Día del militante montonero

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Día del militante montonero

07 Septiembre 2018

Por Daniel Kaminszczik

“Si he de morir mañana sepan que cuando caiga, hermanos míos,
será de amor, no de bala, aunque me encuentren herido…”*

Huerque Mapu – “Cantata Montonera”

Fue por amor que a las 20 hs. de aquel 7 de septiembre de 1970, en plena dictadura, Fernando Abal Medina y Carlos Gustavo Ramus dieron sus vidas en combate en el bar “La Rueda” de la localidad de Hurlingham.

Por amor a la Patria y al pueblo. Una Patria y un pueblo heridos por los bombardeos del 16 de junio de 1955 sobre la Plaza de Mayo, por los fusilamientos de Valle, Cogorno y otros en 1956, por la proscripción y exilio del Líder, por el secuestro del cadáver de la Abanderada de los Humildes.

Una Patria y un pueblo heridos por la dictadura sangrienta y entreguista de Onganía, los monopolios y la Sociedad Rural, por la persecución, encarcelamiento y tortura de dirigentes políticos y gremiales, por el hambre, por la miseria, por la desesperanza.

Fue por amor a esa Patria y a ese pueblo que cuando todas las puertas de salida estaban cerradas para los trabajadores y sus organizaciones, cuando la bota militar aplastaba al pueblo sumiéndolo en la angustia y la desesperación, Fernando y Gustavo, tomaron las armas. Por amor y en defensa de la Patria y el pueblo. Por eso vivieron y para eso murieron: Para que la Patria viva.

Hoy, a horas de cumplirse el 48º aniversario de su caída, la situación de los trabajadores y los excluidos no dista mucho de ser la de aquellos años. Cambiaron las formas de la opresión y hasta el medio de acceder al poder y conservarlo pero la represión, la explotación y el saqueo al que nos somete la antipatria son los mismos y la misma es la necesidad de unidad del pueblo para, una vez más, defender a la Patria.

Vaya entonces, con ese mismo amor, este homenaje a Fernando y Gustavo, los Compañeros cuyos nombres una generación entera alzó como bandera haciéndolos crecer en la lucha por la Liberación Nacional y la Patria Justa, Libre y Soberana.

Con amor y con la esperanza de que, salvando formas y métodos, las nuevas generaciones levanten nuevamente sus nombres y los de todos los caídos, poniendo, de una vez por todas, la mirada en el rumbo que nos conduzca a todos y todas a la victoria final.