Dossier Fractura: Leer y releer a Gombrowicz, entrevista a Nicolás Hochman

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Dossier Fractura: Leer y releer a Gombrowicz, entrevista a Nicolás Hochman

11 Agosto 2018

Por Branco Troiano

Nicolás Hochman (Buenos Aires, 1982) es Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires, y profesor licenciado en Historia por la Universidad Nacional de Mar del Plata. Fue becario de CONICET y del Fondo Nacional de las Artes. También es director de la productora cultural UnaBrecha, del Congreso Gombrowicz, y presidente de la asociación civil Grupo Heterónimos.

Entrevistado por Fractura, suplemento literario de APU, el autor de la novela Los Casquivanos y del ensayo Incomodar con estilo. El exilio de Gombrowicz en Argentina, contó de qué se tratará el Congreso Gombrowicz del año que viene y cómo es que aborda tanto la literatura como los talleres literarios.

Agencia Paco Urondo: ¿Por qué nace el Congreso Gombrowicz?

Nicolás Hochman: Porque básicamente Gombrowicz, que murió en 1969, seguía estando bastante muerto en Argentina. Es uno de los personajes más interesantes y potentes del siglo XX, vivió acá durante casi 24 años, y era muy poco lo que se estaba haciendo con su obra, que era prácticamente inhallable. Entonces decidimos hacer un evento, algo humilde, chiquito, para tener la excusa de juntarnos a charlar con otros lectores de Gombrowicz. Y lo que pasó nos excedió completamente, o al menos excedió nuestra búsqueda inicial, porque al evento fueron más de mil personas, incluyendo 60 expositores de 16 países. Señal de que había un interés muy grande, de que la posibilidad de hacer algo con él y su obra estaba muy latente.

APU: ¿Qué detectaron en la vida y obra de Witold Gombrowicz para llevar adelante el proyecto?

NH: Lo que más estimulante nos pareció es todo ese potencial explosivo que aparece en sus textos. La provocación, el salirse de los lugares comunes, los excesos, la búsqueda de incomodar, de poner al otro en una posición difícil. Todo eso nos pareció vital para pensar, para reflexionar. Gombrowicz trabaja siempre con tres tópicos (la juventud, la inmadurez, las formas), y con eso atraviesa valores, épocas, conceptos, personajes, ideas, ideologías, modos de vida. Es un escritor absolutamente actual.

 APU: ¿Qué le aporta al mundo de la literatura un espacio como este? ¿Y al mundo literario argentino, estrictamente?

NH: Siendo Gombrowicz un autor tan disruptivo, nos pareció que hacer un Congreso tradicional sobre él era un disparate. Que había que hacer algo diferente, más colorido, con otra dinámica. En el primer Congreso de 2014, hubo mesas de debate, exposiciones, conferencias. Clásico. Pero también un ciclo de teatro, intervenciones, performances, una muestra de arte, un libro con esas ilustraciones, un city tour, una cena gombrowicziana con  juegos. Todo para un público muy fiel a Gombrowicz.

En 2015 hicimos una lectura con 30 personas del mundo de la cultura de Argentina, no necesariamente lectores de Gombrowicz, en la que subían al escenario y leían en un minuto diferentes textos de este polaco delirante. En 2016 dimos un paso más, y directamente armamos un evento (“Contra los escritores”), en el que nos propusimos llegar a gente que nunca hubiera escuchado hablar de él. Convocamos a celebrities, gente de la tele (que tampoco lo había leído) para hacer un game show con formato televisivo, pero en un teatro para 500 personas, con entrada libre y gratuita. La cola iba desde Marcelo T. de Alvear y daba la vuelta por la 9 de julio, y transeúntes que pasaban por ahí y no sabían de qué se trataba terminaban entrando y encontrándose con un evento extrañísimo. En 2016 hicimos Witolda, una revista exclusiva sobre él, una biblioteca y una audiovideoteca Gombrowicz, intervenciones en la UBA, y editamos un libro que se llama El fantasma de Gombrowicz recorre la Argentina. Todo eso es el Congreso Gombrowicz. Lo que buscamos aportar, en definitiva, es una perspectiva, una manera de hacer cosas con la cultura en Argentina, con otros métodos, para otro público que el tradicional. En ese punto, Gombrowicz es nada más que una excusa.

Resultado de imagen para Nicolás HochmanAPU: ¿Por qué tomaron la decisión de diagramarlo en torno a mesas de exposición de artículos en un sentido más bien académico?

