Misael Castillo: “La federalización no tiene que ver con la territorialidad sino con las disputas simbólicas que se dan”

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    Misael Castillo
APU ENTREVISTA A APU

Misael Castillo: “La federalización no tiene que ver con la territorialidad sino con las disputas simbólicas que se dan”

27 Octubre 2024

AGENCIA PACO URONDO continúa dando a conocer a los escritores que la integran. En esta ocasión, conversó con Misael Castillo, poeta de Tostado, Santa Fe, quién además es profesor de Lengua y Literatura y tiene publicado los libros Robarle al cuerpo lo que está de más, El tiempo cuando falta, Germinará o será parte de la tierra, Como el fuego que avanza por la tierra, Gorriones que anidan en las manos y está a punto de presentar Niño perfecto luminoso.

Agencia Paco Urondo: ¿Cómo llega la poesía a tu vida?

Misael Castillo: De una manera muy casual. En mi casa de la infancia no había demasiados libros. En realidad, había dos. Uno era La Biblia del niño y el otro era 20 poemas de amor y una canción desesperada, pero no era el libro de Neruda que lleva ese título, sino una compilación de poemas aleatorios con la canción desesperada al final. Ese fue el primer contacto con la poesía.

En la secundaria conozco a una docente que hizo me gustara la literatura a través de la lectura del Martín Fierro, algo que parece impensado en estos tiempos, sin dudas supo cautivarme con su clase. A partir de eso me fui a estudiar el profesorado de Lengua y Literatura. Ya con mi “profe” Pablo Solari, leí Baudelaire, el hermetismo, distintas cosas me llevaron a gustar de la poesía.

Escribo desde el 2019, más o menos, en primera instancia el acercamiento de la poesía fue un proceso muy solitario. Después uno va conociendo gente y entendiendo un poco más, aprendiendo y escuchando.

APU: ¿Cómo vas conectando con otro tipo de lectura y tus primeros escritos, con esas influencias tan fuertes?

M.C.: Así como destacó el acercamiento a la literatura y a la poesía, particularmente. también lo hago con la sensibilidad de mis padres para darme a ver el mundo. Más allá de que mi papá tiene séptimo grado, es albañil y mi mamá es empleada de limpieza, han tenido una sensibilidad muy poderosa que me han ido transmitiendo y que más allá de todo el conocimiento literario, la mirada del mundo con lo que se hace la caligrafía personal de la escritura de alguna manera tiene que ver con esa particularidad.

 

 

Como los pájaros
que se escuchan entre sí,
a kilómetros de distancia,
oigo los martillazos
sobre las paredes.

 

A veces
pienso que esa
es una forma extraña
de comunicarse.
La fuerza y la frecuencia tienen
su propia semántica.

 

Cada persona
habla como puede.

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Con respecto a lecturas, en un primer momento conozco al poeta Diego Planisich, de Reconquista (hermoso lo que hace) que me empieza a recomendar autores. Una de las primeras cosas que me recomendó fue Juan Manuel Inchauspe, y este profesor que te mencionaba anteriormente me había recomendado muy fuertemente a Hugo GolaJuanele Ortiz. Esas son las aguas de las que abrevo, con similitudes o no, donde aparece mucho esta mirada de la naturaleza.

Justamente, porque fue lo que uno ha leído y es lo que lo conmueve, sobre todo cuando se vive en un pueblo como en el que yo vivía, que será de 20.000 habitantes, hacés cinco cuadras y te chocás… quisiera decir con el monte, pero no, te chocas con el campo, la soja, el trigo, con la tierra arrasada.

APU: Te iba a preguntar cómo juega el paisaje y la noción de tiempo, que tiene otra noción  diferente al urbano que estamos acostumbrados.

M.C.: El tiempo tiene una actitud diferente en la pampa. Mirás hacia el horizonte y tu mirada llega a varios kilómetros, sobre todo cuando te vas a las periferias de la ciudad. Todo tiene otro ritmo, el afecto sucede en otro tiempo, la amistad, todo está siempre al alcance de la mano. La escuela me quedaba a dos cuadras de mi casa, mis amigos a cinco, mis padres a seis cuadras. Acá, en Buenos Aires, el tiempo se mide de otra manera y capaz para alguien, perder el tren es un suceso que le modifica la vida enormemente.

