Martín Sancia Kawamichi: “Me siento más cómodo en el ruido que en el silencio”

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Martín Sancia Kawamichi: “Me siento más cómodo en el ruido que en el silencio”

26 Septiembre 2021

Por Hernán Casabella

Publicó, dentro del género infantil: Breves historias de animales sabrosos, engreídos, enamorados, malditos, venenosos, enlatados, tristes, cobardes, crueles, espinosos... (y otras historias) (Random House, 2009), Los poseídos de Luna Picante (Segundo Premio Sigmar de Literatura Infantil y Juvenil 2014), 25 tarántulas (Editorial Sigmar, 2016). Su novela Todas las sombras son mías obtuvo el  Primer Premio Sigmar de Literatura Infantil y Juvenil 2017. En el 2018 se editaron en Bolivia, por Otero ediciones, su novela juvenil Anchoa y su libro de cuentos infantiles de enigmas detectivescos Cosquillas en la oscuridad. Por fuera del género infantil,  su novela Hotaru obtuvo el  Primer Premio en el Concurso de Novela Negra BAN! –Extremo Negro 2014. En abril del 2017 publicó, por Evaristo Editorial, su novela Shunga, y su obra teatral El desamor resultó ganadora del Concurso de Dramaturgia TBK 2016/2017. También por Evaristo Editorial publicó sus cuentos para adultos en el volumen Este pálido mundo mío (2018) y  su novela Sugøkusë (2019).

En julio de 2021, su novela Hotaru salió en España por Huso Editorial, y su novela Anchoa se publica por primera vez en la Argentina por editorial Dábale arroz.

AGENCIA PACO URONDO: ¿Cuál fue el primer libro que leíste completo y sin obligación de hacerlo?

Mis libros: los que disfruto, los que me movilizan, los inolvidables. Los  que dejan huella. : EL PERFUME DE LA SOMBRAS. SHUNGA de MARTÍN SANCIA  KAWAMICHI.MARTIN SANCIA KAWAMICHI: Si no recuerdo mal, fue “El faro del fin del mundo”, de Julio Verne. Antes había disfrutado mucho de “El misterio de las valijas verdes”, de Syria Poletii, pero tuve que leerlo para la escuela.

APU: ¿Los libros se leen hasta el final o se abandonan? (Si abandonaste alguno, ¿cuál fue y cuál es la anécdota que valga la pena?)

MSK: No sé si se deben leer o no hasta el final, pero yo soy un lector abandónico. Incluso, me ha pasado de dejar por la mitad libros que me gustaban mucho. ¿Por qué los abandoné? La respuesta, y lo digo con vergüenza, es la siguiente: no sé.

Un libro que abandoné con voracidad y esmero fue La conjura de los necios, y no solo no experimenté ninguna culpa sino que me gustaría tener hijos solo para sentirme orgulloso cuando ellos me digan: “Papi, abandoné La conjura de los necios”. Pero bueno, no tengo hijos ni quiero, por el momento, tenerlos, así que es probable que me pierda ese orgullo.

APU: Los libros, ¿se compran, se regalan, se prestan, se pierden, se devuelven, se venden, se roban?

MSK: El año pasado me echaron de un supermercado Día porque, como no tenía un mango ni nada para comer, intenté robar tres latas de atún La Campagnola, y me descubrieron. Todavía, supongo, mi foto figura en la caja con la advertencia “Ladrón”. Digo esto para dejar en claro que no soy quién para andar señalando a la gente que roba libros. Pero yo, lamentablemente, nunca lo he hecho. De todos modos, si bien no soy joven, creo que tengo por delante mucha más miseria y decadencia esperándome, así que la del robo de libros no es una puerta que considero cerrada para siempre.

APU: ¿Cuáles son tus libros preferidos de la literatura argentina?

