El deseo y la peste en “Falso testimonio”, poemario de Horacio Fiebelkorn

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    HORACIO
    FOTO: Nora Lezano
INFORME DE UN DÍA

El deseo y la peste en “Falso testimonio”, poemario de Horacio Fiebelkorn

07 Diciembre 2025

Falso testimonio es el último libro de Horacio Fieberlkorn, editado por Neblilateada. 

38 poemas, divididos en dos grandes momentos. Pienso en las piezas musicales de Franz Schubert, los seis momentos cortos de composición, propias del romanticismo, donde cada una marca con intensidad las distintas sensaciones y los estados de ánimo.

La capacidad de Horacio de organizar los sonidos y los silencios logra que Falso testimonio goce de cierta musicalidad, una construcción melódica compuesta por un decorado que crea la atmósfera, la expansión de la armonía, la tensión, el clímax y el coda.

“Y el mundo cambió./ Había árboles y personas, aceras y caminos”, escribe George Oppen en el epígrafe, otorgando una función preparatoria al libro, un anticipo que subraya el tópico por excelencia en la poesía de Horacio: la ciudad. 

Falso testimonio establece una multiplicidad de paisajes con dos grandes rasgos: uno virtual y otro puramente territorial. Dos opuestos que conviven tal como lo transitamos en la pandemia, como si habitáramos dos mundos. El real y el distópico. 

 

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falso testimonio

La primera parte del libro está compuesta por veinte poemas o bien podría ser un poema largo, donde por un lado convergen  el deseo y la conversación en el “no lugar” ubicado detrás de una pantalla. Y por el otro, la observación directa del poeta ante la ciudad devastada, la búsqueda, la incertidumbre, la imposibilidad del tacto.  

En el caos, el amor irrumpe de manera inevitable, la conversación de estos amantes parece coincidir con la frase de Zurita “ toda declaración de amor es urgente porque nos vamos a morir”.

Y aun así en la inminencia de una cifra de muertes que aumenta en un costado de la pantalla ellos intentan conocerse y acercarse en la desdicha de un mundo que se desploma.

Este poema largo de la primera parte del libro puede leerse en capas, por arriba las características de lugares que se van transformando, como en el verso de Oppen, pero que no pierden el significado y en otra capa de lectura el vínculo, las relaciones humanas, el amor, trascendiendo tiempo y espacio.

 

19

Cuando mi cara cae al piso

y se desparrama en las baldosas

te escucho hablar y todo mi cuerpo

se rehace y levanta con tu aliento.

son palabra comunes, 

todo el tiempo se dicen

en todas partes

pero aquí se enhebran 

como en un solo de piano

que quisiera no termine nunca.

Obvio que voy a tocarte

ahora que olvide tu nombre

y el mio se pierde en los charcos

donde aun brilla la luna.

 

- Quién sos?- No sé.

Nadie todavía. 

 

Dice Mario Arteca en la contratapa: “La primera parte es un largo diálogo entre partes, donde un hombre y una mujer , o un hombre y la muerte (no se sabe a ciencia cierta), se reprochan, se aman, discuten como un encuentro descatalogado del tiempo y lugar”.

La segunda parte del libro, “la correntada y el murmullo” es puramente sensorial, los sentidos se despliegan con libertad, los colores se funden en el texto y  resaltan, las palabras son colores pintando la ciudad, los detalles del cuerpo, el encuentro, la sinergia entre ambos. Se desata el nudo de la tensión de los primeros poemas. Estos poemas tienen nombre propio, generando un clima singular en cada pieza. En estos poemas encuentro una reminiscencia de Leónidas Lamborghini.

“Lo que mira,/ lo que al girar mira”. “Ataja el ojo/lo que el hombro apunta”

Hay dos cuestiones que atraviesan todo el libro, no es un tópico sino más bien una perspectiva. Una, la mirada desde donde observa el poeta y desde lo que constituyen o no los personajes. 

La mirada es líbido, ansia, anhelo, curiosidad. La pantalla es un Aleph, pero es lo que percibe el individuo desde su soledad de la pandemia lo que le otorga esa suerte de infinitud, de profundidad.

 

La pantalla es un aleph, pero es lo que percibe el individuo desde su soledad de la pandemia lo que le otorga esa suerte de infinitud, de profundidad.

Traigo una cita de Modos de ver, de John Berger “poco después de poder ver somos conscientes de que también nosotros podemos ser vistos. El ojo del otro se combina con nuestro ojo para dar plena credibilidad al hecho de que formamos parte del mundo visible”.  El poeta mira, los lectores damos credibilidad de ese mundo.

Por otro lado, si la literatura es testigo de la época, pensaba en Falso testimonio como representación de la manera de comunicarnos, la fragmentación, lo instantáneo, la inmediatez, el multiformato.

Por último, la intertextualidad de la que Horacio habló, la película Hiroshima mon amour, con textos de Marguerite Duras y Falso documental, de Luis Chaves, como obras inspiradoras de este libro.

Leo Falso testimonio y escucho la voz del poeta, como si fuera un disco al que vuelvo una y otra vez. Veo las escenas, la muerte tan latente como la pulsión de vida, lo que cambia y permanece, pero ante todo la urgencia de amar.

“Ahora estás acá,/conmigo, y no sé-ya/no sé nada-no sé/por qué estamos acá/más allá de esa cosa/como lava que viene/desde los pies/al mirarnos/tirados en el pasto”