Soberanía alimentaria o muerte

  • Imagen

Soberanía alimentaria o muerte

02 Febrero 2020

Por Ezequiel Palacio

¿Qué significa soberanía alimentaria?

Se trata de mirar desde otra perspectiva cómo nos alimentamos, qué significa y quiénes imponen estos sentidos sobre algo tan básico como complejo. Podemos tomar dos caminos hoy, por un lado considerar la alimentación como una mercancía o bien comprenderla como un derecho humano.Nuestra Constitución Nacional, con las modificatorias correspondientes en el año 94, la considera un derecho humano. Así mismo, Naciones Unidas, tiene el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales que en el año 99 le dio vigencia internacional a la Observación General Número 12, la cual analiza el contenido y obligaciones de los Estados Nacionales. Aquí se define lo que significa Derecho Humano a la Alimentación Adecuada, y dice: “Este derecho se ejerce cuando todo hombre, mujer y niñe tiene de manera regular, permanente y libre, acceso físico y económico en todo momento a una alimentación adecuada o a los medios para obtenerla y le permita tener una vida libre de angustias, satisfactoria, saludable y digna”.  Esto no estaría sucediendo en toda nuestra sociedad.

La antropóloga alimentaria Patricia Aguirre sintetiza: “Comemos productos que son buenos para vender, pero malos para comer”. La ecuación es más o menos simple: las grandes corporaciones de la alimentación contratan un ejército de publicistas y especialistas en marketing para que se pongan creativos y nos hagan creer que la porquería procesada es lo más saludable para nuestra alimentación y como si eso no resultara ya demasiado, las corporaciones financian entidades médicas y distintos especialistas profesionales que avalan la ingesta de productos procesados químicamente e industrialmente. Nuestra alimentación se basa prácticamente en el consumo de alimentos procesados industrialmente, como si esa fuese la única e irremediable alternativa existente. Los alimentos procesados conllevan necesariamente manipulación química. Desde el uso del Glifosato de Monsanto-Bayer, con las probadas muestras de lo venenoso que es el Glifosato para nuestro cuerpo, la flora y la fauna circundantes. (Ver al respecto los artículos: Monsanto y Bayer: la entrega política de nuestros cuerposSegún una investigación científica, el glifosato detiene el desarrollo embrionario en humanosDe California a Córdoba).

Como también el peligro que implica que toallitas higiénicas, protectores diarios femeninos, tampones, protectores mamarios de lactancia y pañales descartables contengan residuos de glifosato en las fibras de algodón, hasta los conservantes químicos que tienen todos y cada uno de los productos industrializados que compramos en el almacén o supermercado. Todos, absolutamente todos, contienen intervención química y se envuelven en plástico, derivado del petróleo.

Hoy muchísimas mujeres consideran el uso de toallitas y protectores diarios reutilizables. Pasate a tela, amiga, dicen. La copita menstrual tiene su auge y también se fomentan ejercicios de Kegel para contener el sangrado sin necesidad de productos externos. Cuidan su cuerpo y la tierra. Una toallita higiénica tarda más de 100 años en biodegradarse. Sin ingresar en ese mundo de lo simbólico e ideológico que es para la mujer (y también para el varón), que deba usar productos de esta índole, con perfume artificial por ejemplo sugiriendo que la vagina y su flujo huelen mal y deben ser disimulados, entre tantas otras cosas. Si nos detenemos en el peligro que implica para la salud física de mujeres y bebés el uso diario de productos contaminados con residuos de veneno sin dudas, alarmados, dejaríamos de usarlos y fomentarlos. 

Cabe traer este sketch de Malena Pichot y Charo Lopez:

Inquietudes

¿Acaso no es alarmante que una empresa pueda modificar genéticamente una semilla? ¿O no nos alarma que, por poner un ejemplo, la ciudad de Buenos Aires tale arboles con más de 50 ó 60 años de edad y los reemplace por carteles publicitarios? ¿O que en nuestras veredas no puedan plantarse árboles frutales? ¿O que el Estado nacional no exija la existencia de kioscos saludables en escuelas? (¿Los chicos deben seguir yendo a la escuela para poder comer al menos una porción de comida que no es saludable?)

¿Podemos dimensionar cuántas toallitas femeninas, tampones, protectores diarios, pañales descartables envenenados con Glifosato o dioxinas se consumen a diario en Argentina? ¿Y somos capaces de percibir el grado de toxicidad ecológica que esos productos tienen para con el planeta? ¿Podemos mensurar cuánta basura genera cada persona diariamente?

Solamente en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se generan veintiún mil toneladas de basura por día. Lo paso a números para poder verlo mejor: 21.000 toneladas de basura diaria. Doble intoxicación: del cuerpo y de la tierra.

