Ana María Shua: “Los chicos leen, los que no leen son los grandes”

  • Imagen
    Ana María Shua
APU ENTREVISTAS 2023

Ana María Shua: “Los chicos leen, los que no leen son los grandes”

26 Marzo 2023

Ana María Shua publicó su primer libro a los 16 años, tiene distinciones nacionales e internacionales. Publicó para adultos, entre otros, Los amores de Laurita, Soy paciente y una basta cantidad de libros infantiles como La fábrica del terror. Fue guionista de ¿Dónde estás amor de mi vida… que no te puedo encontrar? y es especialista en un género complicado como es el de microrrelatos. AGENCIA PACO URONDO conversó con esta prestigiosa escritora para tener una mirada sobre su extensa obra.

Agencia Paco Urondo: Publicaste tu primer libro a los 16 ¿Cómo fue ese primer paso en la relación con la literatura?

Ana María Shua: Mi vínculo empezó, más que joven, en la primaria. Me convertí en la poetisa más famosa de todo el grado y de toda la escuela, te diría. Ya en el secundario, a los 14 años, vino una profe de teatro a casa y se dio cuenta enseguida que difícilmente iba a ser actriz y, en cambio, escribía. Entonces me empezó a pedir que escriba un poema para cada vez que ella venía. Un poema por semana, después de un par de años tuve bastante material como para seleccionar y presentarme a un concurso del Fondo de las Artes y así publiqué mi primer libro, con una pequeña mención, era como la tercera mención. Pero bueno, gané un préstamo para publicar un libro.

APU: Así que arrancaste con la poesía…

A.M.S.: Sí, y me costó muchos años pasar a la narración. No se nota porque, como empecé tan joven… La gente me dice “¿Cómo muchos años si tu primera novela ganó un concurso y la publicaste cuando tenías 28? Sí, pero fueron todos esos años para pasar de la poesía a la narrativa.

APU: ¿Leías poesía en ese momento, con qué te iniciaste?

A.M.S.: Leía poesía, pero leía mucha más narrativa. Me hubiera gustado contar historias, pero no me salían, era muy difícil cuando era adolescente, no sabía por qué pero no me salía. Luché mucho y de pronto se me dio la oportunidad de escribir unos cuentitos románticos para una revista femenina que publicaba fotonovelas y se llamaba Nocturno. Quizás no podía escribir un gran cuento, como para la literatura universal, que era lo que yo quería. Escribía parte y lo dejaba, porque ya me daba cuenta que no iba para ese lado. Al tener esta oportunidad, fue como que me sacaron un enorme peso de encima. Un cuentito romántico me tenía que salir y en efecto, así fue. 4 cuentos que me fueron enormemente útiles para aprender a narrar.

APU: También estudiaste Letras.

A.M.S.: Cuando terminé el secundario, y finalicé la carrera, me recibí de profesora de secundario porque no tenía ganas de hacer la tesis de Licenciatura. La Facultad estaba muy destruida, en esa época. Entré en el 69; en el 66 la dictadura de Onganía, que ahora llamamos dictablanda, había arrasado con la Universidad, habían renunciado una cantidad enorme de profesores, quedaban muy poquitos que valieran la pena. La hice rápido para tener el título que me pedían mis padres, pero no me importaba mucho. Al mismo tiempo, trabajaba en publicidad, eso sí me gustaba mucho. Ganaba bien, era divertido y me salía. Era redactora publicitaria, 15 años trabajé en este rubro.

APU: Está muy relacionado con ámbito poético, hay muchos poetas que han trabajado en la publicidad. 

A.M.S.: Y ni te cuento lo que era en esa época. No había carrera de publicidad, entonces las agencias estaban llenas de escritores y de poetas. Al mismo tiempo que yo, estaban Guillermo Saccomanno, Marcelo Pichón Riviere, Héctor Libertella, Ramón Plaza. ¡Éramos todos escritores!

