América Latina: ¿El Sur de occidente? ¿El occidente del Sur?

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    Mario Oporto
PENSAMIENTO NACIONAL LATINOAMERICANO

América Latina: ¿El Sur de occidente? ¿El occidente del Sur?

25 Julio 2023

Desde hace más de quinientos años los latinoamericanos recibimos una interpretación de la realidad y la historia que fue construida desde el nuevo centro de poder imperial. Una perspectiva eurocentrista, se impuso como hecho mundial.

Desde luego, la resistencia intelectual a esa visión histórica no tardó en emerger, generando un pensamiento original y profundo. 

En América Latina se ha producido una de las más eficaces e interesantes críticas anticoloniales; que fue un modo de producir la memoria histórica y el conocimiento que permite ver desde un lugar diferente. 

Ese pensamiento del sur de América surgió con fuerza desde el siglo XIX, pero fue afirmado sobre todo durante el siglo XX y en especial después de la Segunda Guerra Mundial, en vinculación con el debate sobre la cuestión nacional y el desarrollo.

Con cuarenta años de democracia ininterrumpida en nuestro país, se volvió imprescindible reflexionar sobre el destino de nuestro continente desde una perspectiva nacional, social, integradora y anti imperalista.

Los procesos políticos y sistemas de ideas latinoamericanos en el desarrollo histórico del mundo contemporáneo, han tenido un rol geopolítico que,como señala el pensador argentino Jorge Bolívar, fue observado, muchas veces, como fenómenos predominantemente marginales. 

Estos acontecimientos fueron mostrados, frecuentemente, como manifestaciones políticas “inferiores”, poco originales, mezclas raras de ideologías “superiores”. 

Pero, afirma Bolívar, fueron transformaciones políticas y sociales que construyeron “nuevas ideas” aunque reiteradas veces fueron secundarizadas o tratadas como productos “híbridos”, “populistas”, malas copias de Occidente. 

La necesidad de reconstruir en su integridad la identidad histórica de América Latina, nos conduce a plantear siete cuestiones a través de siete pensadores. 

La primera, es la ya destacada a través de las ideas Jorge Bolívar sobre los interesantes procesos descolonizadores, que desarrollaron “sistemas de ideas de liberación”, como oposición a las “ideologías universales” que representaron prácticas mundiales de dominación. 

La segunda cuestión la planteó a principios del siglo XX Manuel Ugarte en el diario La Patria. Ugarte presentó un programa de corte nacional cuyos puntos principales eran: neutralidad, industria, cultura nacional, anti-imperialismo y unidad latinoamericana. En 1923 escribió un artículo, “El nuevo nacionalismo”, en el que afirmaba que existen dos ideas muertas: el internacionalismo ciego y el nacionalismo cerrado. Se pronunciaba por un nacionalismo democrático y por una democracia nacional como la única solución posible, justamente cuando en América algunos intelectuales propiciaban el advenimiento de “la hora de la espada”.

En tercer lugar, un tema abordado por Eduardo Grüner: la tensa contradicción (que para el pensamiento “universalista-occidental” no puede menos que aparecer como una contradicción incomprensible) entre las muy “ilustradas” declaraciones de promoción de las libertades individuales características de la modernidad “liberal” (igualdad ante la ley, inviolabilidad de la intimidad, derecho a ejercer libremente la propia ocupación)” y un sistema colonial que imponía el trabajo forzado y obligatorio o severas restricciones a la acción individual. 

El cuarto tema, lo desarrolla el filósofo mexicano Leopoldo Zea cuando se interroga en torno a las posibilidades o capacidades del hombre americano para participar activamente en la creación o recreación de la cultura occidental. El hombre americano, señala, debe preguntarse sobre la posibilidad de participar en la cultura occidental en otros términos que no sean los puramente imitativos. 

América, dice Zea, debe imitar a Europa en su capacidad para ser original. Esto es, en su aptitud para enfrentarse a su propia realidad para tomar conciencia de sus problemas y buscar las soluciones adecuadas. En ese sentido, América no puede resignarse a ser la expresión de la barbarie, los confines de la cultura; ni sus hombres, a ser los  bárbaros, salvajes, primitivos, desterrados; expulsados de la cultura, la historia y la humanidad. 

