Dossier Fractura: ¿Qué es un refugio?

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Dossier Fractura: ¿Qué es un refugio?

23 Diciembre 2018

Por Claudia Sobico y Jorge Hardmeier

Contacto a Lidia Rocha por mensaje de texto, le cuento que estoy trabajando en una serie de notas sobre Inés Manzano y que me gustaría entrevistarla. Acepta con gusto y curiosidad. La cita es una tarde temprano en Toñito, Díaz Vélez y Gascón. Llega y espera que le cuente el por qué de mi  interés en el trabajo de su amiga. Le explico que Fedra Spinelli me la presentó en abril de 2016 en el Museo del Libro y de la Lengua, que me habló maravillas de Inés. Que me pareció frágil y bella y que quedamos en vernos en Carne Argentina, ella estaba invitada a leer en unos días. Nunca sucedió ese encuentro, Julián López anunció que Inés no estaba bien de salud y no había podido asistir. Le cuento también que este año, en una entrevista para FRACTURA vuelve a aparecer su nombre, luminoso, en boca de una de las editoras de La mariposa y la iguana, Dafne Pidemunt, y así también vuelven a aparecer mis ganas de conocerla, porque no es tarde, aún tenemos su obra y todos los relatos de quienes la quisieron tanto.

Lidia me escucha y saca el libro de poemas de Inés de la cartera,  como un objeto precioso me lo muestra, me dice que es el único que le queda.

A.P.U: Tengo entendido que Inés era reticente a publicar, ¿sabés a qué se debía eso?

Lidia Rocha: Inés tuvo que hacer un gran esfuerzo para vencer su negativa a publicar, tenía una gran modestia con su escritura. Modestia sincera. Mi primera tentativa en alentarla a publicar fue regalarle para su cumpleaños una colección de trípticos con sus poemas. Yo tenía miedo que se enojara, pero no, le gustó y los repartía entre sus amigos. Era muy exigente con su trabajo. Antes de publicar Si es puñal que me mate, le pidió a mucha gente que la lean y la corrijan y escuchaba todas las opiniones. Una de las últimas personas en corregir su poemario fue Celia Fontán, que le hizo observaciones muy pertinentes. Tomaba lo que le decían. Medía cada verso, cada palabra con un detalle minucioso. Cuando se hizo la presentación del libro, se juntó gente de distintas procedencias. Inés tenía ese valor de reunir poetas de distintas tribus. Algunas personas incluso se sorprendieron, ni sabían que Inés escribía.

A.P.U: Tengo entendido también que dejó mucho trabajo sin publicar, ¿crees que lo editarán en algún momento?

L.R.: Es difícil la decisión de publicar o no el material inédito porque Inés era muy puntillosa con las correcciones. Y en algún momento parecía estar convencida de que no tenía planeado publicar otro libro.

A.P.U: Vos coordinaste El tren de la palabra con Inés. ¿Cómo fue esa experiencia?

L.R: El tren de la palabra fue un taller de lectura y escritura de poesía que hicimos en el IMPA, La Fábrica Centro Cultural, un lugar que nos prestaban. Pasaba el tren por ahí y eso de alguna manera le daba el ritmo a los encuentros. Leímos mucho, recuerdo haber leído la obra de Leonor García Hernando y la de Paco Urondo. Trabajamos muchísimo, con mucha gente linda también. Matías Rodríguez fue uno de los alumnos del taller, era muy joven en ese momento. Ella le dedicó un poema: El dragón. Ahora es conocido como Matías Máximo. Es periodista y escribe en Soy de Página 12 y en Anfibia. Escribe más que nada sobre periodismo queer y trabaja en la Universidad de La Plata. También pasaron por allí otros poetas como Gerado Curiá, María Krill, Clara Vasco, Mirta Sod, Catila Boccardo, entre otros.

A.P.U: Inés también coordinaba un ciclo de lecturas llamado Interiores, donde invitaba a poetas del interior

L.R: Sí, primero lo hacía con un equipo de gente, el que más duró a su lado fue Cayetano Guzmán, después quedó sola. Mi marido la ayudaba con el sonido. Pero el trabajo era todo de ella, nosotros éramos solo colaboradores. Inés elaboraba trípticos de cada poeta invitado y los repartía. A veces tomaba sólo un café pero ponía su dinero para que los invitados comieran bien y estuviesen bien alojados. Lamento no poder juntar ahora la colección de esos trípticos porque no tenemos acceso a su mail. Era ubicua, ella iba a todos los ciclos. Incluso durante la noche. Estaba siempre conociendo gente joven, nuevas voces. Le interesaba eso, dar a conocer voces de gente joven, de personas de las provincias y de América Latina.

Llega Jorge Hardmeier, se suma a la entrevista más tarde porque viene de dar clases en Lanús. Comenzamos la charla sobre la poesía de Inés. Jorge saca las fotocopias de un PDF que nos facilitó La mariposa y la iguana porque no hay ejemplares a la venta en este momento. Las páginas están llenas de anotaciones y empiezan las preguntas. Lidia parece disfrutar nuestro interés minucioso.

