Y sin embargo, la política: Pepe, Chávez y Néstor

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    Líderes Patria Grande
    Pepe, Chávez y Néstor.
MILITANCIA

Y sin embargo, la política: Pepe, Chávez y Néstor

22 Mayo 2025

Cuando la marcha peronista está llegando a una de sus partes más lindas: esa de la “…Argentina grande con la que San Martín soñó…”, Cristina toma la mano de Nestor, y él se sorprende y la mira con ternura, antes alguien del público les grita. Luego, ella, discretamente, acerca su rostro y descansa en su brazo. Juntos, así, terminan de cantar.

Enseguida, vendrá la estrofa agregada de “Resistimos en los 90, volvimos en el 2003, junto a Nestor y Cristina la gloriosa JP”. Cristina no entiende lo que se canta, y le explican, pero ella mueve sus brazos, como diciendo que es mucho. Una modestia de aquellos que dan, sin pedir nada a cambio. 

Este acto -el del "Nestornauta- fue el 14 de septiembre de 2010 en el Luna Park, y estaba convocado por La Cámpora bajo la consigna “Nestor le habla a la juventud, la juventud le habla a Nestor”. Pero en realiad quien habló fue Cristina, y Nestor siguió todo el discurso respondiendo saludos y tirando besitos. A la hora de la marcha, la cantó completa a pesar de la aorta que no le permitía el habla. Fue el último acto que, dos militante peronistas sin igual, protagonizaron juntos. 

Un mes y trece días más tarde Nestor Carlos Kirchner nos dejaría para siempre. ¿Por qué acaso no había militado lo suficiente Nestor para ese momento de su historia? ¿Sí no era una campaña para una elección, cuál era la urgencia de ir a juntarse con los pibes? ¿Qué, acaso, buscaba esa manera de dejar legado, pero con presencia? 

En este marco, es imposible no recordar el famoso “Café literario” que tiró en octubre de 2007 cuando con Cristina ya habíamos ganado las elecciones. Desde el diario Página 12, Mario Wainfeld le encontró un punto de futuro a esa humorada con el título: “El café literario es para los cuadros”, en una nota donde describe la obsesión que tenía Nestor por formar una generación que pueda sostener con la palabra y con la acción esta transformación que se percibía imparable. 

En sus últimos momentos, como en ese acto masivo, Nestor elegía la política como destino único e inagotable. Como faro en esos momentos de felicidad, pero preocupado ya por lo que se venía. Y, sin embargo, la política.  

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"Luego, ella, discretamente, acerca su rostro y descansa en su brazo. Juntos, así, terminan de cantar".

Seis meses antes de su muerte Pepe Mugica participa del cierre de la campaña de Yamandú Orsi, del Frente Amplio. Está acompañado por su compañera Lucía, Alejandro “Pacha” Sanchez y, por supuesto, del candidato presidencial. Pese a ser una acto masivo, están sentados en sillones. La edad, los tiempos, la historia a cuestas, el peso de la vida. De fondo, en pantalla, el número de la boleta 609. 

El viejo se despachará con todo, consciente de sus días y -tanto- que no se anda con vueltas para decirlo: “Es la primera vez que en cuarenta años que no participo de una campaña electoral y es porque estoy peleando con la muerte”.

Después, dice que recuerda la primera mateada en el barrio de La Teja, Montevideo: "con veinte, veintipico...y que ahora hay una multitud". Pepe, lo sabe: el lenguaje y su poder, la narración a través de imágenes, de hechos, de sucesos. 

“La lucha continúa. Los más jóvenes van a vivir un mundo que nunca ha vivido la humanidad. Yo soy un viejo que se va (la gente grita que `¡no!`)...el desafio de hoy es desarrollarnos para formar a las nuevas generaciones”, pero más allá de la verba, Pepe advierte: “esto no es poético”. 

“Hay que trabajar por la esperanza, hasta siempre, les doy mi corazón”, finaliza con tono apacigudo pero firme. Luego todos en el escenario se ponen de pie. Se escucha el `el ole, ole, ole pepe, pepe”. Nuevamente, el remata: gracias “por existir”. No hay romanticismo en las puertas de la muerte. Convencido de su destino…y, sin embargo, la política. 

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Chávez entra corriendo al último acto de la campaña de 2012, y al último acto masivo de su vida. Apenas seis meses después, marzo de 2013, fallecería por un cáncer tan raro como repentino. Mientras corre por la pasarela de un escenario armado en pleno corazón de Caracas la lluvia cae copiosa, imparable. Es tanta el agua que cuesta divisar las imágenes, las cámaras están empapadas y resguardadas.

Hugo arranca con todo: “la avalancha que hoy llega a la ciudad se tiene que convertir en una avalancha de votos”. Un orador irremplazable. Un tiempista. Conecta con las masas que siguen cada una de sus palabras, expectantes. Pese a la masividad tiene esa capacidad de que, en realidad, se convierta en un diálogo íntimo.  

Ahora, habla de tomarse un café, un chocolate a la mañana temprano antes de ir a votar. Y luego, reivindica las acciones del chavismo: la baja de la pobreza, la educación pública, y arranca con el discurso católico: “Venezuela resucitó de entre los muertos”, exclama para luego seguir con San Francisco, el santo que les mandó esta lluvia que posibilitará la victoria de Chávez el próximo domingo. Imposible no pensar en el Santo Padre, pero claro Hugo se fue para siempre ocho días antes de que Francisco se convirtiera en el líder mundial de los católicos, y también de aquellos que no lo son tanto.   

Entonces, el revolucionario canta, y la gente lo acompaña. Todo termina con el Comandante saltando bajo la lluvia con el jingle de campaña a todo volumen, y con la gente en un éxtasis sin igual convertida en una marea roja serpenteante. Después de darlo todo, de la cárcel, de los esfuerzos, ahí estaba Hugo militando su última campaña. Y, sin embargo, la política.

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