Carlos Gamerro: “Es gravísima la devastación que está produciendo Milei sobre la cultura y la investigación científica”
Carlos Gamerro nació en Buenos Aires en 1962. Es Licenciado en Letras por la Universidad de Buenos Aires, donde se desempeñó como docente hasta 2002.
Su obra de ficción publicada incluye las novelas Las Islas (1998), El sueño del señor juez (2000), El secreto y las voces (2002), La aventura de los bustos de Eva (2004), Un yuppie en la columna del Che Guevara (2011), Cardenio (2016), La jaula de los onas (2021) y los cuentos de El libro de los afectos raros (2005). Sus ensayos incluyen El nacimiento de la literatura argentina y otros ensayos (2006), Ulises. Claves de lectura (2008), Ficciones barrocas: una lectura de Borges, Bioy Casares, Silvina Ocampo, Cortázar, Onetti y Felisberto Hernández (2010), Facundo o Martín Fierro (Premio de la crítica a la mejor obra literaria de 2015, otorgado por la Fundación El Libro) Borges y los clásicos (2016), Shakespeare en Malvinas (2018) y Siete ensayos sobre la peste (2022).
AGENCIA PACO URONDO: ¿Podríamos decir que triunfó el paradigma de Martín Fierro en nuestra cultura por sobre el de Facundo, tal como planteaba Jorge Luis Borges?
Carlos Gamerro: Borges va a plantear esta disyuntiva a principios de los años 70 cuando su peor pesadilla estaba volviéndose realidad con el regreso del peronismo al poder. En su ensayo de la década del 50 “Nuestro pobre individualismo” veía en el Martín Fierro al individualismo argentino en oposición al Estado totalitario o dictatorial, que él ejemplifica con el nazismo y el comunismo pero aludiendo sin nombrarlo al peronismo. En ese momento consideraba al Martín Fierro, sobre todo en su primera parte (El gaucho Martín Fierro) como anarquista en cuanto a su resistencia al Estado y a su injerencia en la vida de las personas (tengamos en cuenta que la obra de Hernández critica al Estado y sus instituciones, no a los terratenientes, los patrones). Por eso podemos decir que Borges en sus escritos de juventud reivindicó al Martín Fierro, hasta la irrupción del peronismo.
El Martín Fierro en literatura es como San Martín en la historia: todos lo quieren de su lado. Puede ser utilizado, apropiado por los sectores políticos y las ideologías más dispares. En cambio el caso de Sarmiento es más unívoco, nunca se lo utilizó para enaltecer al peronismo, por ejemplo. Uno de los motivos es que tenemos por un lado un Martín Fierro conservador, cooptado por la oligarquía, como el que construye Leopoldo Lugones en las conferencias de El payador, un Martín Fierro anarquista (en la revista Martín Fierro de Alberto Ghiraldo) y dando un gran salto temporal nos encontramos con la adaptación de Fernando ‘Pino’ Solanas en su película Los hijos de Fierro, vinculado al peronismo revolucionario (simplificando: Fierro como Perón y los hijos como los Montoneros).
Borges a partir del 55 mantuvo polémicas con autores que no eran peronistas pero que habían adoptado posturas críticas hacia las prácticas represivas de proscripción del peronismo, como Ernesto Sábato y Ezequiel Martínez Estrada que escribe tal vez uno de los mejores libros sobre la obra de José Hernández, Muerte y transfiguración de Martín Fierro.
Martín Fierro no es un texto que meramente se opone a Facundo de Sarmiento como un texto popular a otro liberal-oligárquico, sino que es un texto dividido contra sí mismo. La segunda parte de Martín Fierro (La Vuelta) desanda la primera, a tono con los cambios políticos y sociales producidos en el país: la liquidación de las montoneras, el fin de las guerras civiles, la unificación de la clase dirigente y el genocidio de los pueblos indígenas y la incorporación de sus territorios a la economía agrícola ganadera.
En relación al problema del indio, entre Sarmiento y Hernández no había grandes desacuerdos. Lo que los dividía era su mirada sobre el gaucho. Sarmiento no veía un lugar para ellos en el país futuro, en cambio Hernández creía en la posibilidad y en la necesidad de incorporar al campesino criollo a la vida económica del país.
APU: ¿El liberalismo mantiene una hegemonía en la literatura argentina como productor de sentido?
C.G.: Si vamos a hablar de literatura, el liberalismo no mantiene su hegemonía más allá de la década del 20. La publicación de El juguete rabioso de Roberto Arlt significa un cambio profundo. Borges tampoco era liberal-conservador en la década del 20, era simpatizante radical, irigoyenista militante. Posteriormente tendrá una mirada antidemocrática desde 1955 hasta 1983, no por convicciones antidemocráticas per se, sino por su oposición al peronismo.
