Spreaf attack

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Spreaf attack

17 Febrero 2019

Por Jorge Hardmeier

 

Maximiliano Spreaf nació en 1975 en el porteñísimo barrio de Flores pero su familia se mudó a Córdoba cuando el futuro no poeta contaba con apenas cinco años de edad. Su documento de identidad es su acento: cordobés. Nos citamos en la Plaza San Martín, a metros de la Catedral de Córdoba. Poca gente, locales cerrados, es sábado y el macrismo generó efectos nocivos. El anfitrión invita a tomar un café en el bar La Tasca, a metros de la plaza. Maximiliano Spreaf publicó Arrojado (2013, a.t.e.o. ediciones), Objetos Interiores (2015, Dínamo Poético Editora), 2 Poemas (2018, Ediciones Arroyo) y No soy poeta pero (Caleta Olivia, contratapa de Walter Lezcano, 2018). Participó del V Festival Internacional de Poesía de Córdoba y organizó los ciclos de poesía PICNIC en la localidad de Salsipuedes. Mientras esperamos los cafés charlamos sobre la poesía de Inés Manzano, María Negroni, Irene Gruss y Diana Bellesi con quien Maximiliano compartió lectura en el referido festival y surge una anécdota. Bellesi le pide que le dedique el libro y Spreaf comienza a escribir: Con admiración para Diana Bellesi y ella: Dejate de joder, poneme con amor…

El hombre que fue jueves

Yo soy un producto de Facebook – se presenta Maxi, ya con ambos cafés sobre la mesa - Empecé a escribir textitos a los treinta y algo. Siempre leí mucho, soy más que nada lector. Un loco de acá de Córdoba, Iván Ferreyra, que escribe, me dice: vení y nos juntamos, un tipo que rescataba gente que no tenía que ver con las letras, hacía un evento que llamaba los Jueves Malditos, era como una kermese: poetas, bandas, performances, era genial lo que sucedía. Yo en ese tiempo trabajaba de guardia de seguridad. Y él me bautiza al toque: el guardia de seguridad que escribe. Y fui a leer. Después ya empecé a leer más, fui a un par de talleres, esas cosas. Alejandro Schmidt, también, me agarró y me dijo: venite. Alejandro entregó su vida a la poesía. Va a dejar una obra impresionante. Con Ale nos juntamos acá los sábados a la mañana y estamos dos o tres horas hablando, escribiendo, leyendo, él me corregía, mucho material del libro “No soy poeta pero” está corregido por él. Yo leo mucho y escucho mucha música y las bandas que más me gustan son las eclécticas. Onda Smashings Pumkins, que te tiran una melodía melosa y después te ponen el amplificador a once y te rompen la cabeza. Bandas así y libros así, uno poético y el otro que de poético no tenga nada. Creo que la poesía es eso, justamente, salir de las realidades. Por eso, más allá de que uno escriba en coloquial, lo que hay allí no es real, es lo que yo quisiera que fuera, lo que el lector quiere que sea, siempre está bueno eso: que el lector termine de armar lo que escribís. La poesía tiene que destruir la realidad porque la realidad es una mierda. Yo soy muy crítico, por ejemplo, de cuando hacen cosas como sacar un libro de poemas sobre la muerte de Mariano Ferreyra. Lo mataron dos veces. Yo no podría escribir sobre la realidad política. Es todo fantasía, lo que escribís.

Hay cierta actitud rock en la poesía de Spreaf, confirmada por esa contratapa de Walter Lezcano, un autor muy cercano a ese ambiente. Y los letristas de rock como influencia: Y… Leonard Cohen. Para mí Cohen va a ser siempre más poeta y escritor que músico. Es como Lou Reed, Bob Dylan… son más escritores, poetas. Cohen para mí es un poeta, las cosas que escribe son geniales. Me influyó bastante, igual uno trata de sacarse las influencias porque terminás escribiendo como ellos. Yo creo que tengo una voz propia, por lo que cuento, la forma que lo cuento, a veces parece muy tranqui y a veces parece muy heavy.

Esto no es un poema

Spreaf escucha, frente a su taza de café, cómo recito unos versos suyos: no soy poeta pero / algunos poetas me dicen / -para tapar el bache - / que soy un lector riguroso. A pocos metros suena la campana de la Catedral. ¿Por qué ese título del libro, “No soy poeta pero?” Me han dicho muchas veces que no soy poeta. Calculo que por mi escritura, el tipo de poemas. Yo les digo textos, poemas no los considero. Cuentan cosas, no tienen esa carga poética que tienen los líricos. Tampoco estoy en esa vertiente nueva que dicen que escriben muy coloquialmente y verso libre al palo y toda esa historia. Yo no estoy tan en esa, porque ya es mucho. Ni siquiera hay una narrativa, ni siquiera hay una prosa poética, nada. Es como un tuit. Será lo que leen los pibes ahora. Esa grieta generacional se da también en la música y siendo Maxi un melómano ejemplifica: Mi hijo también me pasa bandas así y le digo: escuchá a Massive Attack, y se lo pasé. Y me dice: es zarpadísimo. Y sí, loco, es lo que tenés que escuchar. Son una banda de puta madre y vos te asombrás por dos loquitos con un teclado y una máquina de ritmos. Están minimalizando todo a unos niveles horribles… Y las redes, claro. Volvemos a “No soy poeta pero”: Cierta gente que sabe mucho de poesía me dice que lo que yo escribo no es poesía, entonces yo me atengo a eso y escribo desde otro lado. Y el título del libro es irónico y a la vez no. Porque posta, pienso que me falta mucha más corrección, muchas más lecturas, más cosas para llegar a decir: escribo buena poesía. Entonces, en tanto la tarde comienza a caer sobre Córdoba, nos referimos a aquellxs que poseen credencial de poetas: El ambiente – vamos a hablar del ambiente acá en Córdoba, nomás – es un poco heavy. Y calculo que en Buenos Aires debe ser lo mismo. El ego de mucha gente… me hacen reír bastante. Yo lo que cree en Facebook es un personaje y me cago de risa y creen que soy eso. Yo tengo una vida más o menos normal, no ando borracho por la calle, no soy un bohemio, esas cosas. El que escribe sí, ese es un loco de mierda…

