Silvio Zuccheri: Fotografiar en dictadura

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Silvio Zuccheri: Fotografiar en dictadura

24 Marzo 2022

Por Fabiana Montenegro

Silvio Zuccheri, Mickey, como lo llaman desde niño, lleva una vida entera fotografiando. Su archivo registra los hechos más significativos de la historia de Argentina de las últimas décadas, con un estilo muy personal. Su impronta está dada por mostrar lo que el fotógrafo define como “la cosa cotidiana”. Es el hecho y, también, su circunstancia, lo colateral, lo no-oficial, lo que hace que la imagen reconstruya cómo era la vida, el trasfondo de lo fotografiado.

Estudiante de arquitectura, vendedor de insumos fotográficos, fotógrafo de sociales, empezó haciendo fotos mientras hacía la colimba, pero su pasión –sin que él se diera cuenta- había comenzado mucho antes.  Quizás en aquella foto que su padre tomó con una  cámara cajón Kodak, tamaño 620, y  un trípode de telescopio con “esas patas finitas que las tocás y se mueven”: la luna reflejada en el mar, la silueta de cuatro tipos que se recortaban contra  el cielo, un poco vibrados, y unas  luces extrañas que los cruzaban. Pero fue cuando le tocó cubrir para la revista El pincha de Estudiantes de la Plata que le agarró  “el bichito de querer ser fotoperiodista”. Su anhelo era entrar a Editorial Atlántida. Insistió, insistió, hasta que lo consiguió.
Con algo de “orgullo y pedantería”, Zuccheri se reconoce un autodidacta, en una época en que la única escuela era el trabajo, las revistas como Fotografía universal y Foto Mundo. Y la calle, claro. En la entrevista que brindó a APU conversamos sobre cómo fue hacer fotografía en tiempos de dictadura.

Agencia Paco Urondo: ¿Cuál fue tu experiencia en El gráfico, de Editorial Atlántida?

Silvio Zuccheri: Yo entré a trabajar en el año 76 y tuve que pagar el derecho de piso. Hacía banco, no me daban ninguna nota en todo el día. Después fui ascendiendo, ganando reconocimiento. Me mandaron a cubrir el Mundial en Mar del Plata y Rosario. Ahí capturé el momento en el que Luque hace el cuarto gol que le daba a Argentina el pase a la final. En esa oportunidad me encuentro en el Aeropuerto, ya regresando a la Editorial, con Henry Kissinger, el gran armador político internacional yanqui en connivencia con la dictadura argentina. Justo veo a un hincha con la bandera y le grito: tirale la bandera. Y cuando se la tira le saco la foto con la bandera en la cabeza sonriéndole a la cámara.  En ese momento todo era “Argentina”. No política. Y ese fue un “logro” de la dictadura. Para nosotros como fotógrafos eran momentos difíciles porque uno emocionalmente estaba ligado a la democracia y te tocaba hacer la foto de un represor.

Nosotros sabíamos que las viejas, como llamábamos a las Madres, habían empezado las rondas, entonces cada jueves hacías alguna vuelta para sacar una foto, para estar presente. Un día estábamos volviendo juntos con Rafael Calviño, pasamos por la plaza, hacemos una foto, estaba Pérez Esquivel. Después un grupo de Madres se va para la zona del Cabildo, en la calle para un Falcon y se bajan tres jóvenes de traje y corbata, eran servicios. Los tipos se querían llevar a uno de los chicos. Sacamos una foto. Ah, qué loco, pensé, dónde estamos y  la Editorial no decía nada porque, claro, su política era sumisa a la dictadura. Ese trabajo era difícil de sostener: uno tenía puesta la camiseta y al mismo tiempo la Editorial era cómplice del gobierno… ¿Cómo hacer? Lo mejor era quedarte quieto y no decir nada. La rebelión ahí no servía, te daban una patada y te quedabas sin trabajo…

APU: ¿La editorial fijaba algunas pautas sobre qué fotografiar?

