Gabriela Franco: “El proceso creativo es comunitario”

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    Gabriela Franco
ENTREVISTA

Gabriela Franco: “El proceso creativo es comunitario”

31 Diciembre 2023

Gabriela Franco nació en Buenos Aires en 1970. Es poeta, editora y docente, autora de, entre otros, Los que van a morir, En orden de aparición y Por las ramas (por el que recibió en 2022 el primer Premio Nacional de Poesía Storni). Sobre este último habló con Lidia Rocha y Gerardo Curiá en Moebius en la Radio y Fractura, el suplemento literario de AGENCIA PACO URONDO, lo reproduce en forma exclusiva.

Agencia Paco Urondo: En el libro hay un tejido cuidadoso entre el concepto y el lenguaje ¿Cómo se fue haciendo ese entramado?

Gabriela Franco: Supongo que es un misterio. En el surgimiento de los poemas hay algo así como el dejarse fluir, que quizás no tenga explicación. Cuando surgieron, un poco imprevistamente, los primeros poemas de este libro, estaba trabajando en la Poesía completa de Irene Gruss y venía de dar varios talleres de poesía. Eso implicó un trabajo de preparación de clases, una concentración en el análisis de algunos poemas, en la escucha de algunas entrevistas a poetas, en la lectura de ensayos. Algo de ese diálogo, que es un diálogo que solemos tener entre poetas, estaba rondando y apareció en estos poemas que creo que buscan esa oscilación entre el sonido y el sentido, escuchar lo que viene con el lenguaje. Y cuando lo que viene es el cliché y o lugar común, ver cómo torcerlo, como cuando tratamos de encauzar un río, un poco lo empujamos y otro poco el río o el lenguaje hace su camino.

APU: Hay un trabajo de reflexión sobre la poesía, pero también hay juego gozoso. Es como reflexionar jugando.

G.F.: Nos pasa en el uso cotidiano del lenguaje, que trae sorpresa, chispas y también cierta gracia, cierto humor. Es un conjunto de poemas bastante gozoso, bastante feliz. Hay un disfrute en la palabra, en lo que viene a proponer.

APU: Algo celebratorio.

G.F.: Dejarse llevar por el juego del lenguaje también es celebrarlo, es honrarlo. En ese juego noté que, lejos de estar sola, estoy acompañada por otras voces que van cantando conmigo. Entonces, hay una celebración de todas las voces que arman ese árbol de palabras. En la expresión del título, ese Por las ramas, me parece que no estaba sólo esa posibilidad de irse por las ramas, esa posibilidad de entregarse al lenguaje, sino también la de brindar por las ramas, decir ¡salud! a quienes nos dieron ese follaje.

APU: No sólo las voces de otros, otras poetas, sino las de todos los días, las que todos usamos; aunque transformados por la poesía, leemos los dichos del lenguaje cotidiano.

G.F.: Se cuela esa riqueza. Los dichos populares, los refranes, con un aire de oralidad. Que, cuando los damos vuelta, dejan de ser lo habitual para convertirse en otra cosa. Se suman a las voces de lo leído en una mixtura, en esa enredadera que se va armando.

APU: Desde el comienzo los poemas se plantean como un diálogo, incluso comienzan con una raya de diálogo.

G.F.: Estábamos preparando el volumen de Poesía completa de Irene Gruss, junto con Eduardo Mileo. Leíamos en voz alta su poesía para cotejar con los originales y así estar seguros de que las versiones que estábamos manejando fueran fidedignas, confiables, correctas. Y eso de poner la poesía de Irene a circular en el aire tiene sus consecuencias. Ella fue una poeta muy cercana a nosotros. Había un diálogo ahí que continúa, como esos diálogos que tenemos con los amigos y que, más allá del diálogo que se produce en presencia, continúa luego en nuestra mente esa noche y al día siguiente, y siguen proliferando ideas.

“Todo poeta es un contestatario, retomamos las palabras de los otros, nos nutrimos del intercambio”.

Esa idea del diálogo estuvo desde el inicio, pensado como el diálogo en esta idea de irse por las ramas, de lo que puede traer imprevistamente la conversación. No están las personas del diálogo (ni la primera ni la segunda) sino directamente las ideas, la materia del diálogo, aquello en lo que queríamos dejarnos discurrir. El diálogo se repone en la raya que abre los poemas, como si fueran pequeñas intervenciones. Además, ninguno de los poemas tiene punto final, para dar cuenta de esa continuidad, que puede seguir indefinidamente, sin tener muy claro el destino, así como sucede en los buenos diálogos.