“Pasaron cosas”, que no sigan pasando

Es tarea del Estado velar por la salud pública de su pueblo y garantizar un suelo donde producir alimentos sin venenos. Como bien lo indica la misma Constitución Nacional. Si a la contaminación de la tierra que nos alimenta, le sumamos el nivel de envenenamiento del agua producto de industrias que la utilizan para volcar allí sus desechos químicos, como es el caso de la megaminería que la utiliza para la extracción de oro, plata y otros minerales, en una mezcla con cianuro. Sabemos, porque es de público conocimiento, que San Juan tiene cinco ríos contaminados con cianuro. El cianuro mata y la megaminería se apropia de recursos naturales, no de unos litros ni toneladas sino, cambia cursos de ríos, fabrica represas de contención para usufructo propio, de un bien natural que es un derecho humano inalienable: el agua.

No olvidemos que hoy el Rio Uruguay presenta índices de contaminación producto de los desechos de las pasteras que se instalaron en la región hace algunos años atrás. O también la contaminación del aire, como bien mencionamos en otra nota para AGENCIA PACO URONDO.

Podemos elaborar varios ejes de análisis, que se mezclan entre sí, a veces se contraponen, a veces parecieran no tener punto en común. Hablamos de manipulación de la información pública y personal, mediante el uso de la tecnología que hoy tenemos disponible: internet. O por intereses subjetivos de los especialistas en relación a la industria. Hablamos de corporaciones internacionales que se apropian de recursos no renovables e indispensables para la vida, la nuestra. La de nuestros pueblos en estos territorios. Hablamos de la comida que consumimos todos los días, procesada química e industrialmente. Como si todos tuviéramos que alimentarnos con una serie de productos que otros eligieron para nosotros. Uniformes alimenticios producidos en serie, y a gran escala: como los autos… igualitos y con las mismas características. ¿Es posible que nosotros ejerzamos el derecho de elegir entre veinte productos, galletitas por ejemplo, que son producidas por dos empresas? ¿Elegimos o nos eligen? Hablamos de productos femeninos contaminados con un veneno que produce cáncer, quistes, miomas, malformaciones, etc.

La Resistencia

No es fácil, pero son muchos los que comienzan a tomar consciencia real sobre el impacto que genera seguir envenenado el planeta o perder soberanía sobre las semillas, por ejemplo, en manos de megacorporaciones que las venden luego modificadas genéticamente para que funcionen únicamente con sus herbicidas y compuestos vitamínicos.

Si el Estado no vela por nuestra salud, nos toca a nosotros la tarea de tomar conciencia de este desastre ambiental y de salud que generamos en modo continuo y en el alza. Nos toca a nosotros dimensionar lo que consumimos. La política es una forma de intervenir la realidad y modificarla por el bien común de la sociedad. Entonces es político cuidar nuestra salud, nuestro cuerpo y nuestros recursos naturales. Cuando el estado no llega a dimensionar una necesidad social, es la sociedad quien debe imponerle su necesidad al poder. El más claro ejemplo lo despliega el feminismo con su trabajo para hacer ley la necesidad del aborto legal, seguro y gratuito.

La industria de la malaleche

Alimentarnos saludablemente pareciera que es un delito. Soledad Barruti, es periodista y autora de dos libros: Malcomidos y MalaLeche. Por medio de Instagram, realiza un trabajo diario, que es básicamente agarrar un producto de góndola o heladera y analizarlo.

El análisis es tan simple como leer la etiqueta del envase plástico. Revisando sus posteos en Instagram, me detuve sólo en dos que son significativos. El primero, los alimentos para bebés, sin control del Estado, se basan en azúcares. La Organización Mundial de la Salud, recomienda evitar la ingesta de azúcares hasta por lo menos los primeros dos años de vida. Pues en nuestro país eso no sucede. Todos los productos destinados a la alimentación de un bebé, tienen al azúcar como primer, segundo o tercer ingrediente enunciado así, o escondido en nombres como “sacarosa” “jugo” “puré de fruta concentrado” “maltodextrina”.

El segundo posteo que observe fue el de productos a base de… algo. Queso rallado que no es queso rallado, sino alimento a base de queso rallado. O el queso crema tan famoso de tapita roja que publicitaba el exintendente de Cambiemos en Quilmes Martiniano Molina, es un alimento lácteo a base de queso crema. Soledad Barruti hizo público hace unas semanas atrás una carta documento enviada por Mónica Katz quien elaboró la idea de la porción justa para Arcor, por ejemplo.  Recordemos que Mónica Katz es la presidenta de la Asociación Argentina de Nutrición, entre otros títulos y cargos importantes. Es bien sabido que la industria (todas las industrias), es también quien crea las condiciones y los recursos para que las asociaciones sirvan como eje y aval en alimentación, farmacéutica, armas, minería, etc.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

