Mitos y realidades del sistema de residencias de la salud

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    Residentes médicos de la provincia de Buenos Aires
    Desafíos de las residencias médicas

Mitos y realidades del sistema de residencias de la salud

21 Septiembre 2022

Quizá el problema más importante de nuestro sistema de salud sea la formación y la distribución de la fuerza laboral en el país. La frágil capacidad del Estado nacional de intervenir de una forma sensata para resolver este problema constituye un vacío que el subsector privado de la salud aprovecha en su favor. Tenemos regiones desoladas con falta de profesionales y otras superpobladas con sobreoferta de especialistas, pero con fragmentación de la atención.

Al 2020, según el Ministerio de Salud de la Nación, el número de médicas/os en Argentina es de 4,4 cada mil habitantes. CABA tiene 16,4 cada mil, mientras que provincias como Santiago del Estero o Misiones tienen 1,7 cada mil. La provincia de Buenos Aires está por debajo del promedio país con casi 2,8 profesionales cada mil. En otras palabras: dificultades de acceso a la salud por falta y por exceso, un problema grave de planificación estatal.

Si bien en Argentina, a diferencia de otros países, el título de médica/o es habilitante para el ejercicio de la profesión, la formación de posgrado es un eslabón clave en el debate de la fuerza laboral en salud. El Sistema de Residencias es la herramienta más masiva que utiliza el Estado para especializar en el posgrado a los trabajadores y las trabajadoras de la salud. A pesar de eso, graduados/as de diferentes disciplinas –mayoritariamente médicas/os- se encuentran año tras año eligiendo otras opciones para formarse e insertarse laboralmente.

A su vez, dentro del sistema público, cada vez más profesionales eligen disciplinas de mayor nivel de especialización por encima de las llamadas “básicas” (clínica médica, pediatría, medicina general, cirugía, tocoginecología), que resuelven la mayor parte de problemas de salud de la población. El resultado es un conflicto complejo, que es novedoso en la magnitud de sus números, pero no en el entramado de sus causas. Entonces, ¿cuáles son, si esto es cierto, las causas de esta tendencia? ¿Qué lugar ocupan las instituciones del Estado, los gremios, las corporaciones y la sociedad en su conjunto ante este debate?

Los reflejos conservadores de cada sector abonan a explicaciones sencillas y simplistas. Hace falta humildad y capacidad reflexiva para no abonar a balances errados que terminarán en propuestas erradas sin resolver los problemas de fondo. Aquí van hipótesis que discuten con mitos más o menos instalados y algunas propuestas para colaborar con el debate.

MITO 1: LA FALTA DE LUGAR PARA HACER RESIDENCIA. ALGUNOS NÚMEROS

Según los datos oficiales del Observatorio Federal de Recursos Humanos en Salud del Ministerio de Salud de la Nación, en el año 2015 el Estado ofrecía 5175 cupos de Residencias Médicas para las/os 5112 aspirantes que habían egresado en 2014 de todas las facultades de Medicina del país. La relación es prácticamente de 1 a 1. De este dato se desprende que casi cualquier médico o médica recién graduada puede acceder a una Residencia para formarse. En la Provincia de Buenos Aires, en la reciente adjudicación de este año, la situación evidencia que por el contrario, sólo el 62% de los cupos ofrecidos fueron cubiertos, dejando 802 lugares vacantes. Además, las especialidades básicas presentan números a la baja preocupantes: con excepción de cirugía general y tocoginecología que cubrió casi todos sus cupos ofrecidos, pediatría ocupó solo el 24%; medicina general el 32% y clínica médica el 55%.

Las preguntas, otra vez, surgen por sí solas: ¿Qué otras opciones encuentran los nuevos graduadas/os para formarse? ¿Qué tipo de inserción laboral están pensando? ¿Por qué el Estado no tiene la capacidad de seducir o incentivar a los/as profesionales que forma en sus Universidades para especializarse en ramas importantes? ¿Qué inserción laboral pos residencia estamos ofreciendo a las especialidades básicas?

MITO 2: “SON ELECCIONES INDIVIDUALES QUE NO DEPENDEN DEL CONTEXTO”

Sin dudas, a la hora de barajar variables para este conflicto, uno de los ejes centrales son los modelos educativos universitarios dónde se forman los trabajadores y trabajadoras de la salud. Modelos pedagógicos centrados en una concepción de la salud casi exclusivamente biológica y donde los medicamentos y los estudios de diagnóstico sean el centro para resolver los problemas de salud de la gente, y donde además las dimensiones culturales, sociales, políticas, filosóficas y espirituales de las personas y las comunidades son invisibilizadas, no hacen más que reproducir una lógica de la salud vinculada al lucro y no a la promoción de derechos.

