Una oportunidad para un modelo cooperativista

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Una oportunidad para un modelo cooperativista

20 Abril 2020

Por Manolo Robles

En el marco de una reciente reunión virtual con legisladores nacionales, el presidente del Instituto Nacional de Economía Social y Asociativismo (INAES), Mario Cafiero, confirmó la incorporación al organismo de un referente muy reconocido en el ámbito de las empresas recuperadas y el trabajo autogestionado, Francisco Martínez, de la fábrica cooperativa Textiles Pigüé, que perteneciera el emporio de la empresa Gatic y fuera ocupada y reactivada por sus trabajadoras y trabajadores a partir del año 2004.

“Vamos a crear un área específica para las empresas recuperadas porque las consideramos muy importantes, y quien va a estar cargo proviene de una fábrica recuperada emblemática”, dijo Cafiero ante diputadas y diputados al informarles de la función a asumir por el Manteca, tal el apodo con que se conoce a Martínez desde que llegara a la pequeña ciudad del sur bonaerense, debido a su parecido tanto en nombre y apellido como de cara con el jugador de fútbol uruguayo que brilló en el fútbol argentino.

El Manteca de Pigüé es un tipo respetado, admirado y querido en luchas, rutas y encuentros del mundo de la autogestión y las empresas recuperadas, donde comparte una suerte de modelo propio de recuperación de una fábrica, que va más allá del mero hecho -ya revolucionario, obvio- de pasar a manos de los trabajadores el medio de producción.

El devenir de Textiles Pigüé resume y expresa, igual que otro puñado de experiencias en distintos lugares del país, la enorme potencialidad de la recuperación de empresas y de la autogestión como motor de la construcción de comunidades organizadas, en las que las diferencias partidarias se corran a un lado a la hora de defender y preservar el trabajo como eje del bienestar y el desarrollo social de todos y todas.

Se trata de una construcción que pareciera encarnar la propuesta de creación de Mesas Asociativas en los municipios para promover integración y creación de trabajo entre cooperativas y mutuales con pymes, clubes deportivos, espacios comunitarios, organizaciones sociales, que Cafiero comenzó a impulsar desde el INAES apenas inició su gestión.

Se trata además de un caso de reactivación y crecimiento productivo industrial que es conocido y reivindicado por Matías Kulfas, ministro nacional de Desarrollo Productivo, cartera a la que el INAES fue traspasado recientemente. Se trata de un derrotero que transformó derrota en victoria y posibilidades de campeonar, y por ende merece que tanto reconocimiento y afecto desde el Estado se comience a acompañar cuanto antes con respaldos más concretos en función de su importancia estratégica.

Autogestión comunitaria

Emplazada sobre la ruta nacional 33, a unos 120 kilómetros al noroeste de Bahía Blanca, la fábrica que perteneciera a Gatic mide 25 mil metros cuadrados cubiertos sobre un predio de casi 5 hectáreas. Y con el más de un centenar de asociadas y asociados de la cooperativa que la hacen producir cotidianamente, significa la mayor fuente de ocupación por fuera del Estado en la localidad de aproximadamente 20 mil habitantes que fundaran colonos franceses.

El desarrollo de la fábrica siempre estuvo, por decisión de sus laburantes, ligado directamente a la comunidad. A poco de constituida, Textiles Pigüé abrió el juego con diversas perspectivas. Por un lado convocó a jóvenes profesionales a sumarse a la organización para fortalecer la gestión productiva y económica, en busca de la calidad y eficiencia necesarias para competir en el mercado. Por el otro, se proyectó a través de convenios para creación de empleo y de inserción social con entidades de personas con discapacidad, patronatos de liberados y programas de incorporación de jóvenes a la vida laboral.

El vínculo con la comunidad se manifestó también en el momento tal vez más importante del desarrollo de la experiencia. Cuando los trabajadores y trabajadoras lograron la escrituración de los bienes y terrenos que pertenecían a Gatic, no solo recuperaron la enorme fábrica ubicada sobre la ruta. También formaba parte del patrimonio restituido una sede en pleno centro de la ciudad, que la cooperativa resolvió ceder al municipio para destinarlo a fines comunitarios, como respuesta a las vecinas y vecinos por la solidaridad con que siempre rodearon la lucha por la recuperación del trabajo.

Desde el principio, además, honraron la hermandad propia que se genera entre trabajadores de distintos lugares y rubros pero con una misma historia de haber jugado la vida a la autogestión. 

