La muerte nos sienta bien

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La muerte nos sienta bien

28 Septiembre 2019

Por Norman Petrich
Ilustración: Leo Olivera

La aparición en 2014 de Más allá de Gelo, ese artefacto armado por Mariano Chinelli y Martín Hadis siguiendo los esqueletos de un proyecto de libro encontrado entre los papeles de Héctor Germán Oesterheld que su compañera, Elsa Sánchez, alcanzó a meter en una valija y sacar del chalet de Beccar antes de que la alcanzaran las sombras de la larga noche, nos permitió tener una idea más clara del universo creado por el autor de La guerra de los Antartes; uno para nada caprichoso, donde todo tiene un transfondo, tiene algo para decir.

Y sin querer, ante una mirada casual, se presentó como nunca lo había visto uno de sus grandes personajes centrales, aunque parezca mantenerse entre los secundarios. “La muerte es el gran protagonista desaprovechado de las historias” dice Oesterheld, y es algo que no pasa en las suyas. Ya lo vimos en el Eternauta, cuando los “manos” realizaban un ritual de despedida que implicaba en si mismo un regreso a la belleza atrapada en tres palabras elevadas como canto de cuna: Minmio… Athesa… Eioioio.

El primero de los cuentos de este libro vuelve a poner a la muerte bajo el foco del reflector, con esos condimentos de Oesterheld que la saca de lo absolutamente trágico, dándole otro sentido, casi celebratorio. “Dos muertes” bifurca sus narraciones; la primera pone en el centro de la discusión eso que solemos llamar “tener una buena muerte”. Allí, María Santos, bajo las hojas de un árbol que le regaló su yerno, vuelve a tener imágenes que la remontan a su juventud y a la Tierra, tan lejana de la colonia marciana, a la cual siente que nunca se va a adaptar. Mientras ve imposibles ¡panaderos! va relenteciendo su respiración hasta no hacerlo más. Esa visión es el “regalo” de “el árbol de la buena muerte”, bajo el cual se marcha sin enterarse de la cercanía del final. Y mientras su hija y su yerno están orgullosos de haberle proporcionado uno a la anciana, su nieto Roberto piensa en lo que se pierde, en todo lo que se niega en ese acto, incluso el hacerlo sabiendo.

La segunda historia recuerda mucho a los manos. Allí, “Churrinche”, el pajarero, le cuenta a un desconocido forastero la muerte de Jon, el amigo que éste andaba buscando, quien se acercó hasta él para morir entre sus pájaros porque le recordaban a los sícalos de su planeta natal y “si uno sabe mirar, un solo pájaro resume todas las bellezas del mundo”:

Y allí está ahora. Pensé en ponerle una cruz, pero no… ¿Qué mejor cruz para él que la misma cruz de los pájaros, el sol de cada día?

Cuidado con el perro trae otra muerte, la que viene de la mano del que se revela, el débil, el explotado. Con un condimento: aquí, el débil, trae consigo el peligro de aquello que obedece a ciegas. En el cuento, un venusino es llevado a la Tierra para ser estudiado por los científicos para ver si puede ser utilizado como mano esclava en el núcleo metálico. Si bien calculan que su raza sobrevivirá poco tiempo bajo las terribles condiciones a las que la expone el núcleo, se decide seguir adelante. Hay tantos de donde vino éste… Ni siquiera se cuidan al hablar delante de él. Lo que no saben los humanos es que este venusino obedece a un amo que no descubrieron en la colonización del planeta, un amo que le da a este ser un objetivo. Y el venusino escucha, el venusino mira, y cuando consigue la información que su amo quiere, cumple con su misión final: ni bien pisan el pantano de Venus, mata a los humanos para usar su cosmonave y empezar la invasión.