Spref-tapa

Es amor lo que sangra

La vida en el planeta tierra es un infierno, las drogas es un camino de resistencia, parece decirnos Spreaf en este libro donde las jeringas son herramientas que traen noticias de mundos nuevos: tal vez mejores que este, tal vez espantosos, pero siempre complejos, escribe Lezcano en la contratapa de “No soy poeta, pero” Yo pasé por eso – me cuenta Spreaf frente a su taza de café ya vacía - Cuando me fui del país estuve en Estados Unidos, después en Barcelona, Londres y Belfast. Y volví porque me moría ahí. Si me quedaba me moría. Volví porque sabía que iba a estar cuidado y esas cuestiones. En “No soy poeta pero” existen dos geografías poéticas: Belfast y Córdoba, una ella muy presente y cierta tragedia: Leah se llamaba. Leah era una chica que conocí en Ibiza, me dijo de irnos a Londres, salimos seis meses y la piba se murió de una sobredosis. Y yo…casi. Ahí está la catarsis del libro. Pasó hace años. Yo vuelvo a ese dolorcito para poder contar también los dolores de ahora, los mezclo, cuento ese dolor que fue la muerte de Leah pero yo no le escribo solo a Leah, le escribo a todas las ex novias y también a la piba que me lee. Hago esa vuelta, a veces, de escribir desde afuera. A veces es una trampa, se escribe lo que un lector quiere leer: no está bueno. Trato de que sea lo que quiere escuchar pero que a la vez tenga una carga medio pesada, dura.

Atenti pebete

 

Anochece sobre Córdoba y la entrevista comienza a cerrarse. Y el tema candente del momento, la cuestión del feminismo, los géneros, la mirada del hombre: El otro día comenté de cierta autocensura que están teniendo los hombres hoy. Está buenísima la revolución feminista y todas estas cosas que están creciendo por suerte para acabar con tanta violencia, pero había leído en un grupo feminista que querían sacar “Lolita” de todos lados porque lo consideran pedofilia. Se mezclan las cosas. O se mandaron contra Homero Manzi… y si empezamos a indagar como era cada artista en su vida tenemos que quitar los cuadros de Picasso… Picasso era un golpeador… no hay que mezclar las cosas. Hay que diferenciar. En uno de los poemas de su último libro Maxi escribe: (…) la enfermera me dice: / de gente como vos/ que escriben/ estos lugares están llenos (…) no soy poeta pero / mientras le miro el culo (…) Spreaf fuma mucho, como yo, da la enésima pitada y mirándome: Pensé: la voy a ligar con este verso, estaba que lo dejo, que no lo dejo. Yo tengo muchas amigas feministas y se cagaron de risa, vieron cómo era la historia, entienden. Me dije: lo dejo, si me autocensuro…no da. El tipo del texto es un loco que está encerrado, como estuve alguna vez internado yo también, que flasheaba esas cosas, le miraba el culo a la enfermera cuando se iba. El loco era así. Spreaf acepta el machismo con el que nos hemos educado y crecido: Tengo mi lado machista, yo no creo en esa historia de la deconstrucción. Creo que el hombre tiene sí que ponerse un límite y dejar de lado las cosas que nos afectan hace quinientos años. Pero la deconstrucción, no. Creo que los tipos se autocensuran porque no pueden más, porque si pudieran, seguirían igual, diciéndoles piropos a las minas en las calles, tocándoles el culo en los boliches, como pasaba cuando éramos adolescentes… Acá en Córdoba había un personaje que se paraba en la peatonal y decía piropos, un tipo grande, de traje, con un clavel en el bolsillo del saco, Jardín Florido le decían. Imagínate hoy, vendrían las pibas a hacerle un quilombo. No se zarpaba, eran piropos con una especie de rima, diría que hasta poéticos. Fumamos ambos, le pregunto sobre el lenguaje inclusivo: No, yo el lenguaje inclusivo, no. ¿Viste lo que dijo Alan Pauls? Algo así como me van a tener que matar para que use lenguaje inclusivo. La entrevista que le hacen es zarpada y se quedaron con el título. Yo creo que se puede elegir entre usarlo y no usarlo y está todo bien. Pero veo que lo usan muy mal. El otro día me enteré de un grupo de trabajo feminista y no dicen grupo, dicen grupa. No es que yo sea defensor de la RAE pero la palabra esa no existe. El lenguaje se va modificando. Tal vez todos terminemos hablando así, pero que surja de un torrente, que nos vaya llevando por delante, eso está bárbaro. Yo no lo uso. Sí uso la x para escribir. Para mí la lucha feminista, ahora, tiene que estar centrada en la violencia del macho. Enseñarle a los pibitos de dos años que no tienen que agarrar el autito y reventarlo contra la pared. Tratar de joder a los legisladores para que cambien las leyes, que si un tipo abusa o le hace algo a una piba vaya derecho en cana, nada de perimetral, el tipo violento no piensa, le importa un carajo la perimetral, va a hacer otra cosa. Y que las mujeres hagan denuncias apenas el tipo las manoteó. Las leyes están a favor del macho.

Suena la campana de la catedral, Maxi paga la cuenta, saluda, se disculpa: debe ir al supermercado.