La desintegración del canon

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La desintegración del canon

20 Abril 2019

Por: Florencia Di Paolo

El canon literario es, retomando una del cúmulo de frases machistas del gobierno de Cambiemos, un pacto entre caballeros. Los grandes grupos editoriales están en manos de hombres y existe una complicidad entre los hombres de este campo de acción para perpetuarse a sí mismos. Bienvenides al patriarcado en la industria editorial y el canon literario.

La desintegración del canon en sí misma es imposible porque el capitalismo exige parámetros de todo tipo, comparaciones con excelencias inventadas, deudas absurdas con el poder de turno. Escribir mal, usando la lengua inclusiva y gratis, en redes sociales, porque el sistema es perfecto y tirano: solamente unes poques pueden vivir de la escritura. Adivinen si en su mayoría son hombres.

Los responsables de los grandes grupos editoriales son hombres, si no me creen, googleen. Si bien el feminismo está dando batalla en las estanterías de librerías, lo hace desde libros explícitamente feministas o con títulos que retoman frases que son consignas de la lucha colectiva. El feminismo gana terreno en el campo editorial porque se está convirtiendo en lo políticamente correcto. Entonces vemos cómo una misma editorial, por ejemplo Alfaguara, que es parte de Penguin Random House, edita a feministas y a Mario Vargas Llosa: anda a buscar la línea editorial a lo de tu viejo.  

Vemos libros escritos por mujeres, incluso ficción, que se venden por feministas. También vemos libros escritos por varones feministos. Es una decisión política  publicar y, por lo tanto pagarle, a una voz de varón hetero cis para decir lo que una mujer o persona de género disidente podría decir mejor. Hacen eso, en lugar de construir puntos de vista desde un lugar de deconstrucción o problematización de sus roles. Nos miran los ombligos y hablan de nuestra opresión desde la perspectiva de una joven violada y no se miran los ombligos propios y construyen miradas que disputen el poder de construcción machista desde un lugar más amoroso. Ceder es el verbo que deben tatuarse los padawans feministas. Que un varón hetero cis quiera hablar de feminismo y explicarlo hace que las bases del patriarcado estén temblando, porque es la última carta que tienen: «Soy re bueno, mirá cómo yo también puedo hablar de feminismo, mirá cómo puedo ser lo que el mercado quiere».

También la crítica literaria y el funcionalismo a lo mainstream contribuyen a que dentro de las colecciones de la mayoría de las editoriales haya más hombres que mujeres. Dejemos de hablar de Borges por dos o tres años y empecemos a leerlo. Leámoslo como leeríamos a cualquiera a ver si es tan bueno como nos contaron. Digamos mirá qué bien este tipo e imaginémoslo comiendo y cagando. Vos también podés ser Borges. Vos también podés saber varios idiomas si fueras rico y tuvieras tiempo de ocio. Del ocio nos habla Virginia Woolf en Un cuarto propio. El ocio es un privilegio para los hombres. Y para crear debemos estar ociosas. ¿Qué tipo de ocio tiene una mujer que además de trabajar fuera de casa debe hacerlo dentro? Porque todavía romantizamos las milanesas de la abuela y el tupper con comida que nos da nuestra madre. Si estás tan deconstruide, aprendé a lavarte los calzones vos solite.

La nota que escribió Vargas Llosa para el diario El País, "Nuevas inquisiciones", en la que dice que el feminismo es lo peor que puede pasarle a la literatura, nos deja en claro que estos tipos piensan que se compraron la literatura. Ven al arte como una institución para pocos. Ven a la literatura desde una mirada meramente capitalista: la literatura como propiedad privada. Pero tienen miedo porque esa nota no hace más que lavar miedos y culpas. El otro día Arturo Pérez Reverte osó twiteear que la lengua es su herramienta y que necesita que ésta sea «limpia y clara» para intentar contar lo que quiere contar. Toma ese acto como «defensa propia », como si se tratase de un homicidio. Pérez Reverte sabe que sigue invisibilizando la disidencia y lo hace en defensa propia, en defensa de todo lo que él representa; lo hace en defensa del machismo. Adáptense a los nuevos paradigmas o reciban los golpes, golpes simbólicos, porque los físicos los recibimos nosotras.