APU: Vos ahora está viviendo en Buenos Aires ¿Cómo fue ese cambio de paisaje?

M.C.: Es brutal. Hay mucha gente y eso es como una frontera, porque estás muy cerca de estar en ningún lado. Las estaciones son como fronteras. Eso te va curtiendo, mostrando otro modo de ver las cosas y también se traslada a la escritura. No filtro tanto lo que escribo, si estoy convencido de lo que estoy produciendo lo público, no tengo el tapujo de esperar 30 años para publicar un libro. Sí trabajo demencialmente en mis textos, pero no es un una barrera que me pongo.

El hecho de estar en Capital va produciendo un nuevo modo de entender la poesía, la escritura y sin embargo, esa influencia no está dada por la poesía que voy escuchando sino por la cotidianidad, por cómo es el tiempo acá y cómo se suceden las cosas.

APU: Notás este cambio de tiempo.

M.C.: Sí, por supuesto. Sobre todo en el contexto coyuntural en el que estamos, que es terrible y desolador, el tiempo te está apurando siempre.

APU: Hablando de la coyuntura, hay un texto de Juana Bignozzi que trata sobre la función social de la poesía ¿Creés que a través de ella se puede ser testigo de lo que está pasando?

M.C.: A veces, esa pregunta, se vuelve compleja, porque en general uno tiende a pensar que la literatura tiene que sobrepasar su tiempo y que cuando está demasiado anclada en lo discursivo, podría ser simplemente otro género. Si vamos a narrar la coyuntura a través del arte, probablemente sea un discurso que no sea estético. Ahí encuentro una contradicción, porque cómo uno no puede escribir sobre la cotidianidad cuando es ella la que está movilizando internamente. Uno, a veces, intenta escaparle y centrarse en la parte más estética de la vida.

El arte que más me atrae es aquel donde el discurso está en un segundo plano y que el trabajo estético, el trabajo con la intensidad de la palabra, está delante. Sin embargo, esa contradicción es infinita, aparece siempre. De hecho, si pienso en el libro que a mí me gusta de los que publiqué, es El tiempo cuando falta y tiene que ver con trabajadores, con albañiles, cocineras, muy vinculado a mi tarea militante. Sí creo que no hay que reprimir la escritura, sea cual fuere el camino, la existencia estética o ética que uno tome con respecto a su obra.

“El lector, en estos tiempos, lo que quiere es reafirmar sus valores a través de lo que está leyendo en el otro”.

APU: ¿Cómo te llevas con las redes, con esta poesía que circula o que impacta tipo shock de vanguardia, donde ni bien está hecha, se comparte?

M.C.: El otro día leí un ensayo muy interesante en el que se planteaba la idea de que el algoritmo no es una persona, no tiene gusto, y sin embargo el mayor elemento de la difusión de los escritores o de cualquier índole del arte tiene que ver con él. Entonces, el proceso de producción cultural se va modificando en relación a qué está viendo el algoritmo. Por ejemplo, si pensamos en Spotify, los músicos saben que en los primeros cuatro segundos de la canción pueden definir si una persona va a escuchar o no tu música.

Esta nueva forma de consumir arte y cultura en general va modificando también el modo en el que se planifica una producción artística. De repente, cuando hay demasiada intensidad del lenguaje, demasiado vuelo poético, complejidad en la escritura, se aleja cada vez más el posible lector. Porque el lector, en estos tiempos, lo que quiere es reafirmar sus valores a través de lo que está leyendo en el otro. Si nosotros nos ponemos a ver esa gente que tiene 30.000 seguidores en Instagram, con un gran acceso, es porque el lector encuentra ahí la posibilidad de reflejar su propio modo de estar en el mundo.

Es una discusión que tenemos que dar. Me gusta esta idea de Freidemberg de que se habilita un cualquiercosismo. Particularmente no estoy de acuerdo con que todo sea poesía, pero uno no es nadie para definir que hay que leer y que no.

APU: Y sin embargo, circula y llega, y pareciera que todo lo que te acerca, sirve.

