El reino: evangelismo, política y disputa por el poder

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El reino: evangelismo, política y disputa por el poder

21 Agosto 2021

Por Diego Moneta

El 13 de agosto aterrizó en Netflix una de las grandes apuestas de ficción nacional de este año: El reino. La producción, a cargo de K&S Films, está guionada por Claudia Piñeiro y Marcelo Piñeyro, quien también se encarga de la dirección, a excepción de dos episodios, de los ochos que son en total, comandados por Miguel Cohan. Ambos habían trabajado juntos en la película Cenizas del paraíso de 1997.  

Por su parte, la dupla creativa ya había tenido contacto hace más de una década cuando Piñeyro llevó adelante la adaptación de la novela de la escritora, Las viudas de los jueves. De hecho, el rechazo de la oferta para escribir una secuela decanta en la idea que da paso a esta tira. Como cierre de ese círculo, la productora, que llevó a cabo títulos como Relatos salvajes, El clan, y El ángel, es la elegida por la plataforma de streaming para su próxima gran carta: una serie sobre El eternauta, con Bruno Stagnaro como director. 

El reino narra la historia del pastor evangélico Emilio Vázquez Pena (Diego Peretti), figura de la Iglesia de la Luz y candidato a vicepresidente de la Nación. Sin embargo, Armando Badajoz (Daniel Kuzniecka), elegido para encabezar la fórmula, es asesinado durante el acto de cierre de campaña. De esa manera, el conflicto es servido de entrada. Ahora, el líder religioso deberá optar si seguir o no su camino al sillón de Rivadavia mientras se intentan descifrar los motivos detrás del crimen, en una trama que cruza lo policial y el suspenso psicológico con el thriller político y cierta cuota de estilo típico nacional. 

En diálogo con Agencia Paco Urondo, Claudia Piñeiro define a la serie como un “qué pasaría si”, que no es nuestro país en la actualidad. “Qué pasaría si un partido de ultraderecha se junta con algunas iglesias muy conservadoras y logran una agenda que restringe derechos”. La escritora desliza que se puede ver en la región, como en el caso del golpe de Estado en Bolivia o en Jair Bolsonaro, si bien el guion comenzó antes de su triunfo electoral. “Argentina está lejos pero no es inverosímil”, completa.
 
Más allá del magnicidio, se bifurcarán distintas aristas alrededor de tres ejes: la iglesia evangélica y los seguidores del pastor; el rol de Rubén Osorio (Joaquín Furriel), armador político de Badajoz; y la investigación judicial. Destaca en particular la representación de la relación político-religiosa en donde los candidatos representan una posición neoliberal a la que se suman elementos teocráticos muy explícitos, sobre todo a nivel discursivo, que no se evidencian políticamente en nuestro país más que de una manera marginal. 

El personaje de Peretti genera tanto empatía como desencanto y, en ese sentido, se acerca a Hannibal Lecter. Su construcción se rodea de la función de sus allegados. En primer lugar, su esposa, la pastora Elena (Mercedes Morán), quien controla y motoriza al templo y sus vinculaciones, pero también su numerosa familia, involucrada en fe y negocio: Pablo (Patricio Aramburu), hijo mayor y sucesor natural; la hija Magdalena (Victoria Almeida) y su esposo Oscar (Alfonso Tort), que quieren el liderazgo de la Iglesia; Tadeo (Peter Lanzani), el más fiel pero a la vez el más enigmático; Julio Clamens (Chino Darín), una especie de jefe de campaña; y Ana (Vera Spinetta), la hija más reticente a todo lo que ocurre. 

Por otro lado, si bien el reparto como un todo sobresale, la interpretación de Furriel es la gran consagración de la serie. Osorio es un monje negro que busca llegar a la Casa Rosada y, tras la muerte de su ficha, no se va a quedar quieto. Tan pragmático y misterioso como falto de escrúpulos, el poder que maneja y los intereses a los que responde no están del todo claros. En este casillero tal vez podría haber sido más explotada la rosca política a partir de Sergio Zambrano Paz (Daniel Fanego), el candidato opositor.

El tercer eje lo impulsa la fiscal Roberta Candia (Nancy Dupláa), personificación ideal de la Justicia que conjuga vida personal y voluntad de indagar en hechos que en apariencia son evidentes. Es la punta del hilo para ir complejizando la trama. Para eso estará secundada por Ramiro Calderale (Santiago Korovsky), de alguna manera su ayudante, aunque se tope con relaciones de poder que provocarán que tenga al procurador General (Alejandro Awada) encima. 

El repaso demuestra que uno de los puntos fuertes de El reino es su elenco, con un claro protagonismo coral que crece gracias a la estructura narrativa. “Esa decisión está desde el guion”, cuenta Piñeiro, que cataloga a la producción como una “serie de personajes”. Son papeles que escapan a maniqueísmos, con muchas contradicciones en las posiciones que ocupan. Otro aspecto de relevancia es que se presentan en roles que mueven un poco a los y las artistas de lo que usualmente les conocemos. A los ya mencionados se suman Nicolás García Hume y Sofía Gala, como Remigio y Celeste respectivamente, y también Ana Celentano y Diego Gentile. 

Al mismo tiempo, la trama nunca descansa y se transforma en una mamushka, por las puertas que va abriendo. Del choque inicial entre política y religión a los grises de cada personaje que busca defender lo suyo. El contexto espacial juega su parte y no es un simple telón de fondo, sino que templos o fiscalías sirven como motivación. Allí hace su parte la fotografía, mostrando la lucha entre la luz y la oscuridad, lo que en suma demuestra un trabajo de guion y una temática evidentemente ya explorada por la escritora.  

Más allá de la representación que se haga del mismo, el hecho de que el evangelismo reniegue de la iconografía no es problema para el fuerte anclaje sensorial de la producción.  Esa ausencia en materia audiovisual se traduce a palabras con detalles discursivos sin generar problemas. La propuesta, en algún punto ajustada a los tiempos de la plataforma, incluye un gran despliegue de producción y una impronta identitaria que enaltece la ficción nacional en general. 

El reino es la gran apuesta de Netflix en la región y deja un saldo positivo entre las producciones argentinas. Algunas nunca terminaron de convencer, como Apache, sobre la vida de Carlos Tévez, la fallida Puerta 7, o la primera cinta original, La corazonada; otras lograron su cometido, donde destacan Carmel, sobre María Marta García Belsunce y con la participación de Claudia Piñeiro, Crímenes de familia y la justicia clasista, la tierna historia de El cuaderno de Tomy, o la tira de Sebastián Wainraich, Casi feliz, que está rodando su segunda temporada. 

De la misma manera, más adelante vendrán la cuarta entrega de El marginal, la serie biográfica de Fito Páez, bajo el nombre de El amor después del amor, y hasta una película protagonizada por Guillermo Francella, titulada Granizo. Sin dudas, la más esperada sigue siendo la mencionada producción sobre El eternauta, cuya realización se mantiene en un cauteloso silencio mientras Netflix disfruta el éxito renovado de Okupas. Por su parte, Piñeiro cree que hay “guionistas y directores con mucho talento” en nuestro país y que el hecho de que El reino haya sido un estreno mundial en 190 países “pone foco en la ficción nacional” para que existan otro tipo de productos.

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