Say nothing: Los mandatos del silencio
La miniserie Say nothing, creada para la plataforma Disney+ por Joshua Zetumer y basada en el libro homónimo del periodista estadounidense Patrick Radden Keefe, narra un buen tramo de la historia de Irlanda del Norte desde el nacimiento de "The Troubles", como se le llama al período de lucha contra los ingleses que va desde los tardíos ´60 hasta el Acuerdo de Viernes Santo de 1998. "The Troubles" significó el resurgimiento del IRA, a través del autodenominado IRA provisional, impulsado por jóvenes. Dentro de este resurgimiento se inscriben las biografías públicas de las hermanas Price, Brendan Hughes y Gerry Adams.
Las primeras escenas de Say nothing bastan para que comprobemos que las hermanas Price se integraban a la perfección. Dolours era coqueta y extrovertida, Marian, recatada y tímida, y, pese a estas diferencias de estilos y carácter, ambas fueron pioneras en tomar las armas y hacerse oír a la hora de proponer acciones directas, dado que hasta ellas la participación de las mujeres en el IRA se limitaba a tareas de asistencia o logística. La tía Bridie, a quien deben darle de comer en la boca porque la explosión de una bomba que portaba la cegó y mutiló en 1938 a los veintisiete años, es la figura que condensa el trasfondo histórico del resurgimiento. Mutilado y cegado por las derrotas, el IRA se había transformado en una facción cada vez más testimonial e inoperante ante la hegemonía lealista.
Uno de los momentos más altos en cuanto a narración cinematográfica es el ataque con coches bombas en el centro de Londres el 8 de marzo de 1973. Dolours, entonces de veintidós años, le propuso el plan a Adams, que lo aprobó. Era la primera operación del IRA Provisional en territorio extranjero. El grupo encargado de los atentados, dirigido por Dolours, decidido pero inexperto, viajó con cuatro coches cargados con explosivos en el ferry. Ya en Londres los estacionaron en lugares neurálgicos y uno de los miembros del grupo avisó a la policía minutos antes de las explosiones. Dos coches explotaron –uno frente al Tribunal Penal Central y otro en White Hall, a metros de un centro de reclutamiento militar– mientras que los otros dos fueron desactivados. Scotland Yard cercó rápidamente al grupo y sus miembros fueron capturados en el aeropuerto de Heathrow. Juzgadas y condenadas, a cada una de las hermanas Price le tocó veinte años de encierro. Protestaron para ser trasladas a Irlanda del Norte, y ante la previsible negativa del gobierno inglés iniciaron una huelga de hambre, método que los republicanos encarcelados habían practicado desde principios del siglo XX. Las mantienen vivas alimentándolas por la fuerza. Como parte de una tregua entre el IRA y el gobierno inglés son enviadas a Irlanda en 1975 y las liberan en 1980 por problemas de salud, entre ellos la anorexia nerviosa, secuela de las huelgas de hambre. Después de la cárcel las hermanas Price seguirán derroteros muy distintos. Dolours se casará con el actor Stephen Rea, tendrán dos hijos y se divorciarán en 2003. Marian permanecerá cerca de los amigos republicanos y distante de la lucha armada, a la que volverá a ser relacionada años después.
La trama de Say nothing
Detrás de estos acontecimientos hay tres grandes núcleos conflictivos. El primero es claramente la lucha de los republicanos católicos con la alianza compuesta por invasores ingleses y unionistas protestantes. Es el motor inmóvil que mueve al resto. El segundo es entre los republicanos irreductibles, como las Price y Brendan Hughes, y el pragmatismo político y ocasionalmente maquiavélico de Gerry Adams. Adams es en sí mismo una cuestión aparte. Cuando se habla de él no debería olvidarse que se trata de un personaje decisivo en la historia de Irlanda del Norte de los últimos sesenta años, que el tiempo, mal que les pese a sus detractores de adentro y de afuera de la causa republicana, pondrá seguramente a la altura de Pádraig Pearse, James Connolly y Michael Collins. A diferencia de ellos, Adams nunca se asumió como miembro del IRA, cuando sobran pruebas de que fue el jefe de la brigada de Belfast, y siempre se definió como miembro del Sinn Fein, el partido tradicional de los republicanos nacionalistas.
Las apariciones en la plana mayor del IRA de Adams y Martin McGuinnes, el jefe de la brigada de Derry, fueron mucho más que aire fresco. La vieja guardia del IRA Oficial se sentaba a negociar con los ingleses pegando un puñetazo en la mesa antes de abrir la boca, Adams y McGuinnes conversaban educadamente con sus enemigos mientras hacían la guerra como si las negociaciones no existiesen y como si las bombas y las emboscadas fueran cuestiones accesorias. Negar su participación en la lucha armada fue una táctica de ambos para evadir los embates represivos y eludir las críticas de los nacionalistas moderados, y sólo con el transcurso de los años admitieron una "vinculación indirecta".
