CONICET: Changarización de la Ciencia

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CONICET: Changarización de la Ciencia

22 Febrero 2017

Por Leandro Andrini *

En un inaudito trastoque de sentido, uno más dentro de lo que se trata de la PRO-Vocación asumida por el ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, se indica que “hay miles de doctorados que nos salieron mucha plata, muy capaces, pero que lo único que quieren es el empleo fijo del Conicet”. Interesante: ¿por qué no renuncia a su cargo/status en CONICET y realiza, como ejemplo, aquello que predica? Al mismo tiempo, si como ministro (al igual que el gobierno que ahora compone) no le sale una, y además sostiene que pierde plata ¿por qué no renuncia?

Barañao dice que hay “gente que piensa de otra forma, con una visión muy ideologizada y poco coordinada con la realidad”. Por simetría, el ministro nos habilita el argumento siguiente: él piensa de otra forma, con una visión muy ideologizada… Aquí el recurrente tema de la “ideología”. No entraremos en detalle alguno, de los muchos que pueden darse, para ejemplificar acerca de cómo todos estamos atravesados por el campo ideológico y cómo estamos impedidos de escapar de él (valen las conceptualizaciones de Adorno, Agosti, Althusser, Avellaneda, Badiou, Bourdieu, Capdevilla, De Ípola, Deleuze-Guattari, Eagleton, García, Klimovsky, Rozitchner, Varsavsky, Zizek, entre muchos otros, que vienen a dar cuenta de la imposibilidad de la muerte de la ideología, y en mayor parte de cómo la ideología es el factor preponderante de producción de “realidades”).

Es, sin dudas, válida la discusión teórica sobre “lo ideológico”. Lo que no es válido es presentarse como desarropado de ideología. Es casi una generalidad que quienes así lo hacen, antes que desnudos, están siempre con el vestido del poder hegemónico, y arreglados bajo el signo del último grito de la moda ideológica del poder político de turno. Antes que del tema del “traidor” (y del héroe), habida cuenta de la defensa que realiza el ministro de quienes así lo consideran, se trata del oportunista. Kilpatrick -dice Borges- “firmó su propia sentencia, pero imploró que su castigo no perjudicara a la patria”. En el teatro de inversiones (valga en toda su dimensión esta palabra), el ministro desiste de firmar su propia sentencia implorando que su no-castigo perjudique a la patria.

“Les decís de trabajar en una empresa y te dicen: "No, a una empresa no"”, indica Barañao, en la semana en que sale a publicidad el insólito spot oficial del Ministerio de Producción de la Nación para promocionar la quita de aranceles a la importación de computadoras. El ministro, quien para descalificar a sus adversarios políticos les endilga una visión -además de ideologizada- “poco coordinada con la realidad”, pretende la changarización de la ciencia, el despeluzado del teclado de la computadora importada, la extranjerización del conocimiento, la flexibilización de las condiciones laborales en su máxima expresión, acorde a los designios de su par laboral quien no teme en amedrentar jueces que lo único que han realizado es atenerse a derecho.

Por otro lado, el ministro guardó la modestia en el mismo cajón en que escondió su antifaz kirchnerista, y dice que en realidad a sus adversarios políticos (en algunos casos antiguos socios) “les molesta que este acá porque para ellos debería cumplirse eso de que la ciencia se va a destruir, y yo vendría a ser un obstáculo para que eso ocurra”. Muy alta su autopercepción, pero “poco coordinada con la realidad”, porque de lo contrario ¿por qué sólo habrá lugar aproximadamente para la mitad de los postdoctorando en términos de la carrera de CONICET respecto de 2015? (sin que se anuncie cómo será la distribución subsidiaria que integrará la selección de candidatos para ocupar cargos de investigación en otros lugares que no sean CONICET -dejando de lado toda discusión de este tema sumamente ríspido, como es la formación de personal altamente calificado para el complejo inversionista-industrial transnacionalizado-). O eso que en física suele denominarse “ecuación de continuidad”, en donde saldrán (jubilados) cuatrocientos e ingresarán cuatrocientos nuevos investigadores, lo que constituye una falacia numerológica. Primero, porque no se contempla el crecimiento demográfico (de forma que el porcentaje de investigadores CONICET disminuirá indefectiblemente -a no ser que la política de “pobreza cero” sea aplicada mediante el cínico y perverso método sugerido por el ministro de Hacienda, a efectos de mantener algunos porcentajes sin fluctuación-).

Segundo, no es equivalente en masa salarial los cuatrocientos que ingresan respecto de los cuatrocientos que se jubilan (¿no se tratará de un desfinanciamiento solapado?). Y sólo por citar dos ejemplos, de los muchos que pueden darse, de que su autopercepción no es “ajustable” a la realidad que invoca para mitificar toda crítica que pueda realizársele, incluso en la falacia de acusar de kirchneristas a “movimientos” que nunca lo fueron en su exclusividad, y así circunscribir la dicotomía y operar según las lógicas mediáticas de la difamación.

No es indigna la pretensión de un trabajo estable, de un trabajo digno estable. El ministro trastoca los deseos vocacionales, haciendo una interpretación libre de ello (por no decir espejada), aduciendo que todos quieren ingresar a CONICET (por sello, por chapa), por cuanto la investigación científica, la vocación por el conocimiento, etc., no tendrían valor alguno. La analogía futbolística en la lógica del ministro priva al jugador de fútbol de su deseo de jugar al fútbol, y el llegar al club de los sueños es tanto más una consecuencia del cumplimiento de ese deseo antes que una axiomática (dejando de lado la discusión de una mercantilización de este deporte). No hay nada ilegítimo en querer integrar ese equipo; para ello ha habido trabajo arduo y constante.

Lo que sí es dable en discutir es la planificación de Estado en materia científico-tecnológica, pero para que esa discusión se torne viable, el ministro deberá salir de la cápsula negacionista, y admitir la PRO-Vocación (siempre solícita para desviar la atención de las malversaciones del gobierno de la Familia Macri -que, aunque no lo crea, él integra-).

El ministro se pregunta “¿Para qué formar a esta gente si no la podemos utilizar?”, y ejemplifica que si “la prioridad es desarrollar una variedad de alfalfa resistente a las sequías, tiene que trabajar en eso porque eso es lo que se está necesitando. No puede decir que quiere hacer su tesis en otro tema. Es un compromiso social” (si a esto lo enuncia el actual gobierno cubano, los republicanos que nos han tocado en suerte ladrarán su libertad individual; pero se trata del gobierno de la Familia Macri…). Aún más, si el compromiso social enunciado no está discutido en su dimensión política-ideológica, el ministro está apelando (como lo ha realizado en otras ocasiones) a una prescripción moral, donde el individuo se convierte en un sujeto deudor (culpabilizado) de la educación y formación estatal gratuita y financiada que recibió, por lo que su “utilidad/utilización” es expiatoria de esa carga, exculpa que debe redimir (socialmente) aunque la alfalfa lleve el logo Monsanto; más sutil y profundo: cuál es la necesidad de producir alfalfa donde la naturaleza ha “decretado” (más azarosa, menos intencional que los decretos presidenciales) que no ha de crecer alfalfa…

Debate abierto, el que nos convoca a sostener posiciones coherentes sin necesidad de avergonzarnos de ellas, al extremo de negarlas como si con ello se ocultara la ideología y los intereses que se defienden.

* Investigador CONICET e integrante de la Cátedra Libre – UNLP “Ciencia, Política y Sociedad”.