Chile: el aniversario de un sueño asesinado

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Chile: el aniversario de un sueño asesinado

10 Septiembre 2018

Por Carlos Iaquinandi Castro (*)

Pagaré con mi vida la lealtad del pueblo.

Éstas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano.

Salvador Allende, en su último mensaje al pueblo por Radio Magallanes. 11-9-1973. 

Aquel sueño de gran parte del pueblo chileno comenzó a gestarse hace 48 años.

Impulsado desde las poblaciones, las fábricas, las minas, las universidades y las zonas rurales, se puso en marcha el 4 de setiembre de 1970. Ese día, la Unidad Popular, una coalición de partidos de izquierda encabezada por socialistas y comunistas, ganó una polarizada elección presidencial. La UP llevaba como candidato a un militante socialista, el doctor Salvador Allende, cuya limpia trayectoria política y su honestidad personal le otorgaron un natural e indiscutido liderazgo. 

La vía chilena al socialismo

La Unidad Popular defendía un programa de cambios, plasmado en un documento público al que durante los meses previos fueron adhiriendo diversos movimientos y sectores sociales y políticos, incluyendo a corrientes de la democracia cristiana.

A diferencia del resto de América Latina, donde el ejemplo revolucionario de Fidel Castro y su movimiento “26 de Julio” impulsó diversas luchas guerrilleras en el continente, la aspiración de la Unidad Popular era demostrar que la “vía  chilena al Socialismo” era posible: llegar al poder por el voto democrático y desarrollar cambios profundos dentro de la vigencia constitucional. 

Vota el pueblo

La campaña electoral fue muy polarizada. La derecha concentró sus votos en Jorge Alessandri, conservador y ex presidente. Hicieron una dura campaña tratando de implantar el miedo en la población. Fracasaron. La gente votó y la Unidad Popular obtuvo la mayoría parlamentaria.

En la madrugada del día 5, Allende prometía a su pueblo “construir juntos una nueva sociedad”. “Terminaremos con los monopolios, haremos una profunda reforma agraria, nacionalizaremos el cobre, controlaremos nuestra economía”. La multitud coreaba las frases de la canción de los Quilapayún: “Porque esta vez no se trata / de cambiar un presidente / será el pueblo el que construya / un Chile muy diferente”. El sueño comenzaba a convertirse en realidad.

Los avances económicos y sociales

En poco tiempo se aprobaron medidas estratégicas. Se profundizó el proceso de la Reforma Agraria, una fiscalidad progresiva y eficaz permitió aumentar los ingresos, se aplicó la reducción de altos sueldos y dietas en la administración pública, se inició un plan de viviendas, se mejoraron salarios y pensiones.  

En su  primer año de gobierno, el PIB subió un ocho por ciento. En julio del ‘71, se decretó la nacionalización del cobre y esa minería pasó al control del estado chileno. Pero muchas de estas decisiones afectaban intereses y privilegios de los sectores acaudalados chilenos y de grandes empresas extranjeras como la corporación norteamericana ITT. A pesar de que todas las decisiones del gobierno eran aprobadas en el parlamento, la oposición recrudeció su discurso y promovió violencia utilizando los grupos de ultraderecha.

En el '71, la UP ganó las municipales

Al cumplirse un año de gobierno, Allende habló en el Estadio Nacional de Santiago de Chile: “El  pueblo chileno ha recuperado lo que le pertenece y ha derrotado a los monopolios y a la oligarquía (…). Controlamos el 90 por ciento de lo que fue la banca privada (…). Los dieciséis bancos más poderosos, ahora son  patrimonio de Chile y de su pueblo”. Ese mismo año, la Unidad Popular revalidó su fuerza electoral, ganando las municipales con más del 50 por ciento de los votos. Pero las conspiraciones ya estaban en marcha. Algunas habían comenzado semanas antes de asumir Allende. 

La oposición no logra mayoría parlamentaria para destituir a Salvador Allende

A partir de entonces, se multiplicaron actos violentos, sabotajes, acaparamiento de alimentos, y hasta una huelga del transporte, que años más tarde se supo fue financiada con fondos de la CIA norteamericana. Todo dirigido a paralizar el país.

La oposición fracasa en marzo del ‘73 en su intento de obtener los dos tercios en las parlamentarias para deponer al presidente Allende. La UP obtiene más del 43 por ciento de los votos.  

Recrudecen entonces las conspiraciones golpistas alentadas desde el exterior por el gobierno de Estados Unidos. El 29 de junio, fracasa el alzamiento de un regimiento blindado. Fue solo un ensayo.

Las presiones militares consiguen la renuncia del general Carlos Prats, constitucionalista y responsable de haber sofocado la rebelión con tropas leales a su mando.  En su reemplazo Allende nombra al general Pinochet, a quien Prats consideraba  “leal”. El futuro dictador hacía semanas que participaba en la conspiración golpista. Y fue quien meses más tarde envió un comando terrorista a Argentina, para asesinar en un atentado con bomba al General Prats y a su esposa, exiliados ya en ese país.

Tanques y bombas para aplastar al pueblo

Finalmente llegó el 11 de setiembre: una Junta Militar que preside Pinochet, inicia el golpe y horas más tarde  bombardea el Palacio de la Moneda, donde estaban Allende y sus más cercanos colaboradores.  

Los golpistas detienen a miles de personas: militantes de izquierda, sindicalistas, estudiantes. Muchos son asesinados, entre ellos, el cantante y poeta Víctor Jara.

Fue necesario ese ataque cobarde contra la propia casa de gobierno, esa violencia contra la gente, esa brutal represión contra los partidarios del gobierno de Allende, para detener ese formidable avance popular de quienes creyeron en la vía democrática y en la tradición constitucionalista de sus Fuerzas Armadas.

La oligarquía interna, la casi totalidad de la derecha política y gran parte de la democracia cristiana, con el apoyo de multinacionales norteamericanas y del propio gobierno de Estados Unidos, son responsables de la ruptura constitucional  y del asesinato de ese justo sueño del pueblo de Chile.

El legado de Allende por Radio Magallanes

Minutos antes de iniciarse el bombardeo de La Moneda, y cuando varias cadenas radiales estaban ya en manos de los golpistas, el presidente Salvador Allende se dirigió a su pueblo en un histórico mensaje. Con voz serena proclamó: 

“La historia es nuestra y la hacen los pueblos”.

“Tienen la fuerza. Podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza.”

“Tengo fe en Chile y su destino”.

“Sigan ustedes sabiendo que mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.”

En aquellas últimas palabras, Allende dejó la semilla para el resurgir de aquel sueño asesinado. Y un ejemplo de conducta y de lealtad con su pueblo. 

 

Nota de SERPAL: para quienes les interese, para fortalecer nuestra memoria popular, para no olvidar la infamia y la traición, compartimos estos enlaces con dos videos.

1.- Uno es un extracto de unos seis minutos del excelente documental del director Patricio Guzmán sobre la campaña electoral y la victoria de Allende en 1970. Dice más que todas nuestras palabras contenidas en esta nota.

2.-  Y este otro enlace, que contiene fragmentos del mensaje de Salvador Allende por Radio Magallanes al iniciarse el bombardeo del Palacio de la Moneda. “Mis últimas palabras”, como el mismo expresó. Forma parte del extraordinario legado para su pueblo y para todos los pueblos del mundo.

(*) Por el Servicio de Prensa Alternativo (SERPAL).