Cuando el Pepe Rosa fue Martín Pincén

Cuando el Pepe Rosa fue Martín Pincén

28 Agosto 2016

Por Pablo Adrián Vázquez*

En el marco de la reorientación que tuvo el periódico La Prensa al pasar en 1951 a manos de la Confederación General del Trabajo, durante el primer peronismo, fue lógico espera un cambio en sus parámetros liberales de patriciado.

Desde la sección segunda de La Prensa se vino desarrollando la difusión de las cuestiones culturales, siendo el nuevo encargado de conducirla César Tiempo.

El citado escritor, adherente en su época al grupo Boedo y el martinfierrismo, intentó dotar a la sección de amplitud de criterios y estilos, pero imprimiendo un fuerte contenido costumbrista y de criollismo, junto a temática más universal.

La historiografía tuvo un espacio más reducido que las cuestiones poéticas, literarias, de ciencias naturales, moda, cine, o noticias sobre la labor gubernamental, pero se visibilizó corrientes historiográficas, tanto la liberal como la revisionista, hasta insinuarse la de Nueva Escuela Histórica de Levene y Ravigniani.

Para los primeros años (1951 – 1952) se vislumbró la historia a través de notas y artículos específicos, y sirviendo de marco para relatos y poemas sobre la época colonial y el mundo rural.

Con el tiempo la historia fue cediendo espacio y refugiándose en los Comentarios de Libros, en las columnas de Nacionalidad y Estirpe sobre historia de provincias y ciudades argentina, en las Estampa del Pasado, remembrado algún prócer o figura destacado de antaño, y en notas sin firma sobre aniversarios de alguna fundación de provincia o ciudad argentina.

Fueron pocos los textos de un planteo historiográfico que no roce la línea del ensayo político, el relato costumbrista y la semblanza apologética. Entre aquellos artículos y autores con base académica y sentido de investigación historiográfico – sean de la escuela liberal o revisionistas – se destacaron en la línea liberal, por ejemplo, Arturo Capdevilla y Carlos G. Romero Sosa, mientras que en el revisionismo José María Rosa, - con el seudónimo Martín Pincel -, Jorge Abelardo Ramos – Pablo Carvallo fue su alias-, José Luis Muñoz Azpiri y Fermín Chávez son referencias obligadas.

Fue paradigmático que Rosa tuviese que escribir con seudónimo en dicha publicación, ya que según lo que refirió en la obra de Pablo Hernández, afirmó:

“Tenía un nombre demasiado nacionalista para que conviniera. Ni me lo pidieron, ni me hubieran publicado nada. Pero ahora recuerdo: cuando se entregó La Prensa a la CGT, Bonato me pidió colaborara en la sección literaria que dirigía César Tiempo. Como mi nombre tenía resonancia nacionalista, firmé con mi seudónimo Martín Pincen”.

Sus aportes fueron pocos pero variados, aunque circunscriptos en el período 1951 – 1952. Así se sucedieron: Dorrego contra la oligarquía, del 16 de diciembre de 1951; Identificación de Juan sin ropa, del 20 de enero; Pincén, el indómito, del 6 de julio; Los constituyentes en Santa Fe, del 27 de julio; y La defensa de la nacionalidad en "La razón de mi vida", del 3 de agosto, estos cuatro de 1952.

Como muestra de su trabajo sobre el gobernador bonaerense Manuel Dorrego consignó:

“Pocas cosas más ilustrativas, para conocer la posición de los unitarios y federales, que el debate del 25 de septiembre de 1826 al tratarse en el congreso el inciso 6º del artículo 6º del proyecto de constitución preparado por la mayoría.

