Los efectos del manicomio: con intención de intimar

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Los efectos del manicomio: con intención de intimar

07 Mayo 2013

Por Santiago Gómez* I La situación de los manicomios en la Argentina nos permite afirmar que hay una realidad que se esconde al conjunto colectivo, donde muchas realidades se encierran en espacios públicos o privados, porque hay manicomios de los dos tipos. Según un informe realizado por el Ministerio de Salud, a mayo del 2010, sólo en el sector público, había 21.000 personas internadas por salud mental, 14.000 en colonias y 7.000 en hospitales monovalentes. Una es nacional, que es la colonia Montes de Oca, que ha hecho un importante trabajo por la externación de quienes vivían ahí internados; once colonias provinciales y cuarenta y dos hospitales monovalentes provinciales, es decir, sólo de salud mental. Considerando una familia tipo de cuatro personas, esto implica que hay al menos 84.000 personas afectadas directamente por la psiquiatrización de uno de los miembros de su familia.

La psiquiatrización de un familiar o de un ser querido, sea internado o no, produce efectos. Cuando hay internación, más. Cómo no salir afectado de un lugar en donde las personas que están internadas andan con la vista perdida, con el cuerpo aplastado bajo el peso de la institución, de la medicación. Cómo no tendría efectos que padres vean a su hijo como jamás lo habían visto, que hijos vean a sus padres como jamás imaginaron. “Se  me venía la imagen de los campos de concentración” dijo la legisladora cordobesa Liliana Montero al visitar la “Colonia Alborada”, dependiente del Hospital José Antonio Ceballos, de Bell Ville. “Es el túnel del horror, algo abominable e impensable desde la razón. Se te pone la piel de gallina, querés vomitar, no podés respirar. Es algo muy fuerte para el cuerpo (...) La imagen que se me venía era la de los campos de concentración. No exagero, esto es lo que vi en Bell Ville", expresó al programa radial Cara y Cruz, de Radio Universidad de Córdoba.

El 12 de junio de 2012, el Juez de Cámara Nereo Magi le envió una carta al Presidente del Superior Tribunal de Justicia de Córdoba, Domingo Sesin, para informarle que, fue a constatar el estado de uno de los internos, y se encontró con una situación que “las palabras no alcanzan para describir el estado del pabellón”, “El deterioro, la desidia, la higiene y el abandono generalizado de todo el lugar, además de erigirse en sobrecogedoras imágenes, permiten reflexionar sobre cuáles son las políticas sanitarias del Estado, entre ellos, las psiquiátricas que parece que poco o nada interesan”. Debemos reconocer que esta no es una situación propia de la provincia de Córdoba, sino que al psiquiátrico que entremos, público o privado, nos vamos a encontrar con “sobrecogedoras imágenes”. El Juez  le dijo a los miembros del Superior Tribunal, que fue invitado “a visitar “el pabellón de agudos” y debo  reconocer que mi corazón no me lo permitió, tanto el físico como el sentimental. No me angustia ni me avergüenza, reconocer que salí huyendo”.

Los familiares, los trabajadores, no pueden salir huyendo, sino quién cuidaría de quien precisa ser acompañado en tal difícil momento. Así como el juez reconoce no tener palabras para describir lo que vio, los familiares de quienes estuvieron internados en psiquiátricos sabemos que la experiencia es esa, no tener palabras para decir lo que vimos. Qué contar, a quién contar, cuando observamos que la sociedad oculta estas realidades, lo que lleva a las familias a no hacer públicas las situaciones que atraviesan, producto de años en los que el discurso psiquiátrico, encarnado por la psiquiatría y la psicología, responsabilizó a la familia por la internación de la persona. Esto ha sido descripto claramente por Foucault en su seminario “El poder psiquiátrico”, donde describe como los médicos aislaban al internado de su familia, porque suponían que esta era el agente patógeno de la enfermedad. Más de doscientos años de la descripción que el licenciado en psicología Michel Foucault realizó y sabemos que aún hoy existen lugares donde impiden a la familia visitar a quien está internado por un mes o quince días.

En la historia de la anti psiquiatría, de las primeras propuestas de cierre de los manicomios, hubo quienes, como Laing y Cooper, vieron en la locura la expresión de lo silenciado en la historia. La locura vendría a mostrar y a hacer oír lo que la sociedad prefiere callar. De ahí el mito de que los niños y los locos siempre tienen razón, porque vendrían a decir lo que otros callan. El manicomio es una institución que pide silencio, como tantas otras instituciones cerradas. Y ese silencio que se exige, se expande por la sociedad, haciéndose silencio sobre las diversas violaciones a los derechos humanos que ahí acontecen, sobre la violencia que padecen miles de los internados en la Argentina, sobre el maltrato que padecen los miles de seres queridos de los internados. La promoción del silencio y el mandato de que “los trapitos sucios se lavan en casa”, que también pide silencio, producen que muchas familias prefieran callar lo que a uno de sus miembros le sucede, por la culpabilización que sobre las familias se ha ejercido.

Para finalizar quisiera hacer una diferenciación entre lo público, lo privado, lo colectivo, lo individual y lo íntimo. Como sabemos, lo público remite a un espacio abierto y lo privado a un espacio cerrado. Lo colectivo remite a lo múltiple y lo individual a lo uno. Cuando la locura se hace pública, y en tanto pública es un hecho colectivo, hay quienes proponen el encierro, privar a lo colectivo de la locura, por considerarlo un problema individual. Pero para lo que se considera un problema individual se generan respuestas colectivas, ya que como sabemos, en los manicomios no trabaja uno solo, aunque muchas veces dejen a uno solo a cargo de muchos internos. El encierro de la locura tiene como efecto en los familiares considerar que es un hecho que debe permanecer en el ámbito privado, encerrarlo ahí y no dejarlo salir. Considero que el padecimiento familiar por la irrupción de la locura, debemos considerarlo como un hecho íntimo, porque si lo consideramos privado, otra vez el encierro, y privamos a lo público del conocimiento de esa realidad que se intenta ocultar. Se trata de intimar, de un hecho colectivo. Sólo cuando a quienes nos afecta la realidad de los psiquiátricos en la Argentina estemos dispuestos a intimar organizadamente, como han hecho tantas asociaciones de familiares, de trabajadores, de cooperativas o de quienes estuvieron internados, vamos a conseguir el efectivo cumplimiento de la Ley Nacional de Salud Mental. Siguiendo el diccionario, cuando pasemos de lo íntimo, “Lo más interior o interno” a intimar “Requerir, exigir el cumplimiento de algo, especialmente con autoridad o fuerza para obligar a hacerlo”.

* El autor es psicoanalista y colaborador de AGENCIA PACO URONDO.