“Rapsodia descontenta”, ese canto poético que intenta trascender la respuesta horizontal del silencio

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    Ale Méndez
NOVEDAD LITERARIA

“Rapsodia descontenta”, ese canto poético que intenta trascender la respuesta horizontal del silencio

27 Noviembre 2022

Contrapunto. Creo que esa es la palabra clave que nos permite enlazar no sólo las dos partes que componen esta Rapsodia descontenta (CR Ediciones, 2022) sino también el contraste constante que se manifiestan en los poemas. Contrapunto y lluvia, que es origen y final en esta relación de voces que recorren el libro (quizás el equilibrio armónico que lo sostiene) ya sea aquella que “querrá desaguar en las orquídeas” como ese “aguazal sin bisagra,/ que no permite/ ni el auxilio ni el despunte”.

Y digo quizás porque, como bien lo afirma Alejandra Méndez Bujonok, “toda certeza es un asesino absuelto”.

“Este nuevo libro plantea, ya desde el título, la pasión –en tanto afecto, sentimiento- que ordenará el ánimo de todos los textos. Un canto triste, un canto falto de alegría, o quizá la alegría como un terreno despojado, un vacío. Se acusa una falta”, asegura Elena Anníbali en la contratapa, sin falta de razón. Eso sí, es una rapsodia con la musicalidad, la tragedia (aunque no la forma) del poema épico que le permite ir de la sacra algarabía de la “Gloria in excelsis” a “la sombra del Flegetonte”, ese flamígero brazo del Hades, trayecto en que la voz poética crea “el contrapunto/ que es ese fino oficio en el origen”, aunque “como un triste dios pequeño/ a tientas sufro/ practicando mi libertad”, porque “si no existen caminos de regreso/ habrá que inventarlos”.

Méndez Bujonok ya nos tiene acostumbrados a tener conversaciones con voces no presentes. Charlas con Cuchúa, su libro anterior, es una muestra de ello, pero en Rapsodia descontenta lo que parece perderse es la línea divisoria, nombrar se convierte en eso que nada dice y sin embargo.

 

Una cantidad de voces ajenas

suben bien arriba,

adentro, hasta el tope,

altazor de mi voz.

Sé que no me pertenecen,

y hablando claro en esta noche oscura,

sobre cabezas con luna y llanto,

no comprendo por qué ahora

llaman a mi puerta.

No respondo, y me siento

tan culpable en mi escondite.

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Tapa Rapsodia descontenta

Ese contrapunto, ese llamado de voces al que no siempre se responde y que no siempre son tan reconocibles, provoca una tirantez entre silencios que dicen, palabras que se detienen para aprender que “todo es canto grave/ en este mundo estrecho” donde “la gente no distingue entre el ocaso y la neblina”.

El libro pasa de una primera parte donde dice “espera queriendo/ decir no esperes nunca/ sentada” y advierte que “no todo fue quebranto…/ recuerdo/ las mariposas en cuclillas/ a la espera del color” a un terreno oscuro, descreído a todas luces, en juego destructivo contra lo bíblico o con lo que eso significa. Como un Goliat “penitente de los entristecidos” que no teme caer ante esa institucionalización de un más allá siendo un creyente de “la paridad de la sombra” y la “respuesta horizontal del silencio”, cuando bien sabe que “Bienaventurados somos/ por el sólo hecho/ de existir”.  

Allí se convierte en “ese animal” que “no calma su hambre comiendo”, que se pregunta si “¿Podría haberlo advertido en el hilo que tensabas/ con esa fuerza del que sabe/ que lo perderá todo?”.

 

Vértice de mundos

que se abren o se cierran

con ojos desplegados en ventanas,

otras ventanas, múltiples:

todas son tu ventana.

Luego el vendaval somete

sus postigos en un rostro.

Siempre el mismo golpe,

el mismo cariño.

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Y no mojarse no es una opción, aunque se nos avise que la nube del olvido pasará, porque la lluvia no deja de trazar su armonía aunque no siempre se esté hablando de la misma, cuando es la misma lluvia la que habla

 

Como una estampida de caballos salvajes

sus corazones en el mío llueven

vuelven con la lluvia, llueven

los latidos de las cosas

yacen junto a mí.

 

“Toco las inscripciones de tu nombre/ la tumba se agranda,/ voy entrando” dice la voz poética que ve “nacer la contracara del bombero, su pirómano ardor que lo matará pronto”, sosteniendo el contrapunto en su momento de mayor lobreguez. Fuego por un lado y “afuera/ la lluvia. Adentro/ la lluvia”, ese proceso compuesto que le permite convertirse “en un gran incendio, como todo buen poema”. Después de todo, “nada es tan necesario/ al río, como la tierra”.

En el final de este movimiento rapsódico, eso que duele sigue estando ahí, No existe cicatriz porque “Cada cuchillo de la herida nos devuelve una luz; nos despierta entre las llamas del presente”, lo que faltaba aún sigue faltando. Nos recuerda que estamos en guerra, que “tal vez nunca escapemos”, pero “vienen las notas del universo lentamente a vibrarnos el espíritu” en su armonioso cierre, a recordarnos que “Trascendemos al dolor, con el alma rota, somos/ el canto del ave fénix, su rapsodia descontenta”, y la poesía rompe con lo luctuoso, baraja, da de nuevo y comienza una vez más.

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Flyer suban a la cúpula

Alejandra Mendez Bujonok nació en 1979 en San Cristóbal, Santa Fe y reside en Rosario. Es escritora, docente y productora cultural. Coordinó los ciclos de lecturas: Poesía en los Bares (auspiciado por la Secretaría de Cultura y Educación de la ciudad de Rosario) Poetas que leen a otros Poetas, Poetas del Tercer Mundo y las trasnoches del Festival Internacional de Poesía de Rosario en 2010 y 2011, entre otros. Publicó los libros de poemas: Tarde abedul (La Pulga Renga, Rosario, 2013), Charlas con Cuchúa (Editorial DeAcá, San Luis, 2018), Trece maneras de enfocar otro pájaro (Ediciones Arroyo, Santa Fe, 2019) y Rapsodia descontenta (CR editorial, Rosario 2022). Fue declarada Artista Distinguida por la Cámara de Diputados de la Provincia de Santa Fe 2019) y actualmente coordina junto a la poeta Vicky Lovell, el Área Letras del Complejo Cultural Atlas, donde se destaca, entre otras actividades, la curaduría del Melopeas Fest (Festival Nacional de Poesía y Música).

Este viernes 25 tuvimos la suerte de poder escucharla en el ciclo Suban, que se realiza en la cúpula del Centro Cultural Kirchner. El mismo está dedicado a difundir las voces emergentes de la música y de la poesía. La rosarina compartió la noche con Vivi Pozzebón, de Córdoba; mientras que los acordes estuvieron a cargo de Rocío Palazzo y grupo.