De la emergencia económica a la calificación de "emergente"

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De la emergencia económica a la calificación de "emergente"

23 Junio 2018

Por Martín Massad

El Gobierno nacional, la Sociedad Rural, la Unión Industrial Argentina y sobre todo el mercado financiero tomaron la nueva calificación de Morgan Stanley como una bendición comparable con lo que sería, para los futboleros, una goleada de nuestra selección el próximo martes frente a Nigeria. El hecho de pasar de mercado de frontera a mercado emergente no es sólo un cambio del estado de situación que, como auguran los oficialistas, nos va a colocar en una mejor posición para nuestra economía. Por el contrario, la nueva situación traerá problemas antes que soluciones.

Esta nueva cucarda que muestran orgullosos en el gobierno y en las organizaciones antes mencionados no es ni más ni menos que una nueva restricción para que la Argentina sea independiente en su política económica. Los cambios obligan al país a desregular todo lo que tiene que ver con el movimiento de capitales financieros. 

Argentina había perdido el estatus de “mercado de emergente” en 2009, cuando el gobierno kirchnerista puso en marcha restricciones a los movimientos de capitales externos y así evitó la fuga de dólares de las arcas del BCRA. Una decisión política lógica en un país que no emite dólares pero que su economía se mueve al compás de éstos. Entonces aquella frase que dice que “el capital no tiene fronteras” encontró, en el gobierno kirchnerista, su primer obstáculo. Esta medida no fue bien vista por las grandes corporaciones financieras y por las calificadoras que marcan el ritmo del mercado mundial. Acto seguido, el país fue confinado a estar entre los peores alumnos, esos que desacatan las órdenes de los maestros que tienen su librito y que quieren que nadie se salga del mismo.

Es que íbamos derecho “a ser argenzuela” y eso generó espanto. “Mercado de frontera”, fue la sentencia que nos impusieron los popes de las finanzas y allí nos quedamos. Sin inversores, que lo único que buscan es rentabilidad para sus arcas, al calor del movimiento de golondrinas monetarias que no hacen nido y vuelan al mejor postor.

Desde que asumió, Macri, sus ministros y el mercado han puesto en marcha una serie de acciones destinadas a “volver al mundo” pero su ímpetu ha fracasado hasta el momento. Lejos de la lluvia de inversiones pronosticada para el segundo semestre de 2016, la única llegada de dólares fue el desembolso que esta semana se concretó gracias a un préstamo del FMI, cuyos intereses los pagarán futuros gobiernos. A su vez estos billetes verdes servirán para seguir alimentando las ansias de los compradores que provocarán la disminución de las arcas del BCRA. Es que este modelo no es factible sin especulación, a nadie se le podría ocurrir producir en nuestro país si la tasa de tasa de interés está en 47%.

Al mismo tiempo que el FMI libraba su préstamo stand by y el BCRA renovaba su stock de dólares, el gobierno recibía con honras la nueva calificación, esa que se le había negado el año pasado, cuando todavía los ajustes, los incrementos de tarifas y, sobre todo, la bendición de Christine Lagarde, directora gerente de FMI, no había bajado hasta Mauricio Macri.

Pero como nada es gratis en la vida y ser mercado emergente no es para cualquiera, el gobierno deberá tomar nota de las imposiciones que tendrá que cumplir. Como primera y fundamental  medida, el estado argentino no tendrá injerencia en la entrada y salida de capitales de nuestro país. Esto quiere decir, básicamente, que no habrá control para la especulación financiera: podrán entrar y salir dólares libremente. Entre esto y convertirse en un paraíso fiscal solo distan algunos controles de la Unidad de Información Financiera (UIF), que hay que ver si se cumplen.

Además nuestro país será objeto de revisiones permanentes en lo que al sistema financiero se refiere. Siempre, por supuesto, en beneficio de la especulación. Lejos quedaron las inversiones productivas internas y externas, lejos también los préstamos blandos para que las pyme puedan crecer, lejos la formación de empleo genuino, más lejos aún la patria productiva. No tan lejos la calificación de mercado de frontera que la emergencia económica le dio nueva denominación.