Dice Zea que lo que le ha faltado al americano es que se ha empeñado en repetir, copiar servilmente, los frutos de la cultura europea. Sólo imitando su espíritu de originalidad e independencia, es como América podrá ser algo más que una sombra, un eco o un reflejo de Europa, una colonia del Viejo Mundo.

El quinto ítem son los interrogantes que el pensador brasileño Darcy Ribeiro presenta y procura ofrecer respuestas alrededor del dilema civilizatorio: ¿Es América Latina una civilización? ¿Puede serlo? 

“Los latinoamericanos son hoy el producto de dos mil años de latinidad, mezclada con poblaciones mongoloides y negroides, aderezada con la herencia de múltiples patrimonios culturales y cristalizada bajo la compulsión de la esclavitud y de la expansión salvacionista ibérica. Es decir, que son una civilización tan vieja como las más antiguas en lo que respecta a su cultura, a la vez que constituyen pueblos tan nuevos como los más recientes en cuanto a etnias. El patrimonio antiguo se expresa socialmente en lo que tienen de peor.”

El concepto de civilización aparece y es trabajado en prácticamente todas las elaboraciones de Darcy Ribeiro. Deliberadamente no eurocéntrico, el esquema de Ribeiro permite integrar espacios como el latinoamericano en la narrativa del proceso civilizatorio. 

En sexto lugar destacamos lo ensayado en diversas lecturas de esta historia por el pensador nacido en Argentina y residente México Enrique Dussel, cuando se interroga:

¿Qué es lo que somos como cultura? ¿De qué modo sobreviviremos como latinoamericanos en la universalización de la técnica contemporánea?

¿Cómo puede pasar desapercibido a un intelectual, a un hombre culto, a un escritor el hecho patético de su inexistencia en el mundo de la cultura, o al menos el «sin sentido» de su colaboración en dicho mundo?

Dussel cree que los pensadores comprometidos con la realidad presente de nuestro tiempo en América Latina, deben hacerse necesariamente problema de nuestra entidad cultural. Argumenta que los indiferentes que pasan junto a esta problemática por ignorancia, por indiferencia o por franca hostilidad, manifiestan en su actitud su propia alienación europeísta o ideológica.

El séptimo planteo, por último, son las ideas del intelectual peruano Anibal Quijano. 

Ni los “indios” de América, ni los “negros” del África, señala Quijano, poseen la dignidad suficiente para ser el Otro. Estos eran simplemente los “primitivos”, la “inferioridad” o el “recurso”.

La nueva perspectiva geográfica de la historia y de la cultura, que allí es elaborada, y que se impone como mundialmente hegemónica, implica, para Quijano, una nueva geografía del poder.

La idea misma de Occidente-Oriente es tardía y parte desde la hegemonía británica. Desde la perspectiva de Occidente, éste no existe sin el contraste con el no-Occidente. Para Occidente, Asia es el principio y Europa el fin absoluto de la historia universal.

Una guía, cómo propia problemática, para descubrir cuáles son las raíces en las que se sumerge, en forma constante, la crisis del continente:  fragmentación, dependencia, desigualdad, monoproducción, gobernabilidad, discriminación, ambientalismo.

A lo largo de la historia latinoamericana, a la fragmentación se opuso la integración; ante la dependencia un pensamiento emancipador de reivindicaciones soberanas; frente a la desigualdad se propusieron sociedades con justicia social; a la primarización de las economías se aspiró a una industrialización que las valorice; antes los absolutismos, los republicanismos oligárquicos o dictaduras, se plantearon sociedades democráticas que incluyeran a la totalidad de las clases; al racismo, luchas por la igualdad y el reconocimiento del mestizaje ; a los largos años de prácticas patriarcales, la perspectiva de género; al la destrucción indiscriminada del medio ambiente se opuso un productivismo sustentable. La historia, la lengua y las tradiciones comunes no han sido suficientes para sustentar un proceso efectivo de integración.

La confrontación entre pensar latinoamericanamente nuestra experiencia histórica y la perspectiva eurocéntrica de conocimiento convoca a una ruptura epistemológica que requiere un trabajo colectivo y colaborativo del que en Congreso realizado en Lanús será, sin duda, un acontecimiento de referencia. 

* Subsecretario de Relaciones Internacionales e Institucionales Jefatura Gabinete PBA. Profesor de Historia.