M.C.: Es que ahí está la contradicción. Yo llego a la buena literatura de manera azarosa. ¿Cómo voy a estar en contra de que alguien llegue a la poesía o a la literatura por un texto que, hoy en día, considerando todas las posiciones que tengo al respecto, no tiene ningún valor?

APU: Está bueno rescatar que la lectura no está escindida de la escritura, que quien escribe también lee mucho y entra por ahí a otros autores.

M.C.: De hecho, cuando empecé a escribir poesía no sabía quién era Estela Figueroa, un montón de personas que hoy en día leo y me gustan. Inés Manzano. Un día, en el Poesía Ya, se me acerca a Caro Leste y me dice “este libro te va a encantar leerlo”. Volví a mi casa de Tostado pensando por qué no sabía antes quién era Inés Manzano. El proceso también se va haciendo con esos otros que te acercan una posibilidad de lectura que, a la vez, es una posibilidad estética.

APU: ¿Fuiste algún taller, tuviste algún maestro maestra en particular?

M.C.: Realmente no. O sí, durante un mes, hace poco, trabajé con María Belén Aguirre, una poeta que admiro mucho. Esa es mi única experiencia de taller y me llevé un montón de cosas, un montón de lecturas, pero nunca he ingresado de lleno a ese mundo. Sí hice una clínica de obra para el libro Como el fuego que avanza por la tierra, que me ayudó a ordenar el modo en el que estaban los poemas. Fue con Analía Giordanino, que es una poeta y narradora santafesina. Todo de manera virtual, yo estaba en el pueblo.

"El proceso de producción cultural se va modificando en relación a qué está viendo el algoritmo".

APU: ¿Qué pensás de la federalización de la cultura?

M.C.: Es muy difícil, sobre todo en este contexto en el que estamos, pero si pensamos en un contexto más ideal en el que tengamos un gobierno peronista, también tiene sus dificultades. En general, pensamos que la federalización tiene que ver con la territorialidad y no creo que solamente tenga que ver con eso, sino con las disputas simbólicas que se dan.

Si hago un una lectura en Capital e invito a un poeta varón y otra mujer de cada provincia y siento que todos están escribiendo o leyendo de la misma manera, tengo un problema. Y sin embargo, ahí pareciera que estoy redistribuyendo los recursos. Pensar en la federalización de la poesía tiene que ver, justamente, con la redistribución de recursos.

Si a una feria del libro que se hacen Tostado, en este momento, le damos 300 pesos para que se organice, no cubre absolutamente nada, queda en un acto discursivo. Hay que pensar en otra forma de redistribuir los recursos, hay proyectos muy interesantes que brindan posibilidades de difusión, pero eso tampoco tiene que ver con federalizar. Tendemos a confundir, a embanderarnos porque pensamos que es nuestra lucha, somos de las provincias y es una articulación mucho más compleja que se tiene que dar para que efectivamente algo se modifique. Si hace 10 años que estamos en una lucha por la federalización de la poesía y me siguen mandando 200.000 pesos para que haga una Feroa del Libro en Tostado, no estamos teniendo resultados.

En este momento, en este mundo en el que todas las discusiones se están cerrando porque hay un gobierno que las cierra, empezar a discutir me parece que es sumamente importante. No creo, eso sí, en los abanderados de las luchas, somos todos juntos o no es nadie.

APU: Quizás es mucho más simple si uno lo empieza a mirar desde otro lado y no desde la fragmentación?

M.C.: Es que de repente, los poetas de la provincia se volvieron como una especie de trofeo. Sin embargo, siento que hay un montón de gente que sin hacer demasiado ruido, sin ponerse ninguna lucha al hombro, están haciendo un montón de cosas. Pienso en Hugo Rivella y Ernestina Elorriaga, que en Cosquín hacen un evento hermoso, sin levantar demasiado la perdiz, sin decir, nosotros somos los dueños de la federalización. Pienso en Pame de Batista que está en la organización del Fragua.

Por supuesto que eso se hace con fondos nacionales, pero son gente que tiene otra templanza para hacer las cosas, que hay que hacerlas porque son necesarias.