Novela “La juventud”, de Agustín Romero: un viaje afectivo, erótico y riesgoso

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Novela “La juventud”, de Agustín Romero: un viaje afectivo, erótico y riesgoso

05 Diciembre 2021

Por Sofía Guggiari |​ Foto: Swann El Mokkeddem

Se presentó La juventud, de la editorial Milena Caserola, la segunda novela del escritor Agustín Romero. Se lanza a las librerías en diciembre y podrá comprarse en la web de la editorial 

La juventud es un viaje afectivo, erótico, riesgoso, incesante. Un modo de duelar y de anunciar despedida. Un atrevimiento a la monstruosidad de lo inesperado, sobre lo ininteligible de la vida. O en palabras del autor, sobre “la urgencia, la persecución insaciable, de algo que no se sabe bien que es”.

AGENCIA PACO URONDO: ¿Por qué La juventud?

Agustín Romero: Una vez le pregunté a mi tía qué le gustaba de envejecer y ella me respondió, “haber perdido la urgencia de la juventud”. A mí me encantó esa respuesta, me pareció que en esa palabra se condensaba una posición, un modo de existir que podía ver en mí a esa edad, yo tenía, creo, 27 o 28 años, que es la edad de los personajes en la novela. La urgencia, el ansia, la persecución insaciable de algo que no sabe bien qué es. Todos esos afectos atraviesan a los personajes, que están siempre al borde, casi a punto de caer. Por otro lado, aunque esto no se ve en la novela, porque le tuve que recortar como cincuenta páginas, lo pensé también en relación a la juventud de ese padre que está por morir. Para él, morir es una necesidad, no sabe cómo vivir, no puede, y esa imposibilidad está ligada directamente a la época de su juventud en los setenta. La destrucción de toda utopía, de todo proyecto social desemboca en la melancolía, y su hijo Esteban también es producto de eso, porque a él le toca vivir los efectos que la “historia” provocó en su papá y, en consecuencia, en él mismo.

APU: Hay algo de lo que traés de “la urgencia, el ansia, la persecución insaciable”, que lo relaciono a los modos en que aparece la sexualidad y el erotismo en la novela, ¿lo pensaste así?

A.R.: Yo lo pienso más como que se puede sustituir un objeto por otro. Puede ser el sexo, la droga, vincularse con otro. Creo también, hay algo en relación a cómo está vivida la sexualidad en la homosexualidad entre varones. Porque antes de esta sensación de normalización actual, había algo de cierta clandestinidad, de cierta cosa más peligrosa que ahora no está tanto. Por un lado se normaliza, se autoriza, y está bien; y por el otro se pierde ese lugar al que nos obligó la historia a estar, que es el de la clandestinidad. Como varón puto, siento algo de esto.

APU: ¿Como si hubiese una potencia de enunciarse desde la clandestinidad?

A.R.: Sí, como si fuese una fuerza particular, había una potencia ahí también.

APU: ¿Qué relación hay entre la novela y el peligro?

A.R.: En relación a los temas, a las situaciones que construí, hay una relación directa. No solo con el peligro, sino con distintos tipos de violencia. Por ejemplo, el personaje del Nene, que es el trabajador sexual, surge a partir de Enzo Aguirre, el trabajador sexual de 23 años asesinado en noviembre del 2020. O violencias menos explícitas como la relación del Tigre con el Ruso. O la violencia de clase del padre de Bayo.

Se podría pensar, creo, el vínculo entre la escritura y el peligro, por lo que me pasó a mí escribiendo esta novela en particular. Por un lado, porque era una necesidad la de trabajar con un archivo familiar, necesitaba hablar sobre mi papá, y no fue fácil por momentos.

APU: ¿Hablar de eso, de tu archivo familiar y de tu papá, fue ponerte en peligro?

A.R.: Y...era como meter el dedo en un agujero y que se agrande cada vez más. Es como esa frase de Nietzsche que dice que si te quedás mucho tiempo mirando el abismo, el abismo termina mirándote a vos. Algo de eso. Y después también porque me obsesioné tanto, me puse a trabajar con tanta minuciosidad que me empezó a pasar algo muy raro con el lenguaje, como que las palabras ya no producían significación (no exagero, te juro), y era desesperante, porque era encontrarme todo el tiempo con que no había nada detrás de las palabras, y si no hay nada, si el lenguaje es pura imagen y nada de sentido, ¿cómo me paro, cómo existo? Ahí sí fue difícil, fue una etapa de muchos ataques de pánico, mucha angustia. Igual no creo que haya sido por la escritura, pero sí la escritura profundizaba eso, así que por mucho tiempo tuve que dejar de escribir, incluso de leer.

APU: ¿Y qué relación hay entre tu intimidad y la ficción que producís?

A.R.: Trabajo con algunas cosas de mi experiencia, sí, que es lo que me empuja a escribir, pero no solo con eso. Además lo que hago es hacer desplazamientos. Se me viene mucho la palabra traducción, que viene de “hacer pasar a la otra orilla”. ¿Cómo traduzco esto, que es más íntimo, a otro lenguaje, otra lengua? Como si escribir fuera también una operación de traducción, traducir a un lenguaje comprensible aquello que no podemos comprender. A veces lo biográfico tiene que ver con lo emocional y no con los hechos, con algunos climas, atmósferas. A veces es llevar al paroxismo algo muy pequeño. O algo que está latente entre dos personas en lo real, y que es casi imperceptible para cualquiera, lo hago pasar al acto en la ficción. También hay muchas versiones de voces femeninas que circulaban en mi familia y en la novela las condenso en algunos personajes.

Liliana Heker dice en un libro que una cosa es servirse de la realidad y otra es ser esclavo de ella. Para mi esa frase es clave.

APU: ¿Qué significa para vos esta novela?

Es una despedida, es una despedida a mi papá.