Dossier Fractura: Este libro ha sido nuestro mayor gesto de amor

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Dossier Fractura: Este libro ha sido nuestro mayor gesto de amor

28 Marzo 2020

Diana Bellessi, en un acto de valentía que admiro, inició una relación epistolar con la escritora estadounidense Úrsula Le Guin. Este primer atrevimiento consistió en enviar a Úrsula una cajita, a través de la editorial Capra, de California, donde la escritora había publicado un libro de poesía titulado Wild Angels. Dice Diana en el prólogo del libro: “Nunca terminaré de agradecerle a quien te la haya enviado. La cajita llevaba los capullos aterciopelados, de oro oscuro, que guardan las hojas de los plátanos y estallan y caen suavemente cuando las hojitas pueden salir al aire. Tienen un olor almizclado, intenso. Eran las joyas que te enviaba desde el Paraná. Una nota decía: ¿What are you doing to me?” La nota, que podría traducirse como “¿Qué me estás haciendo?”, es impactante y seductora. El objeto, muy apropiado para una escritora tan ligada a la naturaleza como ha mostrado en todos sus libros y, quizás más intensamente, en El nombre del mundo es bosque.

Gracias a los buenos oficios de los editores de Capra, la caja llegó a destino. Supongo que muchos mensajes de fans llegarían continuamente a la mesa de Úrsula, pero este era especial. Y Úrsula respondió.  Dice Diana: “Me respondiste de inmediato con otra cajita que encerraba una pequeña rama del desierto de Oregón, intensamente perfumada también. Casi sin palabras, pura materialidad del mundo que las dos amamos”.

Diana se presenta ante Úrsula como una lectora deslumbrada: “Fuiste el Bosque, y yo tus personajes. Simultáneamente eras persona, quien escribía esos libros maravillosos, quien sabía de mí de tal manera, quien sabe aún. Habías encontrado a tu lectora. Te imanté de toda sabiduría y toda aventura (…) vos creabas mundos distantes y yo viajaba hacia ellos con mi cuerpo para tocarlos. Vos escribías historias extraordinarias y yo mencionaba apenas con las palabras lugares e historias que debía primero atravesar para capturar algo, tenue con las palabras en el vasto hiato del poema”. 

Comenta Úrsula: “Ella me escribió cartas sobre mis libros, cartas divertidas, locas y fascinantes que tenía que responder (…) y me encantó escribirle. Fue divertido, fue fácil”.

La amistad epistolar no fue suficiente para Diana, que partió de cacería. No le pidió permiso a Úrsula para viajar a conocerla, sólo le avisó que viajaba a conocerla. Un atrevimiento que se suma al primero. Úrsula estaba aterrorizada: “Entonces, de repente, ella escribe: Voy a verte. Estoy llegando desde Florida en el avión. Ahora estaba asustada. Ahora ya no era un juego de palabras, ahora era una persona, una poeta loca de Argentina volando hacia mi vida, desorganizándome. ¿Qué hago con ella, qué le digo, qué quiere de mí? Estoy en medio de un libro y no quiero parar por una extraña. Ella piensa que vendrá a ver a la heroína de los sueños que ella creó en su mente, y encontrará a una ama de casa de mediana edad que teme a la gente, tímida, egoísta, nada heroica, y se sentirá decepcionada. La decepcionaré, oh, ¿por qué viene?”

Entonces Úrsula espera en el aeropuerto a esta “poeta loca”, dice: “La reconocí en el momento en que la vi entre las personas que bajaban del avión, rubia, una pequeña mujer puma, hermosa, con una hermosa sonrisa llena de timidez y dolor”. La relación fluía: “Hablamos, nos leemos nuestros poemas. Ella se reía fácilmente, lloraba fácilmente, leía su poesía con su encantadora voz ronca. Nos hemos vuelto a ver dos veces desde entonces, nos reímos, lloramos y leímos poesía”.

 Diana había logrado su objetivo. Forzó este encuentro: “y no fue miserable, fue hermoso. Nos volvimos completamente personas, nos volvimos responsables de nuestro amor, y en él tuvo cabida Charles, Elizabeth y Caroline y Theo y los gatos y tu casa y el bosque junto a tu casa. Y el rancho del Napa Valley donde tradujiste Crucero, y tus hermanos y tu madre y tu padre. Lloré escuchando la voz de Ishi en el museo de Berkeley”.

De este mutuo amor entre las dos poetas y del amor de ambas por las palabras surgió la idea de una traducción mutua. Pero traducir un poema no es precisamente colocarlo en el traductor de Google y hermosearlo un poco. Versionar un poema implica llegar a lo profundo de las palabras en el contexto en que fueron producidas y en el alma de quien las ha escrito. “No le hubiese mostrado mis versiones a nadie, y mucho menos las habría publicado, si ella no las hubiera trabajado conmigo (…). Estas traducciones, la suya, la mía, son colaboraciones en el verdadero sentido de la palabra. Trabajamos juntas”, dice Úrsula.

