El sable de San Martín y la Conciencia Nacional

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El sable de San Martín y la Conciencia Nacional

28 Mayo 2015

Por Juan Godoy*

"En sus afanes por la independencia, San Martín afirmaba que lo único importante es existir como Nación y luego ver cómo existir, porque empezar a existir señala ya el camino de una conducta de la existencia. San Martín, a quién solamente preocupaba nuestra existencia misma, adoptó una manera de empezar a existir-la manera de vivir su propia vida- y nos infundió con ello, para toda la historia una manera de ser Pueblo soberano en el concierto de la humanidad: la manera de la dignidad, de la justicia, del desinterés, de la soberanía sin egoísmos, de la generosidad". (Juan Domingo Perón. Cit. Urriza, M. (2007). San Martín y Bolívar vistos por Perón. Bs. As.: Coihue, pp. 35)

El sable acompañó Libertador durante todos los años de la lucha por la emancipación de la Patria Grande, resulta relevante resaltar que sirvió a ese proyecto, el de la liberación y unidad de Nuestra América, por eso cruzó la Cordillera (no con bandera Argentina como se ha dicho muchas veces, sino del Ejército de los Andes), junto con jefes chilenos, continuó camino hacia el Perú bajo bandera chilena, también con jefes trasandinos, peruanos, etc., y luego en su gobierno como Protector del Perú se observa nuevamente esta posición latinoamericana pues es integrado por personajes de lo que serán las “patrias chicas” de nuestra Gran Nación.

Asimismo aparece San Martín negándose a que su sable sirviera para derramar sangre entre hermanos, dice el Libertador en carta a Estanislao López cuando la burguesía comercial porteña le pide que “baje” a reprimir a la montonera de Artigas: “cada gota de sangre americana que se vierte por nuestras disensiones, me llena de amargura. Paisano mío: hagamos un esfuerzo, transemos nuestras diferencias y dediquémonos solamente a destruir a los maturrangos que quieren volver a esclavizarnos” (Carta de San Martín a Estanislao López, 8-7-1819. Cit. Galasso, 2000: 302). El Ejército de San Martín es para la liberación, no para la represión en el orden interno. El sable tuvo la opresión por causa, y la Patria Grande como proyecto (compartido por Bolívar, quien termina la campaña en 1824[1]). Es un ejército para enfrentar la opresión extranjera.

En este sentido también se enmarca que el Libertador legue su sable al Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas, en tanto  la defensa de los intereses nacionales en la Vuelta de Obligado (1845), contra la invasión anglo-francesa. Le escribe a Guido con motivo de la agresión: “he recibido noticias bien desagradables de nuestra patria. Es inconcebible que las dos más grandes naciones del universo se hayan unido para cometer la mayor y más injusta agresión que pueda cometerse contra un estado independiente” (Carta de San Martín a Guido. 20-10-1845. Cit. Galasso, 2000: 548). Como se sabe, en su testamento dejará expresado que “el sable que me ha acompañado en toda la guerra de la independencia de la América del Sud, le será entregado al General de la República Argentina, Don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de la satisfacción que como argentino he tenido, al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataron de humillarla”. (Testamento San Martín. Cit. Galasso, Op. Cit.: 545).

Interesante línea de continuidad marcará Rosas cuando legue su sable al Mariscal Solano López por la defensa del Paraguay contra la Triple Infamia (a la que se debe sumar un cuarto actor: Gran Bretaña). Expresó Rosas “Su excelencia el generalísimo, Capitán General don José de San Martín, me honró con la siguiente manda: La espada que me acompañó en toda la guerra de la Independencia será entregada al general Rosas por la firmeza y sabiduría con que ha sostenido los derechos de la Patria. Y yo, Juan Manuel de Rosas, a su ejemplo, dispongo que mi albacea entregue a su Excelencia el señor Gran Mariscal, presidente de la República paraguaya y generalísimo de sus ejércitos, la espada diplomática y militar que me acompañó durante me fue posible defender esos derechos, por la firmeza y sabiduría con que ha sostenido y sigue sosteniendo los derechos de su Patria". (Cit. en Rosa, 1964: 302)

De este hecho se desprende una línea de continuidad, un “puente” entre el pensamiento del Mariscal Solano López, Juan Manuel de Rosas y San Martín, al menos, en torno a dos cuestiones: la defensa de la soberanía nacional y el proyecto industrial. En el caso de Rosas aparece la Ley de Aduanas de 1835 que protege la manufactura local, acerca de la misma José María Rosa afirma que restablece la manufactura criolla perseguida desde 1809, y la producción agrícola, casi extinta, haciendo renacer la riqueza del Virreinato (Rosa, 1967).[2]  En el caso de Solano López lleva a Paraguay a ser la nación más desarrollada de Sudamérica en base a un proyecto de desarrollo industrial endógeno[3].

