Se sienta a la mesa y pregunta: Julián Axat

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Se sienta a la mesa y pregunta: Julián Axat

27 Junio 2020

Por Miguel Martinez Naón

 

Agencia Paco Urondo: A principios de los noventa formaste parte del grupo de poetas “Los Albañiles” ¿Cómo fueron esos comienzos con la escritura?

Julian Axat: Yo arranqué escribiendo cuando tenía 15 o 16 años, intentando mis primeros versos, fallidos, por supuesto, y "Los albañiles" fue un espacio que existió en la ciudad de La Plata, en el ámbito de la Fundación, que era dirigido por una poeta platense, Patricia Coto De Atilio que también era discípula de la poeta Ana Emilia Lahitte, conocida en el ámbito. En esos tiempos, en el año 92, tiempos en que la poesía era bastante difícil por lo que estaba pasando en el país, por un contexto económico de destrucción del tejido social, de las políticas neoliberales que empezaron a sacudir al país y después continuaron también, y mis primeros escritos fueron en el marco de ese taller, estaban vinculados a mi historia, a mi trayectoria, como bien sabés yo soy hijo de desaparecidos y la historia de mi escritura tenía que ver con los interrogantes sobre mi identidad y esos textos terminaron en un libro que edité en el año 2003, Peso formidable, que consiste en un diario de un hijo de desaparecidos que va intentando reconstruir su identidad a través de poesía, a través de versos.

 

APU: Es ahí donde se van forjando los primeros libros, en relación a tu vida personal, a tu vida social como hijo de militantes y en un país tan conflictivo y doloroso, donde escribías en medio de esas batallas cotidianas.

J.A.: Sí, el momento de mi escritura coincide con mi militancia en el origen de H.I.J.O.S La Plata, coinciden esos dos ámbitos en un momento donde el gobierno indulta, impide los juicios y a través de H.I.J.O.S llevamos a cabo el escrache, llevando la palabra, en mi caso de forma privada, no sólo pública, lo que nos había pasado después de años de silencio y con la teoría de los dos demonios. Desde el taller de "Los albañiles" hasta mi primera publicación estuve 10 años intentando escribir o darle forma a mi primera voz en la escritura.

 

APU: En tu tarea posterior como abogado y posteriormente en la conformación de ATAJO, y como militante, sumadas a tu oficio de poeta, todo esto ¿Siempre va de la mano? ¿Hay una relación entre una y otra?

J.A.: No siempre, en esos tiempos yo era estudiante de derecho y en la militancia me metí a trabajar en los juicios, en ese entonces eran los “juicios por la verdad” no eran los mismos que estamos viendo hoy, estaba bastante disociada la cuestión de mi escritura vinculada a la abogacía. Después, con el tiempo, empecé a cruzar ambos registros y las temáticas de justicia poética. por ponerle un nombre, empezaron a atravesarse y empecé a jugar con el lenguaje del derecho y el lenguaje de la poesía, esos textos tienen que ver con el libro Neo, que tiene que ver con el equipo forense de la poesía, esta idea de que la poesía también reconstruye cuerpos en fosas y esos cuerpos tienen que ver con el cuerpo de las palabras que también le ponen nombres a las ausencias, a las desapariciones, a las pérdidas de sentido y a las destrucciones. En ese sentido, el lenguaje del derecho se atravesó con la poesía y empecé a pensar textos que estaban más vinculados entre lo jurídico y lo poético.

 

APU: Al mismo tiempo se va sumando tu experiencia como tallerista, ¿no?

J.A.: Sí, en el año 2006 me presenté a concursar como defensor de menores de edad, niños y niñas adolescentes, pude entrar en el cargo, esa etapa de mi vida duró siete años en la que fui defensor oficial. Empecé a ir a los institutos y trabajé mucho con adolescentes sobre el registro de la palabra, no solamente vinculado a los registros artísticos sino también con la posibilidad que tenían los pibes de decir lo que les pasaba en las causas en las que yo los defendía, y ahí empecé a atravesar los dos registros, la palabra y la justicia, ahí armé un libro que se llama Musulmán o Biopoética, libro de poesía que es un diario de un defensor de pibes chorros que trabaja la imposibilidad del lenguaje en la cultura jurídica de menores, es el diálogo que yo tenía con los pibes a los que defendía e iba armando poemas con esas defensas.