¿HELADITO? El cocktail que ofrecen todos es el mismo: agua y azúcar o jarabe de maíz de alta fructosa y jarabe de glucosa, más aceites y colorantes, emulsionantes, conservantes y perfume con regulador de la acidez. Una especie de gaseosa sin gas congelada y envuelta en ideas de frutas que no, no tienen, o en “cremas” logradas con leche en polvo, grasa, suero de queso, más azúcar, más aceites y texturizantes y etcéteras comunicados con siglas y números tipo droga sintética que logran taponarnos los sentidos. Alcanza con eso para no comerlos. Posta. Nunca. ¿Para qué? Es amor: por ustedes y por las personitas a las que aman: no se los compren. Solución: frutas en el freezer y una licuadora. Cortemos el impulso consumista que alimenta este negocio de vendernos cualquier cosa y de hacer con nosotros y el planeta lo que se les canta. Porque estas empresas lo hacen. Nestlé y Arcor, las dueñas de este universo helados de kiosco, sin dudas. Estas dos marcas son líderes de ultraprocesados como los de las fotos que provocan la diabetes tipo 2 o la hipertensión que ya padecen ninxs de 8 años. Además tienen detrás una cantidad de tambos industriales y monocultivos tóxicos de los que sacan los pocos ingrediente que usan. Finalmente lideran un lobby que obtura políticas públicas necesarias como rotulado frontal, límite a las publicidades, kioscos saludables. Nestlé le hizo un juicio a Chile luego de su ley alimentaria y movió influencias en México para dinamitar sus intentos de ley. Arcor por acá ni se preocupa en disimular. Somos el único país que tiene el rotulado “la porción justa”: un sello verde que se posa sobre el mismo jarabe de maíz, aceite y aditivos. Chatarra que promocionan como “la cuotita de placer diario” que deberás comer para estar dentro de los límites de normalidad de la cultura zombi. Una propuesta bendecida por la presidenta de la Sociedad Argentina de Nutrición y sostenida en el Congreso en presentaciones tan bizarras como los comestibles que defienden. Tan brutas como este sistema brutal que sería re re gracioso si no fuera que nos está matando.

Una publicación compartida de Soledad Barruti (@solesbarruti) el

La sociedad empoderándose

Por otro lado, resalto el trabajo de Carlos Briganti o “El loco de la azotea”. No es el único, en absoluto. Son muchísimos que como él, toman consciencia real de lo que significa alimentarnos saludablemente.

El loco de la azotea es un tipo sabio. Sabe cosas. Sabe cómo compostar tierra. Sabe cómo y dónde adquirir minerales para que la tierra esté saludable y crezca en ella lo que plante. Sabe. Tiene saberes que lo alimentan sin agrotóxicos ni venenos y valiéndose de lo que tiene y consigue en la calle. Reciclando o reutilizando. En su terraza crecen huertas. Enseña a hacerlas. Se alimenta de lo que producen las plantas en una terraza. Te dice donde conseguir semillas sin modificación genética. Te dice cómo empezar, por dónde hacerlo. Sociabiliza información que es fundamental para vivir saludablemente.

La imagen puede contener: cielo y exterior

Vayamos al médico a ver que nos dice…

En esta sentido, desde Chos Malal, Neuquén, el Dr Esteban Larronde, médico especialista en cardiología, aporta una mirada distinta a la establecida en lo que respecta a obesidad e industria. En una charla breve pero enriquecedora nos dijo, por ejemplo, que: “Los seres humanos es poco probable que tomemos decisiones basados en la razón. Las decisiones surgen de centros primitivos cerebrales que se basan más en deseos que en razones. Esto nos condiciona al momento de ser libres de elegir. Con la comida pasa esto mismo. La comida ultra procesada o comida de diseño, esta creada para que te guste mucho y no pares de comer. Los nutricionistas o profesionales en general, culpamos a las calorías (que no existen), en vez de poner el foco en la comida ultraprocesada”.

Y agrega: “otro punto a tener en cuenta es la recomendación de las 4 comidas diarias más dos colaciones. No existe evidencia científica en el mundo que justifique este parámetro alimentario. Esto favorece sin dudas a la industria alimentaria en términos económicos y a nosotros nos resta salud”.

Siguiendo esta línea, Esteban Larronde, nos amplía su punto de vista: “se considera que la obesidad es una enfermedad. Y esto tiene dos aristas, por un lado es una creencia suponer que la obesidad es una enfermedad, y por otro lado, existe una fuerte presión para que ingrese en los vademécum de las obras sociales la obesidad como enfermedad, para generar tratamientos o dietas o bien medicación para contrarrestarla. Y es importante resaltar que no existe en el mundo ningún tratamiento exitoso contra la obesidad. No existe. Por eso el 70% de los argentinos tienen sobrepeso y obesidad”.

