Leónidas Lamborghini: poesía y política

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Leónidas Lamborghini: poesía y política

25 Julio 2021

Por María del Carmen Colombo

Se ha señalado con ligereza que Lamborghini "canta en clave peronista". Y ese comentario parecería esconder una disyuntiva que invita a optar entre dos términos, poesía o política, seccionando quirúrgicamente con bisturí de buen amputador lo que para Lamborghini no sólo va junto sino que, además, encuentra en la escritura su punto de fusión.

No es casual que enfrentados a un libro como Las patas en la fuente se estrellen aquellos que tienden a ver el discurso político como un conjunto de consignas ortopédicas, patas atornilladas al cuerpo del poema, para que éste, como la famosa cucaracha herida pueda con ellas caminar.

Pero la apuesta de Lamborghini es otra: alumbrar un nacimiento, el de un nuevo cuerpo que necesita ser relatado, escrito, y que trae consigo ya sus propias patas: “Una primavera me sorprende/ y el mover de este pueblo./ El ruido se hizo carne y habitó entre nosotros". Así, enfatizando la inmediatez del mundo, su materialidad, encarnada en ese sonido ("lo mortal/ lo que se oye"), que es resto de sentido y eco ("el nombre: eco del eco") de un habla congelada ("lo dignísimo"), Lamborghini lanza su propuesta.

Elige, entonces, el margen, el "basural", entre los "no antologados", en el lugar del no poder ("-Poder/mi no poder"), en el ningún lugar. Y allí, entre los restos y con ellos pondrá en escena ese alumbramiento.

Haciendo oídos al "croar del corazón del feto", Lamborghini partero transforma en poesía todos esos restos flotantes y, como buen escuchador deseoso ("con el deseo del deseo"), acompaña ese deambular dialogando con una multiplicidad de ecos ("Cómo se pianta la vida/ cómo rezongan los años/ cómo se viene la muerte/ tan callando").

Constituyéndose en ese diálogo, el poeta escribe su propio nacimiento: un hablar entrecortado de frases suspendidas, como entre la vigilia y el sueño ("... el canto que es lo que sale del sueño y/ entra en/la realidad y/entra en el sueño"). Con él responderá apropiándose de ese lenguaje ajeno, exterior, donde el poder se instala (" y eres libre o no eres libre"). No para reproducirlo y reproducir con él sus efectos de sentido, sino para diferenciarse, oponiéndose, enfrentándose y teatralizando ese enfrentamiento ("y fui hacia los libertadores/ y eran/ los opresores"). En este sentido, la apropiación del habla directa de la política, que se efectúa, por ejemplo, en Las Patas... se presenta como condición necesaria para decir, en la medida que posibilita al habla dominada escribirse, hacer su aparición ("somos los destrozados/los mutilados/ la vida por/la vida por").

Se trata, entonces, de sabotear formas consagradas, "bellas", para que el verso dé la vida al poeta, terminando con el miedo y "asomando de tantas sofisticadas acumulaciones". El poeta "pega el cascotazo", responde pateando el tablero, dinamitando la lengua corriente y normativizada de la literatura, violando, en un mismo movimiento, ese conjunto de convenciones que provienen del sentido común, del status quo literario.

No es ajena a esta propuesta la elección de una primera persona del singular. Como acabando con la "estatua del yo mismo", ese fantoche erigido por toda una tradición literaria, Lamborghini "rompe el mito/ de que (ha) nacido antes que nada", es decir, rehúye toda forma de trascendentalismo y dualidad, retirándole al yo ese fundamento de instaurador de sentido previo a la formación de la palabra ("identidad en/ los principios:-a/ e.i.o.u.).

El yo, entonces, se descentra, se descascara, y ese descamisamiento da entrada a la voz plural, ramillete cantor y dialogante que ha encarnado en el coro multitudinario de voces que en Episodios cuentan -"oyen"- un susurro: "susúrrame -lo que está unido/ susúrrame: lo que está entero".

En un vertiginoso movimiento de fusión y recuperación de "entrada y salida" las voces se van entrelazando dentro del poema. "metiéndose" en la cabeza de los personajes ("estoy con la cabeza/ metida en la cabeza/ del adicto cabeza"), y saliendo para meterse nuevamente en la cabeza del Juglar, o en la del Letrista proscripto, o bien transcribiendo voces interiores en la forma de un escucharse a sí mismo ("-No obstante tratá de dar los pasos necesarios"): así la voz lamborghiniana de los primeros libros se va desenredando.

Y en ese permanente movimiento de vaivén, hablar es actuar, dejar el comentario para "meterse/ metiéndose": como en La estatua de la Libertad, uno de los libros donde con más énfasis se cuestiona el aislamiento del "yo mismo/ de la estatua de mí mismo". Es el drama del sujeto escindido el que se representa: el que ríe con la risa de lo cómico, risa humana por excelencia —diría Octavio Paz—, ruptura del pacto entre dios y la criatura. Riéndose de sí mismo, acentuando la ruptura, la separación, poniendo el dedo en la llaga, mostrando su herida, ese hueco, Lamborghini abandona la clausura de la fijación en el tiempo y en el espacio y se hace sujeto, autor, y en ese su movimiento inacabado se transforma en futuro: canto futuro, clave lamborghinana con la que, en todo caso, en todo caso, el peronismo puede ser cantado.