La Intellingentzia Artificial, la verdadera amenaza

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    Jauretche

La Intellingentzia Artificial, la verdadera amenaza

06 Agosto 2025

Nuestro gran pensador Don Arturo Jauretche, productor y promotor de categorías para poder pensar desde nuestro lugar, había desarrollado el término Intellingentzia incorporándolo al glosario popular a partir de la publicación en 1957 de “Los profetas del odio”. Allí, como remarcó Di Vincenzo en un artículo especifico a esto, desarrollaba un análisis sobre la función de la cultura colonial en países periféricos como el nuestro comenzando por definir a los sectores de motorizan la llamada cultura “oficial”.

Señalaré por qué es “intelligentzia”, y no inteligencia, la constituida por gran parte de los nativos que a sí mismos se califican como intelectuales, y como han conformado su mentalidad, cómo se comportan, y sobre todo cómo está constituido el aparato “cultural” que la dirige y difunde para evitar la creación de un pensamiento propio de los argentinos

Lo que estaba dejando en claro Jauretche era no solo lo que ya habían observado los revisionistas tiempo atrás al desarrollar la tesis de un desencuentro originario, presos por la dicotomía “civilización/ barbarie” sino que brindaba precisiones sobre en donde anida nuestro “Estatuto legal del coloniaje”. Si bien la “civilización” era sinónimo de “ilustración” donde se priorizaban los elementos y bienes culturales provenientes de Europa (excepto España, desde luego), mientras que la barbarie era lo autóctono, síntoma del atraso y el legado del colonialismo hispánico, para Jauretche el elemento fundamental donde radicaba la legitimidad del dominio tenía relación con la “colonización pedagógica”. La clave de esto era construir subjetividades con intereses espurios contrarios a nuestra nación naturalizándolas, haciéndolas pasar como verdades objetivas.

Esa “colonización pedagógica”, concepto que tomaba Jauretche del pensador alemán Spranger, estaba presente en todos los aparatos ideológicos que la sociedad posee para reproducir valores, como la escuela, la cátedra, la prensa, los círculos intelectuales y académicos.

De este modo, el problema no es la ineficacia de la educación o de la escuela, como a veces se pretende, sino una educación altamente efectiva para difundir, esas construcciones que habían sido intervenidas oportunamente.

Hemos observado recientemente, como la colonización pedagógica interviene en la opinión de profesionales de la Historia como Di Meglio quien por pretender “no quedar pegado” con ningún atisbo de retórica nacionalista se excusó con una serie de argumentos absurdos.

Lo que tendrían que aceptar la comunidad científica es que si no toman posición en la opinión publica. Si no apuestan a defender una postura “militante”, van a perder todo tipo de legitimidad ante la sociedad. Porque a los dueños de la perrera les resulta sumamente rentable el grado de dependencia que están teniendo no sólo las nuevas generaciones sino incluso los zonzos mayores que terminan sujetos a los nuevos artilugios dependientes de la una nueva “colonización pedagógica”: la Intelligentzia artificial.

No hace mucho que este fenómeno de la IA que está conviviendo entre nosotros y los avances del mismo indican que están para quedarse y que, no sólo eso, todavía se encuentra en una situación embrionaria. Hablando entre nos, miembros de la generación x o millenians: aun tenemos un Terminator T 800 todavía rustico pero no falta mucho para que aparezca el T 1000 que se camufla fácilmente y se hace pasar por cualquier ser humano. No obstante, muchos analistas y cientistas sociales pretenden darnos tranquilidad indicando que resulta imposible que la IA pueda adquirir elementos propios de la humanidad. Según ellos, la evolución de la IA, desde Deep Blue hasta AlphaGo, nos mostraron que cuando se trata de lógica y potencia de cálculo, las inteligencias artificiales pueden superar a los humanos. Pero cuando se trata de sentido común, emociones y ambigüedades, las IA fallan. Si de algo estamos seguros es que la relación entre humanos y máquinas continuará evolucionando en formas sorprendentes. Sin embargo, la trampa anida es en donde se retroalimenta la IA para brindar respuestas: cuando le hacemos una pregunta, ésta recurre a una base de datos en donde obtiene un resumen especifico. Claramente no genera nuevos contenidos pero culmina dando un manto de certidumbre argumentos subjetivos.