Adams fue un estratega calculador y enigmático, extremadamente circunspecto. Una de las tantas historias que tejieron un aura negra a su alrededor es aquella que afirma que escondió un borrador en el que Margaret Thatcher cedía a muchas de las solicitudes de los prisioneros de Long Kesh durante la huelga de hambre de 1981. La huelga había empezado justamente cuando los presos del IRA y del INLA (Irish National Liberation Army) se hartaron de las condiciones a las que Thatcher los había sometido al quitarles el estatus de presos políticos. Esta supuesta y siniestra maniobra de Adams la denuncia Richard O’Rawe en sus libros "Blanketmen: an untold story of the H-block hunger strike" y "Afterlives: The hunger strike and the secret offer that changed irish history". O´Rawe, que fue portavoz de los huelguistas y amigo de Hughes y Sands, con quien compartía la celda, responsabiliza a Adams por las muertes de los seis últimos prisioneros por haber desestimado el borrador que el gobierno inglés les hizo llegar con un agente de inteligencia el 5 de julio de 1981, antes de que el quinto huelguista de hambre, Joe McDonnell, muriera. Más allá de la veracidad de unos y otros, los testimonios contra y a favor de Adams en el caso de los huelguistas están bastante equilibrados. Lo indudable es que la carrera electoral y el triunfo de Bobby Sands, el primero de los huelguistas en morir, insertas en el marco de una huelga que superaba todas las previsiones, además de darle al Sinn Fein una banca en el parlamento británico, demostraba que acciones fuera de la lucha armada, de la que los sectores republicanos moderados y conservadores preferían mantenerse distantes, podían generar enorme popularidad. Adams, el más lúcido de los dirigentes del IRA, tomó nota de esto.
El tercer núcleo es la relación tan inestable como oblicua entre el arrepentimiento individual y una causa justa y colectiva. Esta oposición es la que menos respuestas que convenza a todos por igual consigue y la que más polémicas concita. ¿Cuáles son las brújulas que deberían señalarnos el momento para abandonar o morigerar la lucha destinada a liberar a un país de la opresión? ¿Dónde deberían detenerse aquellos que luchan por una causa justa antes de imponerles consecuencias irreversibles a los otros? Aquí entra de lleno el foco principal que estructura la trama de Say nothing: el asesinato de Jean McConville.
¿Quién era Jean McConville?
Empecemos por el final: la Defensora del Pueblo de la Policía para Irlanda del Norte (ex RUC), Nuala O'Loan, en 2006, a instancias de dos de los hijos de McConville, dictaminó en su informe sobre el caso que no existían indicios de que Jean fuera informante de los ocupantes ingleses. "Indicios" como unas zapatillas rojas que algunos detenidos le habrían visto puestas a una informante que los identificaba con la cara tapada por una tronera, iguales a unas que usaba Jean, son un dato puramente circunstancial. ¿Cuántas mujeres usarían esas zapatillas en Belfast? El método de los informantes ocultos era una novedad debida al general inglés Sir Frank Edward Kitson. Para 1970 el ambiente en las principales ciudades del Irlanda del Norte estaba caldeado y el arribo de Kitson al mando de la Brigada 39ª del ejército inglés para asistir a la desbordada Royal Ulster Constabulary (RUC), la policía local, lo caldeó más. Kitson, como lo expone Say nothing, era un experto represor que había combatido en Kenia contra los Mau Mau. En poco tiempo revalidaría con creces sus títulos: fue el responsable del Bloody Sunday de enero de 1972. Posteriormente, como premio, fue ascendido.
La tragedia para McConville quizás fue la vida que le había tocado en suerte, una rutina entre disparos y privaciones que tuvo sus últimos capítulos en Falls Road, el barrio de Belfast Oeste controlado por los Provos, donde se alzaban los bloques de departamentos conocidos como Divis Flats, "una madriguera de escaleras, pasadizos y pisos atestados de gente", según la descripción de Radden Keefe. Allí Jean fue a parar con sus diez hijos cuando las autoridades municipales le asignaron una vivienda más amplia. Sumado al precario dato de las zapatillas rojas, habría sido marcada por la ayuda a un soldado inglés herido en un tiroteo. Si bien la miniserie da como cierto este episodio, que se limita a mostrar a Jean poniéndole una almohada bajo la cabeza al soldado tendido en el corredor frente a su puerta, basándose en el relato de los hijos de Jean, el informe de O'Loan prácticamente derrumbó la hipótesis. No hubo ningún soldado herido en Divis Flats poco antes del secuestro de Jean y sí hubo uno después. Algunos de sus hijos decían recordar que sucedió diez meses antes del secuestro. Suponiendo que fuese cierto y no constase en los registros policiales, es poco probable que el IRA se tomara tanto tiempo en ejecutar a alguien tan desprotegido como Jean. Con soldado herido o no, la noche del 6 de diciembre de 1972 un comando integrado por aproximadamente cuatro mujeres y ocho hombres del IRA entró al departamento de los McConville y se llevó a Jean para siempre.
