Estar y pronunciarse

  • Imagen

Estar y pronunciarse

29 Enero 2018

Por Cristian Secul Giusti

Pronunciarse es un modo de dar testimonio en tiempos difíciles. Es entrar en la controversia, asumirla, sentirla y dar una batalla desde un plano adverso, pinchudo, a contrapelo de la escena. Es un modo de decir “Estamos”, pero también de sostener con firmeza una presencia necesaria e inclaudicable. Pronunciarse es, sin ir más lejos, un decir recargado y una confesión volcánica que muchas veces aturde, en otros momentos reconforta, pero siempre sirve para autenticar un discurso o, al menos, entregarlo a los ojos y los oídos de los que nos escuchan o no nos quieren escuchar.

En contextos huracanados como los que impone Cambiemos, la pronunciación sirve para mirar el área completa y después cerrar un ojo, aguardar y ver cuántos cuernos tiene el diablo. El acto contribuye también como posible respuesta sobre lo que sucede y lo que está por pasar. Es una llama de entendimiento y de sinceramiento: primero por nosotros y segundo por los interlocutores. Siguiendo esa línea, pronunciarse es una manera de poner los puntos sobre las íes, separarse de lo que creemos cínico y macabro para acercarnos así a lo más contundente que tenemos: nuestro parecer analítico.

En el pronunciamiento, pesa más el coraje que el bartoleo, gana más terreno la posta que la posverdad y triunfa el toque lírico por sobre la serenata larga de lamentos. El hecho de pronunciarse es una pelea constante por no sentirse ajeno y, justamente, es un diagrama que desglosamos para exhibir que ese sentir está a flor de piel y en carne viva -aunque pensado, reflexionado y echado a rodar-. Quizás por eso escribimos, ponemos en común y golpeamos la mesa con la enjundia al lado. No queremos ser parte de la canción para naufragios ni buscamos ser cómplices del silencio o tapar con diarios lo que antes suponíamos resuelto. NO.

Lo que deseamos es arrojarnos a nuevos lenguajes con el fin de poder dar vuelta los terrenos de complejidad y reconfigurar un presente sonado y picado. Por esta razón, anhelamos el emboque del tiro libre que nos permita entrar en el partido y apreciar de un mejor modo la cancha embarrada y empantanada que la historia nos postula. Mientras tanto, nos toca celebrar -con buen tino- ciertos guiños, gambetas y firuletes del destino que nos dan algún tipo de respiro y de salvación entre tanto mareo y contrainformación.

En esta trama de lucha contra el neoliberalismo recalcitrante, el pronunciamiento es acertado cuando analiza correctamente, reconoce paciencia y tiene activada la instancia modalizada más difícil: esperar. Y aunque resulte bien amargo y apesadumbrado, es así. Pronunciarse es recalcar, puntualizar y aguardar. Es oratoria, escritura o pincelada, pero también posición y/o reconocimiento del lugar.

En este sentido, interpretar el lugar que corresponde en un momento histórico no es algo simple de conjugar ni tampoco es un atractivo estanco. Es una constancia de movimiento que implica confirmación y firmeza; seriedad y contemplación; continuidad y valentía. El conocimiento del lugar es algo que debe actualizarse a diario para no perder vigencia, y que tiene que estabilizarse para no ser arrasado por los vendavales del contexto político y económico.

Desde este plano, reconocer el sitio de disputa es fundamental para luego avanzar con la pasión sensata, el amor dispuesto y la esperanza redoblada. La comprensión de la situación permite resguardar decibeles altos, evitar contradiscursos y retocar impaciencias preestablecidas y hasta genealógicas. La cuestión radica en articular poética del espacio, con miradas agudas, reflexiones activas y lecturas más audaces.

En términos figurativos -y no tanto-, es momento de pensar mejor, negociar con el tiempo y aguardar en una especie de estación de tren, con más papeles en blanco que escritos y con más intenciones de pelear que de refugiarse. Por esto, hay que decir ordenadamente y pronunciarse con una estructura acorde que impacte y también se desplace con contenido. Si lo articulamos así, hay más probabilidades de encuentro que de simple merodeo.

Como posible estrategia para desarrollar nuestro decir, es necesario generar interrogantes que verdaderamente sirvan para colocar en tensión los postulados del macrismo: leer más atinadamente antes de opinar o de ensayar una declaración, considerar la fuente que nos provee la información y entender que esta última es también una enunciación, y no siempre puede jugarnos a favor su circulación innecesaria.

Sobre este punto, conviene aclarar que la celebración de noticias o de estructuras narrativas que creemos favorables para nuestro espacio político también implican una relación de boomerang complicado: es necesario revisar antes de compartir, o reconsiderar antes de divulgar a ciegas. El simple hecho de contemplar un artículo periodístico o académico que desmerece una acción de este gobierno neoliberal tiene que ser utilizado de un modo correcto para que no se pierda en el éter radial o en las tramas de las redes sociales. Es importante apreciar que nuestros comentarios son valederos, pero que también podemos provocar malos entendidos o comprensiones erróneas si no construimos sensatamente lo que queremos expresar.

Por esta razón, atender la zona que convoca es un paso importante en la disyuntiva cotidiana de la oposición, y apreciar el horizonte que se postula es un modo de estar más cerca del foco político que hoy parece tensionado. Esta actitud no contiene un aire de resignación ni de simple refunfuñe, sino instituye una noción que convoca a la transformación en épocas de difícil comprensión, aislamientos y curvas generadas por el tiempo y la lectura veloz.

Resulta fundamental sincerarse, actuar con ternura y cariño, pero también con justeza y dientes apretados. Nada viene solo ni tampoco sucede en vano, pero debemos emplear las herramientas del discurso de una manera acorde. Nos ha tocado un escenario histórico muy complejo y no nos queda otra que salir del agujero interior con más solvencia que ardor. Por eso, en términos más concretos, tratemos de no enloquecer y breguemos por instaurar un cuadro majestuoso de reflexión y práctica: estamos, pensamos, seguimos y -sin duda alguna- pronunciamos.

* Dr. en Comunicación / Docente (FPyCS-UNLP).