Úrsula se enamoró a primera vista de los poemas de Diana y comenzó a jugar con ellos: “solo para ver si podía entenderlos, para mi propio placer. Ella había estado traduciendo algunos de mis poemas, y ansiaba poder leer al menos los suyos. Aunque todos sus libros posteriores estaban mucho más allá de mí, sus alusiones y su sutileza sintáctica exigían un conocimiento verdadero e íntimo de su español argentino, descubrí con gran alegría que los dos primeros eran accesibles si yo era metódica al buscar las palabras”. Ahora la atrevida es Úrsula: “Entonces, como conocía el español mejor que el alemán, y mucho mejor que el chino antiguo, pensé que tal vez podría entender los poemas de Diana de la misma manera, incluso sin ninguna traducción como guía”.

No iba a ser tan sencillo.

Como les decía la poesía de Bellessi la enamoró de inmediato y Úrsula siguió “garabateando” traducciones: “cada línea, un descubrimiento, un shock de sorpresa y satisfacción. Nada restaura tan milagrosamente el lenguaje como leer poesía real en un idioma que realmente no conoces. Es como tener dos años de nuevo. Las palabras explotan, viven vidas propias, misteriosas, asombrosas”.

En una correspondencia, que viajó por cartas antes de llegar al e-mail, los mensajes iban desde Florida hasta El Tigre. Las traducciones de Úrsula no salían bien de buenas a primeras, pero ahí estaba Diana para ayudarla, dice Le Guin: “Ella enderezó mis verbos cuando pensé que escuchar significaba sentarse, o tenía el verbo correcto en la persona, el tiempo y el número incorrectos. Tal vez no sea tan divertido ser masticado por una niña de dos años. Pero ella era alegremente paciente, y yo seguí metiendo la pata alegremente.”

Muchos conocemos lo gozosa que puede ser la tarea de intentar traducir un poema que nos suena mal en todas las versiones que encontramos. Y a veces pasamos horas perdidos en las palabras de alguien lejano y en los laberintos de una lengua desconocida. Me alegra pensar que también Úrsula Le Guin ha pasado por esas deliciosas torturas: “Lo que quiero decir es que leo las traducciones existentes y, a veces, ninguna de ellas parece adecuada, por lo que empiezo a cotejarlas y cambiarlas, volviendo al original para buscar las palabras, repeticiones, ecos y resonancias que pueda. He hecho esto con Lao Tzu durante años (y finalmente he comenzado a hacerlo metódicamente). Lo hice con Rilke (…) he usado la traducción de  Macintyre como guía para hacer, no una traducción, sino mi propio Rilke. Creo que es un ejercicio legítimo”. Y luego agrega: “Traducir es una excelente prueba para un poema. A veces se desgastan al frotar, pulir, raspar y ajustar su versión.”.

En cuanto al arte de la traducción, Diana enseña mucho en el prólogo del libro: “Se torna, quizás, la experiencia más próxima a la escritura del poema; se lleva a cabo en un lento proceso de ensimismamiento y de silencio, pesando a la vez la masa sonora de un canto, de un habla, originada en otra lengua que no es la materna. Dar cauce a través de la emoción propia a pensamientos y emociones de una voz ajena (…) Si el poema aparece, primero como ritmo y recién después en su manera propia despliega significados, es la traducción, pero sobre todo, un esfuerzo de alteridad. (…) Eco, no replicante como en el mito de Narciso, sino sostenido en las posibilidades y misterios de la lengua materna en la cual el traductor lo rescribe. (…) Finalmente [la traducción] es siempre una meditación sobre la propia lengua y sobre el lenguaje mismo, ya que, si traducir es desarticular el original, poniendo en duda la seguridad de los significados que nos abrigan, también lo es en la relación con nuestro lenguaje original (…). La poesía como género lleva a cabo este acto de duda aún en su lengua original de la manera más radicalizada. ¿Qué será entonces su traducción?”

 

El trabajo dio sus frutos y así Crucero ecuatorial y Tributo del mundo de Diana Bellessi lograron su versión en inglés por Úrsula Le Guin. Un lujo. Diana, por su parte tradujo poemas de Úrsula en un conjunto titulado Silk days (Días de seda).

Úrsula comenta sobre Crucero Ecuatorial: “es un libro muy joven, y me encanta la joven Diana que lo escribió, mucho antes de que la conociera: esta pequeña leona que avanza ágil e intrépida por los caminos de América, mira a los viejos nazis y a los jóvenes pescadores y luchadores peruanos, riendo, durmiendo en antiguos lugares sagrados, viendo los pies agrietados, desnudos, rápidos y planos de los trabajadores del campo, viendo todo tierna y serenamente con sus ojos dorados”.

