Crónica del ataque de Remus Tetu contra Humanidades, Economía y Geografía
Por Diego Kenis
El nazi rumano Remus Tetu, uno de los líderes de la Triple A en Bahía Blanca, asumió su cargo de rector interventor de la Universidad Nacional del Sur (UNS) en los últimos días de febrero de 1975.
La desprolijidad administrativa que exhiben los documentos oficiales de entonces no fue obstáculo para un acelerado y profundo programa de intervención represiva. Al cabo de un mes, Tetu había cesanteado a decenas de docentes y no docentes, y suprimido carreras de la oferta académica y materias de los planes de estudio, mientras se conformaba el cuerpo de “seguridad y vigilancia” que proveería de salarios y pantalla institucional a los matones de la organización criminal paraestatal. Tres de ellos asesinarían el 3 de abril al dirigente estudiantil comunista David “Watu” Cilleruelo, que al día siguiente iba a ser ratificado como titular de la naciente Federación Universitaria del Sur (FUS).
En el plano institucional y académico, la acción de Tetu enfocó especialmente en los Departamentos de Geografía, Humanidades y Economía. El 28 de febrero, a días de asumir, los fusionó en una única unidad académica, el Departamento de Ciencias Sociales, al tiempo que eliminó sus institutos de investigación. En la misma resolución, decidió que no se abriría para ese año la inscripción a las carreras humanísticas, algo que no hizo con las ofrecidas por el Departamento de Ciencias Exactas, que en la misma fecha fusionó a los de Matemática, Física y Electrotecnia.
No fueron las únicas determinaciones que el interventor tomó aquel 28 de febrero. El mismo día, aceptó las renuncias de los directores normalizadores de todos los Departamentos, designó a sus reemplazantes y decidió que comenzaría a contar sus resoluciones desde el arbitrario número 50, dado que había perdido todo orden administrativo. También durante las últimas horas de febrero dio de baja de los planes de estudio toda materia, curso o cursillo “que no se ajuste estrictamente a lo universalmente admitido o que en forma manifiesta o insidiosa constituye una prédica disolvente atentatoria a la seguridad del país, su paz interna y la armoniosa convivencia entre los argentinos”.
Casi un mes después dio a conocer un “informe preliminar a la opinión pública de la intervención”. Fue circulado el 24 de marzo de 1975, exactamente un año antes del comienzo de la última dictadura cívico militar. El comunicado forma parte del corpus de partes de prensa hallado recientemente por el Archivo de la Memoria de la UNS y entregado a la Unidad Fiscal que investiga crímenes de lesa humanidad perpetrados en Bahía Blanca y su región.
“Desquicio y barbarie en la UNS” se tituló aquel “informe” de la intervención. Esas palabras, que bien podían describir a la gestión de Tetu, en realidad apuntaban contra sus precedentes. Especialmente enfocaban en la encabezada por el abogado Víctor Benamo, vinculada a la Juventud Peronista y la Tendencia revolucionaria del movimiento, como consta en su acta de asunción, suscripta por referentes como René Bustos y Jorge Ravasi.
Soviets en la UNS
El texto del boletín muestra su carácter represivo tan a las claras que la oficina de Prensa y Ceremonial de la UNS, que lo divulgó, subrayó en su párrafo de cierre que se trataba de afirmaciones textuales del interventor y no de una redacción propia.
En sus párrafos iniciales, el documento anticipa que un informe definitivo daría cuenta de los “linchamientos y torturas” a “innumerables profesores”, a los que no identificó, por parte de “tribunales populares y juicios políticos”. Sin ahorrar adjetivos coloquiales, el texto califica a buena parte del plantel docente como “imberbes histéricos y despiadados que envenenaron el alma de los alumnos hasta extremos increíbles” a partir de “modificaciones arbitrarias de planes de estudio, de programas y bibliografía, para convertir la enseñanza en adoctrinamiento marxista exclusivamente”. En sintonía, señala “el imperio total y el terrorismo de los soviets que ejercían el poder absoluto en la Universidad” y de “grupos pagados para llevar al campo y a los barrios la semilla de la sublevación contra el Estado y sus ciudadanos”.
