"Paterson": donde un hombre es, en sí mismo, una ciudad

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"Paterson": donde un hombre es, en sí mismo, una ciudad

26 Septiembre 2020

Por Norman Petrich

“La primera idea centrada sobre el poema sobrevino pronto: encontrar una imagen lo suficientemente amplia para abarcar todo el mundo a mi alrededor”, dice Williams Carlos Williams en su autobiografía. Es la imagen de las cascadas soltando su rugido sobre las rocas, convirtiéndose en lenguaje torrencial que va de la naturaleza a las voces, a los cuerpos, todo uno en la figura de la ciudad donde vivía: Paterson. Es así cómo el poeta encara esta aventura épica donde toma numerosos recortes de diarios y noticias referidas al pueblo, cartas, publicidades, análisis poéticos, documentos, ensayos de otras disciplinas para integrarlos al poema en sí, logrando uno de los textos más vitales de la poesía estadounidense del siglo XX.

Hoy tenemos la suerte de tenerlo publicado por Ediciones en Danza, traducido por Silvia Camerotto. Es ella quien aclara en la introducción al libro que “entre el esquema y las intenciones de un poema existe un conjunto de abstracciones por y en las que la composición sucede” y que “las críticas que se hicieron fueron hechas desde el rabo del ojo”, “Paterson carece de elementos de categorización literarios habituales, por lo que resulta imposible encontrar un sistema coherente”.

¿Para qué traducir este libro, entonces? “Lo leí y comencé a traducir. Entendí que otros debían leerlo. Que no hacerlo era sinónimo de pérdida. En ese entramado de poesía y prosa, hay un crescendo que no termina nunca. Una gran síntesis universal de una experiencia individual”. El mundo poético, agradecido.

Williams Carlos Williams nació en 1883, en Rutherford, Nueva Jersey, EEUU. Fue poeta, novelista y médico, profesión que ejerció desde 1910 en su ciudad natal y en Paterson. En simultáneo desarrolló intensamente su actividad literaria. En 1909 publicó su primer libro, Poems. En 1913 le editaron en Londres The Tempers, gracias a Ezra Pound, con quien mantuvo una larga amistad. De ahí en más aparecieron Sour Grapes, An Early Martyr and Other Poems, The Clouds, The Desert Music and Other Poems y Journey to Love, entre otros.

Como dice Jorge Santiago Pedernik en la colección Los Grandes Poetas, que salía editado por CEAL, cuando Williams publicó Paterson en 1946 ya tenía planificado que el extenso poemario estaría abrigado en 4 “libros”. Fue así como los libros 2, 3 y 4 fueron publicados en 1948, 1949 y 1951, respectivamente.

“Al completarlo llegué a comprender no sólo que habían ocurrido muchos cambios en mí y en el mundo, sino que tuve que reconocer que no podía haber un final para tal historia. Tenía que tomar el mundo de Paterson en una nueva dimensión si quería darle validez imaginativa. No obstante, quería conservarlo entero, tal como era para mí”, le escribe el poeta a sus editores. Es así como en 1958 aparece un quinto libro.

En la nota introductoria que Williams escribió a la primera edición se puede leer que “Paterson es un largo poema en cuatro partes en la que un hombre es, en sí mismo, una ciudad… La parte 1 presenta el carácter elemental del lugar. La segunda parte abarca sus réplicas modernas. La tercera buscará un lenguaje para hacerlas vocales, y la cuarta, el río bajo las cascadas, será la reminiscencia de episodios, de todos los que un hombre cualquiera puede alcanzar a lo largo de una vida”. 

Con esto sería suficiente para tener “un plan de lectura”, una idea de por dónde va el poeta en esta aventura, pero quiero marcar algunos detalles de cada uno de los libros que sentía no debía pasar por alto. El Mismo Williams se pregunta en el prefacio “Cómo encontrar la belleza”, y se contesta “empezar por los detalles”.

El libro 1, como dijimos, ubica el poemario, nos muestra a Paterson bajo las cataratas Parsaic, “obtiene su sustancia del río que fluye”, agua que corre hasta chocar con el segundo elemento: las colinas. “NO HAY IDEAS SINO EN LAS COSAS”, avisa. En un momento dice “¿Por qué hablar del “Yo”, siquiera?” lo que me lleva a César Vallejo preguntándose cómo hablar del no yo sin dar un grito. Como lo va a hacer en todos los otros libros, pasa de la naturaleza de “los gigantes” (peñascos, cataratas) “nombrados con la mente como signos” con un torrente que se desprende de ellos, que cruza ojos para abrevar en los cuerpos en la cama.