Y supieron interactuar con el Estado y sus burocracias y sus vaivenes de políticas y prioridades: en base al respeto que inspiraron con su capacidad productiva y su prolijidad administrativa, lograron gestionar fondos, créditos y programas sociales ante funcionarios de variados signos partidarios, beneficios que utilizaron y distribuyeron con la ya señalada mirada abierta a la población. 

Difícilmente algún habitante de Pigüé desconozca la existencia de la cooperativa. La enorme mayoría tiene algún pariente, amigo o conocido que trabaja o trabajó en la fábrica o en alguna de las actividades anexas que su funcionamiento y su política de vínculos con la comunidad disparan. Son centenares las familias que accedieron a los Microcréditos del Estado que la empresa recuperada gestionó y viabilizó.

Ahora, incluso, buena parte de los clubes deportivos de Pigüé y localidades aledañas se visten con ropa de Fibra, la marca propia que la cooperativa lanzó hace unos años desde esa misma fábrica que en otras décadas producía para la marca Adidas, la que se presentaba como la de “las tres tiras”. Después, la tríada identitaria que se comenzó a honrar es ocupar, resistir, producir, el lema histórico del movimiento de empresas recuperadas de la Argentina, al que Francisco Martínez comenzó a sumar el “compartir”.

El mercado no es patrón

La decisión de lanzar Fibra alumbra otro tinte visible del modelo de desarrollo elegido. La planta de Pigüé estaba apuntada a la producción y teñido industrial de telas, no a la confección, área que se apostó a revitalizar para sostener la ocupación de decenas de asociados y asociadas en un momento en el que el grueso de los ingresos comenzaron a provenir de las otras tareas.

A este cronista le ha tocado muchas veces -por su condición de tal más su amistad y militancia compartida con el referente de Pigüé- escuchar al Manteca explicar clara y gráficamente el concepto: “Hoy el 40 por ciento de los trabajadores se desempeña en secciones que aportan sólo el 6 por ciento de la facturación de la empresa. En una empresa puramente lucrativa, eso se resolvería con despidos en los sectores no rentables. En Pigüé, en cambio, resolvimos lanzar nuevas líneas de producción para reubicar a los compañeros que en otras empresas considerarían sobrantes”.

En definitiva, “jamás el mercado definirá la suerte de un trabajador de Textiles Pigüé”, definió Martínez; y la consigna se imprimió en remeras con las que los laburantes de la fábrica recuperada participaron en distintos congresos, jornadas y encuentros en el país y en el mundo.

En este frente, uno de los espacios en los que la cooperativa asumió un rol protagónico es el llamado Encuentro Internacional "La Economía de las Trabajadoras y Trabajadores", surgido hace década y pico por iniciativa del programa Facultad Abierta, dependiente de la carrera de Filosofía de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y coordinado por Andrés Ruggeri, un antropólogo e investigador que supo convocar a académicos y a laburantes de la autogestión a juntarse para debatir y cruzar teorías y prácticas que permitan pensar y fortalecer el movimiento al que fueron dando forma las empresas recuperadas, que generó mucho interés en ciertos claustros universitarios.

El ida y vuelta permanente con las universidades y sus profesionales, docentes y estudiantes, tanto para presentar y debatir la experiencia como para nutrirse de conocimiento en todas las materias, es otro de los rasgos que nutren al “modelo Pigüé”, que a la vez promovió la discusión para la formación de los trabajadores de la fábrica en términos políticos, con un par de posicionamientos y definiciones como ejes: Pertenencia siempre a la clase trabajadora y sus organizaciones más allá de algunas rispideces con algunos dirigentes sindicales a los que costó y cuesta entender esto de trabajadores sin patrón, junto con inserciones y alianzas en y con organizaciones sociales, barriales y de defensa de los derechos humanos, emergentes -como las recuperadas- del mismo proceso de resistencia al neoliberalismo durante el período de cambio de siglo.

De palos a pañuelos

Así fue que Textiles Pigüé se ganó una madrina de fuste como Hebe de Bonafini, que los adoptó y acompaña desde los primeros tiempos, esos durísimos en los que sufrieron un desalojo con represión policial; y la coacción sobre sus vidas aún más terrible que fue la de pasar de asalariados con derechos laborales y sociales a parias empobrecidos al punto de quedarse, literalmente, sin un peso en el bolsillo.