Los siguientes apartados del comunicado dejarían en claro porqué el foco principal de la acción represiva de la intervención estuvo centrado en los Departamentos de Economía, Humanidades y Geografía. Aunque el denominador común fue el argumento referido al alto costo de formación de sus profesionales y la poca demanda de parte del mercado laboral, claramente pueden distinguirse las razones políticas que llevaron a una intervención tan radical en esas unidades académicas.
Geografía, fábrica de “antisociales”
El cierre de la oferta académica del Departamento de Geografía de la UNS pretendió justificarse en “la notoria superabundancia de profesores secundarios egresados de las carreras que se suspendieron”, aunque la interpretación que anexa Tetu es digna de mención por su carácter político.
En efecto, el interventor no se limitó a considerar razones presupuestarias o de impacto en el mercado laboral sino que derivó en una capciosa hipótesis política: “es de entre estos jóvenes egresados que no encuentran colocación y a los que la sociedad les exigió sacrificios que no puede compensar, que se reclutan los antisociales de nuestros días. A esto hay que poner freno cuanto antes, y así se hizo suspendiendo las carreras”, resumió.
Economía, sucursal moscovita
Definida textualmente como una “sucursal de la Universidad Patricio Lumumba de Moscú”, la carrera de Licenciatura en Economía fue objeto de un furioso ataque por parte de la intervención del nazi rumano. Se comprende perfectamente, dado que en 1973 había comenzado a regir un heterodoxo programa de estudios, aprobado un año antes y considerado aún hoy de vanguardia incluso a nivel internacional. En la interpretación de Tetu, “lo más grave -y notorio, por otra parte- es que el Departamento y la carrera de Economía se habían transfigurado, casi en su totalidad, en una escuela de marxismo”.
“La supresión de dicha carrera”, señala el texto del parte de prensa del 24 de marzo de 1975, se debió “al estado de subversión de su medio”. “A tal extremo se había llegado -agrega- que no es ninguna exageración afirmar que el Departamento de Economía y la respectiva carrera se habían convertido en una sucursal de la IV Internacional o de la Universidad Patricio Lumumba de Moscú”.
Naturalmente, se trataba de una exageración como la negada, un arquetipo sólo posible por parte de quien negara el estudio del marxismo como una de las líneas de pensamiento más relevantes en la materia. En rigor, el plan de estudios estimulaba el pensamiento crítico que la intervención de Tetu, militante anticomunista desde sus jóvenes años en Rumania, pretendía vedar.
"Aquel programa puede leerse a la luz de la liberación del debate teórico que se va tejiendo en su contenido curricular a través de la profundización de las escuelas de pensamiento económico, contrastando la orientación omnipresente, la neoclásica, que se imparte a través de los planes de estudio en la mayor parte de las universidades del país", recordó recientemente a AGENCIA PACO URONDO la economista Silvia Gorenstein. Gorenstein, que transitó la experiencia como estudiante, resaltó como punto destacado de la propuesta académica su "intento de romper el modelo de formación asociado al pensamiento único", intención "abortada por el periodo más negro de nuestra historia".
Su colega Carlos Fidel, que se graduó durante la efímera vigencia del innovador programa de estudios, lo recuerda en igual sentido. "Se pudo llevar a cabo una nueva proyección de un abordaje del estudio de la economía desde una perspectiva histórica, y viendo los autores no en manuales, sino como publicaron en sus obras, con una visión plural, amplia, en que se veían las principales corrientes de la economía vigentes en ese momento. Aún hoy estaría en la frontera del conocimiento", dijo a esta AGENCIA.
Humanidades: una revancha personal
El caso del Departamento de Humanidades, cuya supresión redujo el interventor a una cuestión de prioridades presupuestarias, reviste la particularidad de que se trataba de la unidad académica en que Tetu ejercía la docencia y donde se registraba un proceso de cambio que incluyó, en 1973, el impulso a la única cesantía efectiva del nazi rumano de la plantilla. No es difícil imaginar una revancha personal menos de dos años después, cuando el ascenso de José López Rega y Oscar Ivanissevich lo depositó en la intervención del Rectorado de la UNS.