Ser viejo es ser macho

Retomando la nota de Vargas Llosa, me parece fascinante leerla y encontrar en ella los miedos de las estructuras en decadencia de todo lo que él representa: instituciones cuyas jerarquías y disposiciones son machistas como la Real Academia Española, representa la resistencia al uso del lenguaje inclusivo, litros y litros de té en compañía del rey de España y todo lo que, a su vez la monarquía y por qué no también la Iglesia representan y han sabido imponer durante siglos. Representa a una ficción relegada a la crítica literaria porque para él la escritura de ficción debe tratarse de una literatura pura de cualquier trama social, cultural y política. La aceptación de esos términos es un acto meramente político y anclado en la realidad. Cualquiera en los zapatos del escritor se escudaría en el recorrido que tiene. Sí, tiene cierto recorrido porque tiene más de ochenta años. Los hombres pueden jactarse todo el tiempo del recorrido que tienen porque se les permitió tenerlo. Vargas Llosa es viejo, no por un recorrido, sino por lo que representa. Esa meritocracia del recorrido es la misma que funciona en el discurso de atacar a un movimiento popular con frases como: «salen a cortar la calle y no laburan», cuando lo que manifiesta esa gente es que no tiene trabajo.

Otra excusa para no abrazar la causa, es que «las feministas censuramos autores», como si tuviéramos el poder de censurar a alguien. Lo que le da pánico, es que ganemos terreno y efectivamente lo despojemos de todo laurel que corona su cabeza. Como dijo Nicanor Parra, los poetas bajan del olimpo. La poesía debe ser de todes, la literatura debe ser de todes. El concepto de literatura como lo conocen los popes está también flaqueando. Estamos viviendo un momento histórico en el que caen los popes. La transversalidad del feminismo una vez más logra que se pongan en crisis los nombres que conforman el canon y los de quienes lo legitiman. El feminismo rompe con el cristal que rodea a los bustos de bronce y los baja a tierra. Pone en crisis esa legitimidad que se les atribuye y propone nuevos parámetros de análisis de los que surgen nuevos nombres. No hay mujeres dentro de ningún canon o, si las hay, son muy pocas. A la mierda los cánones. Vayamos a Lesbos a escribir y tomar vino.

Leo la entrevista que Ricardo Piglia le hizo a Walsh y, como todo lo que viene de Walsh, me parece de una actualidad implacable:

(…) gente más joven que se forma en sociedades distintas, en sociedades no capitalistas o en sociedades que están en proceso de revolución, gente más joven va a aceptar con más facilidad la idea de que el testimonio y la denuncia son categorías artísticas por lo menos equivalentes y merecedoras de los mismos trabajos y esfuerzos que se le dedican a la ficción.

En un futuro, tal vez, inclusive se inviertan los términos: que lo que realmente se aprecie en cuanto a arte sea la elaboración del testimonio o del documento, que, como todo el mundo sabe, admite cualquier grado de perfección. Evidentemente en el montaje, la compaginación, la selección, en el trabajo de investigación se abren inmensas posibilidades artísticas (Walsh; p. 512; 2013).

Lo único que les preocupa a los popes y a todas las personas que, quizás sin saberlo se ven poseídas por este concepto burgués de literatura y de machismo, es perpetuar su lugar dentro del mundo literario. Y como todos lugares de privilegio, se ven amenazados por la marea verde feminista –green is the new black−, que está desestabilizando las estructuras y cuestionando lo establecido. Vargas Llosa se ocupa de preservarse como escritor de culto, justificando la resistencia a lo que se viene, que es inminente y necesario.

