La necesaria indisciplina espistemológica

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PENSAMIENTO NACIONAL LATINOAMERICANO

La necesaria indisciplina espistemológica

25 Julio 2023

De los múltiples aspectos por los cuales resultó tan fructífera la realización del Primer Congreso del Pensamiento Nacional Latinoamericano elegiré el que, por mi especialidad docente, me resulta particularmente digno de mención: me refiero a su relevancia epistemológica, asumiendo que la epistemología es la primera línea de disputa política, pues es la disputa por el conocimiento, por el nombre, por el sentido de las cosas. 

Tal como se pudo apreciar en las exposiciones y en las charlas en los pasillos de la Universidad Nacional de Lanús, se trató de un encuentro de gente que sabe que no tiene un objeto, sino un campo de investigación. El objeto (ob-jectum) es lo que está puesto o lanzado ahí adelante, mientras que el campo es otra cosa. El objeto puede ser puesto en un porta-objeto, puede ser analizado como si el investigador no tuviese nada que ver con él. Pero cuando se trata de pensar la vida en común, esto ya no es posible. No se puede observar la realidad con la aséptica neutralidad de quien habitara un espacio diferente. Se investiga y se está en el espacio compartido con los demás, con los ancestros, con el resto de la Pachamama. Espacio abierto y sin límites precisos, como los tiene el jardín, término que viene del francés antiguo garder que significa, precisamente, guardar, cerrar.

En cambio, el ámbito de nuestros estudios muestra límites  imprecisos, difusos y, además, suele ser terreno de conflictos y disputas. No se conoce a ciencia cierta la etimología de la palabra campo, más allá de su origen latino como campus, término que siempre aparece haciendo referencia a la guerra, como Campo de Marte, o a la cacería, es decir, es un término que nos habla de lucha, de conflicto, por eso, hay quienes piensan que tendría la misma raíz que el término alemán kampf. Ahora bien, mientras el objeto puede ser abordado y analizado desde una sola disciplina, con el campo la cuestión es más compleja: hace falta abordarlo desde distintas perspectivas y dejarse abordar desde múltiples escuchas y para esto, la interdisciplina no es suficiente. Por ejemplo, usted puede poner a dialogar a un economista, una filósofa, un abogado y una socióloga para conversar sobre cómo regular algún aspecto de la vida en común y quizá podrán sacar algunas conclusiones interesantes, sin duda harán un grato turismo cultural, pero no irán más allá de eso. Menos aún alcanza con la multidisciplina, que es algo así como el multiculturalismo: creer que la complejidad desaparece con un patchwork. Por otras razones que no vienen al caso acá, tampoco cabe conformarse con la transdiciplina.

Lo que se respiró durante el Congreso fue el saludable aire fresco de la indisciplina, empleando el prefijo in de cuatro maneras, dos como inclusión y dos como negación: 1) es preciso entrar en otra disciplina distinta que la de origen del investigador; 2) corresponde incorporar la otra disciplina dentro de la propia; 3) cabe negar aquellos aspectos metodológicos y epistemológicos propios de cada disciplina que dificultan o impiden un diálogo fructífero con las otras disciplinas y 4) se debe negar el carácter canónico y cerrado del conocimiento académicamente aceptado, abriendo el diálogo con saberes que están afuera del claustro.  

No podía ser de otra manera, pues el campo y la indisciplina están implicados en el título mismo del Congreso. En efecto, frente a la pretensión imperial de universalizar su propia perspectiva afirmando que todo pensamiento es universal o no es pensamiento, la organización del Congreso entendió que no es lo mismo pensar desde Lanús que pensar desde Nueva York. Y si bien no es lo mismo pensar desde Quito o desde Chiapas que desde Lanús, hay sin embargo elementos comunes que permiten afirmar que hay algo más que un evidente aire de familia entre esos pensares. Por eso, se convocó a un encuentro de Pensamiento Latinoamericano, es decir, de un pensamiento universal, pero no imperial sino situado. Es que, contrariamente a lo que algún pensamiento postmoderno eurocentrado supuso, no es posible para un conocimiento genuino renunciar a la pretensión de universalidad, claro que no se trata de esa universalidad imperial pues quienes nos dedicamos a la investigación no queremos estar equivocados, queremos aproximarnos a un conocimiento cabal de la realidad y, obviamente, si sólo se piensa desde el centro, desde el lugar del vencedor, esto no es posible.