En los registros policiales de la época sí consta que una semana antes del secuestro Jean fue encontrada por agentes de la RUC deambulando muy golpeada por la calle. La versión que Jean contó entonces a los agentes fue que tras salir de un bingo había sido interceptada por un grupo del IRA, que la golpearon y le advirtieron que no siguiera informando a los ingleses sobre los movimientos en Falls Road. ¿Por qué entonces algunos de sus hijos sostuvieron que la golpiza ocurrió el mismo día del secuestro? ¿Las alteraciones emocionales que padecieron tras el secuestro de Jean alteraron también sus recuerdos?
El Proyecto Belfast
A fines del siglo pasado nació el Proyecto Belfast del Boston College de Massachusetts, EE. UU. El objetivo fue crear un archivo de voces de miembros del IRA y de los paramilitares unionistas que contaran sus experiencias en el conflicto norirlandés. Aunque la trastienda de este proyecto no está en la miniserie, Radden Keefe la desarrolla generosamente en el libro. El elegido por el Boston College para coordinar el proyecto fue Ed Moloney, veterano periodista de Belfast, ex redactor jefe del Irish Times y el Sunday Tribune. Las entrevistas duraron desde 2000 a 2006 y el pacto que las hizo posible fue que serían publicadas sólo después de la muerte de cada entrevistado. Para los correspondientes al IRA Moloney quería a ex oficiales lejos de Adams y sus círculos de influencia. Los consiguió a través de quien sería el entrevistador, Anthony McIntyre, más conocido como Mackers, ex Provo crítico acérrimo de Adams que había estado preso diecisiete años por el asesinato de un unionista. Mackers contactó a su viejo amigo Brendan Hughes, que aceptó hablar e indujo a Dolours a que hiciera lo mismo. Esos fueron los testimonios que Radden Keefe tomó de "Voices from the grave: Two men's war in Ireland" de Moloney. En un departamento de la única torre que sobrevivió a las demoliciones sucesivas de Divis Flats, donde pasó sus últimos días, a pocos metros del departamento que había ocupado la familia McConville, Hughes le dijo a Mackers que Jean era informante de los ingleses. Era la misma versión oficial que comunicó el IRA en 1999 cuando las revelaciones sobre los desaparecidos amenazaban a Adams y al proceso de pacificación.
Hughes conocía bien el caso porque fue quien interrogó a Jean cuando ya estaba secuestrada. Adams no era en absoluto ajeno al secuestro, porque no sólo lo autorizó sino que también, según Hughes y Dolours, integró el consejo militar que juzgó sumariamente a Jean. Hughes y Dolours no disentían con la sentencia de muerte, pero sí se oponían a desaparecer el cuerpo. Querían ejecutarla y dejarla en la calle para que sirviera de escarmiento a los soplones. Según Hughes, no mucho antes de golpearla en la calle, el IRA habría decomisado del departamento de Jean una radio mediante la cual se comunicaría con el comando enemigo. De los diez desaparecidos víctimas de ejecuciones del IRA Jean es la única mujer. Sus hijos sobrevivieron de las peores formas imaginables, separados unos de otros en instituciones donde sufrieron abusos y violencias de todo tipo. "Parecía que todo Divis Flats –escribe Radden Keefe– hubiera optado por ignorar a aquel montón de niños abandonados de St. Jude’s Walk. Tal vez se podría achacar a que eran momentos críticos en Belfast y que la gente tenía sus propias preocupaciones, o podría ser por alguna razón más turbia. Sea como fuere, casi todo el mundo miró para otro lado en la comunidad". Algunos de los hijos de Jean sufren hoy adicciones y enfermedades mentales. Uno murió de cáncer. Este es el tenor atormentado de las vidas dañadas por el asesinato de una madre.