URL de Video remoto

APU: Siempre me preguntaba por este vínculo. Fue una escuela, de alguna manera. 

A.M.S.: Si, hay un vínculo. Creo que la publicidad y la poesía usan las mismas armas para tener resultados opuestos.

APU: ¿Y cómo hacías para ir del slogan a la poesía, que es anti?

A.M.S.: Escribía siempre, yo seguía escribiendo lo mío, mis libros. Los primeros libros los escribí mientras trabajaba en publicidad. Como que trabajaba en distintos canales de mi cerebro. Pero además, en una agencia de publicidad, uno aprende algo extraordinario, que es escribir de todo, no sólo slogan. Folletos, comerciales de televisión, se aprende a hacer guión, avisos. La diferencia es la intención. Cuando escribía mi literatura, pensaba en escribir el libro que a mí me gustaría leer, que es lo que pensamos todos los escritores. Con la publicidad, el objetivo era vender un producto.

APU: ¿Cómo pasas al cine?

A.M.S.: Con Los amores de Laurita. Soy paciente, incluso, se llegó a filmar completo, pero nunca se pudo filmar porque el director había hecho mal los cálculos y se quedo sin plata a la hora de la postproducción. Creo que en la Cinemateca, todavía está, en lata, archivada. Los dos casos fueron parecidos. Los directores vinieron porque habían leído un libro mío, Ottone, por ejemplo, había leído Los amores de Laurita y me llamó, nos encontramos y me dijo “quiero hacer una película con él” y así fue. Empecé a trabajar con él, en el guión. Fue un trabajo muy interesante, porque yo había aprendido a hacer guión publicitario y ahí uno trabaja en 30 segundos, 1 minuto como máximo, en esa época. No hay tiempo de desarrollar un personaje y tiende naturalmente a la caricatura, no hay tiempo. Con el cine, de repente tenía 1 hora y media para desarrollar los personajes y me costó mucho pasar a narrar de ese modo.

APU: Pero pasaste a ser guionista de ¿Dónde estás amor de mi vida…?

A.M.S.: Trabajé con Jusid, fue muy lindo, aprendí un montón. Y en esa época hubo varios directores que me llamaron para trabajar, estuve en un montón de proyectos. La gente ni se imagina la cantidad de proyectos fracasados que hay detrás de cada película argentina que se puede hacer y sale. Algo que suele suceder es que el dinero que da el INCAA, que se obtiene del Estado o de los inversores privados llega después del guión. Los inversores o el Estado leen el guión y dicen “vamos a darle dinero para que se haga la película”. Pero, entonces, no hay plata para pagarle al guionista. En esa época, no sé si ahora sigue así, el guionista tenía que empezar a trabajar por amor al arte, pensando que iba a cobrar si tenía suerte. Había algunos pocos productores y directores que estaban en condiciones de pagarle, pero en la mayoría de los casos era “bueno, dale, vamos, vamos a hacer una gran película”. Y uno se enganchaba, hasta que me fui dando cuenta como eran las cosas y me dije esto no es para mí. En todo caso, si hay plata, podría ser. Tampoco es que me siento una gran guionista, no es que si me pagaban muy bien iban a salir guiones geniales. Me siento más cómoda en la narrativa que contando algo a través del diálogo.

APU: ¿Y cómo pasás a la literatura infantil-juvenil?

