Alejandra Bosch: “En esta época, hay una construcción federal también desde los gestores culturales”

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APU ENTREVISTAS

Alejandra Bosch: “En esta época, hay una construcción federal también desde los gestores culturales”

11 Junio 2023

La poeta, editora, artesana y docente santafesina Alejandra “Pipi” Bosch recorrió obra y presente en este diálogo con AGENCIA PACO URONDO.

Agencia Paco Urondo: Editás desde Arroyo Leyes, una localidad cercana a la ciudad de Santa Fe ¿Qué pensás de la federalización de la cultura?

Alejandra Bosch: Hace unos días estuve participando de una mesa en Rosario, invitada por el Parque España, y su nombre era “Editar desde los márgenes”. Cuando me tocó explicar mi proyecto, lo primero que me salió decir es que no estaba en un margen, sino en un centro. Es la decisión política que he tomado a la hora de gestionar, sentir que estoy en el centro de un territorio y desde allí, irradia. Si nos colocamos y aceptamos estar trabajando, escribiendo, editando y gestionando desde un margen, de algún modo seguimos haciendo posible ese conflicto del no federalismo. Sí hay muchas políticas desde el Estado nacional que propician, fomentan, apoyan y de algún modo colaboran a que se vuelva más federal la circulación de la cultura, que se vea el trabajo de otros lugares del país. Pero esto que siento de que Arroyo Leyes es el centro de un mundo que hemos construido entre mucha gente, también se replica en otras áreas del país. Viajo mucho con las ediciones y veo estas posturas de construir territorios y lanzar flechas para dónde tengan que ser lanzadas, está en muchos gestores culturales de las distintas zonas, del norte, mesopotámica, del sur argentino, donde se crean colectivas de escritoras, editoras. En esta época, hay una construcción federal desde los gestores culturales, también.

APU: Tenés este emprendimiento que es Ediciones Arroyo y fomentás un festival en la localidad.

A.B.: Es un festival que ya lleva 8 años, ahora en junio se vuelve a hacer. Empieza el 16 de junio y termina el 19. Lo hacemos con un armado súperartesanal, cooperativo, entre vecinos, amigos, escritores, con apoyo de las organizaciones intermedias que las comunidades tienen. Vivimos en Arroyo Leyes, que está a 12,5 km de la capital de la provincia de Santa Fe. Es una comuna costera y en formación. Por supuesto, no está pensada para la cuestión de las actividades culturales, todavía. Nosotros, gestionamos desde un armado con el camping de la TV Argentina, el hotel de la Asociación Mutual de los docentes, vecinos que prestan sus casas para alojar poetas. Así vamos armando un festival que va de la mano del catálogo de ediciones Arroyo, haciendo vibrar esas 2 instancias. Un catálogo de alrededor de 140 poetas argentinos que nos visitan e invitan a otros para que el festival siga siendo posible sin el gran presupuesto del Estado. Hemos construido una trama ciudadana, de gente amiga, que sostiene el festival junto a los organizadores, que somos 3.

APU: Hablabas del catálogo y veo gente de muchos puntos del país ¿Cómo se da esa convocatoria para formar parte del mismo?

A.B.: Empezamos con las convocatorias en el inicio de la pandemia. El primer festival que se realizamos fue en enero del 2020 (ahora tenemos dos ediciones anuales, una en junio y la otra en esa fecha), lo hicimos sin saber lo que se venía para la vida. Recorrimos el río, nadamos, conocimos vecinos, leímos de noche contra la ruta. Desconocíamos que lo que venía era estar encerrados. Para todos fue fuerte, pero para mí, que vivo de la gestión, ese encuentro es vital porque forma parte de mi personalidad. Tuve que entender lo que nos estaba pasando y encontrar un modo para seguir editando. Entre tantos vivos que se hicieron y tantas lecturas virtuales, Ediciones Arroyo sacó la primera convocatoria para una antología que fue El beso que no di. Publicamos a 100 poetas y el libro viajó por todo el país, por Correo Argentino quien, hablando de cuáles son las cuestiones que el Estado propicia, lanzó un programa para circulación de libros y editoriales. Al final de la pandemia, sacamos Bajé para respirar y está Fuiste mío, en verano, libro que incluye una poeta mexicana y una chilena, también.

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APU: Esta erosión de límites que hubo con la pandemia.

A.B.: Exacto. No suspendimos el armado del festival. Se hicieron 2 ediciones virtuales durante el período de la pandemia. Han leído poetas argentinos con residencia en Jordania, por ejemplo. Estados Unidos, Barcelona, París, Islandia. Es más, un poeta paranaense que vive en Islandia y había participado en uno de esos festivales, estuvo este verano en Arroyo Leyes, leyendo en el patio de casa. Es genial lo que se arma cuando uno se permite reconocer esa necesidad del encuentro que hay entre los escritores. No sé si será así en todos los países, pero en Argentina es increíble, pero hay una gran necesidad de juntarse. Los festivales son situaciones emocionantes.

APU: Tenemos una tradición muy importante de la poesía de Santa Fe, de todo el Litoral ¿Cómo empezás a escribir y cuáles son tus referentes?