Mas hablar de universal situado no es lo mismo que hablar de perspectiva: no se trata de la obviedad de decir que cada cual ve el mundo según dónde esté parado o parada. Se trata de superar la limitación de asimilar conocer con ver, procurando entender lo que pasa más allá de donde alcanza la vista, de lo susceptible de ser observado; se trata, en definitiva, de escuchar más que de observar. De escuchar, sobre todo, a quien no puede dejar ni documentos ni monumentos, de escuchar a la víctima, al vencido, pues, como enseña el poeta, si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia, la verdadera historia, quien quiera oir que oiga. Pensar, pues, desde las víctimas; no necesariamente con la víctima, ni como la víctima, sino desde su lugar a partir de la escucha atenta. Estamos hablando de campo, donde el conflicto sigue, donde la víctima de hoy puede ser el germen de la liberación de ella y, también, del victimario, pues si no es liberación integral no es liberación genuina; y estamos hablando de indisciplina, de una postura epistemológica en la que no caben fatalismos ni resignaciones. 

Todo esto ya era suficiente como para calificar a este encuentro como imprescindible, pero la organización fue por más: casi como una provocación, convocó a un Congreso de Pensamiento Nacional Latinoamericano. Como explicaba Marcel Mauss hace un siglo (cuando ya muchos, por izquierda y derecha, entonaban el réquiem por la nación) el conflicto de clases no es el central, como quedó demostrado en las dos guerras mundiales en las que los soldados fueron a pelear por su nación y no por su clase social. Incluso los soldados del Ejército Soviético lo hacían en nombre de la Santa Madre Rusia.

Tampoco moviliza demasiado la promesa de hacer avanzar al capitalismo, pues si bien el ideal de consumir más es pregnante, no es suficiente para fundamentar la vida en común con todos los límites y malestares que ello genera. Lo que sigue dando sentido a la existencia es la pertenencia a una comunidad. Claro que, tras la revolución industrial y otros cambios acaecidos desde fines del siglo XVIII sobre todo en Europa y América, la gente deja de vivir mayoritariamente en la aldea, la comunidad pequeña, para vivir en espacios en donde la vivencia de esa pertenencia se da en otros términos, siendo la pertenencia a la nación el más importante. No faltaron entonces quienes señalaran el riesgo que conlleva darle tanta importancia a la Nación pues ello puede derivar en un nacionalismo belicista.

Pero, decía Mauss, las naciones tienden más al intercambio, ya sea bajo la forma de dones o de comercio, que a la guerra. Son los imperios los que guerrean entre sí y las naciones, en cambio, por lo general sólo van a la guerra cuando deben enfrentar a algún imperio. Por eso el concepto de nación (al menos en América) no se define en virtud de una supuesta pureza étnica ni de una lengua o una religión, sino que se entiende más cabalmente por oposición a la idea de imperio. Así, cuando el Estado argentino o chileno pretenden ejercer una suerte de vocación imperial sobre los pueblos originarios, cobra sentido hablar de nación mapuche o nación wichi. Pero cuando se trata de enfrentar, por ejemplo, al Imperio Británico en defensa de la soberanía sobre las Islas Malvinas, tiene sentido hablar de Nación Argentina, así como cuando se trata de oponerse a las pretensiones imperiales de cualquier potencia cabe hablar de Nación Latinoamericana. 

Por último, cabe congratularnos porque este primer encuentro se haya realizado en la UNLa, con su ya aquilatada tradición de enseñanza del pensamiento nacional con un alto grado de excelencia académica y su propuesta pedagógica centrada en una epistemología para la periferia.

 

*Universidad de San Isidro