"¿Ricardo Piglia o Beatriz Sarlo? No me parece que sean dicotómicos, no creo que haya que optar entre ellos. Pensaban bastante parecido".
APU: ¿Qué lugar ocupa Cortázar en esa polarización histórica entre literatura nacional o liberal?
C.G.: Podemos decir que Julio Cortázar está entre esos dos polos. En su primera etapa, cuando todavía reside en Argentina, es notoriamente contrario al peronismo, afín a la revista Sur que era declaradamente antiperonista. Sin embargo por origen social y familiar no pertenece al grupo de escritores nucleados allí.
Cortázar tiene muchas vacilaciones, se confiesa antiperonista pero se siente incómodo en esa ubicación. En mi libro Facundo o Martín Fierro propongo una diferencia entre gorilismo y antiperonismo. Borges es un claro ejemplo de gorilismo, plantea que el peronismo es malo para el país y no debería existir. De hecho decía que no existió: fue un simulacro, una simulación.
Cortázar en cambio admite que el peronismo existe y se plantea en alguno de su cuentos como “La banda” que puede ser que el peronismo sea la realidad y que lo ilusorio sea la Argentina liberal, urbana, blanca, con modelos culturales europeos.
Con el peronismo irrumpe el trabajador de origen criollo, de piel oscura, rasgos aindiados: inmigrantes internos. Cortázar siente un rechazo físico casi visceral por ellos, y a la vez una intensa fascinación que puede derivar hacia la admiración y el respeto, como evidencia su cuento “El otro cielo”. En las décadas de los 60 y 70 va a adherir a la revolución cubana y a través de ella, indirectamente, a la izquierda revolucionaria peronista. Por eso no podemos ubicar a Julio Cortázar en una u otra de estas dicotomías que atraviesan nuestra historia, pensamiento y literatura.
APU: ¿Ricardo Piglia o Beatriz Sarlo, a la hora de optar por un gran crítico literario?
C.G.:¿Ricardo Piglia o Beatriz Sarlo? No me parece que sean dicotómicos, no creo que haya que optar entre ellos. Pensaban bastante parecido. Sarlo, en su última etapa más periodística y en su libro La audacia y el cálculo, quedó asociada al antikirchnerismo y a posturas afines a los medios anti-K como La Nación y Clarín. Fue una escritora y crítica literaria que venía de la izquierda, con un gran poder de análisis y eso nunca desapareció. Ricardo Piglia se mantuvo en una línea similar sin dar este giro antikirchnerista, se mantuvo “kirchnerista-friendly” podemos decir. Sin embargo son matices, no creo que sea productivo, intelectual ni políticamente, plantear una antinomia entre ambos o postular la elección entre uno y otro. De hecho, no creo que los dos lados de la tan mentada ‘grieta’ constituyan una verdadera dicotomía.
APU: ¿Cómo afecta la gestión del actual gobierno de Javier Milei a la cultura popular?
C.G.: No sé si puedo responder sobre el efecto del gobierno libertario sobre la cultura popular porque no sé bien cómo definir, hoy en día, a la cultura popular. Quizás haya desaparecido fagocitada por la cultura de masas, que hoy circula sobre todo en las redes. Y ciertamente la literatura no es cultura popular. Sin embargo debo admitir que tanto el gobierno como sus adherentes en los medios de comunicación y en las redes sociales actúan como enemigos declarados de la producción artística en su conjunto, de la educación pública, de la investigación científica. Se imaginan estar librando una ‘batalla cultural’ ya no contra un grupo político o ideológico en particular (el peronismo, la izquierda) sino contra la cultura en su conjunto, utilizando expresiones ridículas como “casta cultural”.
Las políticas del gobierno de Milei hacia la cultura van desde desfinanciarla, ningunearla hasta hostigarla. Y los resultados, a un año y medio de gestión, son catastróficos. No tanto en la literatura, porque su proceso de producción es bastante simple en cuanto a recursos materiales, para escribir basta con tener una computadora o incluso lápiz y papel. Sin embargo la compra de libros por el Estado ha sufrido una merma. El teatro en cambio está sufriendo mucho y el cine nacional prácticamente ha desaparecido. La educación y la salud públicas, la investigación científica y tecnológica van por el mismo camino. Es gravísima la devastación que está produciendo este gobierno en el arte y la investigación científica, además, dese ya, en la vida cotidiana, la salud de los argentinos y en el medio ambiente.