“Cosas, cosas innombrables/ la pileta con restos de harina y /pedazos de carne podrida, tapas de botellas de leche, tienen acá una tranquilidad y una belleza./ Tienen acá (en los pensamientos de él) un complemento tranquilo y casto”.

En el libro 2 “el parque como ese mundo fuera de mí, escondía signos”. La naturaleza que lo rodea empieza a replicarse en el decir, como para cualquier paseador dominguero. Pero éste no es uno cualquiera. “Sin inventiva nada es bien distribuido, tanto árboles como las palabras”. Cómo reparte el humano es algo que le llama la atención al poeta. En un sermón, un pastor declama: “y era feliz- tan feliz como podía hacerme el dinero ¿Pero me hizo BUENO?”. Para llegar a una conclusión: “uno mata por dinero, pero no siempre lo obtiene”. Al igual que Pound, lo desvela el tema de la usura, legalizada en su opinión a través de la reserva federal.

“Pero vendrá la primavera y las flores brotarán y el hombre deberá hablar de su condena”.

En el libro 3 queda claro por dónde pasa la riqueza para Williams, cuando lo encontramos preguntándose “Cuánto cuesta/ amar a la acacia/ florecida./ Una fortuna más grande que/ la que Avery podría reunir”. Aquí la palabra se vuelve central, desde la biblioteca, los libros, la poesía: el verdadero depósito de su riqueza. “La provincia del poema es el mundo/ los sueños de los muertos, confinados/ entre estos muros/ levantados, buscan una salida) ¡Cosa hermosa!”. “Embrujado, la calma de tu rostro/ es una calma real, no de libro”. Y, por supuesto, dos temas eternos: el amor y la muerte.

“la belleza es temida más que la muerte”, “la muerte vendrá demasiado tarde para ayudarnos”, “porque qué hay sin amor, que mirar a la muerte a los ojos”.

“Escribir debería ser un alivio”, retoma, volviendo al acto creativo. “Es peligroso dejar escrito lo que está mal escrito. Una palabra al azar, en el papel, podría destruir el mundo”. “¡esta retórica es real”, concluye.

En el libro 4 Paterson se vuelve amante. Así este libro transcurre entre las conversaciones de él con Phyllis, y de esta última con Corydon. Aquí vuelve a aparecer el dinero como antivalor. “DINERO: CHISTE (i.e., crimen bajo las circunstancias: calor eliminado a paso acelerado), para pedir, tomando su otra profesión como referencia: “Acepta la desgracia individual/ amortiguándola dentro de la localidad- no lo castigues con honorarios de cirujano./ Libera los rayos gama que curan el cáncer/ .el cáncer, usura./ Libera el crédito .que salga por los barrotes de las ventanillas de los bancos… dinero: broma a ser liquidada tarde o temprano de un plumazo”. Para cerrar “sólo porque no hay agua potable en ese lugar/ o porque no la has encontrado/ no significa que no haya agua/ fresca para tomar en NINGUNA PARTE”.

Luego, parece recordar “¿Has olvidado tu virginal propósito, el lenguaje?”, para volver a la descripción de un Paterson antiguo.

En el libro 5, la imagen de la serpiente mordiéndose la cola, el eterno retorno, nos habla de esa imposibilidad de terminar el poema a la que se refiere el poeta. “El río ha regresado a sus orígenes” “Paterson ha envejecido, el sujeto de sus pensamientos se ha encogido”, juega con imágenes que van de la virgen a la puta. Una joyita en este libro es la inserción del análisis de un poema de E. E. Cummings. A través de pintores y en especial de Brueghel, se pregunta si es pecado ser pobre, “cualquiera menos esta tribu uniforme tiene el dinero ahora”. Pinta un panorama sombrío al decir “hemos llegado en nuestra época a la/ era de la imitación barata”. Luego retoma la virginidad prostituida, ya que ese es el rostro Paterson, “una identidad, ambas a la venta”, y le pide que aprenda de los poemas, ya que “cualquier parte está en todas partes”.  

Hacia fines de 1960 y principios del 61, Williams Carlos Williams escribió a sus editores sobre la idea de un sexto libro, pero una enfermedad que lo aquejaba le impidió completarla. Después de su muerte, se encontró entre sus papeles páginas de notas y bosquejos del “Libro 6”, que también figuran traducidas en esta edición argentina.

Postumamente, recibiría el premio Pulitzer por su colección de poemas Pictures from Brueghel and Other Poems.