Paraíso inédito deja a la muerte suspendida, ya que aquí se promete la vida eterna traída por la raza de los erbos. Estos seres cambiaron la vida de los humanos, se trabaja con la imaginación y se vive en una realidad virtual donde siempre se es héroe y los finales de los sucesos son increíbles. Y cuando ya no se tiene nada más para dar te espera el Paraíso. Las cartas enviadas por los seres queridos que partieron hacia ese lugar lo atestiguan. Para Juan Carlos todo cambia cuando sufre un pequeño accidente al caérsele una de las cartas de su madre y bajar para recuperarla a un antiguo, abandonado estadio de fútbol. Allí encuentra un panfleto entre lo que queda de los huesos de una mano que reza:

Los erbos pretenden dominarnos con el señuelo de la inmortalidad. pero la inmortalidad que ofrecen es como las cuentas de vidrio con que los conquistadores de antaño seducían a los salvajes, para explotarlos después. inmortalidad peor que la muerte, eso ofrecen los erbos traidores…

Oesterheld enfrenta una vida vacía a la muerte, para resignificarla. En el caso de Juan Carlos, descubrir la verdad (aunque trate de olvidar inmediatamente lo que vio) sólo la acelerará.

En Hagan juego, por supuesto, la muerte es una apuesta. En esta historia, que es la reescritura de un guión realizado para la serie de Sherlock Time en Hora Cero; un cosmonauta que lleva meses varado en un planeta y en la más absoluta soledad, de repente ve huellas y las sigue. No puede creer lo que percibe: una silueta femenina que huye. Inicia una persecución que se detiene sólo ante la presencia de otro hombre. Lo que sería en otra ocasión una bendición ahora se convierte en una situación hostil: ambos hombres se traban en lucha y nuestro cosmonauta vence, matando a su oponente. Rápidamente, salta sobre la mujer para que no vuelva a escapar y descubre que es, en realidad, un robot. Es en ese instante que aparecen dos seres extraterrestres recriminándose el que nuestro hombre haya desenmascarado el cebo y haber puesto a la vista cuál era el juego. Y todos sabemos que cuando se descubre el truco, nunca hay ganadores.

Paria espacial y su reescritura, La cosmonave fantasma, traen consigo la muerte que, tal vez, más haya trabajado Héctor: la muerte heroica, esa a la que uno se arroja en pos de un bien superior, que no puede ser otra cosa que un bien colectivo. En ambas, la primera con una escritura a la altura de una federación mundial, y la segunda con fuertes referencias localistas, los pilotos de las cosmonaves al ser abordados por hábiles y peligrosos seres espaciales que tienen el interés de conocer la Tierra para después conquistarla, hacen que ésta cambie su trayectoria para desaparecer en la luz del Sol.

Hay un guión de Sherlock Time que se le parece mucho pero la mayor referencia a la que nos lleva esta muerte es a la batalla final que se desata en El Eternauta II, donde Juan Salvo le pide a Germán no ir hacia el promontorio, punto donde luchan sus amigos, sino hacia las cuevas, donde resiste la mayor parte del pueblo. Logran salvarlos pero el promontorio paga caro el triunfo ante los zarpos y el ello que los conduce. “Si hubiéramos venido aquí primero”, piensa Germán. Y el Eternauta coloca la realidad ante sus ojos nombrando a sus amigos muertos: María…Nico… Cascote… puestos en el mismo lugar ¿A quién te creés que hubiesen salvado primero? Germán entiende claramente cuál es la respuesta. Y le dice eso que Roberto, en el cuento de “el árbol de la muerte”, intuía: ¡Decidiste bien, Juan! Sólo que… ¡sólo que duele tanto!

Con la victoria ya decidida para los humanos, Salvo recuerda al ello que los trajo haciéndolos viajar en el espacio-tiempo y los ayudó, pagando su osadía con la muerte. El Eternauta grita hacia el cielo despejado, ya sin cosmonave: ¡Te descubrieron ello amigo… y te mataron… Pero venciste!

Será por eso que Sherlock Time, en ese guión que se parece tanto a La cosmonave fantasma, sentenciará en uno de los últimos cuadros: el hombre es un ser extraño, tal vez sea el que menos le importe morir… y te hablo del universo entero.