SZ: Desde la editorial no había bajada de línea, pero existía la autocensura, había fotos que era mejor no mostrar. No había una opresión para que fotografiaras algo de tal y cual manera, pero había cosas que no te mandaban a cubrir. Uno sabía por dónde iba la historia. A mí me tocó hacer una foto donde se juntaron Videla, Galtieri  y un obispo en una ceremonia oficial. Yo veo ahora esa foto y da miedo: vestido abotonado, parada militar, la connivencia iglesia-estado, los dos sabían que mentían.

“Habla la madre de un subversivo muerto”
Muchos medios hegemónicos de nuestro país como La Nación, La Razón, Clarín, y también la Editorial Atlántida, fueron responsables civiles del terrorismo de Estado. El 10 de septiembre de 1979, la revista Para Ti, una de las publicaciones  de Editorial Atlántida, realiza  una entrevista apócrifa a la ex detenida-desaparecida Thelma Jara de Cabezas, madre de Gustavo, de 17 años -secuestrado y desaparecido el 10 de mayo de 1976 en una plaza de Martínez-. 
La falsa entrevista se realizó en el Barrio de Belgrano, en una confitería de Figueroa Alcorta y La Pampa,  a donde llevaron a Thelma luego de sacarla del Centro clandestino donde estaba secuestrada,  en una maniobra pergeñada junto a los grupos de tareas de la ESMA. Durante la entrevista le hicieron decir que las madres argentinas “estén alertas, que vigilen de cerca a sus hijos. Es la única forma de no tener que pagar el gran precio de la culpa, como estoy pagando por haber sido tan ciega, tan torpe”. 

APU: ¿Conocías el caso?

S.Z: En esa época, nosotros salíamos a hacer una entrevista sin saber qué era en profundidad. Uno de los fotógrafos de Editorial que le tocó cubrir contó que estaban en una mesa hablando con la detenida, pero que él suponía que era libre, aunque después notó algo raro cuando se dio cuenta que había en dos mesas gente que parecía controlarlos. Él declaró  como testigo en ese caso.  Mirá, había gente de la Editorial, compañeros que vivían en una nube, mi situación era distinta: yo venía de la Plata donde la represión fue muy dura, podía adquirir la revista El descamisado. Yo tenía información de qué era lo que pasaba, lo que no sabía era que la Editorial estaba tan enganchada con el gobierno. En la Editorial no se hablaba de política, no se hablaba de la subversión. No había comentarios.

APU: Después te vas de la Editorial…

S.Z: Sí, en diciembre del 81 hacen una reestructuración administrativa y nos despiden. A mí, a Eduardo Bottaro y Rafael Wollmann. Y decidimos hacer un proyecto nuestro junto a Tito la Penna. Así surgió la Agencia fotoperiodística ILA. Teníamos la necesidad de producir fotografías de archivo. Aparecían nuevas revistas en el mercado (comienzos de 1982). Por ese entonces no había otra agencia y, que recuerde, solo uno o dos free-lance. Produjimos mucho y variado material, entre ellos fotografías a políticos e intelectuales de la época.

 

El prólogo de la guerra

APU: También cubrieron Malvinas, ¿no? ¿Cómo surgió la idea? ¿Intuían algo de lo que podía pasar?