NH: Fue la primera idea, que surgió desde la perspectiva de que solamente investigadores académicos iban a querer participar. La práctica nos demostró en seguida que eso no era así, y por eso el primer Congreso fue lo que fue. En 2019 vamos a organizar el segundo, que va a ser más grande, más excesivo, más disruptivo, y ahí el lugar de las mesas académicas va a ser mucho más reducido. Va a haber más charlas, más discusiones (vamos a fomentarlas), más intervenciones dinámicas. Nos parece vital para desencorsetar el conocimiento.

 APU: ¿Por qué considerás que el Congreso logró la adhesión de figuras importantes, como es el caso de Martín Kohan?

NH: Hasta hace muy poco tiempo Gombrowicz era, en Argentina, un autor de culto. Y, como tal, era leído por pocas personas, pero muy metidas en el tema. Felizmente, eso está cambiando: hay muchos más lectores, que vienen de lugares muy diversos. Hay también muchos escritores, intelectuales, dramaturgos, que antes tenían algunos reparos con acercarse a él y su obra, y ahora van encontrando motivos para atravesarlo, para ver qué les pasa en esa primera lectura, que suele ser shockeante. Que al primer Congreso fueran tantas personas de peso en el mundo de la cultura (de acá y de afuera) fue un signo de que habíamos encontrado un camino poco transitado, que ahí había una necesidad de profundizar en algo muy poco trabajado por acá. No puedo no mencionar que la apertura la hicieron Teresa Parodi y Horacio González, que hablaron de sus propias experiencias como lectores de Gombrowicz. Eso fue impactante.

APU: ¿Por qué “impactante”?

NH: Básicamente porque encontramos dos funcionarios del Ministerio de Cultura que no intentaron apropiarse del evento, que era lo que nosotros imaginábamos que podía llegar a ocurrir, sino que fueron como lectores que habían sido atravesados por la obra de Gombrowicz. En el caso de Horacio ya sabíamos que era un lector. Pero fue muy sorprendente escucharla a Teresa hablar de cómo había sido su juventud desde la lectura de Gombrowicz.

APU: Teniendo en cuenta lo dificultoso que es mantener en el paso de los años una iniciativa cultural de esta magnitud, ¿qué es lo que hace que el Congreso subsista?

NH: Las ganas, sin lugar a dudas. Somos un equipo mutante, tanto por quiénes somos los que lo integramos, como por cómo vamos cambiando nosotros en el camino. Todos los que hacemos el Congreso (al día de hoy, Sofía Alemán, Wanda Wygachiewicz, Javier Reboursin, Marcos Urdapilleta, Valentino Cappelloni, Diego Tomasi, Sofía Cazères, Magdalena Siedlecki, Franco Dall’Oste y yo) tenemos muy en claro que es un proyecto deficitario, que demanda tiempo, energía, voluntad, trabajo. De algún modo es un modo de armar algo para sostener una amistad.

APU: ¿Qué cambios notás entre el primer Congreso y este? ¿Qué madurez y progresos identificás desde el punto de vista organizativo?

NH: Maduramos, claramente. No sé qué tan bueno es eso, pero maduramos. Llevamos cinco años haciendo cosas con Gombrowicz, y eso nos dio experiencia, conocimiento, agenda. A mí Gombrowicz me marcó mucho. Empecé a leerlo en 2004. En 2009 defendí mi tesis de licenciatura, sobre él. En 2016 la de doctorado, con el Congreso encima. Son cosas que dejan huellas. En los demás integrantes esa  marca fue por otro lado, no académico, pero a cada uno le fue marcando el camino de diferentes maneras con la misma intensidad. Y eso se nota hoy en nuestras reuniones. Lo que antes era puramente anárquico ahora se volvió metodológico. Es algo difícil, porque siempre da más placer organizar algo con total libertad. Pero entendemos que parte de nuestra búsqueda tiene que ver con hacer cosas cada vez más profesionales, si el objetivo es que cada vez Gombrowicz llegue a más lectores.

 APU: ¿Qué se espera del Congreso Gombrowicz para su próxima edición del 2019?

NH: El 2019 va a ser un año movidísimo. En principio, entre el 12 y el 18 de agosto del año que viene va a estar el Segundo Congreso Internacional Witold Gombrowicz, que va a ser un evento muy grande, en el que entre otras cosas va a haber un ciclo de cine (donde vamos a presentar el documental que estamos filmando sobre él), teatro, muestra de arte, city tours, charlas, juegos y duelos de fachas. Antes de eso vamos a estar lanzando, si todo sale bien, el Premio Gombrowicz de Novela. Seguramente haya también un Premio Gombrowicz de Afiches. Es muy probable que en 2020 odiemos a Gombrowicz. Más que ahora.

