Un acercamiento a la historia del cine LGBTIQ+

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Un acercamiento a la historia del cine LGBTIQ+

27 Junio 2020

Por Carolina Micale

 

Si miramos la oferta de series y películas en las grandes plataformas de streaming, vamos a notar varias producciones que abarcan temáticas LGBTIQ+, con historias secundarias o personajes protagonistas. Sin embargo, aunque sea una verdad de Perogrullo, esto no siempre fue así. Con aciertos y desaciertos, y un largo camino por delante, la oferta actual es el resultado de conquistas del colectivo que se trasladan a la industria del entretenimiento.

 

Una historia de censura y violencia simbólica

Ninguna persona que haya nacido en el siglo XX puede afirmar que creció en un entorno representativo de la diversidad sexual; y este hecho se traslada a la producción cultural. Desde los comienzos del cine, la homosexualidad y la transexualidad se escondían –y se empujaban– dentro del armario, mostrando sólo historias de personas heterosexuales y cisgénero en las grandes pantallas. También aparecían referencias aisladas, en clave de “humor”. Durante la etapa del cine mudo, surgieron personajes nombrados como “pansy” o “sissy” –traducido como “mariquita”–, con roles sumamente estereotipados y extravagantes, adaptándose a la risa homofóbica de la época.

A la censura naturalizada de ese entonces se le sumó, luego de la Gran Depresión que afectó a la industria del cine hollywoodense, la incorporación del Código Hays. Este estatuto prohibía, entre otras cosas, que se mostrara cualquier tipo de “perversión sexual”. Una forma políticamente correcta de violentar sin ni siquiera nombrar.

En las siguientes décadas la representación no mejoró, ya que los personajes, si aparecían, eran mostrados como perversos o locos, algo que se veía en películas como Rebeca o La Soga (ambas de Hitchcock). Años después, con el Código Hays en el olvido, y a partir de acciones emblemáticas como las protestas de Stonewall en 1969 –que conmemoran el 28 de junio como el Día Internacional del Orgullo–, se comenzó a retratar la homosexualidad con mayor frecuencia, viendo al público gay como un potencial consumidor. Sin embargo, los personajes todavía mantenían fantasmas del pasado. Se mostraban atormentados por su sexualidad –como ocurría en La Calumnia, en donde el personaje de Shirley MacLaine se suicida por haberse enamorado de su compañera de trabajo (Audrey Hepburn). Esto sucedía a menudo, ya que muchos films tenían finales trágicos sumidos en el suicidio o en la soledad, como si se tratara de un castigo divino, y no de una sociedad hipócrita y violenta.

 

Hacia algo mejor

Luego de años de lucha –y a partir de que en 1990 la OMS retirara la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales, aceptándola como una variación de la sexualidad humana–, la industria del cine fue incorporando diversas miradas para tratar la temática. Muchas veces retratada de forma sutil o “sugiriendo”, como sucede en Tomates verdes fritos (1991). Los besos y las escenas explícitas de sexo no eran algo usual. Y pasó mucho tiempos hasta que ese tipo de representaciones surgieran, buscando visibilizar y no sólo sexualizar, sobre todo cuando se trata de mujeres. En el caso de los hombres, películas como Secreto en la montaña fueron recordadas por correrse de los lugares comunes que los representaban. Por otro lado, para las personas trans la representación siempre fue –y aún hoy es– más escasa. Películas como Boys don’t cry (Los hombres no lloran) comenzaron a tratar la temática sin tomarla como objeto de burla. Por supuesto, los finales seguían siendo dramáticos, pero desde nuevos enfoques.

En la actualidad, podemos decir que el avance fue notable. Hoy tenemos la posibilidad de acceder a varios largometrajes que tratan la diversidad sexual y de género, sin entrar en la tragedia fatalista. Mostrando la discriminación que prevalece, pero dando un lugar desde una mirada más honesta; y con producciones incluso dirigidas al público adolescente, como Yo soy Simón. Las tramas también variaron, pudiendo encontrar finales tristes, pero también felices.

Por otro lado, el universo de las series cuenta con producciones como Sense 8, Modern Family, Orange is the new black, La casa de las flores o Historias de San Francisco, por nombrar algunas. Y exiten documentales que recorren historias de amor, lucha o reivindicación, como Un amor secreto, La muerte y la vida de Marsha P. Johnson o Disclosure, estrenado el pasado 19 de junio, que analiza la representación de las personas trans en el cine y la TV; colectivo que continúa siendo el más afectado y excluido.

Además, podemos ver los avances en culturas donde el tema es mucho más tabú. Bollywood estrenó, este 2020, la primera comedia romántica con temática gay, luego de que la homosexualidad se despenalizara en India hace tan solo dos años. Aunque, como era de esperarse, fue censurada en varios países de Oriente. 
 

Queda más camino

Entre todos los casilleros que quedan por avanzar dentro de la industria, la mirada LGBTIQ+ de las directoras y directores en las producciones es, desde el lado artístico, uno de los factores más importantes. Películas como Carol (Todd Haynes), Moonlight (Barry Jenkins) o Retrato de una mujer en llamas (Céline Sciamma) no sólo ganaron premios por tener una estética magnífica, sino que conquistaron la ovación del público porque transmiten la perspectiva de personas que pertenecen al colectivo y saben cómo retratar esas historias.

Más importante aún es la necesidad de incluir actrices y actores que sean lesbianas, gays, bisexuales y transgénero en general, pero, sobre todo, cuando interpreten papeles LGBTIQ+; sin caer en disfrazar a un actor cis heterosexual.

A pesar de todo lo que falta, queda claro que la inclusión representada en las pantallas forma parte de derechos adquiridos con años de lucha. Nadie del colectivo debería agradecer el hecho de figurar en la industria del entretenimiento, ni aquello que tuvo que sortear en el camino. Sin embargo, es alentador visualizar algo de todo lo que se logró conquistar y reivindicar.