La Madre Matria

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La Madre Matria

13 Marzo 2018

Por Franco Muñoz. Foto: Lucía Barrera Oro.

Hay una cosa que los y las del interior (¿se sigue usando ése término peyorativo?) sabemos y es que todo se cocina en Buenos Aires. Sobre todo las movilizaciones populares. Por eso desde el momento en que caí en la cuenta que iba a estar en La Furia para el 8 de marzo mis impulsos innatos de comunicar me llevaron por inercia al evento.

Camino al punto de encuentro con las pibas de Agencia Paco Urondo (me habían citado a las 16hs en “La Paco”, como tienden a llamar con un dejo de ternura a su lugar, para charlar temas ajenos a la marcha), empecé a ver todo el movimiento existente en Capital Federal, con una 9 de Julio rebosante de vida femenina de diversas y variadas organizaciones, toda unida por un mismo grito: basta a toda forma de violencia contra mujeres, lesbianas y trans. Llego puntual y dos de las compañeras esperaban en la puerta. Una a una fueron cayendo y a la vez de aconsejarme sobre cómo cuidarme, se ponen a debatir sobre si los varones debían asistir a la marcha: por asamblea nacional el dictamen fue que irían solo mujeres de La Paco. Atentas a la guerrilla comunicacional, se dividen tareas: quién toma fotografías y filma, quién hace entrevistas y qué preguntará. Qué contenidos se irán enviando para que los pibes, que hacen base desde sus casas, suban contenidos a la web. Una organización más que formidable y con un labial violeta como arma de destrucción machista. Un vehículo pasa por la puerta aumentando la velocidad y una de las chicas grita “¡Uh pero que larga la tenés!”. 

Ya todas listas activaron la marcha nupcial, hacia esa catedral de almas que se formaba entre Plaza de Mayo y Congreso que a las 17 tenía pactado arrancar. Había algo en el ambiente, en los adoquines y las esquinas. Una energía que sobrevolaba a los porteños y las porteñas y los y las conectaba con otra cosa. Y a medida que nos acercábamos a los latidos, empezaban a aparecer por todos los flancos incontables pibas de todas las edades y colores. Eso sí, aunadas por el violeta y el verde: los nuevos colores de la revolución, que lejos está de ser triste. Es lucha, percusión, cantos y baile. 

“Las Paco” cubren todo el evento, fotografían, filman, entrevistan. Hacen todo y más. Me alejo de las pibas porque era su trabajo y su movimiento y observo todo desde otras perspectivas para comenzar a hacer el mío. Citando a Aldous Huxley, “su vitalidad (…) habría provisto a un pueblo entero de energía eléctrica”. ¿Qué decir frente a la marea feminista? ¿Qué expresar? ¿Qué comunicar? Toda esa energía me deja estupefacto. La cantidad infinita de mujeres. Su seguridad, su alegría, su movimiento y su vida. No son mariposas ni flores delicadas. Son guerreras con ovarios más grandes que esta ciudad, ciudad que nunca estuvo tan segura y en paz.

Por un día y por siempre las pibas hacen olvidar la miseria, el olor a basura y a meada de las calles, los pajeros que silban y piropean, los que tocan bocina al ver una mujer o aumentan la velocidad pensando que su pija aumenta de tamaño en relación directa con el velocímetro.  Y me acuerdo de las palabras atemporales de Rodolfo Walsh que dicen: “Pero sucede que creo, con toda ingenuidad y firmeza, en el derecho de cualquier ciudadano a divulgar la verdad que conoce, por peligrosa que sea (…)”. Y siento que mi obligación para con la profesión que elegí es con la verdad y con lo que siento que es la verdad que mis sentidos absorben, comprenden y deconstruyen. Y que no puedo callar frente al amarillismo monopólico que no se da cuenta del amor que estas pibas profesan. De cómo dan vuelta las lógicas patriarcales y capitalistas. Cómo dan vuelta las raíces femeninas. Cómo dan vuelta y crean La Madre Matria.