Caída libre

Ahora bien, en su nota, Vargas Llosa dice que autores machistas como Pablo Neruda, Javier Marías y Arturo Pérez-Reverte están siendo desplazados. Se queja de eso porque los cree genios. Después expresa la preocupación por lo que marca la escritora Laura Freixas, que dice que el protagonista de Lolita, la novela de Nabokov, era un pedófilo incestuoso, violador de una niña que era hija de su esposa. A todo esto el escritor dice: Olvidó decir que era, también, una de las mejores novelas del siglo veinte. La mayoría de lxs narradores omniscientes que conozco son masculinos o carecen de género, pero a que te imaginas la voz de Morgan Freeman, ¿no? Porque lo omnisciente es dios y lo normal es ser hombre. Lo mismo ocurre con las voces en off en las ficciones audiovisuales. En los casos en los que se evidencian voces femeninas en estas posiciones, por lo general se trata de un personaje específico que narra desde un limbo que le permite saber qué pasa en todos los lugares y qué piensan todos los personajes. El feminismo viene a recordarnos que en términos de hegemonía no hay nada acabado. Nosotras no censuramos nada, nosotras somos las censuradas, somos lo contrahegemónico. Nunca pudimos leer a la hermana de Shakespeare de la que habla Virginia Woolf en Un cuarto propio, pero cuántos Nerudas leemos todos los días en las paredes de todos los barrios.

Pablo Neruda admitió haber violado a una joven en sus memorias y nadie, ninguno de sus colegas, salió a repudiarlo. Un hombre cis, blanco, estando en un lugar de poder, ya que era cónsul de Ceilán, violó a una joven que todas las mañanas iba a limpiarle el cubo donde el poeta cagaba. Sí, Neruda cagaba. Neruda era mortal. El lugar de esa joven mujer puede ser analógico, pero quiero ser más específica: el rol de esa mujer era el de limpiarle la mierda a Neruda y el de ser violada por Neruda.

El encuentro fue el de un hombre con una estatua. Permaneció todo el tiempo con sus ojos abiertos, impasible. Hacía bien en despreciarme. No se repitió la experiencia (Neruda, p.103; 2000).

Habla de la no resistencia de ella como si se tratase de tranquilidad y no de miedo a la muerte, ese del que habla Virgin Despentes en Teoría King Kong. Cierra con «hacía bien en despreciarme», haciéndonos saber que sabía que estaba violándola. Eso es el canon. Eso es lo que está peligrando. A los popes les preocupa dejar de figurar en los anales de la historia. Les preocupa que el canon se quiebre y su nombre deje de figurar en las currículas educativas. No queremos su canon, que se lo guarden. Queremos escribir y ser leídas. Hoy resulta necesario preguntarse quiénes forman parte de él y por qué casi no hay mujeres. Quiénes dicen que estos autores son geniales. Si leemos a Neruda, habrá que leer otras voces, nuevas y viejas. Se lo debemos a la hermana invisibilizada de Shakespeare. Habrá que hacer un trabajo expeditivo y desempolvar libros de autoras para reivindicarlas. Porque, no nos engañemos, más allá de la anécdota del horror, ese no es un relato brillante. La frase más sobrevalorada del autor, «me gusta cuando callas porque estás como ausente», escrita en muchísimas paredes del mundo, es una apología a la necrofilia o simplemente las palabras que salieron de su boca mientras le metía y le sacaba su miembro a la joven «impasible».

 

Bibliografía:

Despentes, V. Teoría King Kong; Penguin Random House. 2018.

Neruda, P. Confieso que he vivido; Seix Barral. 2000. Recuperado en: https://goo.gl/yMVdMS. Visto por última vez el 09/09/2018.

Vargas Llosa, M. Nuevas inquisiciones; nota para el diario El país. Recuperada en: https://goo.gl/7YCzEP. Visto por última vez el 09/09/2018.

Walsh, R. Cuentos completos; Ediciones de la Flor. 2013.