Hoy puede ser un gran día

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Hoy puede ser un gran día

30 Agosto 2016

Por Santiago Gómez
Desde Florianópolis

Los militantes del PT están haciendo campaña. Llevan años enojados con Dilma. Los votantes del PT no pudieron recuperarse del “mensalão” en 2005. Dirceu está preso sin pruebas. Dilma puso a Levy en el ministerio de economía. Nunca ceder a la extorsión, aconseja Zaffaroni. Dinamitó su base de apoyo, mientras Lula disfrutaba la vida como jamás había hecho. La derecha ganó las calles. La última manifestación grande fue cuando lo tocaron a Lula, por él sí salen. Después de un millón y medio de trabajos registrados perdidos en un año, no había cómo pedirle a la Central Única de los Trabajadores “de ir para rua”. El Movimiento Sin Tierra tampoco aceptó bien que pusieran a una mujer de los agronegocios en el ministerio de Agricultura. Kátia Abreu fue una de las que no dejó el barco y ayer defendió con mucha solidez a Dilma en el senado.

Mañana puede ser 31 de marzo de 1964. Sabemos que el golpe sólo pasó porque las población no salió a la calle. Hay un debate en Brasil por el día en el que debe ser recordado el último golpe militar, ya que el 1º de abril es el Día de la Mentira, o el Día de los Bobos. Si mañana efectivamente la sacan a Dilma, pasará a ser el 31 de agosto el día de la Mentira, pero no el de los bobos. No puedo dejar de sentir compasión por los indiferentes, también son los desinformados, los que no creen en la política, en el lazo solidario, porque la mayoría se pasa cuatro horas y media por día mirando televisión. Entiendo que no quieran bajar del morro para ir a defender a los que sólo suben a visitarlos cuando hay elecciones.

Lula se los viene diciendo desde hace años, no hay razón para que crea que esta situación es responsabilidad suya. Creó una sociedad que no existía. Llegó al gobierno como candidato de un partido ideado por comunistas. El PT es un partido de clase media universitaria blanca. Cuando tocó gobernar la militancia ocupó lugares en el Estado y dejó el trabajo en la comunidad. La comunidad sintió que lo que tenía que hacer ya lo había hecho, Lula ya estaba en el gobierno, ahora les tocaba a ellos hacer todo lo que dijeron que iban a hacer y no hacer lo que dijeron que jamás iban a hacer. La población está convencida que robaron. Hasta la militancia del PT. Sin defensa, los medios destruyeron la credibilidad de la fuerza política. Lula les dijo a la dirigencia “les dicen ladrones en la cara y ustedes no contestan”. Muchos afiliados al PT no defienden al gobierno ni piden votos porque tienen miedo de que les digan ladrones. La sociedad brasilera busca evitar los conflictos.

El futuro del PT es el del peronismo, aunque su militancia aún no pueda escucharlo. Hace años Lula preguntó públicamente si no eran lo mismo. Al peronismo lo acusaron de bonapartista, discusión que hoy tiene el PT. Por los dos últimos años de gobierno del peronismo, durante décadas se discutieron sus primeros gobiernos, lo mismo que le va a pasar al PT. Lula está denunciando que buscan la proscripción del partido, inhabilitarlos para competir en las próximas elecciones. El futuro de las fuerzas nacionales y populares en Brasil no están en los partidos políticos, están en los movimientos sociales. Pero para eso, como dijo Lula, primero es necesario que la sociedad crea en la política, que participe, donde sea, pero que haga política. Por una cuestión cultural a la sociedad brasilera le cuesta mucho aguantar las instituciones rígidas. El partido limita el movimiento de una población a la que no le gusta que le den órdenes.

Entre la militancia de izquierda y hasta dentro del PT ya responsabilizan a la política de alianzas por la caída del Dilma. El PT llegó al gobierno por el tejido de José “Zê” Dirceu, al que el PT le debe un monumento. Recordemos que Dirceu fue uno de los presos políticos que en 1969 canjearon por un embajador estadounidense, después se fue a Cuba, se cambió el rostro, volvió a hacer política en la clandestinidad, cuando hubo ley de amnistía le informó a su esposa quién era, volvió otra vez a la isla a recuperar sus facciones y fue uno de los constructores del PT, que lo puso en vías de la conquista del poder.

Ese primer golpe, con el objetivo de sacar de carrera al sucesor natural de Lula, acabó con la fe ciega de la población en el PT, acabó con las ganas de una juventud de luchar por el gobierno. Pero cuando Lula salió de Planalto, también salió de la conducción. Nació y creció en Brasil. Quiso tener la vida de un ex presidente estadounidense. Preguntó cuánto ganaba Clinton por sus conferencias y dijo que recibiría lo mismo. Se dedicó a ofrecer Brasil por el mundo, a colaborar en África “sin el colonialismo de los europeos ni la voracidad de los chinos”, mostrando que un país con una realidad semejante a la de varios países africano consiguió terminar con el hambre. En la mayoría de las universidades públicas brasileras hay estudiantes africanos becados.

Lula dejó gobernar y Dilma cuando aceptó ser candidata dijo que no pensaba hacer otra cosa, que no le pidieran que fuera quien no es. Gerentona la llaman. Ella se dedicó a administrar el Estado, de conducir políticamente no. Tampoco Lula. ¿Es culpa de Dilma? La izquierda brasilera es republicana. Está consolidada la idea de que se gobernar se trata de gerenciar. Es una sociedad acorsetada en las reglas de cinco familias que manejan el país como si fuera un club de barrio. Los argumentos que expusieron los senadores y senadoras contra la Presidenta electa, fueron dignos de una telenovela o de una persona que “se deja pensar” por la televisión. Nadie propone alterar la reforma del Estado que le puso techo al volumen de recursos que puede administrar el Estado, obligándolo a terciarizar en salud. Dilma también quedó sola con la reforma política. El PT está haciendo campaña para intendentes y concejales mientras en el país hay un golpe de Estado. “¿Qué piensan que van a hacer si sacan a una Presidenta con los gobernadores, los intendentes, los concejales que no les gusten?”, preguntó Rousseff ayer en el senado.

Antes de la votación en diputados, Lula dijo que era democracia o caos. Si estalla después que la sacaron otra vez se llega tarde. El resultado fue en diputados. Todos se convencieron de que se había terminado ahí. Algunos creyeron que Lula todavía podía cambiar las cosas. Nadie quiso llamar antes a elecciones anticipadas, hubiera sido evitarles quedar como golpistas. Folha en abril dijo ni Dilma ni Temer, no hay pruebas contra ella, deben adelantarse las elecciones. En el PT prima el marketing por sobre la política.

En San Pablo reprimieron ayer, hoy se cortaron muchos accesos a la ciudad con piquetes. Quiero un 19 de diciembre del 2001 en Argentina, un 30 de agosto en Brasil, para que mañana no sea un 31 de marzo de 1964. Lastima la indiferencia ante el golpe, pero entiendo a la población ante una clase política que hace años no les dirige la palabra si no necesita un voto. Todavía quedan 24 horas para hacer que esa caterva de delincuentes que está sentada en la cámara de senadores sienta miedo de no respetar la voluntad popular. Aún espero que el golpe no pase.