 APU: Pasando a otro tema, ¿qué lugar encontrás que ocupan los talleres de lectura y escritura en la literatura actual?

NH: Son espacios de producción, esencialmente. No solamente por las consignas de escritura que puedan aparecer en algunos, sino por el estímulo, por lo que significa asistir a un taller: compartir lecturas, ir a ciclos, presentarse a concursos, publicar. En definitiva, hacer de la literatura algo menos solitario.

 APU: Si bien es cierto que cada taller tiene sus formas y estas pueden ser antagónicas, ¿qué gana o qué puede ganar un escritor participando en uno de ellos? ¿Existen riesgos?

NH: Creo que puede ganar todo eso que decía recién. Los talleres muchas veces funcionan como la zanahoria del burro: son la excusa para sentarse a escribir, algo que tal vez en otro contexto se vuelve imposible, aunque las condiciones materiales sean idénticas. Lo que es un riesgo grande es la homogeneización. Que un tallerista con una perspectiva muy concreta sobre la literatura condicione demasiado a las personas con las que comparte el espacio. Digo “riesgo”, pero en definitiva ¿qué tiene de riesgoso? Nada. Yo prefiero que las subjetividades se manifiesten todo el tiempo de la manera más diversa, pero quizás soy el primero en marcarle la cancha con exceso a las personas que vienen a mi taller y no me doy cuenta. En todo caso, creo que es algo que tiene que evaluar cada uno. Copiar un estilo, o temas, o voces narrativas es siempre mucho más fácil y más cómodo que ponerse a trabajar para encontrar un camino propio.

 APU: ¿A qué le atribuís el importante crecimiento de este tipo de espacios?

NH: Podría decir que hay cada vez más necesidad de escribir, que las nuevas tecnologías, que la apertura de espacios culturales, etcétera. Pero creo que básicamente es una cuestión económica: hay cada vez más talleres porque hay poca plata, porque de algo hay que vivir, porque el taller da la posibilidad de tener un ingreso más o menos fijo a expensas de la literatura. Después puede pasar que eso se convierta en un motivo de alegría, porque hay grupos fenomenales.

APU: Sos el moderador del Taller Heterónimos, ¿de qué se trata?

NH: Es un espacio en el que compartimos miradas sobre la literatura. Trabajamos con una lectura breve, semanal, que generalmente es ficción. Discutimos sobre eso. Sobre cómo el texto nos interpela, sobre los recursos que usa el autor, sobre lo que funciona y lo que no. Sobre el contexto en el que eso se enmarca. Una vez por mes vemos una novela entera. A veces hacemos secuencias. El año pasado, por ejemplo, estuvimos trabajando con diarios de escritores. Este año, con revistas literarias argentinas. Y, además, los que van al taller llevan sus propios textos y los discutimos entre todos. A mí me gusta mucho insistir en la necesidad de salir de la endogamia, de que esos textos tengan otros lectores, y por eso siempre buscamos la manera de que se publiquen, de que vayan a concursos, de que encuentren otros caminos.

 APU: ¿Qué efecto buscás provocar en los participantes?

NH: Si hay algo de lo que estoy convencido es que mi función, como coordinador de taller, no es enseñar. No es corregir. No es decir qué está bien y qué está mal. Lo que busco es transmitir una pasión por la literatura, y sobre todo, una manera de leer. Lo que me interesa es cómo esa mirada mía se encuentra con las otras y provoca un movimiento, que puede terminar en cualquier parte. Busco provocar, incomodar, generar replanteos (soy un lector fiel de Gombrowicz). Pero sobre todo, que la persona que lleva un texto, o una lectura, se vaya de ahí con una idea nueva, con una herramienta, un recurso, una idea, un problema, una posibilidad.

 APU: Al margen de lo económico, claro está, ¿qué ganaste con el dictado de los distintos talleres?

NH: Amigos, en primer lugar. Gente que no conocía y que terminó siendo compañera de la vida. Porque ante todo el taller se convierte en eso, en un espacio semanal en el que te encontrás con gente afín a discutir las cosas que más te importan en la vida: la política, la economía, el amor, la muerte, lo banal de lo cotidiano, y todo eso vinculado a la literatura.