Por esta disposición se quitaba el derecho de voto al “doméstico a sueldo, jornalero, soldado, procesado en causa criminal en que pueda resultar pena aflictiva o infamante”. Disimulado en un inciso, y comprendido entre los vagabundos y procesados, se eliminaba a los asalariados todos de la república. El país legal que en adelante haría las elecciones se compondría exclusivamente de los comerciantes y propietarios nativos o extranjeros; ya que el proyecto constitucional, tan restrictivo para el voto de los criollos humildes era ampliamente generoso en el voto de los extranjeros ricos. (…) Pidió la palabra Manuel Dorrego (…) y con el índice acusador dirigido a la mayoría (afirmó): Si se excluye a los jornaleros, domésticos, asalariados; quienes quedarían? Quedarían un corto número de comerciantes y capitalistas. He aquí la aristocracia del dinero, y si esto es así podría ponerse en giro la suerte del país y mercarse… entonces sí que sería fácil influir en las elecciones porque no es fácil influir en la generalidad de la masa, pero si lo es en una corta porción de capitalistas. Y en ese caso… hablemos claro: el que formará las elecciones será el Banco”.

Sea por su actividad como docente en la universidad o su labor militante como presidente del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, tal como se lee en la biografía elaborada por Enrique Manson, su participación en La Prensa se redujo a esos cinco artículos.

Paradójicamente a lo que se cree durante esos años, la presencia del revisionismo en medios nacionales fue acotada a aquellos afines al justicialismo. Diana Quattrocchi – Woisson afirmó que: “Los avances revisionistas, desde el punto de vista institucional, son éxitos a medias. Esto se hace evidente en lo que respecta a la educación, a la Universidad y al mundo académico en general. Su éxito más tangible se sitúa en el plano de la divulgación, sobre todo en la medida en que se benefician cada vez más del control de la prensa instaurado por el peronismo. Plumas revisionistas colaboran ampliamente en la prensa peronista, en los diarios Tribuna, El Líder, Democracia, y en la revista Hechos e Ideas, así como en la experiencia de “nacionalización” del matutino La Prensa, expropiado en 1951”.

Tomando ese planteo, la representación de las corrientes historiográficas en el suplemento cultural de La Prensa reflejó la corriente liberal y al revisionismo de forma dosificada.

Fue más que sintomático que Ramos y Rosa, dos de los exponentes más renombrados del revisionismo de cuño popular tuviesen que escribir con seudónimos. Más que seguro por las tensiones con algunos funcionarios peronistas. Para Abelardo el culpable tuvo nombre y apellido: el diputado Viscas, que mandó secuestrar una de sus obras por un supuesto “ataque” a la memoria del general San Martín, amén que en esos años – donde tuvo una prolífica contribución con decena de notas en La Prensa -, residía en Europa.

En el caso del Pepe, “… el que después fue vicepresidente, Tessaire, que era liberal y antirosista, prohibió a los afiliados peronistas inscribirse en institutos rosistas. Por supuesto que los mejores no lo cumplieron. También nos perseguía el ministro del Interior, Borlenghi, que también era liberal”.

Analizando la época del primer peronismo y las tensiones historiográficas, seguramente fue el mejor resultado posible la presencia de artículos y autores de ambas corrientes a fin de conciliar posiciones, aunque puede decirse que primó la presencia de aquellos interesados en divulgar la historia de caudillos y su reflejo en las tradiciones, costumbres y folclore provinciales. Quizás la cuestión criollista y las referencias a los caudillos tuvieron más que ver – infiero – como una forma de llegar a los sectores de las provincias en el rescate de sus tradiciones y creencias, donde se podía referenciar la cuestión federal.

Tarea difícil es analizar cuales las reacciones del público receptor ante las interpelaciones de la segunda sección de La Prensa con relación a los artículos sobre Historia. En principio se planteó desde una perspectiva heterogénea, a fin de intentar captar un público masivo de los sectores medios y obrero, de proyección nacional, con cierto conocimiento y contacto con la cultural.

Habiendo sido un medio periodístico emblema de la oligarquía, me hace inferir que debe haber contado, del lado liberal, con pocos entusiastas dispuestos a interesarse por el suplemento cultural, más allá de su intento de equilibrio.

Las esperanzas del sector revisionista, el cual - por el tenor y cantidad de los artículos – fueron cubiertas a medias.

El Pepe despertó, y despierta, amores y odios sin par, por lo que es tiempo de develar otros aspectos de su obra, a la vez que su producción de sentido debe ser difundida y estudiada en profundidad, alejándose del prejuicio y el sectarismo.

*Politólogo; Docente de la UCES; Miembro Académico de Número de los Institutos Nacionales Eva Perón, Rosas y el disuelto Manuel Dorrego