APU: Quizás la poesía no sea estar escribiendo solos frente a un papel sino, en gran medida, una construcción social.

G.F.: Está muy instalada esa idea del escritor, la escritora, en soledad, en su torre, en su escritorio y que para escribir se requiere de eso, cuando en realidad es un trabajo muy social, la escritura. No se termina de completar hasta que no están los demás. Creo que el proceso creativo es comunitario, es colectivo. No escribimos de la nada. Mijaíl Bajtín dice que ningún hablante es un Adán, nadie pronuncia por primera vez la palabra. Ya pronunciar es un diálogo. Todo hablante es un contestatario, todo poeta es un contestatario, retomamos las palabras de los otros, nos nutrimos del intercambio, de la lectura.

APU: Este diálogo que queda vibrando, resonando por las ramas, es lo que el poeta toma y con él construye su poema.

G.F.: Otra faceta que me apareció es la negación, cómo tiene el poder de ser en sí misma un diálogo, de encarnarlo con mucha evidencia. Ni bien decimos “no” estamos diciéndoselo a algo que se ha dicho previamente. Y tiene un poder que, lejos de ser negativo, tiene un motor de dicha, de lenguaje, de ideas. La negación es una figura dialógica con una potencia muy interesante para explorar.

APU: Irene Gruss comenzaba muchas veces sus frases diciendo “no”, no dando el consenso por sentado.

G.F.: Observaba en las conversaciones que ella solía, ante alguna idea, decir “no” y comenzaba a reflexionar, usaba el “no” para producir desvíos, imprevistos y pensamiento nuevo. Quizás porque venía de una época donde se acostumbraba al ejercicio del diálogo y la polémica. Me ha tocado trabajar sobre el archivo de Abelardo Castillo, y hay algunas cartas que se entrecruzaban con David Viñas y con otros escritores, que tienen catorce, veinte páginas, un apasionamiento por la discusión y por ponerle palabras a las diferencias. Había un gran ejercicio del debate y de la polémica. Así sentía los cortes de verso de este libro, como ir zigzagueando.

APU: Como ir jugando gozosamente.

G.F.: Algunas de las voces que son incorporadas en los textos simplemente aparecían y no están señaladas. Por ejemplo, “tener lo que se tiene”, ahí está el título de Diana Bellessi. Y así algunos otros, por ejemplo, “el secreto madura como los muertos”, que es de Salvatore Quasimodo. O Eduardo Mileo. Y hasta Dante, con su selva oscura.

APU: Un diálogo que se anuda con el pasado y con lo que vendrá.

G.F.: Me invitaron a leer en una oportunidad y me propusieron que leyera poemas de otros autores, además de los míos. Releyendo a otros poetas, como Beatriz Vallejos Hugo Padeletti o Mirta Rosenberg, encontraba poemas que sentía muy afines a Por las ramas, o sea que el diálogo corría en un sentido inverso hacia el futuro. Toda esa poesía de esos grandes poetas está guardada en mí y reaparece de diversas maneras. Nos van nutriendo, tengamos más o menos conciencia de esas ramitas que están cantando ahí, a su modo. En definitiva, vas a escribir lo que hayas podido leer. Claro que eso no significa que cada poeta no aporte su singularidad, de acuerdo a como hayan impactado en cada uno esas lecturas, ahí se arma algo que tiene una salida gozosa y se agradece.

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Tapa por las ramas

APU: ¿Cómo elegiste la tapa del libro, que muestra dos teteritas enfrentadas?

G.F.: Resulta que me costaba mucho elegir una tapa que no se entendiera muy literalmente como ramitas. Cualquier textura podía dar una lectura literal, ilustrativa. Una amiga, poeta también y que trabaja con la imagen, con la fotografía contemporánea, que es Natalia Fortuni, me dijo. “¿Por qué no ponés un objeto solo, algo muy despojado? Y esa noche soñé con dos pequeñas teteras de adorno, que me había regalado Irene Gruss. Dos o tres días después, conversando con mi amiga Natalia, de pronto recordé el sueño y corrí a buscar las teteritas, saqué una foto y le pregunté: “¿va por acá? Las dos entendimos que sí, porque representaba el diálogo de una manera indirecta, como el momento de compartir el té. Y justo me las había regalado Irene. Cerraba por ahí, también. Me gustó encontrar esta tapa y me quedé contenta con las teteritas conversando.

