Sin discusión no hay diálogo

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Sin discusión no hay diálogo

28 Diciembre 2017

Por Cristian Secul Giusti*

Discutir es un verbo que altera el esquema neoliberal de Cambiemos. No es una opción aceptada ni una posibilidad de continuidad en su política de gobierno o una dimensión simpática en su consideración sobre el “deber ser” de la oposición. Para el macrismo, el que discute es alguien molesto que obstruye el desarrollo de una lógica de imposiciones. Desde este plano, aquel que trae la discusión puede volverse un peligro o, al menos, un eslabón intenso que hay que correr de lugar.

Discutir es conmover y sacudir, remover y actuar. Por eso, la apreciación que realizó Cristina Fernández de Kirchner en su debut como senadora nacional por Unidad Ciudadana sirve de ejemplo para puntualizar la importancia del discurso opositor que se enfrenta a las lógicas neoliberales de Cambiemos. El hecho de discutir funciona como punto de partida en contextos de profunda dispersión y construcciones emocionales que no ponen en tela de juicio los acontecimientos -de las posverdades a los efectos de creencia más legitimados-.

Como bien señaló la ex-presidenta en el Senado de la Nación, discutir es “examinar atenta y particularmente una materia” y es, por ello mismo, un inicio analítico que permite avanzar en la comprensión y en la consiguiente observación crítica. En este escenario de tramas políticas, financieras y mediáticas enlazadas, la duda y la conjugación de un debate no son moneda corriente en dimensiones masivas.

La propuesta de discusión tiene una respuesta instantánea por parte del gobierno. La contestación es casi simultánea e incluye dispersiones y embarullamientos que obturan posibilidades de crítica a futuro o le quitan intensidad a partir de la reiteración de ataques. La divulgación de trolls, memes, ironías y risotadas tanto en redes sociales como en el universo mediático masivo y hegemónico sirven para opacar todo intento de pensamiento reflexivo. En este aspecto, el acto de discutir queda empantanado y acusado, pero en términos concretos no logra ser “recalibrado”.

Ante esta instancia de no discusión, la gestión de Mauricio Macri propone verbos menos intensos y más simulados: dialogar, aceptar y, en el mejor de los casos, callar. Este último conforma una posibilidad sumamente viable para los propósitos del actual espacio político. Los que tienen legitimada la situación del habla son los funcionarios del macrismo, la oposición solo debe situarse como cartón que cada tanto enuncia algo, pero a la larga se silencia por completo. El acto de abreviar es el camino elegido por el gobierno en sus comunicaciones públicas y masivas. Por tanto, las decisiones de difusión plantean estrategias discursivas livianas y de poca hondura específica: no explicar, no aclarar, no detallar y no desarrollar, solo dejar constancia de algo que no se profundiza.

El discurso legitimado por el neoliberalismo construye paisajes vacíos que ubican a la discusión como situación de riesgo. Entonces, en el mercado de valores actuales, las palabras tienen cargas subjetivas distintivas que se amplifican en el rango mediático y se reiteran como guiones en los dichos de los funcionarios o del propio presidente Macri: el que discute, pelea; el que analiza, exagera; el que duda, no acompaña; el que debate, insiste; el que pregunta, contradice.

Por esta razón, resulta interesante revalorizar la función del interrogante y de la discusión como modo de enunciación fundamental para enfrentar las lógicas dispuestas por Cambiemos. Discutir representa una propuesta alternativa de percepción y habilita también una hendija de reflexión posterior. Interrogar y preguntar sobre lo sucedido en materia económica, política, cultural y social es relevante para generar diversos frentes y para inquietar, desde lugares minúsculos o el Congreso mismo, el discurso postulado por Cambiemos. En estos contextos, discutir es una apuesta que abre diferentes huecos en el horizonte y que puede alcanzar niveles mayores a lo largo del proceso político actual. La inclusión de la discusión no es la panacea absoluta ni tampoco garantiza un resquebrajamiento directo, pero tampoco es menor si se la postula de un modo inclaudicable.

*Dr. en Comunicación / Docente (FPyCS-UNPL)