Leyendo el futuro en las tripas de la ciudad: “Perversidad”, la segunda novela de Marco Mizzi

  • Imagen
    Marco Mizzi
REEDICIÓN

Leyendo el futuro en las tripas de la ciudad: “Perversidad”, la segunda novela de Marco Mizzi

29 Junio 2025

Hace unas cuántas semanas atrás, Perversidad, la segunda novela del rosarino Marco Mizzi tuvo revancha y por fin pudo ser presentada. Editada originalmente por Eloisa Cartonera a finales de 2020, la pandemia sólo permitió una presentación formal vía streaming. Relanzada ahora por UNR editora en su colección Confingere, vuelve a estar al alcance del lector.

Para muchos, esta novela destaca porque muestra la Rosario más cruda, la que vive y muere alejada de esa proa del Monumento Nacional a la Bandera que apunta hacia el río Paraná. A tal punto que la historia comienza con la violación grupal y posterior femicidio de Elena, una adolescente vecina del barrio Gráfico. Pero lo que hace aún más aberrante el hecho es que este grupo de narcos que comete el hecho se filma realizándolo y la grabación rápidamente se viraliza, por lo cual todos saben que fueron los Fernández.

Uno de ellos, en ese video, manda un saludo “para el Santo y toda su banda”, abriendo con ese mensaje el otro lado de esta novela policial que juega con lo esotérico o metafísico, algo que también distintas reseñas resaltan.

Sin embargo, para mí, lo que descolla en Perversidad es que Mizzi lleva al extremo eso que Manuel Vázquez Montalbán llama “ambigüedad moral” en la novela negra.

Carlos Bustamante, el periodista que iniciara sus aventuras en City Center, la primera novela del rosarino, no es el arquetipo de héroe, sino todo lo contrario. No duda un instante de franquear las líneas que lo asemejan a aquellos que busca, los Fernández. Que sea periodista no es algo menor, en una ciudad que no tiene farándula y aquellos que siguen esta profesión, o consiguen entrar en el trampolín que los eyecta a la política o se la rebuscan en medios independientes, quizás por cuenta propia.

Bustamante se pregunta por qué, “¿por qué con ella? ¿por qué esa saña?” luego de ver la filmación, y se va a involucrar de lleno en el asunto “porque se lo pidieron”. Pero el asunto lo atrapará de tal forma que ese pedido puede convertirse en una simple excusa que lleve su sed y, por qué no, su morbo, a arrojarse “al hígado abierto de la ciudad”, como bien dice Santiago Beretta, donde un entramado mafioso crece invisible al atiborramiento de luces azules que parecen no afectarle.

 

“-¿Por qué lo hicieron, la reputa que te parió? ¿Por qué?

Se limpió mis gallos con el dorso de la mano izquierda.

Con total tranquilidad dijo:

-Porque podíamos.

Me dejó de cara. Esperaba otra respuesta. Titubeé antes de preguntar:

-¿Pero por qué filmar todo? ¿Por qué ser tan basura?

-Porque podíamos. ¿Por qué si no?”

 

A Mizzi no le importa que ciertas respuestas puedan ser develadas en los primeros capítulos, no es prioridad para él mantenerse hermético hasta el final, que el lector no sospeche nada. La narración en primera persona intercala lo que el periodista va averiguando con el linchamiento de un supuesto ladrón, la tensión entre automovilistas de diferentes clubes durante los festejos posteriores a un clásico futbolístico, una marcha de Ni una menos o el entierro de un pibe chorro que perdió. 

Imagen
Tapa perversidad

Esas capas narrativas generan un logrado clima de caída en tobogán, aunque parezca ir en ascenso. Creo que por eso, Beretta acierta cuando dice en el prólogo que el rosarino “escupe en las paredes del mundo y no intenta decorarlas”.

Como bien marcaba Gary Vila Ortiz, la novela negra cambió totalmente el sentido del delito, le da una dimensión social urbana ligada a un desarrollo capitalista determinado que crea unas relaciones humanas muy especiales, donde el mundo donde termina la legalidad y empieza la ilegalidad es un límite pactado. O como dice Vázquez Montalbán, de la mirada del personaje depende la moralidad de la obra (Moralidad relativa, compleja y llena de contradicciones).

Por eso pienso que si bien el rosarino respeta el esquema clásico (un crimen, un detective y una mujer fatal) la introducción de esas subtramas que bien podría pertenecer a otros géneros hace que dé un salto hacia delante, aunque pueda ser un salto al vacío en tiempos de escritura casi quirúrgica y acéptica.

Mizzi lee el futuro en las tripas de una ciudad que no se reconoce en ellas. La perversidad estaba, no nació ahora y no está sólo en los personajes que se permiten serlo.

 

“El trapito y otro de los que pegaban se detuvieron a espaldas del tercero, que pisó al choro en la panza. Levantó su pie y volvió a pisar. Y de nuevo. Una y otra vez. Fue entonces que un par de los que estaban viendo el espectáculo comenzaron a susurrar ‘che, paren’. Sin embargo, eran más los que azuzaban: el pisoteo no se detuvo. Por el contrario, se volvió a transformar en patadas. Y esta vez eran más de tres los que las daban”.

 

Esta novela no es una road movie, no es la saña por placer, o no sólo eso. Hay una filosofía de la derrota que cargan muchos en este entramado urbano que se refleja en Bustamante; un personaje roto, un caído que reacciona ante esa saña y no duda ni un segundo en ponerse a la altura de los que la practican, de utilizar métodos que lo acercan peligrosamente a aquellos que persigue.

Mucho más cerca del personaje vengativo de Escupiré sobre vuestras tumbas (que no por nada, Boris Vian firmó con seudónimo) que al querible y ambiguo Marlowe de Raymond Chandler, al agente de la Intercontinental o el siempre bogartiano Sam Spade de Dashiell Hammett.

Pero ese ir al extremo del periodista no significa falta de moral, hay en esa acción una soga que lo mantiene de este lado. Colgado, pero de este lado, a pesar de las consecuencias.

Marco Mizzi nació en Rosario, en 1991. Es escritor y trabajador de prensa y comunicación. Además de City Center, publicó varios folletines de poemas y cuentos en Rosario y Buenos Aires. Fue miembro de la redacción de la revista Apología, y colaboró en los diarios El Ciudadano y La Capital, las radios Red TL, Universidad y Planeta Cabezón, el semanario El Eslabón  y la revista El Corán y el Termotanque.

“Creo que la novela circuló a nivel subterráneo, como corresponde a una novela de género en un mundo degenerado. En silencio y sin espamento, agotó dos ediciones, y sigue habiendo gente que le encuentra algo”, dice Mizzi.

“Lo que más me interesa es lo que ya empieza a no ser género siendo aún reconocible como novela negra”, afirmaba Manuel Vázquez Montalbán. Perversidad va por ese camino y probablemente sea ese algo que le encuentra la gente.