A.B.: A escribir, cuando era adolescente. Pero empecé a armar mi primer libro, Niño Pez, cuando volví de Brasil. Cuando viví en ese país todos esos años, además de hablar, leer en portugués, yo no escribía. Fueron casi 15 años, fue como una gran plantación, como si me hubiera dedicado a sembrar y, también, a observar cuáles eran mis especies autóctonas. Cuando me volví y empecé a escribir ese libro, me di cuenta cuáles eran las cuestiones que me estaban impactando y hasta el día de hoy las sigo reconociendo. Son marcas en mi escritura. Siempre cuento que leo mucha poesía, ahora más como editora, leo mucho a mis contemporáneos, pero a mí me ha formado más como escritora la narrativa. Amo la novela, es un género en el que me pierdo, puedo pasar días leyendo. Creo que soy producto de ese imaginario de los 60, 70, de mucha política y literatura que hacían como que las fronteras no existieran, que había que viajar, moverse, cambiar, que se podía hacer todo y que había que ser joven. Tengo un poco esa marca.

APU: Y ese mundo que leías y descubriste, te lanzaste a hacerlo.

A.B.: Hace unos días atrás, me hicieron una entrevista unos chicos de cine, de acá, y me entrevistaron como militante. Querían saber cómo era ser militante político durante tantos años. Así me veía este grupo de chicos. Yo les decía que sí, que la verdad, tenían razón. Que yo creía que atrás de todo, siempre, hay una Alejandra que, desde la época de la secundaria en los centros de estudiantes, sigue siendo esa que levanta las banderas. Hay muchas que son las mismas y hay otras nuevas. Como lo son la cultura popular, el trabajo en territorio, el reciclado de las materias que se convierten en basura, que son materia prima para el arte. No podría definirme en una actividad. Soy, ahora, escritora y editora, en estos últimos 15 años. Pero siempre me considero una militante, y eso es muy fuerte.

APU: Me gusta esta conceptualización que hacés porque, a veces, cuesta explicar la posibilidad de la militancia de la palabra, cuando todo es político.

A.B.: Con Graciela Perosio, en la última feria del libro, hablábamos justamente de eso, de cómo no hay que sentenciar la muerte de nada, porque todo tiene como un recorrido vital, un ciclo. Lo que percibimos con nuestra edad y ella, con otra generación, otras marcas y luchas, está presente en la juventud, en la gente, cuando vemos cómo se reacciona ante determinada quitas de derechos o de avasallamientos sobre cuestiones que son fijas para la democracia argentina y que nosotros somos un ejemplo. Para nosotros mismos, por haber sostenido esas banderas. Es como una agenda que se va activando, actualizando, siempre dejando entrar nuevos elementos, como la cuestión de cambio climático, la necesidad de producir acciones o dar mensajes de lo que se podría hacer para intentar cuidar el ambiente y el planeta. Pero hay otras que son persistente, históricas y que también las sostenemos.

“Hay una vestimenta mojada en nosotros que la infancia ha dejado”.

APU: ¿Hablabas de los elementos que reconocés como marcas en tu escritura ¿Cuáles serían?

A.B.: Haber sido una niña desprotegida y ser consciente de ello. Es uno de los tópicos de los que más reconozco a la hora de leerme. La familia como posibilitadora de todo lo bueno y lo malo; el patriarcado cifrado en el lenguaje de las mujeres de la familia. El primer libro marca ese cimiento. Niño pez habla de cómo la familia sostiene e indica a las mujeres cómo debemos ser, decir y repetir el discurso masculino, inclusive pisoteando todos los derechos femeninos, pero también la posibilidad de la construcción con esos elementos que han quedado, aceptarlos mirarlos y construir una alternativa. Ese libro es un entramado entre la amistad, el viaje, la posibilidad de romper, de buscar un lenguaje nuevo, de hacer uso del mismo, reconocer esa búsqueda. Y creo que eso está presente en todo lo que escribo.

El asesino es el hermano, que es mi último libro de poemas, está agotado y seguramente va a reeditar Baltasara, la editorial que lo publicó, es un poco la culminación de ese pensamiento. La necesidad de empezar a buscar y practicar un lenguaje que no hable del patriarcado. Que todes, no solamente las mujeres, podamos repensarnos como sujetos. Reviso mucho mi infancia, en ese sentido. Creo que hay una vestimenta mojada en nosotros que la infancia ha dejado. La ciencia, lo dice, no estoy diciendo ninguna novedad. Nos lleva una vida ubicar todo eso. Pero, además hay un paisaje de la infancia que es maravilloso de rescatar, que nos posibilita la poesía, un montón de cosas.

APU: Me hablabas y pensaba en Estela Figueroa, en Diana Bellessi, en Juanele, en Saer, cómo esta atmósfera está siempre presente.

A.B.: Me gusta siempre nombrar aquellos poetas santafesinos que son mis amigos, mis conocidos, los que escriben hoy. Leo mucho a Analía Giordanino, he leído mucho a Fernando Calero. Me encanta Francisco Bitar, Santiago Venturini. Creo que hay en esta, nuestra zona, escritores que son impactantes y que están haciendo una literatura genial.