Busca en la larga noche el que ha perdido algo

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Busca en la larga noche el que ha perdido algo

22 Marzo 2020

Por Norman Petrich

 

Un botija amigo, gran lector, me dijo una vez que aprendió más del sitio de Montevideo con la novela de María Esther de Miguel, que con la sumatoria de libros de historia que pasaron por sus manos. Es que la literatura puede mostrar otro costado que le agrega rostro, nombre y vértigo a los datos duros. Así que aquí va un equipo completo de fútbol para rastrear por qué es necesario seguir sosteniendo las banderas de memoria, verdad y justicia.

¿Qué significa escribir a los saltos, escondido, necesitando la ayuda de un montón de personas para no ser “chupado”, escribiendo cuatro textos para preservar lo que llama una historia de amor, de humor y de poesía bajo la pavorosa amenaza de la muerte? Eso debe haberse preguntado Humberto Costantini. No sé la respuesta pero sí que el resultado de semejante trabajo es esa alegoría de la represión en la Argentina que se llama De dioses, hombrecitos y policias (Bruguera, 1984, novela) (http://www.agenciapacourondo.com.ar/fractura/dossier-fractura-la-vida-esa-cuestion), donde convergen tres grupos, unos pocos conocidos poetas de una peña literaria, los esbirros parapoliciales y los dioses del Olimpo que disputándose la orientación del pulgar que decidirá la suerte de los primeros. “Cacho” Costantini hace uso del humor, la parodia y el absurdo para denunciar el accionar y el modus operandis de las fuerzas de tareas.

Por el contrario, en Hay unos tipos ahí abajo (1988, novela), la represión es una fuerza que no se ve, que se sospecha y que comienza a asfixiar desde la primera página, donde la novia del protagonista le arroja la frase que da título al libro. Desde ese momento, se sentirá perseguido aun sabiendo que no hizo nada, pero que eso no es razón suficiente para no estar en una lista, marcado. Antonio Dal Masetto logra registrar y sostener una tensión casi paranoica en una realidad que, a todas luces, parece incierta, mientras se lleva a cabo el mundial de 1978.

Luciano Trangoni logra algo muy difícil en Los zapatos de los muertos (CiudadGótica, 2006, novela) que es relatar los duros tiempos de dictadura a través de los personajes que conviven en el arrabal del olvido. Una verdadera joya conceptual de miserias, deseos, integridad y mutilación para personajes que están condenados de antemano, que son capaces de transformar el terrible hecho del fallecimiento de un equino, el único bien material que lo eleva en su status por encima del resto del asentamiento, en un gran bacanal. Porque, como dice Rosendo, uno sabe lo triste que es perder un ser querido pero ahí había carne suficiente para todos y se lo iban a agradecer.

Después de todo, muchos habían matado y por razones más estúpidas que esa.   

Alicia Salinas hace dialogar a La Sumergida (Los lanzallamas, 2003, poesía) con su alter ego que es la Alicia de Carroll y la de Serú Girán pero desapaisada y sin maravilla. La sumergida es una víctima de los vuelos de la muerte y la acusa y la perdona, a veces se siente culpable y en otras recuerda como puede hacerlo quien está “viva de la muerte” “en las ciudades/ de las evas/ de las que no surgen/”, y es obligada a callar “anclada/ en los lodos malos de la patria”. Absurdo del poder, al igual que en la historia de Carroll, no pueden cortarle la cabeza porque no tiene cuerpo y su cuerpo desaparece, después de desvanecerse su cabeza.

No es la única que toma un personaje literario y lo ancla en otro presente. El tucumano Manuel Martínez Novillo usa de muleta al famoso personaje de Melville para escribir 1976 o los sueños de Bartleby (Último Reino, 1992, poesía).

 Allí, quien “preferiría no hacerlo”, pinta un paisaje de nadies donde los corredores de bolsa llevan impermeables grises de la Gestapo, la voz de Dios naufraga en su cerebro, un boeing se hunde en un lago mientras Bartleby  se convierte en una ausencia anticipada o varias metáforas de la muerte.