Por último, en referencia a San Martín destacamos (en menor escala), la conformación en Cuyo del Ejército Libertador, para el cual San Martín hace un gobierno fuerte que interviene en la economía (con esta acción reemplaza la falta de una burguesía nacional), y a pesar de la oposición de la burguesía comercial porteña realiza una planificación económica de recursos, y moviliza a sus habitantes. Así, entre otras cosas, crea un impuesto de base directo sobre la tierra, otro a la compra-venta de propiedades, hace empréstitos forzosos sobre españoles y criollos opuestos a la causa revolucionaria, también confiscaciones, obliga asimismo a estancieros a entregar caballos, y otros animales, hace una fábrica de pólvora y piezas de artillería, se confeccionan los uniformes,  las mujeres del pueblo de Cuyo entregan telas para camisas y bolsos, cosen los uniformes del ejército, etc. Los arrieros hacen traslados gratuitos, los artesanos también colaboran sin pedir nada a cambio. Impulsa fuertemente la minería. Funda la fábrica militar, donde se hacen armas (cañones, balas, granadas, etc.), herrajes, y hasta calzado. Hace medidas proteccionistas en relación a los productos extranjeros. Interviene en conflictos entre patrones y trabajadores, a favor del aumento del salario para los últimos. Abre una escuela con el método lancasteriano, una biblioteca, unos jóvenes fundan un periódico. Le pide a las demás provincias ayuda: Tucumán envía monturas; San Luis, ponchos, frazadas; Córdoba, pólvora, espadas, sables, lanzas; San Juan y La Rioja, plomo. Libera esclavos, primero de los españoles opositores, luego a todos los de Cuyo. Incluso quiere liberar esclavos en todo el país, pero tiene mucha oposición. Galasso considera que (como en el caso de Paraguay), es la aplicación práctica del Plan de Operaciones de Mariano Moreno (Galasso, 2000)[4]. Es el pueblo movilizado por la emancipación.

En este sentido llamamos la atención acerca de la significación del sable, que nos lleva a romper con el anti-militarismo abstracto, como prenda de unión entre las Fuerzas Armadas y el Pueblo, expresada en diferentes momentos de nuestra historia, como la que destaca Jorge Abelardo Ramos que sostiene “la tradición nacionalista, democrática, popular, y revolucionaria del Ejército de San Martín se había perdido durante el predominio oligárquico y el nacionalismo aristocrático no podía restablecerla. Había que encontrarla de alguna manera. Esta histórica necesidad debía ser llenada por la iniciativa de la clase trabajadora y por la lucidez del político más audaz del Ejército. Resulta obvio señalar que nos referimos al coronel Perón y al 17 de Octubre” (Ramos, 1959: 17).

El sable, luego de ser heredado por la hija de Juan Manuel de Rosas, es donado al Museo Histórico Nacional a fines del siglo XIX, sitio de donde fue el 12 de agosto de 1963 (en los años de la Resistencia Peronista), apropiado por un grupo embrionario de la Juventud Peronista, entre los que estaban “Cacho” Envar El Kadri, Jorge Rulli y Héctor Spina (el operativo lo hacen Osvaldo Agosto y Manuel Gallardo), finalmente Agosto y Gallardo son apresados y el sable devuelto al museo.[5] (Koening, 2013) El impreso arrojado al salir y luego enviado a las redacciones decía “Comunicado Nº 1”, estaba firmado por la Juventud Peronista, y afirmaba: “La juventud argentina se ve forzada a realizar un acto heroico (…) aquella espada, la purísima espada del Padre de la Patria, aquel sable repujado por la gloria, aquella síntesis viril y generosa por la Patria, por milagro de la fe, volverá a ser el santo y seña de la liberación nacional. Desde hoy aquella espada que un día el Libertador, en plena lucidez legara al brigadier general Juan Manuel de Rosas, por la satisfacción con que viera la defensa de su patria frente a las agresiones del imperialismo, dejó su reposo en el Museo Histórico Nacional para brillar de nuevo en magno combate por la reconquista de la argentinidad. Desde hoy el sable de San Lorenzo y Maipú, quedará custodiado por la juventud argentina, representada por la Juventud Peronista”. (Baschetti, 2012: 252-253)

Se pedía asimismo anular los contratos petroleros, y los convenios con trusts eléctricos, la libertad de todos los presos políticos, gremiales y del CONINTES, el levantamiento de la proscripción y la realización de elecciones libres, etc. Estas reivindicaciones aparecen nuevamente cuando dos años más tarde (el 19 de agosto de 1965), el sable vuelve a ser apropiado por la Juventud Peronista, esta vez lo esconden en un colchón y luego en una guardería de muebles usados hasta que el 4 de junio de 1966 es devuelto nuevamente, y llevado por el Gobierno de Onganía al Regimiento de Granaderos (Entrevista a Piovera, 3-4-2013)

Este último domingo soleado, el recorrido del sable por las calles de la Ciudad de Buenos Aires (que hace recordar al de Bolívar que también cabalga por América Latina), fue acompañado por una multitud. Acto cargado de emotividad, bastaba ver a los niños y niñas vistiendo el traje, gorro y sable de San Martín (lejos de los héroes de historietas, películas y series que nos impone la colonización pedagógica). Ahora los niños y niñas de nuestro país pueden jugar a ser libertadores de la Patria Grande y soñar con serlo. Bastaba ver asimismo los ojos rojizos al ver pasar el sable y cuando el recibimiento del mismo a manos de la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner de algunos que ya peinaban algunas canas, los cánticos patrióticos de las juventudes, la emoción de los granaderos a caballo ante los gritos del pueblo de “¡Viva la Patria!”, “¡Patria Sí, Colonia no!”, o el clásico (y siempre actual) “¡el que no salta es un inglés!”.

Hernández Arregui opone en toda su obra dos identidades: la identidad nacional, como identidad del pueblo argentino y latinoamericano, contra la identidad de las clases dominantes, la oligarquía, ligada a las potencias imperiales. Hay una puja constante entre estos dos, pues las clases dominantes tiene una posición privilegiada, en tanto posee los medios para esparcir por todo el tejido social su visión de nuestro pasado nacional, de nuestras luchas, del lugar de nuestro país en el mundo, etc.  El imperialismo cumple aquí el papel de disolvente de las culturas autóctonas. El mismo pensador desarrolla la noción de conciencia nacional (Hernández Arregui, 2004), que es la lucha del pueblo argentino por su liberación,  aquí lo nacional entendido como popular. El domingo evidentemente se avanzó en la conformación de una conciencia nacional-latinoamericana.

* Sociólogo, UBA