Alemania, tu pareja de baile es la muerte

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Alemania, tu pareja de baile es la muerte

22 Junio 2019

Por Norman Petrich

Las editoriales independientes tienen ese no se qué ¿viste? Estoy recorriendo los distintos puestos de la Feria del Libro de Rosario y uno de ellos me llama la atención, integrado por trece editoriales de la ciudad. Entre su variada propuesta (política, historia, derechos humanos, género, novelas, cuentos, poesía, libros infantiles, teatro y más), una tapa con un dibujo en el cual se puede reconocer a Adolf Hitler de espaldas, sosteniendo con su mano izquierda en alto, exhibiéndola, una pluma, mientras lleva oculto un revolver detrás de su cintura con la mano derecha, llama mi atención. Me acerco y su título hace que lo tome para averiguar de qué se trata: Poemas antifascistas.

Recorro el prólogo y descubro que su autor, Paul Zech, no sólo era un escritor alemán antifascista, sino que su exilio había transcurrido en nuestro país, más específicamente en Buenos Aires. Uno que suele saber tan poco de aquellos alemanes que se opusieron al régimen, hasta el punto de reducirlo a uno o dos nombres e inclusive hacerlos cargo de cosas que no escribieron, no puede más que comprar el libro y querer saber más.

Paul Robert Zech nace en Briesen en 1881. Estudia en Heidelberg, Bonn y Zurich. Publica su primer poemario, Das schwarze Revier (El negro distrito), en 1909. En 1910 traba amistad con Stefan Zweig y en 1912, se muda a Berlín con su familia, realizando variados oficios los cuales son interrumpidos por la Primera Guerra Mundial, en la que participa como reservista.

Trabaja, luego de la guerra, como lector en editoriales y  como bibliotecario hasta 1933, año en que es detenido por los nazis. Sus libros también formaron parte de las listas de autores que engrosaron las hogueras pardas a lo largo del territorio alemán.

Resultado de imagen para PAUL ZECH POEMAS ANTIFASCISTASAl parecer, Zech tenía un hermano pintor en la Argentina que lo convence de que nuestro país es un buen destino para su inminente exilio. Una vez aquí, comienza a colaborar con el diario Argentinisches Tageblatt y su semanario Argentinisches Wochenblatt, un resumen de las mejores notas del Tageblatt pensado para el interior del país. Es en esta etapa donde escribe estas sátiras en contra del nazismo.

Pero antes de avanzar sobre ello y lo que al libro se refiere, déjenme trasladar unas consideraciones.

Antes del exilio, Zech era conocido como un escritor expresionista. En 1920 es incluido por Kurt Pinthus en la representativa y famosa antología del expresionismo alemán, Menschheitsdämmerung  (Crepúsculo de la humanidad), lo que le trajo de algún modo su canonización.

En el exilio, su obra se volvió prolífica y diversa. A tal punto que (y para esto me apoyo en las palabras de Pablo Ascierto, quien se encargara de la revisión general de  Poemas antifascistas) fue calificado de poeta obrero, industrial, poeta del Ruhr, expresionista, autor antifascista exiliado, o lírico de la naturaleza, entre tantas otras designaciones. Zech escribió entre 1900 y 1946 al menos 33 obras de teatro, por encima de un centenar de obras de prosa breve, desde novela corta hasta relatos de viaje, una buena docena de novelas (algunas realmente extensas entre las que destaca Alemania, tu pareja de baile es la muerte), numerosos ensayos de crítica literaria (entre ellos dos libros sobre Rilke) así como un centenar de traducciones, ante todo de lírica francesa del siglo XIII hasta el presente. Lo cual indica que tenemos varias puertas para abrir y conocer mucho más sobre este autor que parece salirse de los encasillamientos.

Pero volvamos a la etapa donde compone las baladas y poemas satíricos que integran este libro, tan bellamente editado en forma bilingüe por Serapis, acompañado por las ilustraciones de Clément Moreu (el autor de ese dibujo que me había llamado la atención, desde lejos) y traducido por el poeta y docente Héctor Piccoli.

Estos poemas fueron escritos entre 1934 y 1935, en el ya nombrado Argentinisches Tageblatt (el cual era portavoz militante de los antifascistas alemanes en el Río de la Plata) y son la muestra de la lucha de un combatiente contra el Tercer Reich por los medios de la sátira.

Los publica bajo el seudónimo de Tim Borah. Inclusive ya había divulgado algunos en 1932, antes de la toma del poder de los nacionalsocialistas, quedando en claro que la aparición de una expresión abarcada por la crítica social y la militancia lo alejaba, por lo menos en forma momentánea, de su época expresionista.

La mayoría de los versos de Poemas antifascistas tratan sucesos de actualidad sobre el Tercer Reich acerca de los cuales el periódico había informado en los días anteriores. Aquí se hace importante el caudaloso trabajo de notas que aporta el equipo de traducción y edición, las cuales nos permiten acercarnos a quiénes se refieren ciertos nombres satirizados o dónde y cómo sucedieron hechos que son versados.

Miseria y hambre en vastos sectores de la población alemana, la represión a toda resistencia al régimen, la corrupción en la cúpula del partido gobernante, la xenofobia hecha foco principal en los judíos y el peligro creciente de una nueva guerra son las temáticas que engloban estos poemas.