Alicia Kozameh logra transformar su propia experiencia (estuvo detenida en la Alcaldía de Mujeres de la Jefatura de Policía de Rosario, más conocida como “el sótano”, liberada en el 78 y exiliada en el 80) para que los episodios de que me ocupo sean conocidos, en los hilos imbricados que integran Pasos bajo el agua (Contrapunto, 1987, novela) donde las mujeres son el centro de las historias. Escenas varias de la cárcel, cartas entre exprisioneras (Carta de Aubevilliers obtuvo el premio de la revista Crisis en 1986), componen esta estructura abierta que le permitirá, en 2002  agregarle dos capítulos en una nueva edición.

En La Chica (Casagrande, 2019, novela), Eugenio Previgliano (http://www.agenciapacourondo.com.ar/fractura/abrazos-en-la-geografia-del-infierno) quien también estuvo detenido como Kozameh, realiza una especie de diario que no respeta formas en el cual, el personaje principal del cual no sabemos su nombre, va contando lo que recuerda. Y lo que recuerda parece poco pero dice mucho del espanto. Recuerda ojos vendados, preguntas por nombres de guerra, dolor, la confusión del tiempo, la búsqueda de los sumbersivos y la fuerza del amor.

Distinto es el foco que utiliza Marcelo Britos para hablar de la larga noche aunque comparte el hecho de tener un personaje principal sin nombre aparente. En La Rotelle Kapelle (Aurelia Rivera Libros, 2019, nouvelle) (http://www.agenciapacourondo.com.ar/fractura/la-rote-kapelle-de-marcelo-britos), el relato no parte desde las filas de la militancia ni es un detenido el que enhebra la historia sino que parte desde el seno mismo de esa clase que prefirió no saber o no enterarse de lo que estaba pasando a través de la mirada y el recuerdo de un adolescente que reconstruye los años que lo separan de su niñez para ir juntando los pedacitos de pistas que le permitirán reconstruir su historia, la de todos.

Estos cuentos fueron escritos hace casi treinta años al iniciar mi exilio en España. Los publico sin modificaciones por fidelidad al fragor de una época, la más oscura que le tocó vivir a nuestro país. Por ese entonces aparecieron  los poemas aquí incluidos. Que este pequeño aporte testimonial contribuya a la lucha de todas las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo a quienes dedico este libro, dice el gran poeta Leopoldo Castilla para introducirnos en La canción del ausente (Ciudad Gótica, 2006, cuentos)  http://www.agenciapacourondo.com.ar/fractura/dossier-fractura-la-materia-con-que-esta-hecha-la-ausencia, libro donde se respira un aire enrarecido aunque fantástico, deberíamos hallar una voz, una mirada pero el Teuco nos lleva hasta ese hueco de donde parte el dolor. Uno de los cuentos (“La redada”), ambientado en Tucumán bajo el peso del apellido Bussi, fue llevado al cine por Rolando Pardo.

¿Qué sabes tú de Buenos Aires?, le preguntan a Pepe Carvalho y el famoso detective no duda en contestar: Tango, desaparecidos, Maradona. En Quinteto de Buenos Aires, el español Manuel Vázquez Montalbán se interna en un terreno que no es nada fácil para un extranjero, pisar las huellas y recibir los coletazos de la dictadura del 76. No hay concesiones ni miradas reparadoras, sólo continuidades de las armas y de la derrota en la naciente democracia.

Desde sus Interrupciones, el exilio, la dictadura y la militancia de los desaparecidos (entre ellos su hijo) nutren la obra de Juan Gelman. Pero es en La Junta Luz (Seix Barral. 1982, poesía), ese canto coral dedicado a las Madres de Plaza de Mayo donde la palabra tierna alcanza su punto más alto. Allí se repiten los pedidos, las acusaciones, los latiguillos, el dolor, la lucha de amor. Busca en la larga noche el que ha perdido algo, por eso se pregunta ¿hasta cuándo? Y la respuesta, en tiempos donde el negacionismo ha mostrado nuevamente su rostro, nos impulsa a seguir escribiendo empuñando memoria, verdad y justicia: HASTA ENCONTRARLOS.

 

Encontrá acá algunos libros liberados en formato pdf
https://drive.google.com/drive/folders/1m_6TCY768BnYc80b2N8eWF52l3uVf26g?usp=sharing

La Sumergida (Los lanzallamas, 2003, poesía)