Cuando el esqueleto de Jean apareció en la desolada playa de Shelling Hill la prensa apuntó a Adams, que se vio obligado a visitar a Helen, la más enconada de los McConville en la búsqueda de los asesinos de su madre. En una reunión muy tensa Adams negó toda participación en el asesinato y prometió que haría todo lo posible por ayudarla a encontrar a los culpables. Helen no le creyó una palabra. Adams incurrió por lo menos en una mentira bastante gruesa: le dijo que cuando mataron a Jean estaba preso, pero en realidad no lo estaba. Las confesiones de Dolours Price y Brendan Hughes y la presión de los hijos de Jean hicieron que Adams ocupara los titulares de la prensa no como el negociador de la paz sino como el antiguo verdugo del IRA. Hughes lo había acribillado ante Mackers: "Sólo había un hombre que dio la orden de ejecutar a esa mujer. Ese… El hombre es ahora el jefe del Sinn Fein. Fue a la casa de esta familia y prometió una investigación sobre la desaparición de la mujer. Ese hombre dio la orden para que esa mujer fuera ejecutada. Ahora dime la moralidad de eso...".
Adams se presentó el 30 de abril de 2014 en la sede central de la policía. No estaba en sus planes darle a la prensa la foto esposado y rodeado de agentes. Estuvo detenido cuatro días y poco después se lo desafectó de la investigación. Se había convertido en un pez gordo con el que había que seguir negociando. Por otra parte, si Adams era procesado, ¿se habría procedido de la misma forma con la legión conformada por los paramilitares lealistas, como David Ervine, la contraparte de Hughes en "Voices from the grave", o con los cientos de represores ingleses que cumplieron órdenes de las sucesivas administraciones que pasaron por el 10 de Downing Street? ¿Quién hubiera estado dispuesto a acusar a primeros ministros y secretarios de estado que emitieron directivas non sanctas? ¿Serían para los jueces suficientes las confesiones de ex Provos, con toda la animosidad que cargaban por la discusión política que Adams había suscitado como hombre fuerte del Sinn Fein y del IRA en el Acuerdo de Viernes Santo?
Dolours murió por una ingesta de sedantes y antidepresivos que la autopsia determinó como accidental. Agobiada por los fantasmas, no sólo habló para el Proyecto Belfast sino también, cuando tenía algún mal día por el alcohol, solía llamar a algún periodista. A Hughes lo mató un infarto en 2008, a los cuarenta y nueve años. Él también había tenido problemas con el alcohol en sus años finales. Como vemos en la serie, Hughes resume a la perfección el sentimiento de los decepcionados por el Acuerdo de Viernes Santo: "Fue como conseguir cien personas para empujar este barco; un barco que está atascado en la arena… Y luego el barco zarpa, dejando a las cien personas detrás. Así es como me siento; el barco está lejos, navegando en alta mar… Y la pobre gente que lanzó el barco quedó atrás sentada en el lodo, la mugre y la arena". Es lo que Hughes le dijo a Mackers y Moloney transcribió en "Voices from the grave".
Ritmo, violencia y pasión
Sin maniqueísmos ni sobreactuando las responsabilidades de cada uno de sus protagonistas, Say nothing retrata con verosimilitud el nacimiento de los Provos y el antes y el después del Acuerdo de Viernes Santo y mantiene un ritmo sostenido para la dinámica interna de una lucha que se despeña desde la pasión y la violencia hacia los pozos más negros de la culpa. Se permite el interregno romántico entre Dolours y Stephen Rea, lo que es parte de la historia, y resalta la amistad otrora de hierro de Hughes y Adams. El lazo que los unía está claramente indicado en la secuencia cuando Adams pasa a recoger a Hughes por la casa donde se había refugiado tras haber sido malherido en un enfrentamiento. Arriesgándose a ser detenido él también, Adams lo traslada al consultorio de un médico de la organización, que le cose una vena del brazo cortada por una bala. De no ser por Adams, Hughes, que se estaba desangrando, hubiera muerto.
Hasta la publicación de Say nothing había otro punto turbio sobre el que Hughes guardó silencio y Dolours, aparentemente, al menos en off, no. Se sabía que dos de los tres miembros del IRA que trasladaron a Jean al sitio de la ejecución eran Dolours Price y Pat McClure, y que sólo había un arma en el momento de la ejecución. Pero la identidad del tercer Provo era una incógnita que Radden Keefe parece haber resuelto.
Marian fue presa en 2012 acusada de alentar la lucha armada del IRA Auténtico, formación nacida en total oposición al acuerdo con los ingleses y declarada ilegal. Adams pidió por su libertad. Ella resultó ser central en el caso McConville. Actualmente en libertad desde 2013, la hermana menor de Dolours mantiene su silencio y sólo declaró en diciembre de 2024 que haría juicio a la productora. Los diarios ingleses continúan llamándola "terrorista", rótulo que evitan emplear con presidentes que ordenan bombardeos contra civiles indefensos, entre ellos miles de niños. Al margen, no hay duda de que Marian respetará la antigua consigna de sus ex superiores, entre ellos, paradójicamente, Gerry Adams: De lo que no se puede hablar, hay que callar.