¿Por qué el 25 de noviembre es el Día de la No Violencia contra las mujeres?
Por Cristina Oroño *
Desde el año 1999, año en que la Organización de Naciones Unidas declaró el 25 de Noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, los gobiernos, movimientos de mujeres y el feminismo en particular, unen sus fuerzas para hacer visible el problema de la violencia hacia las mujeres y niñas. Grave problema que se extiende a lo largo y a lo ancho de todo el mundo, tomando distintas formas; pero todas y cada una, vulnerando la integridad, la seguridad y la salud de las mujeres y niñas que la padecen.
Es una jornada para resaltar los avances legislativos y culturales que se están llevando a cabo y también un recordatorio de todos los desafíos que nos quedan por delante, considerando que todos los días mueren mujeres como consecuencia de la violencia machista y del ejercicio del poder impune contra las mujeres y niñas. Entonces va el recuerdo y merecido homenaje.
¿Por qué un 25 de Noviembre? Ese día, del año 1960, las hermanas Mirabal (Patria, Miranda y María Teresa) fueron asesinadas por el dictador Rafael Trujillo en República Dominicana, y fue tal la conmoción social que se produjo, que marcó el comienzo del final de la dictadura. Estas hermanas, a quienes también se las identifica como Las Mariposas, fueron la voz de la injusticia social, y pusieron el cuerpo y la vida dando visibilidad al atropello, los abusos sexuales y el exterminio que esta dictadura produjo en la sociedad, y sólo la muerte las hizo cesar en la búsqueda de la democracia y justicia social.
Los antecedentes de esta fecha, por su valor simbólico, se remontan al año 1981, cuando se reúne el Primer Encuentro Feminista de Latinoamérica y el Caribe, en Bogotá. Allí, más de 1200 mujeres, acordaron en la necesidad de establecer una efeméride que visibilice la violencia que afecta a las mujeres por su condición de mujer, en todas las sociedades.
En mi práctica diaria, muchas veces me pregunto ¿por qué hay tanta crueldad hacia las mujeres y las niñas?; ¿qué lleva a un varón agresor a ejercer tanta violencia?… y no encuentro una sola respuesta a esta problemática.
Reconozco en el ejercicio de la violencia, un mecanismo social que niega a las mujeres y a las niñas la igualdad, con un alto costo social, sanitario, económico y cultural. Y observo como un mecanismo de disciplinamiento y sumisión, la devastación subjetiva que la violencia cotidiana produce en las mujeres que se constituyen en víctimas de esta situación.
Advierto que cada vez se necesita más violencia para acallar a las mujeres, puesto que hemos avanzado en el conocimiento y la defensa de nuestros derechos, pero ¿a costa de la propia vida?
Escucho a diario el miedo al agresor, la vergüenza de ser maltratada y la culpa por ser la causante de tanto tormento ¿no es esto un disciplinamiento subjetivo? El poder y el control que se ejerce en las mujeres en situación de violencia son comparables a una tortura diaria, cotidiana; muchas veces, desean la muerte como única salida. Mientras tanto, la medicalización, los tranquilizantes auto/recetados, encorsetan y silencian las resistencias a tanta injusticia.
Estas mujeres creen en la palabra del maltratador, así expresiones tales como: “te voy a sacar a los chicos”, “conmigo tené cuidado” las llevan a preguntar si el deseo de empezar otra vida “no es un abandono del hogar”, “romper con la familia” o “ dejar a los hijos/as sin padre” , otras veces comentan “ya no hace falta que me pegue..”
También aparecen las resistencias y desde ahí, comenzamos un diálogo esperanzador. Porque nunca se podrá acallar la individualidad y la singularidad; ese espacio íntimo y subjetivo, donde se tiene la certeza de que se está vulnerando lo más básico de una persona: su integridad. Y cuando estas mujeres son escuchadas, y se reconocen como personas, se encuentran consigo y su propio deseo. Se dan cuenta que actuaron como marionetas, que quedaron sin voz y que le habían arrebatado su integridad.
Múltiples son las causas de la violencia contra las mujeres y las niñas:
La socialización desigual que recibimos mujeres y varones, va preparando el terreno para que las niñas (“princesas”) crean en el amor romántico y toleren el maltrato en nombre de la unión familiar; mientras que a los niños, les enseñamos a jugar a los superhéroes y le otorgamos un plus, simplemente por ser varón.