A.M.S.: También me vinieron a buscar. Publicaba en Sudamericana, y entonces, el año 88, pasó algo muy interesante en la Argentina que fue que se empezaron a abrir las escuelas a la literatura infantil. Hasta entonces, se leía lo que aparecía en el libro de lecturas. En él venían textos escritos por docentes, generalmente descriptivos y, quizás, fragmentos de poemas o de cuentos. En ese momento, las maestras empezaron a pedirles libros a los chicos y las editoriales empezaron a producir para ese extraordinario cliente que es la escuela. Más adelante aparecieron las editoriales especializadas sólo en literatura I y J. Sudamericana sólo publicaba María Elena Walsh, para chicos. La llamaron a Canela, le pidieron que organice un departamento de literatura infantil y ella empezó a buscar a los autores que a ella le parecía que podían escribir y se le ocurrió que podía ser una de ellas. Me dijo “tenés 3 nenas, seguro que le inventás cuentos para ellas; escribilos para nosotros y vemos si se puede publicar”. Ahí vi una oportunidad. Pensé que si eso funcionaba, podía salir de la publicidad, que me dio mucho y me gustaba mucho, pero ya estaba un poco cansada. Y así fue. La literatura infantil es un campo más profesional, en cierto modo, que la literatura para adultos.

“La gente ni se imagina la cantidad de proyectos fracasados que hay detrás de cada película argentina que se puede hacer y sale”.

APU: ¿Cómo fue ese desafío?

A.M.S.: No fue tan sencillo, te diría que bastante difícil. Porque un autor, enseguida, cae en la tentación de la soberbia y piensa que con sus libros para chicos va a estar ejerciendo una influencia muy poderosa sobre todos ellos que van a leer. ¡Lo que yo escribo podría cambiar el mundo! Quizás no en esos términos, pero da una sensación de responsabilidad y, al mismo tiempo, de soberbia. Entonces, uno empieza escribiendo, por lo general, unas historias muy moralistas, políticamente correctas, cuyo resultado no es buena literatura y no suele ser interesante para los chicos. Tuve que romper mucho papel y hacer muchos intentos fracasados hasta que me salió mi primer cuento para chicos.

APU: ¿Cómo ves hoy el campo de la literatura infantil?

A.M.S.: Es interesante, porque todo el mundo dice “cómo hacer para que los chicos lean”. Los chicos leen, los que no leen son los grandes. Porque los obligan en la escuela, no les queda más remedio. Es muy notable cómo baja la compra de libros en vacaciones. Antes era al revés. No hay que competir, no se trata de eso. ¿Por qué la lectura debería competir con las pantallas? ¿Acaso un autor para adultos se va a poner a competir con Netflix? ¡No! hay para todos, todo es posible. Se va de los libros a la pantalla y viceversa. La mayor parte de la gente joven les gusta leer en papel, por eso no siguió avanzando el ebook. De hecho, en el mercado español, nunca superó más del 2,5%. Hay que ver qué pasaría si el ebook tendría el precio que debería tener, si fuera muy económico.

APU: ¿Cómo es tu rutina como escritora?

A.M.S.: Escribo de mañana, después del almuerzo ya no se me ocurre nada. No es que no trabaje, trabajo, contesto correos, la relación con las editoriales, jurado de concursos, mil cosas para hacer. Pero escribir mi literatura es algo que sucede a la mañana, el mejor momento.

APU: ¿Cuál es el secreto del microrrelato y como lograste llegar a ese género?

A.M.S.: El microrrelato me resulta como muy natural, tengo una tendencia a la brevedad, a lo lacónico. En realidad, me costó muchísimo aprender a desarrollarme en una novela. Llegué como los escritores llegamos a todo, que es leyendo. En particular, una revista mexicana que fue muy importante para mí, la revista El cuento, dirigida por Edmundo Valadés. Publicaban muchos microrrelatos y tenían un concurso permanente de ellos. Los primeros microrrelatos los escribí para presentarme a ese concurso. No se llamaban así, se llamaban cuentos brevísimos que, la verdad, me gustaba más ese nombre. Bueno, escribí, los mandé, pero después vino la dictadura, la revista nunca más entró a la Argentina y no supe qué había pasado con mis textos. 30 años después, en México, me enteré por mis amigos de allá que sí habían salido mis microrrelatos, incluso me dieron los ejemplares en los que estaban mis textos. Fue muy emocionante. Ahora hay antologías de los microrrelatos publicados por El cuento. Empecé así, que no es distinto a lo que me pasó con la novela.