Juano Villafañe y la poética de la conversación

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Juano Villafañe y la poética de la conversación

24 Octubre 2020

Por Norman Petrich | Fotografía: Gisela Romino

Ediciones en Danza presenta en estos días El corte argentino, el nuevo libro de Juano Villafañe. “Es el resultado de distintas experiencias poéticas durante mi infancia, adolescencia y juventud con quienes fueron amigos de mis padres. Mi casa era un gran teatro renacentista donde se cultivaban todas las artes y las letras: la pintura, la música, la poesía, los títeres. La vida artística familiar me relacionó con este mundo tan bello. Yo estudié música, historia del arte, dibujo y pintura. En los teatros de mi casa hacía títeres, ofrecía recitales de guitarra, escribía. Los encuentros con los amigos de mis padres se realizaban en mi casa familiar. Durante mis viajes por América Latina pude reencontrarme con algunos de ellos. Los que están presentes en este libro son aquellos con los cuales viví momentos particulares. Poeticé esas experiencias que son conversaciones intensas, coloquios de una memoria. Todo el libro lo siento como una poética de la conversación. Todo el libro es una gran conversación”, aclara Villafañe y nos demarca los límites por donde se moverá la palabra.

Como si fueran los límites de un jardín. Este libro es un jardín donde la memoria conversa con la intimidad de un mundo que también es de otros. Con el olor a asado que se puede percibir en la ropa de los que están en la foto, en el vino espeso que se alza. Regresan intactos los habitantes de esa foto hecha con palabras y nos hablan de un lugar que sigue siendo. Como imágenes extendidas, donde “abrimos otra vez la tranquera de regreso”. La madre es una de los que atraviesan esa frontera y con ella el teatro, ese que se saca para “colocarlo de nuevo como una naturaleza que abunda” y en donde “todo se demarca por los enormes extendidos que tienen las sombras”.

Pero ese jardín es también líquido en movimiento. Agua, río, bordes, orillas que se cuelan entre lo que se dijo y lo que no se pudo decir. “¿Será que hay que conversar para recordar la orilla y los reflejos del agua que nos daban de abajo?”, se pregunta Juano. Por eso “este es un poema escrito con la mayor claridad posible/ Es casi una conversación sin literatura/ Sin un estar, ni una despedida”, aclara y engaña, a la vez. Porque esa sencillez del habla tiene un complejo entramado que va superpoblando el parque y lo vuelve “real”. Lo habita. Lo cuida y no, porque uno puede ser “el que regresa de noche con el amor del mundo a dar la vuelta sobre tus pies descalzos”. Porque las voces en el jardín se multiplican para ser otra aunque sea Villafañe el que afirma dulcemente “puedo amarte y no entender nada de tus poemas/ Y decirte sí una mañana, que es la palabra más hermosa que puede pronunciar una mujer”, sabiendo que “donde ella nada, uno se hunde” y sigue “siendo el mejor secreto de tu noche”. No imitan sino que se reescriben, como la pareja de enamorados de la última fila ante la obra de Romeo y Julieta.

Los cortes se suceden y termina siendo cierta desmesura la que conversa. Al fin y al cabo, “son siempre las multitudes las que se abundan perfectas como historia/ Qué más se puede pedir si te aman/ Si te  levantan en andanadas por el mundo”. Será por esto que el libro cierra en una larga conversación con grandes artistas que fueron amigos de sus padres (Javier Villafañe y Elba Fábregas son partícipes necesarios de este conversatorio, a ellos está dedicado) y Juano trae de regreso a Pablo Neruda, Jorge Enrique Adoum, Leda Valladares, Emilio Petorutti, Mario Jorge De Lellis, Luis Diego Pedreira, Violeta Parra, Pepe Quintana, Miguel Ángel Asturias, María Elena Walsh, Enrique Wernicke, Enrique Molina, Ariel Bufano, Hamlet Lima Quintana y Vicente Marotta, quienes llegan tomados de la mano del chico de la tapa. Villafañe pone la voz para que hablen las experiencias de su generación. Y sin darnos cuenta, ya formamos parte de la obra de teatro que el poeta supo montar. Atrapados, sin querer salir ni abandonar ese jardín. Sabiendo que la otredad fue nuestra “patria muchas veces” y que conversamos “para no morir todos los días”. Que no es poco.