Así, sin un cobre y abocado ansiosamente a resolver la cena de esa noche de sus hijos que se habían quedado en Pigué, estaba el Manteca el día ese de 2004 en que llegó por primera vez a la Casa Rosada en representación de sus compañeras y compañeros. Esa misma jornada en la que sufrió tan fuerte la desesperación de no poder garantizar ni un pan para la familia, el Manteca tuvo también una señal intensa de esperanza, que fue la decisión del por entonces presidente Néstor Kirchner de ordenar a sus funcionarios de segundas líneas de entonces que pasen de la política de poner palos en la rueda a la recuperación y palos policiales en los lomos de los obreros, a respaldarlos y acompañarlos en la propuesta de reactivación de la empresa que enarbolaban. Y hoy el pañuelo de las Madres resalta en el acceso a la planta. 

Empresa y emancipación

De ese mismo intenso principio de la historia data el vínculo de la muchachada de Pigüé con referentes nacionales del por entonces aún incipiente movimiento de empresas recuperadas. Uno de ellos, el rosarino José Abelli, impulsor y orientador de decenas de recuperaciones de empresas desde los fatídicos 90, talló muy hondo en el marco conceptual que signa la deriva de la ex Gatic, que aquí se pretende describir y reivindicar casi paradigmáticamente, intento imposible sin destacar el manejo de una tensión fundacional y dinámica en el trabajo autogestionado: la que se da entre la necesidad de aprender y crecer en lo económico, productivo, empresarial; y al mismo tiempo aprender y crecer en conciencia política de clase.

Textiles Pigüé es una recuperada en la que se asume sin complejos ideológicos que para garantizar y hacer crecer los ingresos y los derechos de los trabajadores autogestionados hay que insertarse en el mercado y atender sus requerimientos de “eficiencia”, de “calidad”; y buscar en sus intersticios y vaivenes oportunidades de sumar en esos ingresos y derechos aunque ello implique acuerdos o sociedades con “el capital” siempre a combatir, como dice la Marchita. Así es que el Manteca suele combinar en sus viajes la participación en foros de agite obrero con reuniones con empresarios privados, como por ejemplo los de una gran textil de Sao Paulo interesada en invertir en la planta de Pigüé en un desarrollo que generaría otro centenar de puestos de trabajo como mínimo.

Hasta las afueras de esa misma Sao Paulo, Martínez había llegado para participar de un encuentro en un predio del Movimiento de los Sin Tierra, que fue otra estación del permanente recorrido en pos de fortalecer a los trabajadores que generan economía sin patrones. 

Este activismo de Textiles Pigüé obedece a la idea de consolidar identidad obrera, nacional y popular, como base para responder al desafío de multiplicar un nuevo modo de socialización de los medios de producción, aún en el capitalismo y sus reglas como contexto sistémico innegable. Así, se consolidaría un aporte sustancial para la lucha permanente de los trabajadores por, si no romper ese techo sistémico, por lo menos cuestionarlo más seriamente y tener más herramientas por defender sus derechos y su dignidad. En no pocos conflictos sindicales en empresas privadas, los trabajadores esgrimen como elemento de presión decirle a los patrones que, si no les responden a sus reclamos legítimos y legales, se vayan y les dejen la empresa para que ellos se hagan cargo.

Ambos polos de esta tensión entre lo meramente mercantil y la rigidez ideológica son aspectos que Martínez, según adelanta en estos días entre sus allegados, quiere abordar prioritariamente desde el nuevo espacio anunciado por el INAES: “Subir a las recuperadas a las cadenas de valor productivas, a tono con la decisión de funcionar ahora bajo el Ministerio de Producción; y sumar a la unidad del sector de los trabajadores y trabajadoras de las empresas recuperadas y la autogestión”.

Habrá que ver con qué herramientas cuente y cuánto se pueda avanzar en un contexto muy complicado por los efectos del reciente reflujo neoliberal macrista, agravado ahora por los efectos de la pandemia y la consiguiente paralización económica general. 

La voluntad, la experiencia, la capacidad y el compromiso, están.

 

Foto principal: Francisco Martínez en en el Foro Federal en Ferro, donde se pidió que el INAES pase a Producción (Prensa Foro Federal).

Foto 1: Textiles Pigüé está a cargo de la Secretaría de la Federación Actra (Diego Cazzaretto).

Foto 2: la planta de Pigüé tiene 25 mil metros cuadrados en un predio de casi 5 hectáreas (institucional Textiles Pigüé).

Foto 3: en Kbrones, cooperativa de la Red Textil, con Leonardo Duva, de Gestara, donde Martínez también milita (institucional Gestara).

Foto 4: Martínez en La Rioja, convocado por la federación de medios cooperativos Fadiccra (El Independiente, diario autogestionado de La Rioja).