Y respecto a Tributo del mundo “proviene de tiempos difíciles y fue escrito, aunque solo un par de años después, por una mujer más madura. Los delicados ecos chinos de sus primeras piezas conducen a un trabajo cada vez más rico, poderoso y complejo, que he descubierto mientras trabajaba en él y que es inagotablemente satisfactorio (…) El terror político de los años en que se escribieron es tocado solo por las alusiones más ligeras en la segunda parte, pero como una gota de tinte rojo esas pocas líneas colorean y oscurecen todo el libro. La pasión y la extrañeza de los poemas de los sueños en la tercera parte conduce a la intensidad radiante de los poemas de amor y al esplendor terrenal y trascendente del final y mi favorito, Isla".

Así expresa Diana Bellessi el impulso hacia la traducción: “Silencio interrumpido por lo mínimo de la lengua. Para nombrar ¿qué? El Bosque, y retornar a él. El Bosque que vos desplegás con lujo ante mis ojos de lectora cuando narrás, y que se fuga con su toque misterioso en tus poemas, sobre todo aquellos que más amo. Así empecé a traducirte: para entrar allí”.

Y así concluye, orgullosa de sus logros: “Saludo la belleza que aún poseen tus poemas en castellano, una lengua generosa y sabia, alimentada por los países del Sur que la hablan con sus afluentes del quechua, el aymará, el mapudungun, el guaraní..., con sus resonancias itálicas aquí en Argentina. Los saludo y sé, cuántos ecos se han perdido en la traducción, ecos plenos de sentido que toda palabra y todo juego sintáctico o sonoro porta en su idioma originario. Sé de lo imposible que es toda traducción, y aún más del poema que pretende casi ser materialidad pura, el Bosque mismo, y nunca se consuela con ser solo su mención. Allí te pierdo, donde voy a buscarte. Sin embargo este libro ha sido nuestro mayor gesto de mutuo amor que reposa en un movimiento de alteridad, de dejar ser, en palabras, a la otra”.

 

 

 

A Wu Tsao, por Diana Bellessi

 

I

 

Húmeda y fresca la noche.

Un suave viento del este

trae y disipa blancos de niebla.

Sueño que veo tu rostro

frente a las lámparas.

Me sonríe tras el leve maquillaje,

mientras tu mano reposa en mi mano.

Amiga mía,

millones de años a través de los cuales el Universo

asciende y declina,

y vos allí,

en tu vestido transparente de seda

viendo caer

las flores de ciruelo sobre la hierba.

 

II

Beben el vino
y se recitan una a otra sus poemas.
Si supieran aquellos versos de Safo,
los dirían,
mientras se pintan una a otra las cejas
y extensas nieblas cubren el río:

-Qué pequeños,

qué hermosos los pies.

 

Versión en inglés de Úrsula Le Guin:

 

I

 

Humid and cool the night.

A soft wind from the east

gathers and disperses banks of mist.

I dream I see your face

in the lanterns' light.

She smiles at me through delicate makeup,

while your hand rests in mine.

My dear friend,

millions of years, and through them the universe

arising and declining;

and you, there,

in your thin silk gown,

watching plum-blossoms

fall to the grass.

They drink wine and say their poems to each other.

 

II

They drink wine
and say their poems to each other.
If they knew these lines of Sappho
they'd say them,

too as they paint each other's eyebrows

and wide mists hide the river:

-So small,

so beautiful, your feet.

 

The Twins, por Úrsula Le Guin


Tini dream children,

soulchildren

silver and turquoise,

very old children.

 

One in your ear like a whisper

under the tawny hair;

by the river in the shadows of poplars.

 

One in the prow of a toy canoe

a soulboat of the Yurok,

with four stones from the world’s  corners,

and one from the middle.

 

Listen to the river

that whispers to your cabin

It is the sweet cold Klamath

flashing with salmon, under the redwoods

North, north, the child is calling.

 

And the redwood boat

carries its passenger rocking

past my sleep on the deep waters

of the Paraná…

South, south, the child is calling

 

Versión en español, por Diana Bellessi:

 

Las gemelas

 

Diminutas niñas del sueño,

niñas-almas,

plata y turquesa,

niñas tan antiguas.

 

Una en tu oreja como un susurro

bajo el leonado pelo,

en la sombra de álamos y la sombra

de palmas junto al río.

 

Una en la proa de un juguete,

alma canoa de los Yurok,

con cuatro piedras en las esquinas

del mundo y una en el centro.

 

¡Escucha como el río

susurra a tu cabaña!

Es el frío y dulce Klamath

que brilla de salmones bajo las sequoias.

Norte, norte, la niña llama.

 

Y el bote de sequoia carga

su pasajera acunando

mi sueño sobre las aguas

hondas del Paraná…

Sur, sur, la niña llama.

 

 

*Las citas están tomadas del libro Gemelas del sueño / The Twins, the Dream, de Diana Bellessi y Úrsula Le Guin, Editorial Norma, Bogotá, 1998. La traducción del prólogo de Úrsula Le Guin está realizada por la autora de la nota.