A.P.U: ¿Ves a la infancia como un lugar donde anida cierta tristeza y dolor en la poesía de Inés?

L.R: Inés era maestra bibliotecaria y se sentía muy cercana especialmente a los niños que más sufrían. Trabajaba en una escuela pública. La motivaban a escribir principalmente los chicos que sufrían por falta de amor. Se llevaba muy bien con los niños. Su mirada del mundo era amorosa. Tenía una visión muy interesante, algo así como la reparación basada en el amor. Ella era socialista de ese modo. Y sus poemas tienen un tinte social, están escritos desde el amor. Amor a la poesía, sobre todo. Era muy combativa y luchaba por la verdad y la justicia pero también fue cambiando. Algo que me llamó la atención durante el último tiempo fue que me dijo “ahora el amor me parece más importante que la justicia”. Y fue una declaración de principios que me parece muy interesante en su persona. Se decía que se había hecho peronista por su interés en lo social. No nos olvidemos que en la Argentina lo social se manifiesta en el peronismo.

 

Lidia busca en su libro y nos lee parte de un poema:

La victoria de la víspera

 

Este contorno

que la distancia desmenuza

ni aún remotamente se parece

al perfil de la victoria

                               perseguida en los sueños

pero guarda

un parentesco secreto

con el rostro descarado

de una muchacha en La Matanza

                                     en Samotracia

con los dedos en V

 

Bien que somos porfiados

 

Amanece

y la distancia nos pisa los talones

 

Ignora

que al contrario de Aquiles

en ellos reside nuestra gracia

 

-alas robadas a los dioses-

 

Indefensos y frágiles                  sabemos

que el único suceso que nos torna invencibles

es tenernos a mano

L.R: En La victoria de la víspera habla de la cuestión de reparar y restaurar el hilo de lo social. Ella dijo, cuando gobernaban Néstor y Cristina, que no podía creer que estaba viviendo eso, no creía que iba a llegar a verlo nunca y después con este gobierno se cayó todo, todo esto es muy insoportable para las personas sensibles. Aguantó un año este gobierno.

A.P.U: También daba cursos de Filosofía para niños, ¿Qué sabés de eso?

L.R: Inés era muy reservada, no contaba mucho sobre lo que hacía. Tampoco supe cuando se enfermó. Pero yo quería saber sobre estos talleres e insistí con las preguntas. No imaginaba cómo podía darles filosofía a niños de seis años y me dijo una vez que hablaban sobre qué es un refugio. Y a mí me rompió la cabeza, me pareció muy interesante lo que pudiera decir un niño de seis años sobre qué es un refugio y estoy segura de que a ese taller lo inventó ella.

A.P.U: ¿Tenés conocimiento sobre sus lecturas, qué poetas le gustaban o influenciaron su escritura?

L.R: Leía muchísimo. Ella admiraba mucho a Paco Urondo, a María Negroni, a Denise Levertov. Era muy amiga de Paulina Vinderman. Inés también estudió con María Negroni en la UBA. Solo iba como oyente, no le interesaba cosechar títulos. A los cursos de Jorge Boccanera también iba. Participaba de algo que se llamaba El mundial de poesía. Era un evento donde tenías que elegir poetas de un país e ir a leer. Ella iba a competir y se preparaba un montón. Trabajaba mucho porque quería ganar y salió primera una vez. Inés trabajó en el festival de poesía de la Feria del Libro y en el festival de poesía del Centro Cultural de la Cooperación, estaba en la comisión organizativa.

A.P.U: El silencio es recurrente en su poesía

L.R: A ella le importaba recitar y el silencio es vital en eso, la respiración. Pero sobre todo le importaba la emoción.

A.P.U: ¿Algo más que quieras mencionar? (Lidia sonríe, hace silencio, mira para arriba, recuerda)

L.R: Inés tenía una gran disponibilidad para los demás. No es fácil que no esté. Ella nos juntaba. Abría puertas para todos, hacía que las cosas fluyan y ahora nos hace falta. Tratamos de juntarnos y seguir haciendo contactos con gente del interior. Y Teresa Orbegoso es una poeta peruana que tomó la posta para continuar la tarea de Inés en Latinoamérica, la tarea de unir a las personas. Teresa incluso dice que lo hace por Inés. También este año Maria Negroni abrió la biblioteca Inés Manzano en la Universidad de Tres de Febrero, con mucha colaboración por parte del poeta Alfredo Luna, que también era amigo de Inés y estuvo con nosotras en el taller.

 

Damos por terminada la charla, salimos y nos despedimos con alegría. Jorge y yo nos quedamos un rato más en la esquina de Díaz Vélez y Gascón. Tenemos cierta necesidad de seguir respirando eso que acaba de suceder. No todo se puede contar en una nota.