 

APU: Cada libro tuyo tiene registros distintos.

J.A.: Sí, yo trato de que cada libro sea un experimento distinto, una investigación, cada libro no es solamente el registro de lo que yo repito en mis locuras cotidianas sino que también me voy encontrando con nuevas experiencias y distintos objetos o artefactos de la poesía. Cuando yo arranqué empecé pensando el diario de un hijo de desaparecidos, después trabajé la idea del equipo forense de la poesía, después armé el diario del defensor de los pibes chorros, y después me metí en la cuestión del médium, distintos artefactos para pensar la poesía, todos giran de alguna manera en torno al problema de la palabra, la justicia poética y la interpelación del espacio público. La idea de poesía civil, y no poesía privada, no poesía intimista, una poesía más vinculada al trabajo de lo social, aunque tampoco es una poesía linealmente social, si no experimentaciones vinculadas a la transformación de lo social, de la memoria, de la justicia, etc.

 

APU: Eso es algo que has rescatado de otros poetas, ¿no? Como Ernesto Cardenal, Alberto Szpunberg…

J.A.: Exactamente, al igual que vos, Alberto es para nosotros como un padre vivo. Estas figuras que nos marcaron, más allá de nuestra historia, la tuya, la mía, como Gelman, Bustos, Santoro, esa línea de la poesía que a veces es social pero otras veces es de vanguardia política y poética, experimentación con el lenguaje, que es lo que a mí más me interesa. Me salgo del manifiesto y del panfleto, prefiero pensar la experimentación.

 

APU: Como una experimentación que parte de nuestra propia vida, no como algo lineal.

J.A.: Sí, por eso a veces me cuestan los estilos más objetivistas, más propios de la década del 90, donde lo propio, la identidad, la transformación, está más alejado o sublimado de otro modo, yo prefiero volver a la fuente de la poesía de los 60 o los 70, o a la vanguardia de los 30, al formalismo. Yo creo que es generacional, los que nacimos en los 70 abrevamos más en este tipo de poesía. Tal vez los que nacieron en los 50 o 60 les gusta el objetivismo, tienen una atracción por esa mirada distante de lo social. A mí me gusta Gianuzzi, me gusta Carrera, pero siento que hay un problema generacional, un bache. Yo me siento atrapado por el sujeto político que está hablando, le duele y necesita patear la realidad de alguna manera. Bueno, H.I.J.O.S. ¿no? Nosotros estamos atravesados por esa generación.

 

APU: Un amigo tuyo me adelantó algo de lo último que estás escribiendo, sobre una “carrera espacial”, me pidió que te pregunte sobre esto.

J.A.: Es un libro que trabaja sobre la idea de la epopeya espacial, sería como un libro contado a mi hija de 9 años, Matilda, y trabaja sobre todos los fenómenos y los episodios espaciales como la llegada a la luna, la perra Laika, toda la peripecia espacial, pero desde una poesía cotidiana. Trabajo en función de las noticias, de la revistas Life y yo las reconstruyo desde la poesía. Entonces voy contando y haciendo todo el hilo poético, es un experimento, una poesía vinculada al cosmos, a las estrellas, un poco la línea de Szpunberg, de La habitante del Cometa 67/P, y del gran poema de Cardenal “Canto Cósmico”. Es un homenaje a un poeta nicaragüense menor, que fue asesinado por el somozismo y se llamó Leonel Rugama, que escribió un libro maravilloso que se llama La tierra es un satélite de la luna, trabajo en función de ese poema que es hermoso.

 

APU: Tu último libro, Cuando las gasolineras sean ruinas románticas, ¿se puede conseguir en PDF?

J.A: Sí, cuando googleás ponés el nombre del libro y PDF y va a aparecer, el libro lo pueden bajar. Más allá de que se vende en las librerías lo importante es que la gente pueda leerlo.