Si en el pasado las Facultades de Medicina oficiaban de caballo de troya ideológico de la corporación médica, hoy ofician -salvo excepciones, como las currículas innovadas- en el mismo sentido en favor de la industria farmacológica y el complejo médico industrial. Si los planes de estudios de estas especialidades no contemplan en lo más mínimo una concepción integral de la salud y la necesidad de trabajar y fortalecer el primer nivel de atención, ¿cómo podemos creer que es posible que un/a graduado/a elija para formarse en algo que no conoce? ¿Cómo es posible transmitir desde la formación cuáles son las prioridades sanitarias de la población y en función de eso incidir en la elección de la especialidad para no dejar esta definición solo en el ámbito individual?

MITO 3: “AGRADEZCAN QUE LES PAGAN PARA FORMARSE, LO ECONÓMICO VENDRÁ DESPUÉS”

Para un/a graduado/a, el ingreso a una Residencia en Salud es hoy la opción menos rentable en términos económicos. Perciben sueldos bajos por trabajar nueve horas diarias de lunes a viernes, media jornada laboral el sábado y realizar, en la mayoría de los casos, dos guardias semanales. Todavía no cuentan con aportes jubilatorios. En el caso de las/os médicas/os, de ese monto tienen que restar el costo de la Caja de Médicos y del Colegio Médico.

El sistema de Emergencias, el sector privado de la salud o la atención particular de sectores medios focalizados (como medicina estética o medicinas alternativas) también reproducen lógicas precarizantes, pero los números son otros: se puede ganar fácilmente el doble o el triple que un residente en la mitad del tiempo de trabajo. En un contexto vertiginoso, donde todo resulta hiperintenso y efímero, la opción de mediano o largo plazo de especializarse en una residencia puede significar un esfuerzo infundado.

Para quienes elegimos el Estado y su Sistema de Residencias, también existen diferencias notables e inaceptables entre las especialidades. Hay quienes luego de terminar especialidades cobran sueldos mensuales que superan el medio millón de pesos. Otras especialidades no encuentran otra salida laboral que un sueldo municipal en un centro de salud que apenas supera la línea de indigencia. Ambos ejemplos exageran hacia uno u otro extremo una situación laboral que evidentemente carece de marcos regulatorios, donde el sector privado impone las reglas y el Estado, por incapacidad u omisión, no puede oficiar de árbitro.

No se puede negar la dimensión económica en este debate. Es muy probable que si el Estado pagara lo que corresponde, muchas más personas optarían por formarse en una residencia y, más aún, por elegir el primer nivel de atención como un lugar donde perfeccionarse. De todas maneras, lo económico nunca se explica por sí mismo, menos en debates que, en el fondo, problematizan formas de vivir, vincularse con los/as demás y entender al mundo.

"Realizamos las siguientes propuestas desde la humilde posición de militantes populares"

MITO 4: “AHORA SON MÁS VAGOS Y SE QUEJAN DE TODO”. LAS VIOLENCIAS Y LAS CONDICIONES DE TRABAJO

La mayoría de las profesionales que realizan residencias en salud son mujeres de entre 25 y 32 años. El número varía por rama y especialidad y en general duplica o triplica al de los varones. Existe una paradoja entre la feminización de las disciplinas médicas y un sistema de salud que sigue diagramado para ser protagonizado por varones. Sobre todo en el sistema de residencias, donde el caso de la maternidad es quizá el ejemplo más sensible.

Otra vez tomemos de ejemplo la provincia de Buenos Aires, el sistema más grande de residencias del continente. Sólo de manera reciente y ante una buena política del gobierno, las mujeres que optan por ser madres mientras se forman tienen 90 días de licencia y los padres 15, más 45 días de cuidados a repartir entre ambos, según su elección. Es una política a contracorriente de la todavía estructura patriarcal de las residencias que exige rentabilidad y eficacia laboral a las mujeres, pero no deja de exigirle un lugar casi exclusivo de cuidado hacia dentro de los núcleos familiares. Como dijera el ex decano de la Facultad de Ciencias Médicas de La Plata ante la propuesta de una mujer para su sucesión: “Es buena candidata porque no es madre y tiene tiempo libre”.

A su vez, son bien conocidas las condiciones de verticalidad y de violencia en muchas especialidades. ¿Por qué elegir lugares de residencia donde existe maltrato por parte del personal de planta? ¿Por qué elegir lugares de residencia donde justamente se termina haciendo el trabajo del personal de planta en vez de efectuarlo de forma conjunta?