MSK: Voy a nombra algunos de los libros que más quiero. Facundo, de Domingo F. Sarmiento. El matadero, de Esteban Echeverría. Una excursión a los indios ranqueles, de Lucio V. Mansilla. Ficciones, El Aleph, Otras inquisiciones, de Jorge Luis Borges. Operación Masacre, de Rodolfo Walsh. El juguete rabioso y Los siete locos, de Roberto Arlt. Adán Buenosayres, de Leopoldo Marechal. Misteriosa Buenos Aires, de Manuel Mujica Láinez. La curva de la risa, de Daniel Ares. El último chiste del Gran Jacobi, de Eduardo Goldman. El amigo de Baudelaire, de Andrés Rivera. La luz argentina, de César Aira. Vagones transportan humo, de Alejandro Urdapilleta. La condesa sangrienta, de Alejandra Pizarnik. Cuentos completos, de Silvina Ocampo. Las viejas travestis y El uruguayo, de Copi. El perjurio de la nieve, de Adolfo Bioy Casares. El último lector, de Ricardo Piglia. La hija de Kheops, de Alberto Laiseca. Las otras puertas, de Abelardo Castillo. El frasquito, de Luis Guzmán. El beso de la mujer araña, de Manuel Puig. Cuarteles de inverno, de Osvaldo Soriano. Parque Lezama, de Néstor Perlongher. Poesía completa, Oga Orozco. Rapado, de Martín Rejtman. El buen dolor, de Guillermo Saccomanno. Línea de fuego, de Syria Poletti. El hormiguero, de Sergio Aguirre. Los zumitas, de Federico Jeanmaire. En la línea recta, de Martín Blasco. Acerca de Roderer, de Guillermo Martínez. La Comemadre, de Roque Larraquy. Bajo este sol tremendo, de Carlos Busqued. Las esferas invisibles, de Diego Muzzio. Ciencias morales, de Martín Kohan. Bajo el signo de Eva, de Marcelo Rubio.

APU: ¿Cuáles son tus libros preferidos de la literatura universal?

MSK: Voy a nombrarte autores, ¿puede ser? En narrativa o teatro: Miguel de Cervantes, Lewis Carroll, Cristopher Marlowe, Dante Alighieri, William Shakespeare, el Arcipreste de Hita, Oscar Wilde, Louis-Ferdinand Celine, Georg Büchner, Truman Capote, Miguel de Unamuno, Ramón del Valle-Inclán, Edgar Allan Poe, Herman Melville, Saki, Vladimir Nabokok, Franz Kafka, Flannery O'Connor, Stephen King, Jean Cocteau, G. K. Chesterton, T. Coraghessan Boyle, Thomas Pynchon, Georges Simenon, Boris Vian, Robert Stevenson, Mary Shelley, Gustave Flaubert, León Bloy, San Agustín, Valentine Penrose, Oscar Wilde, Guy de Maupassant, Mario Levrero, Clive Barker, Thomas Mann, James Joyce, Milan Kundera, León Tolstoi,José Donoso, Alfred Jarry, Raymond Carver, William Burroughs, Bret Easton Ellis, Juan Carlos Onetti, Philipe Djan, Jean-Patrick Manchete, Carson McCullers, Ed Bain, Gustavo Adolfo Bécquer, Eugène Ionesco, Severo Sarduy, Pascal Quignard, Charles Bukowski, Philip Minyana, Harold Brodney, San Juan de la Cruz, Garcilaso de la Vega, Jorge Manrique, Petrarca, Leonard Cohen, Miguel Hernández, Fernando Pessoa, Sjón, Friedrich Hölderlin, Nika Turbiná.

APU: ¿Hay algún personaje de la literatura con el que te sentís identificado?

MSK: No leí hasta ahora ninguna novela con algún personaje que sea un ladrón frustrado de latas de atún, pero creo que algunos perdedores de Simenon se acercan mucho a eso.

APU: Así, de arrebato, ¿qué final te viene a la memoria?

MSK: El final de Esbjerg en la costa, de Onetti. Y el final de Lunar Park, de Bret Easton Ellis.

