Nos siguen matando libremente

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Nos siguen matando libremente

08 Abril 2017

Por Lucía Barrera Oro 

Fotografía: Manuel Fernández

Apareció Micaela. Al fin, apareció. No está viva, como esperábamos que estuviera. 
Viva.

¿Qué significa estar viva hoy? ¿Qué valor tiene hoy nuestra vida? ¿Valemos más estando muertas, violadas y silenciadas que estando vivas? Para este sistema machista y patriarcal, la respuesta es sí. 
Porque estando vivas luchamos. Salimos a las calles a gritar que nos están matando, que nos están empalando, que nos viven acosando, que vivir así no es vivir, que ninguna merece nada de lo que nos pasa, que no es nuestra culpa. Nunca es nuestra culpa.
Entonces, sí, estando vivas molestamos. Somos las feminazis violentas que le rompen las pelotas a los machitos alfa que se creen dueños del mundo, y que, como tales, pueden hacer lo que quieran con lo que quieran (y eso nos incluye a nosotras).

Las estadísticas -que no salieron del Estado, sino que nacieron de la organización de mujeres que concibió la primera marcha #NiUnaMenos- demuestran que el 97% de las mujeres que habitamos este país sufrimos, al menos una vez en la vida, acoso en espacios públicos y privados. Sin embargo, para los (y las, no olvidemos que el mayor logro del patriarcado es que las oprimidas legitimen el sistema) machistas de esta sociedad que nos veja y nos humilla todos los días, somos unas exageradas “a las que ya no se les puede decir nada porque ya saltan como leche hervida, che”. Si “ya” no nos pueden decir nada es por todos los avances que hizo el feminismo, ese que tanto les molesta porque mancha paredes e iglesias y “no te representa”.

Ese feminismo que tanto les molesta porque “vuelve a las mujeres unas lesbianas resentidas y asesinas de fetos” -porque a las cosas hay que llamarlas por su nombre-; es el que hizo visible la violencia que vivimos todos los días; es el que hizo posible la liberación y la absolución de Belén, la joven tucumana a la que acusaron de homicidio -sí, de homicidio- doblemente agravado por el vínculo tras sufrir un aborto espontáneo; es el que hizo posible que, levemente, la política editorial criminalizante de medios hegemónicos como La Nación y Clarín empezara a cambiar y ya no pudieran seguir amedrentándonos con sus titulares y salir impunes. 

Porque Melina no era una “fanática de los boliches que abandonó la secundaria”, sino que era una piba que disfrutaba hacer lo que quería, que gozaba de su libertad como cualquier otra adolescente. Como Micaela, que como muchas de nosotras, además de estudiar, militaba a favor de los derechos de las mujeres. O como Lola, María José y Marina, a quienes asesinaron mientras estaban de viaje, “solas”. 
Al parecer, la compañía de otras mujeres no vale si no se está con un varón. Esto también lo prueban las estadísticas: el 92% de las mujeres sufre estigmatización y el 84%, discriminación, solo por el hecho de ser mujeres. 

Entonces, sí, claro que muertas valemos más, porque estamos calladas, ausentes, como dice esa famosa frase del poema de Neruda (escritor chileno consagrado de la literatura, a pesar de haber confesado que violó a una mujer que servía en su casa): “me gusta cuando callas porque estás como ausente”.

Y ausentes no nos queremos. Calladas tampoco. Tampoco esperamos que a un macho le guste (y se jode, se jode). Gritamos enfurecidas que no nos callamos más porque vivas nos queremos. 

Vivas, felices, libres.

Vivas y nuestras.

Vivas y luchando hermanadas, codo a codo, por una sociedad en la que entremos todas y todos.