MITO 5: “ES LO MISMO TRABAJAR EN UNA CLÍNICA QUE EN UN HOSPITAL PÚBLICO”

¿Está bien que una persona graduada en el sistema público realice una residencia en el sector privado? ¿Es éticamente correcto que una persona formada en el sistema de educación pública dedique la mayor parte de su tiempo laboral en clínicas y sanatorios privados? ¿No existe acaso un compromiso ético y solidario de devolución para con el pueblo que financia nuestra formación? ¿Está bien que una persona formada con financiamiento Estatal le cobre por su salud a la misma persona que le pagó los estudios?

En el caso de médicas y médicos, el 85 % de los/as graduados/as por año son aportados por universidades públicas. Desde un punto de vista que contemple a la salud como un derecho, el Estado debería garantizar primero el buen funcionamiento del Sistema Público de Salud y luego sí, en el caso de que sobren los profesionales, aportarle recurso humano al sector privado, y no gratuitamente. Esta paradoja –la mayoría de las veces invisibilizada o naturalizada- del Estado trabajando para el sector privado no resiste el menor análisis y debería ser un tema central de este debate.

MITO 6: “ES SÓLO UNA CUESTIÓN ECONÓMICA. TODO SE RESUELVE CON PLATA Y MEJORES SALARIOS”. LA RESIDENCIA: UNA TRINCHERA PARA DEFENDER

Luego de las opiniones expresadas y las distintas aristas de esta compleja encrucijada, resulta necesario decirlo: las Residencias Públicas son el mejor lugar que un trabajador o trabajadora de la salud puede elegir a la hora de su formación profesional. Y no solamente en términos técnicos o de adquisición de habilidades. Implica la posibilidad de trabajar en equipo, de sindicalizarse, de sentir la satisfacción de garantizar un derecho justo.

El Sistema de Residencias es una trinchera que hay que cuidar, defender y fortalecer. Muchos sectores vinculados a una concepción mercantilista de la salud se verían beneficiados con una profundización de esta crisis en la formación de los/as profesionales, con una ecuación simple: donde no está el Estado, hay sectores corporativos haciendo negocios. Para avanzar en un mejor sistema de salud, más integrado, menos fragmentado e injusto, necesitamos profesionales con la camiseta de lo público puesta. No hay perspectiva estatal sin trabajadores y trabajadoras con identidad y conciencia de lo que implica garantizar el derecho a la salud.

Ninguna de estas ideas va a tener viabilidad si se da sólo en el plano de la racionalidad. Sin retomar una épica de lo público, con una mística y una institucionalidad estatal que transformen a los equipos de trabajo en defensores de sus efectores de salud, la crisis se va a profundizar. En muchas situaciones lo que sobran son graduados/as, pero faltan proyectos que los enamoren.

ALGUNAS PROPUESTAS

Realizamos las siguientes propuestas desde la humilde posición de militantes populares. Hemos impulsado muchas de ellas desde los lugares que nos ha tocado transitar y respetando profundamente el trabajo cotidiano de las y los residentes, el trabajo de algunas gestiones provinciales, como las del Ministerio de Salud de la provincia de Buenos Aires que ha llevado adelante políticas transformadoras como la inserción masiva pos residencias de los últimos dos años, y el trabajo gremial impulsado desde distintos sectores.

1-Constitución de una mesa de trabajo intersectorial entre Ministerio de Salud de la Nación, los sindicatos y las Universidades para la construcción de una agenda conjunta de debate para el mejoramiento de la situación a nivel nacional y provincial.

2-La implementación del título de especialista universitario en todas las sedes de residencias.

3-Priorizar la discusión pedagógica y no reglamentarista, caso por caso, de la duración de cada residencia. Evaluar el acortamiento a tres años de algunas especialidades.

4-Garantizar el pago de aportes jubilatorios y la ampliación de las licencias por maternidad y paternidad.

5-Realizar convenios con municipios que garanticen casa propia o lotes con servicios con Plan Procrear para residentes de primer año que opten por lugares de adjudicación en regiones de necesidad, con construcción de criterio federal.

6-Plus salarial nacional por elección de especialidades y disciplinas en emergencia, con criterio federal.

7-Promover la formación en servicio tutelada por ministerios provinciales y universidades nacionales de ingresos pos residencia para actualización académica y especialización pos básica.

8- Continuidad laboral de los/as residentes egresados/as en el sistema público de salud reorientando la distribución hacia sectores con menor densidad de profesionales con una modalidad de beneficios económicos, de vivienda, de condiciones laborales y de formación académica.

* El autor es médico especialista en Medicina General y Familiar y Prosecretario de Salud de la UNLP