Luego, el resto de las instituciones – escuela, instituciones de la salud, justicia y medios de comunicación, entre otros-, irán haciendo lo suyo para reproducir estos modelos culturales que profundizan las desigualdades.
La resolución de los conflictos en el ámbito de la familia, es otro elemento que juega a favor del traspaso generacional de la violencia. Si la pareja resuelve sus diferencias a los golpes o con insultos, le muestra a sus hijxs, quién manda, cómo se ejerce la autoridad, quién obedece, en fin, cómo se tramitan y transitan las relaciones de poder en la familia.
También hay factores culturales que sostienen esta desigualdad que produce la violencia, ya sea de manera indirecta o de forma directa, ¿o acaso las tareas de cuidado no representan una sobrecarga para las mujeres, que inhiben/coartan su desarrollo personal y laboral? ¿qué puede suceder si estas estructuras comienzan a cuestionarse? Estamos hablando de cuestionar privilegios que durante siglos no fueron interpelados y, ante esto, algunos varones, reaccionan con violencia.
Pero esta problemática, no puede abordarse como una cuestión individual. Las instituciones también deben replantearse su rol en la prevención, atención y erradicación de la problemática. La violencia contra las mujeres involucra un abanico amplio de actores sociales que aborden esta problemática de manera integral.
Tenemos un marco normativo[2] que le pone nombre a las violencias que afectan a las mujeres en distintos ámbitos de su vida. Asimismo, impulsa a las instituciones nacionales, provinciales y municipales, a trabajar para cambiar las pautas culturales que reproducen la desigualdad entre mujeres y varones; involucra, también, a las universidades, a las organizaciones sociales, religiosas y sindicales a seguir con el mismo propósito.
El trabajo de capacitación y de prevención debe ser simultáneo y permanente con las instituciones y con la sociedad en su conjunto. ¿O acaso la violencia no nos interpela de manera personal y cotidiana? Revisar nuestras prácticas profesionales y personales es un ejercicio que nos advierte y alerta para no naturalizar las violencias interpersonales. Las instituciones son las encargadas de darle permanente vitalidad a las normas, para que éstas no queden vacías de contenido.
Entonces cuando una mujer se atreve a pensar otra vida, es necesario que encuentre funcionarixs sensibles y sensibilizadxs en la atención de la violencia; que tenga una red de apoyo social y familiar que no la juzgue ni la mire con los lentes de los estereotipos que ponen a la mujer como sumisa y abnegada, y que el mensaje sea que nadie se merece ser maltratada.
Hemos avanzado en visibilizar la violencia como una vulneración de los derechos humanos y como un grave problema que afecta la salud de la población, pero todavía tenemos grandes desafíos por delante si queremos construir una sociedad menos desigual y más democrática.
Por eso, cada 25 de Noviembre, es una apuesta y una oportunidad que renueva el compromiso para construir una sociedad más justa e inclusiva, que le diga NO a la violencia contra las mujeres y niñas.
* Mgr. Cristina Oroño cristinaorono@gmail.com
Magíster en Ciencias de la Familia (UNSAM). Especialista en Problemáticas de la Organizaciones Familiares (UNSAM) Psicodramatista. Licenciada en Psicología. MN 1490
Actualmente se desempeña Coordinadora de la Línea 144 del Consejo Nacional de las Mujeres y como Coordinadora Ejecutiva de la Red Vivir sin Violencia de Suterh-Fateryh. Anteriormente trabajó como Consultora Experta en el Consejo Nacional de las Mujeres brindando asistencia técnica respecto a la incorporación del enfoque de género y prevención de la violencia contra las mujeres, a organismos gubernamentales y no gubernamentales. También coordinó y organizó los encuentros provinciales para la difusión de la Ley de Protección para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres en los ámbitos donde desarrollan sus relaciones interpersonales (Ley 26.485) con los tres poderes y niveles del estado nacional, provincial y municipal; y organizaciones sociales (Proyecto PNUD ARG 09/016) Fue Supervisora del Cuerpo Interdisciplinario de Protección contra la Violencia Familiar del Ministerio de Justicia y DDHH y en el Programa Las Víctimas contra las Violencias se desempeñó como Coordinadora de la Brigada Móvil de atención contra Violencia Familiar-Línea 137.
[2]Ley de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres en los ámbitos donde desarrollan sus relaciones interpersonales. Ley 26485