Juano Villafañe Nació en Quito, Ecuador, en 1952. Reside en Buenos Aires, Argentina, desde 1955. Entre los años 1976 y 1982 viajó por Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela realizando actividades literarias en universidades y centros culturales. Fue el co–fundador de las revistas de literatura: Tientos y Diferencias (Quito, 1979) y Mascaró (Buenos Aires, 1983). Dirigió, desde 1987 hasta el 2002, “Liberarte Bodega Cultural”. Fue asesor literario de Ediciones Desde la Gente y del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos. En 1989 participó del Encuentro Latinoamericano de Jóvenes Intelectuales organizado por la Casa de las Américas (La Habana, Cuba). En el año 1992, integró las delegaciones latinoamericanas en las Jornadas por los Quinientos años de la Conquista de América organizadas por la Universidad de ARCIS de Santiago de Chile. Desde el año 2001 hasta la fecha, tiene a su cargo la Dirección Artística del Centro Cultural de la Cooperación “Floreal Gorini” dentro del cual ha creado las siguientes áreas: Teatro, Música, Artes Escénicas, Artes Audiovisuales, Varieté, Espectáculos para niños y Políticas Culturales. En su rol de poeta, ha publicado: Poemas Anteriores (Ediciones de la Universidad Central del Ecuador, Quito, 1982); Visión Retrospectiva de la Botella (Libros de la Tierra Firme, Buenos Aires, 1987); Una leona entra al mar (Ediciones Del Dock, Buenos Aires, 2000 – Editorial Arte y Literatura, La Habana, Cuba. 2005), esta última publicación fue presentada en la Feria Internacional del Libro de La Habana, Cuba, 2005). Deconstrucción de la mañana (Ediciones Atuel, 2006) y Públicos y privados (Melón editora, 2013; Editorial Lisboa, 2018). Trabaja en el periodismo cultural radial (actualmente en el programa Que vuelvan las ideas en la Radio AM 750 y en Radio Nacional AM 870 en el programa El Tiempo y el Teatro con Jorge Dubatti).

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Ella nunca comprendió mis poemas

James Joyce se había enamorado de una mujer

Se trata de Nora Barnacle que era una camarera del hotel Finn's, de Dublín

Y que nunca pudo realmente reconocer la figura de Molly Bloom

Ni comprender las imágenes de Joyce y el viaje de Ulises

Aunque para muchos la propia Nora era también la propia Molly y la propia Penélope

Y así ella terminaba con su monólogo de mujer inventada

Con un sí, siempre con un sí, o como termina la vida realmente con un sí

Que es la palabra más hermosa que puede pronunciar una mujer

 

Porque realmente yo he sufrido

Porque deseaba destruir la imagen clásica del mundo

Y que mi amante terminara de decirme el propio final de su propia palabra como fin

Para poder disolver la imagen de la realidad en un cuadro de melancolía

Porque al entrar al restaurant ella me dijo: que sería como ideal que una camarera se enamorara de un intelectual moderno

Y que lo importante era amar y no comprender absolutamente nada de mis poemas

Y que ella podía terminar con un sí, iniciar con un sí, que es la palabra más bella que puede pronunciar una mujer

Y queda ese dolor por no pedirlo todo

Al quedarme solamente explicando mi última imagen de un intelectual moderno

Y que una estación del sur no se recorre en un solo día

Ni Temperley es Dublín, ni en mi barrio hay un hotel como Finn's,

Aunque mi camarera me lo dijo con una claridad extraordinaria

Puedo amarte y no entender nada de tus poemas

Y decirte sí una mañana, que es la palabra más hermosa que puede pronunciar una mujer

Y recorrer el sur como si fuese una calle con su plaza

Y dar la vuelta tantas veces como ocurre con tu barrio

Cuando siempre te pregunté lo mismo

Y que no hace falta que yo entienda tus poemas para decirte sí

Que es la palabra más hermosa que puede pronunciar una mujer

Y que yo puedo llevarte por el mundo sin comprender la menor de las metáforas

Verte con esta boca de tan cerca

Decirte sí de nuevo

Volver sobre el fin con una sola palabra, que es la palabra más bella que pueda pronunciar una mujer

Y yo tratar de terminar este propio monólogo sin que hayas entendido absolutamente nada

Y que me digas que sí

Que yo imagino que me dices que sí

Que yo escribo que sí

Que es la palabra más bella que puede pronunciar una mujer cuando te escribo.

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