APU: ¿Cuándo comenzó tu gusto por la escritura?

MSK: A los quince años, pero tardé ocho en poder terminar mi primer cuento. Hasta ese momento, todo lo que escribía quedaba inconcluso.

APU: ¿Tenés alguna rutina al escribir?

MSK: No, pero puedo decirte que me siento más cómodo en el ruido que en el silencio. Sacando eso, puedo escribir a cualquier hora y en el lugar que sea. Sinceramente, prefiero hacerlo acostado en la cama, con la computadora sobre el pecho, pero dejé ese estilo aventurero porque cuando me quedo dormido se me cae la computadora al suelo y no quiero que se termine por romper del todo.

APU: ¿Tenés objetos fetiches que te sean vitales al momento de escribir?

Sugokuse, Martin Sancia KawamichiMSK: No, pero siempre tengo cerca a alguno de mis gatos, una foto de Evita y Perón y una bellísima taza pintada a mano por Alicia Álvarez.

APU: ¿Lenguaje inclusivo en la escritura sí o no?

MSK: Es una decisión que debe tomar cada autor. Hay una novela de Federico Jeanmaire escrita en inclusivo que es maravillosa, La creación de Eva.

APU: ¿Cuál es tu opinión sobre las presentaciones de libros y los ciclos de lecturas?

MSK: Depende. Algunas veces la paso bien, otras no tanto. Digamos que tengo la misma opinión que puedo tener acerca de las cenas familiares, las fiestas, los partidos de fútbol, los bautismos o las orgías.

APU: ¿Cómo se lleva tu literatura con el insomnio, con las noches, con los vicios?

MSK: Odio el insomnio, la noche y los vicios. Pero, lamentablemente, se trata de un odio no correspondido.

APU: ¿A quién relees periódicamente?

MSK: A Onetti, a Borges, a Chesterton, a Cervantes, a Garcilaso de la Vega, a San Juan de la Cruz, a Thomas Mann, a Cocteau, a Simenon, a Maupassant, a Ellis, a Saki, a Valle-Inclán, a Carlos Busqued, a Lewis Carroll, a Oscar Wilde.

APU: ¿Qué tres autores argentinxs reeditarías?

MSK: A Daniel Ares (empezando por La curva de la risa), a Paco Jamandreu (leí un libro de él hace muchos años y me encantó) y a Syria Poletti. 

APU: ¿Qué opinas de la literatura argentina de la última década?

MSK: Pienso que andar opinando sobre la literatura de una década sin haber leído ni el 5 % de lo publicado es una reverenda gilada.

APU: A calzón quitado, ¿lees a tus contemporánexs o solo lees las contratapas?

MSK: Espero que tu pregunta no deje en los lectores de esta entrevista la imagen de mi cuerpo sin calzón. Pero volviendo a la pregunta, sí, claro que los leo. Incluso, también leo muchos inéditos, y disfruto muchísimo de hacerlo. Y también leo las contratapas.

APU: ¿Qué estás leyendo actualmente?

MSK: Opio, de Cocteau. Ese libro es una bendición.APU: ¿El agua bendita de los mates y guisos preparados por las ancianas -en Hotaru- son el gualicho, que las viejas que en nombre del pueblo hacen, para apuran el regreso del general?

APU: ¿El agua bendita de los mates y guisos preparados por las
ancianas -en Hotaru- son el gualicho, que las viejas que en nombre del
pueblo hacen, para apuran el regreso del general?