Cambio de óptica

Hablar de alimentación no implica enumerar cosas que son saludables o no, sino que termina siendo casi un tema casi filosófico. El Dr. Esteban Larronde lo explica del siguiente modo: “El sobrepeso y la obesidad, no son una enfermedad sino una adaptación a un medio. Lo que está enfermo no es el individuo sino la sociedad y sus hábitos. No podemos aislar a un individuo de su entorno, pero médicos y nutricionistas queremos aislarlo y tratarlo a él de forma individual. Esto genera el efecto yo-yo: bajan de peso y vuelven a subir”.

Lo enfermo en este sentido es el sistema alimenticio que te lleva a engordar. Una respuesta posible a este problema nos dice Esteban Larronde, es: “existe una alteración o disrupción del hambre. Y esto lo causan, en primer lugar, los alimentos ultra procesados. En segundo lugar, aparece lo que se llama disrupción circadiana. La disrupción circadiana se produce por el uso de aparatos celulares y computadoras, que someten a los ojos a un estimulo de luz azul, en un horario que no corresponde. Esto repercute hormonalmente. Y mucho más lejos aparecen el sedentarismo, el stress, la contaminación ambiental, etc.”.

Volver a la comida real

Volver hacia atrás estos hábitos es complejo. Una forma de hacerlo es volviendo a comer comida real. Para graficar esto, puedo decir que, si tu tátara abuela pudiera ir de compras a un supermercado, lo que ella reconozca como alimento comestible, eso es comida. La comida de verdad no tiene información nutricional, no la necesita. Esteban Larronde amplía el panorama:: “Otro factor a regular es la publicidad. La publicidad está diseñada para pegarte en una zona específica del cerebro para estimular tus ganas de comprar. A su vez, la comida ultraprocesada aumentó los casos de morbilidad, mortalidad, enfermedad cardiovascular, diabetes tipo 2, obesidad, hasta trastornos de la conducta alimentaria”.

El futuro llegó hace rato

No me extrañaría, se arriesga Esteban, que próximamente inventen una pastilla que nos permita comer sin engordar, para tenernos comiendo veinticuatro horas como pollos de criadero. Lo que le daría mucho sentido a esta idea de  transformarnos en Matrix. La siguiente información publicada en La nación es del día miércoles 29 de enero de 2020.

Carlos Monteiro, investigador brasileño y profesor de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de São Paulo (USP), mas el Núcleo de Investigaciones Epidemiológicas en Nutrición y Salud en Brasil, elaboraron una nueva forma de clasificar los alimentos.

Grupo 1: La materia prima. Carnes, verduras, leches, huevo, pescado.

Grupo 2: Especias o ingredientes culinarios, no son para ser consumidos solos y se emplean junto con alimentos del grupo 1.

Grupo 3: Alimentos procesados, como vegetales envasados, pescado enlatado, frutas en almíbar, quesos y panes recién hechos se preparan agregando sal, aceite, azúcar u otras sustancias del grupo 2 a alimentos del grupo 1. Cuando preparamos la cena en casa estamos procesando alimentos del grupo 1 y del grupo 2.

Grupo 4: Alimentos ultraprocesados, como las bebidas no alcohólicas, los “snacks”, dulces o salados, los productos de carne reconstituida y los congelados pre-cocidos, son preparaciones hechas de sustancias derivadas de alimentos y aditivos, con poco o ningún alimento intacto del grupo 1 (materia prima).

Recientemente, el Instituto Nacional del Cáncer de Brasil afirmó tener evidencia sólida de correlación entre la obesidad y 13 tipos de cáncer debido al  aumento exponencial del consumo de productos ultraprocesados. Esta nueva clasificación, impulsada en 2010, tiene sus detractores nacionales e internacionales.

En Octubre de 2017, en el Congreso Internacional de Nutrición de Buenos Aires, Susana Socolovsky, presidenta de la Asociación Argentina de Tecnólogos Alimenticios, expuso que la clasificación NOVA era irresponsable. Llamativamente la Asociación Argentina de Tecnólogos Alimenticios tiene a Coca-Cola y Danone como sus principales patrocinadoras.

Esto nos abre un interrogante sobre la ética de los profesionales. En Argentina no es obligatorio que los profesionales declaren sus conflictos de intereses. Ni tampoco es clara la forma establecida del sistema de retornos de la industria hacia los profesionales de la salud. Tema que abordaremos en un próximo articulo.

No es fácil romper con esta lógica que aprendimos rápidamente: querer un queso untable y que el esfuerzo sólo sea ir a comprarlo. Sin dudas eso nos simplifica esta vida acelerada e histérica. El costo de eso lo paga nuestro cuerpo: obesidad, diabetes, reuma, y otras tantas enfermedades que hoy son una epidemia y que su origen, dicen, es la alimentación moderna. Cuerpos enfermos, rédito corporativo o cultura capitalista hegemónica de alimentación. Soberanía alimentaria o muerte.