que me basé en cosas que me pasaron para escribir la novela. Ahora, si las hubiese contado exactamente como pasaron, sería, además de narcisista, redundante. Y, sobre todo, desperdiciaría las posibilidades que da la ficción. Dicho de otra forma, si la autoficción es una estrategia narrativa para contar mejor una historia, y el resultado es la mejor versión literaria posible de esa historia, bienvenida. Ahora, si un autor o autora pretende contarme su biografía exacta, sin los riesgos y los esplendores que proponen la ficción, bueno, en ese caso, me parece un desperdicio de recursos.