MSK: Más que gualicho, pienso en esos mates y guisos como una forma casera de resistencia.
APU: ¿Qué nos podés decir de Sugøkusë?
MSK: La escritura de Sugøkusë fue tumultuosa, y creo que dependió mucho de la relación que tengo Damián Vives, que es el editor de Evaristo Editorial. Mi idea era hacer una novela en scketches. Dos personajes hablando, en el mismo lugar, y una tensión entre ellos que nunca se resolvía ni se desentrañaba del todo. En realidad, tenía dos historias para contar: una que me resultaba “novelable” y otra que no. Decidí, entonces, estructurar la novela basándome en la historia no novelable y que la “novelable” se contara por afuera. En un mes le entregué a Damián varias versiones, en la que esa estructura se mantenía pero cambiaban los protagonistas, el narrador, las historias internas. Finalmente quedó así: Juaco, una especie de dandy que viste con ropa elegante y costosa va a un local de tatuajes y le pide a Marcia, la tatuadora, que le tatúe en los párpados dos pétalos rojos. Ese el comienzo. A lo largo de la novela, Juaco seguriá yendo al local y se comportará de modo cada vez más desconcertante para Marcia, y postergará el tatuaje en los párpados porque, según él, sus párpados aún no están preparados para conservar los pétalos como corresponde. Se tatuará entonces otras partes del cuerpo, y le contará a Marcia historias que dice haber escuchado en un viaje a Noruega. A su vez, acudirá acompañado por mujeres que se harán los mismos tatuajes que él. Marcia sospecha que esas mujeres van a tatuarse contra su voluntad. El nombre, Sugøkusë, hace referencia a una danza de párpados inventada, según Juaco, por un noruego/holandés. La historia que se cuenta por afuera incluye una suerte de triángulo amoroso entre Marcia, Luciana (examante de Marcia que ha quedado postrada después de un accidente), y Tadeo, el marido de Luciana, que dejó todo para cuidarla.

APU: Según mi criterio, tenés uno de los comienzos literarios más hermosos del mundo “La habitación parecía iluminada por una hoja seca” ¿Hace falta luz para espiar?

MSK: Muchas gracias por lo que decís del comienzo de Shunga. En cuanto a tu pregunta, supongo que el verdadero voyeur, el verdadero espiador no necesita de la luz ni, tampoco, de los ojos.

APU: ¿Por qué la primera edición de Shunga salió con tres tapas distintas?

MSK: Bueno, tengo que hablar otra vez de Damián Vives. Creo que es fundamental para mí confiar en el editor, en su criterio, en sus sugerencias o  puntos de vista. Es el caso de Damián. Escribí Shunga bajo su arenga y estímulo, y cuando le entregué la primera versión, sin nada de confianza porque se trataba de un argumento descabellado que contaba, entre otras cosas, la historia de cuatro mujeres secuestradas arriba de un árbol y custodiadas por unos monos nihonzaru, él se entusiasmó mucho, me entusiasmó a mí, y decidió que la novela saliera con tres tapas distintas, cada una de ellas con una ilustración shunga original, que quedó a cargo de Japo Yamasato. La segunda edición salió con otras tres tapas, que eran shungas modernas. Ahora la novela va por la tercera edición, que tuvo una tirada mucho más grande y se distribuyó en todo el país. En este caso, salió con una sola tapa. 

APU: ¿Qué es lo próximo que deseas publicar?

MSK: Hace días salieron reeditadas dos novelas. Una, Hotaru, en España, por Huso Editorial. La otra, Anchoa, se había editado en Bolivia y ahora va a salir acá, editada por la editorial Dábale Arroz. Eso me pone muy contento. Por otro lado, escribí tres novelas durante la cuarentena. Dos cortas y una muy extensa, de más de ochocientas páginas, que aún sigo corrigiendo. Creo que me gustaría que cualquier de esas tres se editara este año o el próximo.

APU: ¿La escritura puede aprenderse en un taller?

MSK: La escritura se puede aprender tanto en un taller como en una panadería o arriba de un árbol. O no puede aprenderse en ningún lado. De todos modos, creo que muchos no asisten a talleres para aprender a escribir. Lo hacen para poner sus escritos en discusión, para trabajarlos, para no quedarse solo con la opinión propia. Por lo tanto, si la pregunta fuera: ¿sirven los talleres literarios?, mi repuesta sería: Sí, claro; es hasta ridículo decir que no sirven. Como también es ridículo decir que para escribir no sirven las panaderías o los árboles.