APU:En este libro estás pulsando una cuerda distinta con respecto al resto de tu obra.

También tengo esa sensación. Tal vez esa variación ya comenzó en el libro anterior, En orden de aparición. Noto que el proceso de escritura también fue diferente. Mis otros libros, Los que van a morir o Modos de ir, reúnen una serie de poemas que tienen un hilo y un tono común pero no la misma unidad. En orden de aparición casi podría pensarse como un único poema, es un libro que contiene una crónica, un orden de acontecimientos. Sin dejar de ser un libro de poesía, la narración asoma a través de versos cortos, muy condensados. Quizás un libro va llevando a otro. Y en Por las ramas, salió el primer poema y enseguida le puse el número I, y luego el II y el III… En un mismo momento y con este gesto no pensado de numerarlos y de pronto fue efectivamente armando una serie.

En orden de aparición tenía esta idea de unidad, pero también una exposición muy grande, ya que tiene que ver con una experiencia personal muy traumática, aunque tamizada por el trabajo con la poesía. Esta vez quise tomar distancia de la primera persona del singular.

APU: Te alejaste de lo teatral, pero también de lo narrativo.

G.F.: Hablo de eso en Por las ramas, en el sentido de cómo tironea el relato, con sus personajes, con sus coordenadas de tiempo y espacio. El poema permite despojarse de todo eso y del referente, de aquello que nos impulsó a escribir. Me alejé de lo narrativo, me alejé de la centralidad de la primera persona y busqué otras formas. Al imponerse restricciones, ellas funcionan como disparadores de algo que no estaba previamente pensado y nos hacen descubrir algún sonido nuevo, alguna forma nueva

APU: En el poema XLVIII hablás de esas imágenes que se salen de quicio.

G.F.: Y aparece la taza de té, que dialoga con un poema de Irene Gruss, que se llama El té, donde conversa con su hermana. Una pequeña escena que quiere imponerse, pero trato de hablar de otra cosa, de salir para otro lado. Ese es el juego del que hablábamos. Es difícil de decir todo lo que me pasa ahí. Hay una pugna, una pelea por no decir lo que la escena me está empujando a escribir.

APU: Esto no implica que necesariamente así deben escribirse los poemas, sino que esto es lo que pasa en este libro.

G.F.: Esto me deja una gran incógnita. Acá apareció una forma de escribir, pero no sabemos lo que va a pasar después. Hay que estar atentos para ver qué aparece, pero hoy no está claro. Estos poemas salieron así y tienen su felicidad.

“Vas a escribir lo que hayas podido leer”.

VI

—¿Llamar a las cosas

por su nombre? ¿Como si

la distancia fuera río y no

hay que decir lo que se puede, tener

lo que se tiene, las palabras

erradas? ¿La verdad?

¿La verdad a medias, a

medida? Desbocarse por

mesura

 

XIV

—Tampoco se trata de quedarse

muda. Es un albur

que la exigencia, el denuedo, lleve

al silencio. Un tiro

por la culata, la expresión

herida, sin consuelo, pero

gráfica. No se trata de no

tomar riesgos. Más bien asomarse

al bosque, permanecer

en el claro, apuntar palabras

al blanco

 

XX

—Es un hecho: el acontecimiento

(aunque podría, quizá, pasar

por nimio, o no alcanzar a

ser visto u oído), para quien

esté disponible, será

un temblor, algo similar a

la más tangible experiencia.

Como un golpe, o hito: imborrable.

Descubrir o ir al encuentro

de la palabra

justa

 

XXIV

—¿Es amor? Alguien lo pregunta

ante el encuentro que pide pero no

exige lo mismo. La amistad

es un gesto mínimo; un adjetivo

posesivo o un pronombre ostentoso

puede ser fatal. No hay fórmula. Sí

forma. Una figura entre dos, un estar

en un sitio y extender la mano o

la voz hasta sentir

tibieza