Cuando nuestros estudiantes de Historia y le preguntan sobre procesos sobre el peronismo, la IA te arrastra a construcciones historiográficas académicas donde no se cuestionan los posicionamientos de historiadores consagrados como Tulio Halperin Donghi o José Luis Romero. Es más, si hacen el ejercicio de preguntar “que es el peronismo”, luego de una respuesta aparentemente sintetica y aceptica, más abajo te propone otras búsquedas donde la que se destaca “¿qué fue lo malo del peronismo?” y allí se reproducen todos los libretos construidos por nuestra intelligentzia que siempre mantuvo su resistencia a querer comprender el sentir colectivo.

Un pensador como Francisco “Pancho” Pestanha (a quien rogamos a Dios que se recupere y regrese prontamente al ruedo) recientemente estuvo abocado a estudiar el fenómeno de la IA y la evidente e inminente transhumanización. Nos dice que

El rol de los trabajadores de la cultura en los países de la periferia adquiere una nueva importancia en estos tiempos sometidos por la revolución info-bio-tecnologica. Esta revolución está sustentada ideológicamente por el transhumanismo, que se basa filosóficamente en un dualismo que considera al cuerpo como un elemento desechable y un mero obstáculo superable por la tecnología, colocando exclusivamente a la inteligencia en el centro del futuro”.

Más adelante, afirma:

El sistema cognitivo ha evolucionado durante siglos a partir de la interacción de cuerpo y mente como unidad y las tecnologías digitales que, reitero, no son neutrales, no solamente están generando en forma masiva alteraciones atencionales y emocionales, sin además, universalizando parámetros estéticos y culturales. El arte y la cultura popular, cuando emanan de la autenticidad, constituyen expresiones de la interacción de cuerpos, mentes y entorno de remediación contra la inducción alienante, ya que en sí mismas, suelen emerger legítima e incorruptamente de las aspiraciones y metas colectivas

Muy pocas veces en nuestra Historia se dieron hechos verdaderamente disruptivos que pusieron en crisis el argumento que traduce la intelligentzia vernácula. En ese sentido, creo que el mejor ejemplo de convencer y seducir a los sectores populares haya sido el Martín Fierro de José Hernández. Fue un hecho transformador y, de hecho, inesperado. Creo que la intención de Hernández era la de discutir ideas entre el sector de los letrados (que por entonces eran también los que llevaban a cabo las tareas dirigenciales). Había una ambición de pertenecer y ser reconocido. Lo verdaderamente inesperado es que su obra se convirtió en un fenómeno nacional y popular. Su denuncia lograba interpelar a los postergados. Y alcanzó esa aceptación porque no se propuso imponerse dialécticamente.

El ejemplo a lo que referimos y por cual citamos al Martin Fierro y su repercusión nos lleva a reflexionar a las construcciones discursivas que parecen ampararse como síntesis de una verdad científica como la que reproduce la Intelligentzia Artificial que termina ocultando las expresiones típicamente populares que son resabios de nuestra esencialidad como Patria.

Es así que los trabajadores de la cultura que día a día luchamos por no caer en las construcciones de sentido que otorgan los promotores de la colonización pedagógica no sólo debemos tener la valentía de “meter el dedo en el ventilador”, como dijo alguna vez también Jauretche, sino que repensar estrategias de comunicación que en principio despierte la atención de nuestros compatriotas. Tal es así que debemos ser verdaderamente conscientes que nuestro mayor adversario no son los laureados constructores de un discurso “oficial” sino que es la IA y los reproductores de contenidos que instalan zonceras por doquier.