El escenario puede reconstruirse a partir del trabajo de la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), que rescató y conservó memorandos de la dirección de inteligencia de la policía provincial, que incluyen copias de documentos de la época y relatos de asambleas que estudiantes, trabajadores y trabajadoras protagonizaron en los años previos.
Uno de los informes, fechado el 28 de agosto de 1973, da cuenta de una asamblea de 400 personas en que se recogieron firmas para impulsar la destitución de Tetu, en razón de sus antecedentes, que también se puntualizaron en un volante titulado “Por qué queremos destituir al profesor Remus Tetu”.
En ese documento, firmado por la Asamblea de Estudiantes de Humanidades, se testimonia el bajo nivel pedagógico demostrado por Tetu en las aulas y se señala la carencia de acreditaciones de su formación académica, posible gracias a que el radical Roberto Etchepareborda, interventor departamental durante la dictadura de Juan Carlos Onganía, lo eximió de las legalizaciones de rigor.
El volante estudiantil recuerda que Etchepareborda, que también supo adjudicarse a sí mismo un doctorado que no poseía, admitió la falta de certificaciones académicas de Tetu “por haber sido víctima de la persecución totalitaria”. Un eufemismo para narrar su huida de Europa tras la caída de la dictadura rumana aliada de los nazis, de la que había sido un joven y entusiasta colaborador. Como ya ha consignado AGENCIA PACO URONDO, al firmar la cartilla de migración de su salvoconducto a Sudamérica, Tetu no asumió formación universitaria alguna y se presentó como “mecánico”. Un oficio que se transformó en dos títulos de grado una vez que llegó a Argentina y se elevó a doctorados en algunos documentos suscriptos por el interventor.
Un programa cercenado
Además de la revancha personal por su cesantía, que se concretó en octubre de 1973 y se ratificó en el febrero siguiente, la intervención de Tetu se descargó sobre el Departamento de Humanidades para obstruir los vientos de cambio que se dejaban sentir por entonces en el campo académico, cuando las autoridades departamentales y el Comité de Gestión integrado por docentes y estudiantes propusieron un programa innovador semejante al que acababa de implementarse en Economía.
La CPM logró rescatar precisos informes de inteligencia, que adjuntan el proyecto elevado por el Departamento Humanidades al Rectorado, para su consideración. El documento inicia con un diagnóstico de la situación académica imperante tras años de censura dictatorial, subraya la horizontalidad como nueva forma de cogobierno y declara el “estado de emergencia” en la unidad académica.
En el mismo sentido, propone la suspensión de materias en las que han vencido las designaciones docentes o en aquellas en que “se hace imprescindible la redefinición de sus contenidos en función de un proceso de transformación social”.
Para reemplazarlas, se ofreció una serie de seminarios sobre temáticas como “cultura popular y medios masivos de comunicación”, “cultura y trabajo”, “guerra popular económica”, “autogestión”, “los grandes movimientos nacionales” y “socialización de la literatura”. Entre los nombres propuestos se leen los de docentes propios de reconocida formación, como Marta Garelli, Mario Usabiaga, Juan Carlos Garavaglia y Lidia Henales, y otros invitados, como Heriberto Muraro, Ricardo Carpani y Eduardo Galeano.
El párrafo final del documento, firmado por la interventora departamental Beatriz Ocampo y su secretario académico Mario Merlino, no deja dudas respecto del objetivo del cambio propuesto. “Sólo de esta manera, con el compromiso y la responsabilidad que a todos nos compete, será posible la restructuración del Departamento de Humanidades, una de las tantas tareas que exige la liberación nacional y social de nuestro país”, cierra el documento.
Meses después, tras la muerte de Juan D. Perón, el camino quedaría trunco. Para ratificar el cambio de rumbo, en diciembre de 1974 asumió como secretario académico del Departamento el abogado Néstor Montezanti, actualmente acusado de haber participado en la Triple A y, ya durante la dictadura, en el servicio de inteligencia del Ejército. Hacia el final de aquel verano, en el febrero siguiente, Remus Tetu desembarcaba en la intervención del Rectorado. Con deseos de revancha.