Hunters: Al Pacino y una venganza contra los nazis

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Hunters: Al Pacino y una venganza contra los nazis

20 Marzo 2020

Amazon Prime no podía quedarse sin su serie de nazis, por lo que, luego del final de The Man in the High Castle, estrenó en febrero su nueva serie: Hunters

Siguiendo el esquema utilizado por Westworld, de vender su producto con un actor de mucho renombre, en este caso la serie cuenta con la participación de Al Pacino, cuyo personaje es un millonario filántropo judío que sobrevivió al Holocausto.

La serie echa luz sobre un hecho del que poco se habla:

¿Que pasó con los nazis después de la guerra? 

Son los años 70’s. Ruth Heidelbaum (Jeannie Berlin), también sobreviviente del Holocausto, reconoce a uno de los nazis que estuvo en su campo de concentración, en una visita al supermercado. A partir de ahí se contacta con Meyer Offerman (Al Pacino) para denunciarlo. Agotadas las vías institucionales, sin obtener ningún éxito, ambos deciden formar “La cacería”, un grupo conformado por minorías que sufrieron el odio y el racismo de personas como los nazis. Esta banda se dedica a investigar la existencia de ex miembros del nazismo durante la Segunda Guerra Mundial en Estados Unidos y, una vez confirmada su identidad, los atacan, sometiendolos a las mismas torturas que hicieron pasar a millones de personas en los campos de concentración. 

Todo marcha bien hasta que este equipo, formado en su mayoría por judíos sobrevivientes del Holocausto, se tambalea con la llegada del protagonista Jonah Heidelbaum, nieto de Ruth. El joven, que no vivió de primera mano la crueldad de los nazis, no ve con buenos ojos que se los torture, en lugar de entregarlos a las autoridades o simplemente matarlos. 
Donde Meyer y los demás ven justicia, Jonah ve asesinatos a sangre fría. Con esto, la serie plantea la tensión moral entre los personajes. ¿Está justificado torturar a los nazis del mismo modo que ellos torturaron a millones para luego matarlos, o debemos evitar convertirnos en los monstruos que combatimos? Se trata de una disputa entre formas antagónicas de la moral: ¿Vale cualquier cosa para acabar con el enemigo? ¿O “los buenos” debemos hacer lo correcto, ya que por eso somos los buenos? 

Meyer representa a la persona cansada de seguir las reglas y hacer lo correcto para ver cómo sus enemigos se salen con la suya, justamente por no seguir las reglas. Mientras que Jonah es el joven idealista que sostiene que debemos ser mejores, encontrarle la vuelta; porque sin importar nada, no podemos permitirnos perdernos a nosotros mismos en la lucha contra la oscuridad.   

A lo largo de los 10 capítulos de esta primer temporada, Jonah se encontrará en este debate interno entre lo que siente que es correcto y lo que sus nuevos amigos esperan de él. Su viaje nos muestra que es fácil ser idealista cuando estas apartado de la realidad, pero en cuanto te introducís dentro de ella e intentas actuar para cambiarla, las líneas se vuelven más borrosas.

Así como es fácil ser un idealista cuando no te pasó nada, también es muy fácil perderse en esa oscuridad cuando ya lo perdiste todo. El personaje de Al Pacino representa ese otro extremo, el hombre perdido en la oscuridad, dispuesto a todo, sin límites.

La trama nos marca lo fácil que es caer en estos extremos, pero también nos marca que otro camino distinto al de Meyer es posible, que hay un punto medio entre la venganza y la pérdida de la propia humanidad. Esto se ve claramente con la pareja de Murray y Mindy, quienes habiendo pasado por lo mismo que Meyer (o incluso más) luchan para no perderse a sí mismos al mismo tiempo que buscan justicia. 

En conclusión, y más allá del debate moral sobre la venganza contra los nazis, lo que la serie pone de manifiesto es la complicidad del gobierno para ocultarlos y la vigencia de los ideales que representan. Las ideas que representó en su momento el nazismo, ese odio, racismo y xenofobia, esa sensación de superioridad, no están extintas. Los nazis caminan entre nosotros; ya no llevan uniformes y esvásticas, la mayoría del tiempo tampoco dicen lo que piensan en público, porque algo del mundo en el que vivimos quizá sí es distinto al de los años 40’s. 

Pero no nos confundamos: eso sigue ahí, y reflota en el segundo en el que le dan libertad para actuar; en el que se sienten acompañados, validados, e infieren que ya no tendrán que afrontar las consecuencias por decir “su verdad”. Basta con ver el experimento de nuestros últimos cuatro años, o mirar al país vecino, para darnos cuenta de que, aunque no son los 70’s, los nazis todavía caminan entre nosotros.