La obra de Zech no sólo es casi desconocida en nuestro país sino que fue prácticamente olvidada en Alemania, luego de su muerte en 1946, época en que Argentina conocía un aluvión que hacía hervir el agua de las fuentes y en su país de origen comenzaban a pensar en la reconstrucción. Recién en 1997 una antología pone a recircular algunos de sus poemas y no es hasta 1998 en que se realiza una edición de sus obras escogidas en 5 tomos por la editorial Shaker que puede considerarse recuperada, por lo menos en parte. Por eso es tan importante el rescate que realiza Serapis, tanto de estos poemas como la selección antologada bajo el título “Yo soy una vez yo y una vez tú”.

¿Y por qué me parece importante difundirlo? Soy conciente que aquí presento uno de los tantos Paul Zech que se pueden conocer pero mi tentativa de respuesta sería: tal vez porque, con un tono y ritmo que dan gusto (que Héctor Piccoli logra trasladar a sus versiones en castellano), sigue poniéndole nombres a ciertas cosas que parecen no querer alojarse en el olvido y regresan, oscuras, con nuevos rostros.

Basta como ejemplo estos versos de “Hechizo electoral”:

 

Dadle vuestro, dadle todo/ lo que precisa para gobernar/

y masacrar. No importa si ya pronto/ las chimeneas pardas hará humear.

/…/

Fieles y obedientes se inscriban aún con Sí/ o, como comunistas, ya con No:/

hombre, dice Jupp, nada aquí tienen que decir/ a nuestros disparates los macaneamos solos.

Y estiró y estiró porcentajes largo rato,/ hasta hacer una suma bonita y redonda:/

como una rubia pata nórdica de oronda/ nuestro Adolf de cabo a rabo.

 

Reemplace a Adolf con cualquiera de los nuevos Adolfs que pululan por nuestra América; complete la operación en camino similar con Jupp y haga lo mismo con el comunismo por cualquiera de nuestros movimientos populares. Léalo de nuevo. Entenderá, entonces, el valor de estos rescates, cuando la memoria, además de escribir bien, es tan buena maestra.

 

El testamento

Compadre, antes de morir, deja que te diga:

resguarda, en primer lugar, tu testamento,

haz que todo en hierro y bronce se inscriba,

que no sea afanado o del fuego alimento.

 

Porque podría ser que tu última voluntad

en lo contrario se convirtiera:

y es que así pasó cuando, acosada, terrenal

criatura que el pueblo ha llorado y venera,

 

descendió hacia donde estaban sus camaradas,

hacia el mosquetero ignoto fallecido.

Profanadores ya de cadáveres hurgaban

su tienda toda en busca del papel consabido.

 

Lo que hallaron, jamás podrá el mundo saberlo,

sólo supo que no se halló nada de nada.

Sólo mucho más tarde sacaron de los pelos,

trajeron a la rastra algo en lo que estaba

 

de su puño y letra desde la eternidad,

que el legado era pardo, no negro, rojo y blanco.

Pues no habría hombre más grande en esta pobre edad,

y judíos incluso se seguiría matando.

 

Si en hierro o acero hubiera él martillado

aquello que estaba en su voluntad postrera:

el arrebol quizás hubiera ya alboreado

y cesado de golpe la pirotecnia entera.

 

 

Hechizo electoral

Con trompa y con pitos, con grueso trombón bajo,

con los abuelitos hicieron publicidad

y citaron a Goethe y a Wotan invocaron:

¡nuestro Adolf ahora o nunca más!

 

Dadle vuestro, dadle todo

lo que precisa para gobernar

y masacrar. No importa si ya pronto

las chimeneas pardas hará humear.

 

Teatro así no vio el mundo jamás,

barullo tal puede haber sólo en el Walhalla,

si “a sangre y suelo”, en masa, el elector alemán,

del Thing ha de dar vueltas en la plaza.

 

Fieles y obedientes se inscriban aún con Sí

o, como comunistas, ya con No:

hombre, dice Jupp, nada aquí tienen que decir

a nuestros disparates los macaneamos solos.

 

Y estiró y estiró porcentajes largo rato,

hasta hacer una suma bonita y redonda:

como una rubia pata nórdica de oronda

nuestro Adolf de cabo a rabo.

 

Quejarse ya aquí nadie, entiendes, va a poder

de que él por gracia de Dios no está.

Quién de los dioses se embadurna con tal merced,

no necesita ya el mundo ni sus gritos más.

 

 

Soltadlos de vuestras garras

¿No habéis promulgado una amnistía?

Noo, es que algo Goebbels nomás nos macaneó

y en Dachau y Hamburgo, con alegría

a almacenar en grande de nuevo se empezó.

 

Uno creería que los turbulentos,

estos cinco millones, os dan mucho que hacer,

desde que el cabo se mudó a sargento,

por todavía más pólvora poder tener.

 

Pero lo prometido, prometido está,

y debéis mantenerlo, 

aunque hayáis roto un juramento mil veces ya.

Pues no es todo como antes aquí,  desde hace tiempo.

 

Se desmoronan ya las piedras lentamente,

del muro pardo, cuando en limusinas lujosas

no anda un general. ¿Manos limpias? –Nos estremece;

y lo que fuisteis: ¡bárbaros!, seguís siendo ahora.

 

A todos los que aun se consumen de morrenas

en lodo tras las púas: al prole, intelectual,

quebrantado el riñón, la dentadura deshecha,

y a Thälmann en la celda criminal:

 

soltadlos de vuestras garras,

¿lo oís? Habrá habido una amnistía,

cuando cerrojos caigan  para todos y trancas,

y aun se curen los que alzan las aletas todavía.

 

Traducción: Héctor Piccoli

Fuentes:

Prólogo de Arnold Spitta

Revista Poesía de Rosario, nº 15, año 2006