S.Z: Me pasó una cosa curiosa, llego de Estados Unidos y me dicen que al día siguiente tengo que viajar a la Antártida. Iba por 3 días que se hicieron 12 porque era invierno y por el clima no podíamos salir. Ahí conocí al Jefe del Comando Antártico argentino del Ejército, nos hicimos amigos, entre comillas. Después, cuando nos echan de la editorial, queremos ser corresponsales de la Agencia francesa Gamma Press, una de las dos más importantes del fotoperiodismo. La habíamos conocido en Atlántida. Cuando logramos contactarnos con la Agencia, nos piden un sumario y los currículums. Enviamos todo y tiras de contactos de trabajos de los cuatro. Por télex, imagínate. Nos contestan que les interesa Sendero luminoso, Paraguay (el último tren a vapor) y las islas Malvinas, entre otros temas. Lo más inmediato era que yo fuera a ver al Comandante que conocí en la Antártida y le pidiera que gestionara la posibilidad de viajar a las islas. Nos consigue los contactos de la Embajada inglesa, que daba una especie de visa, me ofrecen hacer dos, pero como los costos iban por nuestra cuenta, le dije que no. Ya habíamos decidido que el que viajaba era Rafael Wollman, que era el que mejor inglés hablaba y era muy prolijo, así que confiábamos que volvía buen material. O sea, a mí me ofrecieron ir, pero pensamos que era suficiente con uno solo. Me la perdí.

Wollman está allá y ocurre lo de Astiz en Georgias. Sale en Crónica como gran noticia. Los otros medios no le dan bola. Tito me dice que si el gallego García lo publica es porque pasa algo.  García había participado en el Operativo Cóndor, en 1966, junto a un grupo de militantes peronistas en el que secuestraron un avión de Aerolíneas Argentinas y lo hicieron aterrizar en las Islas Malvinas. Llamamos por radio teléfono a Rafa que está en la isla: 
Me vuelvo mañana, dice. 
No, te quedás, ¿mirá si pasa algo?, le decimos.
No, qué va a pasar. Acá no pasa nada, dice.
Rafa, te quedás, nosotros pagamos todos los gastos. Y se quedó. Esto fue el 30 de marzo.

APU: Y pasó…

S.Z: El 1 de abril,  el gobernador inglés de las Islas habla por radio y le avisa al pueblo que al día siguiente iba a llegar una invasión del Ejército argentino. Y mandan a  los turistas a alojarse al lado de la casa del gobernador. Rafa está ahí, en el primer piso, cuando llegan los marinos argentinos y hay un tiroteo y aparece el primer muerto. Luego toma la famosa foto que muestra a los ingleses rendidos, las siluetas de la humillación. Dicen que a Thatcher se le revolvió el estómago cuando vio esas fotos y fue una de las razones que la impulsaron a enviar tropas al Atlántico Sur. Yo estoy en Comodoro y éramos varios periodistas que queríamos ir a Malvinas.

APU: ¿Vos fuiste cuando ya se declaró la guerra?

S.Z: No. El tema es así. Yo ya no trabajaba en Atlántida, pero me llama el que había sido mi jefe, que me apreciaba, para pedirme las fotos que estaba haciendo Wollman en la isla. “Y vos vení con el equipo que nos vamos a Tierra del Fuego y, desde ahí, nos vamos a Malvinas vestidos de militar”, me dice. Ahí entendí el poderío que tenía la Editorial, que lograba camuflar a los fotógrafos como soldados y los metían en la isla. Llegando a Comodoro en el avión, nos obligan a bajar. Entonces varios periodistas presentes  ejercemos presión y  el 3 nos llevan a la isla en un Boeing. Rafael me da todos los rollos y yo confío en dos personas más para repartirlos entre tres para ingresar al continente y que no se los incauten. Volvimos y ahí empieza una historia más importante para la Agencia ILA porque nos catapultó tanto acá como afuera.

APU: ¿Qué recuerdo te queda de lo vivido esos años?

S.Z: El recuerdo más fuerte que tengo es que nos teníamos que cuidar tanto de la policía como de los manifestantes porque sabíamos que entre ellos había servicios. La paranoia de ser sospechoso. Por otro lado, me queda la satisfacción de saber que hacíamos fotos que iban a hablar de la historia tal cual como ocurrió, como la manifestación masiva previa a Malvinas. Nosotros solíamos registrar una foto diferente de la que había encargado el Medio para el que trabajábamos. Y los verdaderos compañeros te preguntaban siempre: ¿pudiste hacer fotos para vos? Eso significaba que habíamos podido mirar más allá, otra cosa.